Los edificios remendados de las universidades públicas revientan de alumnos que siguen las clases de pie porque los asientos no alcanzan para todos. Los de las privadas, provistos de la última tecnología, lucen como lofts a los que también llegó la recesión. Es que, como al resto del país, a la educación superior no le cierran los números. Ni a las 41 universidades estatales, con sus casi 900.000 estudiantes, ni a las 48 privadas, que recibieron en 1999 a más de 130.000 alumnos.
“El tema del financiamiento de la educación superior es y será polémico sentencia el secretario de Educación Superior, Juan Carlos Gottifredi. La Alianza, a diferencia del gobierno anterior, entiende que no se debe establecer el arancelamiento como una manera de financiar el sistema educativo”. Según Juan Carlos Hidalgo, master en Economía en la especialidad Desarrollo Económico y rector de la Universidad Nacional del Litoral entre 1986 y 1994, la respuesta al tema del financiamiento depende del papel que se le atribuya a la universidad. Para los que piensan en ella desde una lógica económica, sostiene en su artículo “El rol de la universidad”: “El actual sistema de financiamiento basado en el aporte estatal es regresivo y reaccionario, pues los ´pobres´ financian con sus impuestos la educación universitaria a los ´ricos´”. Distintas son las cosas para los que entienden la educación superior como generadora de conocimiento para la sociedad. “No es función de la universidad corregir las desigualdades sociales. Eso lo tienen que hacer los gobiernos por medio de políticas de gasto social, tributarias y de ingresos arguye Hidalgo. Por otra parte, es paradójico que mientras se encaran políticas tributarias cada vez más regresivas, se pretenda arancelar las universidades.”
Como sea, el resultado de la falta de un presupuesto acorde con las necesidades se deja ver, en parte, cuando asoman los primeros números del censo realizado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en octubre de 2000. De los 24.508 profesores que dan clases en sus aulas, 27% lo hace sin percibir a cambio sueldo alguno. “Será por militancia, patriotismo, idealismo, tozudez; porque les da prestigio para el ejercicio de la profesión o para actualizarse. Evidentemente hay una rentabilidad que no es monetaria”, se conforma el rector Oscar Shuberoff.
No les va mejor a las universidades privadas: “Muchos tienen la idea de que formamos una elite y que, como somos privados, tenemos más recursos. Pero no es así explicaba en octubre al diario La Nación el titular del Consejo de Rectores de Universidades Privadas, Mario Mena. No recibimos nada del Estado, ni subsidios ni aportes. Por eso dependemos en gran medida de los aranceles y, por la situación económica general, está aumentando el nivel de morosidad. Cada vez más alumnos piden planes de pago. Otro fenómeno que nos preocupa mucho es la deserción. No se van de las privadas a las públicas, sino que abandonan los estudios, muchos para conseguir trabajo”.
El pálido paisaje local, sin embargo, no ha sido obstáculo para que en la última década globalización mediante tomara cuerpo un nuevo fenómeno: la llegada al país de universidades extranjeras. En la Argentina se les exige, para permitir su instalación y funcionamiento, los mismos requisitos administrativos que rigen para las privadas locales, según lo establece un decreto de 1999. Su oferta académica deberá ser reconocida por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau).
Tal vez por eso no todas las que anuncian su llegada solicitan acreditación. Muchas no vienen a instalarse con sede propia en el país sino que apenas se integran a la oferta de posgrados de universidades locales. Es el caso de La Sorbona, que firmó acuerdos con la Universidad del Salvador y con la Fundación Centro de Estudios Políticos y Administrativos; o el de la Universidad de Salamanca, que dicta posgrados en sedes abiertas en Buenos Aires, General Roca (Río Negro) y Mar del Plata. La Universidad de Sevilla ofrece cursos de especialización a distancia por medio de un convenio firmado con la Universidad de La Pampa. Y las Carlos III, de Madrid, y París X, de Francia, firmaron acuerdos con la Universidad del Salvador y con la Escuela de Posgrado Ciudad Argentina para dictar maestrías en Administración, Derecho y Economía de los Servicios Públicos.
Distinto es el caso de la Universidad de Bologna, que dicta en su sede porteña un posgrado en Relaciones Internacionales y que fue de las primeras en pedir el reconocimiento de la Coneau.
Manuel Terrádez, presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA), tiene sus dudas sobre esta llegada en contingente: “Considero que, así como hay ofertas educativas de universidades extranjeras que amplían y prestigian la oferta ya existente en el país, otras propuestas sólo buscan el lucro o beneficio económico. Además, hay que destacar que en la formación que brindan no se pone el acento en la investigación”. Reparos similares formula Gottifredi, para quien el Estado “debe actuar también en esta área con el necesario sentido de protección al ciudadano brindando la mayor información y asegurando el cumplimiento de los requisitos de calidad”.
Ajena a cualquier polémica, la afamada Universidad de Harvard dispuso ya la apertura en Buenos Aires de una oficina regional de su Escuela de Administración de Negocios, mientras que la Facultad de Derecho de la Universidad de Boston está organizando su primer programa de intercambio para América latina con la UBA. La Universidad de Nueva York, por su parte, acaba de inaugurar su propia sede en Barrio Norte y ya firmó acuerdos con la UBA y con la Universidad Di Tella. Mariano Plotkin, su director local, no parece inclinado a la mesura: “Queremos armar una pequeña Manhattan en Buenos Aires”.
El “boom” de los posgrados Por Ana En el ámbito En este * Investigadora. |