El sector aceitero argentino es competitivo a escala mundial.

    Empresarios y dirigentes del sector aceitero, informes de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) y funcionarios de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (Sagypa) coinciden en caracterizar al segmento productor de aceites del país como el más competitivo del mundo gracias a un alto nivel de eficiencia en todos sus eslabones.
    Los especialistas destacan el rendimiento de la siembra argentina gracias a que el país se colocó en una posición de vanguardia en el uso de semillas transgénicas y de la siembra directa. Al mismo tiempo, la mayor parte de la producción primaria se encuentra cerca de los centros de procesamiento -especialmente en el Up River, sobre el río Paraná en Rosario, desde dónde en 2003 salió 78% de las exportaciones de granos, aceites y harinas-, lo que significa menores costos en fletes internos.
    Las inversiones en plantas procesadoras son, en conjunto, de las más nuevas, modernas y eficientes del mundo, con grandes centros que aprovechan la economía de escala. También se destacan las inversiones en infraestructura portuaria y dragado de canales, aunque en este aspecto se puede avanzar aún más. Cuando se trata de identificar una desventaja, coinciden en la lejanía del país de los mercados de destino.
    “Este negocio se ha convertido cada vez más en un negocio de logística, ya que para mover enormes cantidades con márgenes escasos necesita bajos costos de transporte. En la década de los ´90 se trabajó mucho en puertos, dragados, ferrocarriles, transportes. La Secretaría de Agricultura aprobó inmediatamente el uso de las semillas transgénicas, y la presión a la que estaba sometido el productor por los precios bajos y la competencia desleal de estadounidenses y europeos hizo que se adoptara esa tecnología rápidamente. El productor local también fue un adelantado con la siembra directa”, resume Miguel Alberto Acevedo, director de Aceitera General Deheza (AGD).
    Desde Molinos Río de la Plata coinciden en que “el desempeño del sector en los últimos tres años ha sido satisfactorio debido a la expansión de la producción de materia prima, el ritmo sostenido de demanda de proteínas y aceites vegetales y una estructura de costos muy competitiva en términos internacionales. La expectativa para los próximos cinco años es que Argentina se consolide como el principal exportador mundial de aceites y proteínas vegetales a partir de las ventajas comparativas en la producción de materias primas y de la cadena de valor oleaginoso en la transformación y exportación”.

    Inversiones
    En el cuadro hay que computar un elevado monto de inversiones anunciadas que llevarán la capacidad de molienda de granos o “crushing” del país al nivel de los otros grandes productores internacionales, Estados Unidos, Brasil y China.
    “La producción primaria venía creciendo a un ritmo mayor que la capacidad de procesamiento. Las empresas estaban llegando al máximo de su capacidad instalada y se produjo una serie de inversiones tendientes a incrementar la capacidad de molienda y de las instalaciones portuarias. Actualmente la capacidad de procesamiento es de unas 95.000 o 97.000 toneladas por día y es probable que llegue a 140.000 o 150.000 en un par de años”, señala el ingeniero Daniel Franco, de la SAGPyA.
    AGD, que en los últimos 12 meses facturó US$ 1.420 millones y exportó por U$S 1.450 millones, planea invertir U$S 165 millones para llevar su capacidad de molienda de 15.000 toneladas de soja, girasol y maní hasta 20.000 toneladas. Molinos Río de la Plata, con una producción estimada para 2004 de 320.000 toneladas de aceite de soja y 56.000 toneladas de aceite de girasol, está invirtiendo US$ 91 millones en ampliar la capacidad de procesamiento de su planta al sur de San Lorenzo, provincia de Santa Fé, con una línea de 12.000 toneladas diarias, y en construir un puerto sobre el río Paraná.
    “El sector en conjunto anunció alrededor de US$ 1.000 millones de inversión para los próximos dos años. Todo el mundo está viendo perspectivas alentadoras. Se prevé que la producción agropecuaria va a seguir aumentando y que una parte va a corresponder a oleaginosas; la capacidad de crushing tiende a posicionarse para cuando lleguemos a ese nivel de producción”, explica Alberto Rodríguez, director ejecutivo de la Cámara de Industrias Aceiteras de a República Argentina (Ciara).
    Actualmente la provincia de Santa Fe concentra más de 70% de la capacidad de crushing, seguida por Buenos Aires (16%) y Córdoba (10%). Según un informe de la BCR, las principales inversiones, anunciadas por seis empresas en el Up River, elevarían la capacidad de procesamiento de la zona a 122.700 toneladas por día y la del país a 155.124 toneladas. Según los datos de la BCR, la capacidad actual de procesamiento por día de Estados Unidos se puede estimar en alrededor de 154.000 toneladas, la de Brasil en unas 131.595 toneladas y la de China en alrededor de 160.000 toneladas.
    De todos modos, el titular de la Ciara destaca que “más relevante que la posibilidad de que superemos la capacidad de procesamiento de Estados Unidos es el hecho de que ya somos desde hace varios años el primer exportador de aceite y harina de soja y girasol”, los principales productos del mercado internacional de aceites.
    El peso de las ventas al exterior del sector se ve al analizar el ranking de las empresas (de todos los rubros) que más exportan, en el que seis de las diez primeras -y diez de las treinta mejores posiciones- son, fundamentalmente, aceiteras.
    Los principales destinos de exportación de aceite de soja son China e India -entre los dos suman casi 60%- y las firmas que más exportan son Cargill, Bunge Argentina, Dreyfus, AGD, Vicentín y Pecom. En cuanto al aceite de girasol, entre Cargill, Oleaginosa Moreno, Molinos Río de la Plata, Nidera, Vicentín y AGD representan alrededor de 90% de las ventas al exterior.

    La demanda china
    El gigante asiático, con alrededor de 30% de la demanda mundial de aceites y un crecimiento económico sostenido, aparece, a priori, como el motor y el mercado al cual apuntar.
    Sin embargo Acevedo advierte que en el sector “nunca se puede predecir. En 1996 se hablaba de la demanda asiática como motor de la actividad y hubo un aumento de la molienda. Había entonces dos riesgos potenciales: no tener suficiente producción para la capacidad instalada; y, si la había, como ocurrió por el “boom” productivo, restaba saber si habría mercado. La demanda se cayó por la crisis asiática. Lo mismo podría llegar a pasar con el gigante chino”.
    Rodríguez señala que ya hay problemas “derivados del mercado chino, más allá de la evolución del mercado que afectó los precios. El año pasado la producción estuvo signada por cierta restricción en la oferta, debido a la magra cosecha en Estados Unidos y a volúmenes menores a los esperados en Sudamérica. Los chinos compraban ávidamente y colaboraban para un ambiente de alza de precios. Pero cuando se empezó a ver que Estados Unidos y Sudamérica iban a tener una mayor producción empezaron a restringir las compras y se incumplieron los contratos”.
    “Ese “default” se tradujo en un fuerte nivel de incertidumbre y dificultades. En el medio, China adoptó medidas complicadas vinculadas con el control de calidad en la descarga -cuando en el comercio internacional se controla en la carga-, y el establecimiento de parámetros de calidad que no se aplican a nivel internacional, como establecer un nivel casi 0 de solvente en los aceites crudos aduciendo que hay gente en China que lo consume así, cuando en realidad precisa ser refinado”, añade.
    “De todos modos -concluye-, creo que esta situación es temporal, ya que China necesita comprar granos oleaginosos y aceite porque su producción doméstica no le alcanza”.

    Tendencia a la concentración
    Franco comenta que “si bien no es muy fuerte la concentración, en los últimos años se nota que hay un menor número de empresas y que las que se mantienen son las más grandes. Mientras la producción primaria está integrada por muchos productores, en la industria se va reduciendo lentamente el número de empresas y aumentando la capacidad promedio instalada de cada una”.
    Rodríguez coincide en señalar que “la Argentina tiene todavía una menor concentración que los otros grandes productores”, aunque reconoce: “Hay una tendencia a la concentración. Es un sector en el que la restricción para entrar está dada por la necesidad de disponer de un fuerte capital para operar, ya que en una empresa que muele 12.000 toneladas de grano por día hay que tener los recursos para comprar la materia prima y pagar a las 72 horas”.
    Acevedo añade: “A fines de los ´80 y principios de los ´90 se produjo una depuración, no por una cuestión de nacional o multinacional sino más bien de eficiencia. Es un sector muy competitivo en el que uno tiene que estar muy concentrado en bajar costos, porque a veces se trabaja casi sin margen de ganancia”.

    Bajo impacto de la devaluación
    Los principales actores coinciden en que el sector no fue fuertemente afectado por la devaluación más allá del cambio en el mercado interno que empezó a consumir aceite de soja puro. De hecho, explica el director de AGD, “2001 fue el primer año que permitió cierto margen después de un período difícil. Vino la crisis argentina, que tapó la recuperación del sector, pero después tuvimos un 2002, 2003 y 2004 excelentes”.
    El poco impacto de la crisis y la devaluación se explica en que el sector tiene sus gastos y sus ingresos mayormente dolarizados. Se trata de un área capital-intensiva en la que los gastos en infraestructura y materia prima están medidos en dólares y, por ser esencialmente exportadora, también la mayor parte de los ingresos son en divisa extranjera.
    “Mucha gente simplifica y dice que la devaluación ayuda al sector exportador, pero ayuda más la previsibilidad. Cuando uno está compitiendo fuera de sus fronteras necesita tener las espaldas cubiertas, no tener que arreglar problemas internos, y analizar qué hacer, qué mercados cubrir, si es mejor exportar a China o ir a mercados sustitutos que otros abandonan para ir a China”, explica Acevedo.
    Al mismo tiempo, los productores de aceites tampoco se ven mayormente afectados por las fluctuaciones en el valor de los granos ni por las retenciones, aunque al respecto señalan un impacto indirecto.
    “La relación de la industria con el precio de los granos no es tan directa como para los productores agropecuarios. Cuando el precio cae, el productor puede retener más la cosecha en el corto plazo y cultivar menos en el largo plazo, y eso provoca una menor producción, con lo que el impacto de una caída en los precios se da en la campaña siguiente”, informa el director ejecutivo de la Ciara.
    Con respecto a las retenciones, explica que el sector siempre planteó “que era un instrumento para paliar una situación de crisis pero que debía eliminarse lo más rápidamente posible. Es importante que empecemos a pensar cómo eliminarlo porque es un instrumento distorsivo. En cuanto al modo en que afecta, es sobre los productores sobre los que más incide. Pero si al productor no le cierran los números, caen la cosecha y la producción; eso implica precios un poco más altos en el mercado mundial y que nuestros competidores tengan una mayor incidencia en lugares en los que no la tendrían con otros precios y otra producción argentina”.

    Hacia el futuro
    Para Molinos, “la principal desventaja a escala regional la constituye el insuficiente calado del canal Mitre, que obliga a los compradores de mercadería argentina a llevar sus cargamentos incompletos y terminarlos con costos adicionales en Brasil. En el plano comercial, el inconveniente más notorio es el acceso restringido a ciertos mercados por las políticas proteccionistas que se aplican en general en el sector agroindustrial”.
    “La Argentina es muy competitiva en este sector. Podemos competir contra los subsidios de Estados Unidos o los europeos, pero no contra las trabas paraarancelarias, como las que está poniendo hoy Rusia para que la molienda se haga allá”, señala Acevedo.
    Por eso, dos objetivos que se visualizan a futuro son nuevas inversiones fluviales
    y presionar para que se eliminen del comercio internacional distintos elementos
    distorsivos.