También las empresas tienen ADN y problemas biológicos

    La
    capacidad de ejecutar es, por cierto, inherente a los procesos y relaciones
    que forman una organización. Es decir a su cadena desoxirribonucleica
    (ADN).
    Como en los seres vivientes, ese ADN consiste en cuatro bloques, que se
    combinan y recombinan diferenciando identidades: facultades decisorias,
    información, motivaciones y estructura. Pero, a diferencia de los
    genomas vivientes, las organizaciones pueden cambiar de ADN ajustando y
    adaptando esos bloques.
    Una herramienta concisa y en línea creada por Booz Allen Hamilton,
    el Org ADN profiler (algo así como “detector de ADN organizacional”),
    permite al personal de todo nivel identificar el tipo de organización
    donde opera: resiliente; justo-a-tiempo; militar; pasivo-agresivo; ciclotímico;
    superado; y sobreactuado- y diagnosticar las causas de los rasgos negativos.
    Ése el primer paso para mejorar la ejecución y el desempeño
    económico.
    Similar a las evaluaciones individuales, este instrumento -explica el primer
    informe de sus creadores- define el carácter de una entidad basándose
    en respuestas a un cuestionario de 19 preguntas, que se completa en minutos.
    El sistema se centra en el conjunto, no en sus partes ni individuos, aunque
    se pidan ciertos datos genéticos (cargo/nivel, división, sector,
    ingresos anuales) para mejorar el análisis.
    Las respuestas luego se procesan mediante un software patentado por BAH.
    A su vez, el programa ubica la empresa en uno de los siguiente siete perfiles:

    Resiliente.
    Esta organización es muy flexible, se adapta a cambios en el mercado,
    pero mantiene una estrategia de negocios coherente. En general, se anticipa
    al futuro y lo afronta en forma proactiva.

    Justo
    a tiempo
    . No siempre proactivo, este tipo tiene ha capacidad de cambiar
    sobre la marcha, sin perder de vista el contexto general. Si bien logra
    retener buenos elementos y se maneja bien en lo financiero, su management
    no está preparado para pasar de un buen desempeño a uno
    brillante. Esta clase de empresa tiende a perder oportunidades apenas
    por un pelo pero, más allá de algunas frustraciones, ofrece
    un marco laboral estimulante.

    Militar.
    A menudo dirigida por un pequeño, exclusivo equipo superior, este
    tipo de firma tiene éxito a fuerza de su voluntad. Puede concebir
    y ejecutar brillantes estrategias, pero sus ejecutivos medios suelen ser
    chatos y durar poco. Su peor inconveniente es no estar preparado para
    sobrevivir a sus actuales directivos. Como los gerentes jóvenes
    aprenden viendo, no haciendo, a menudos se dan cuenta de que -para crecer-
    deben dejar el nido.
    Pasivo-agresivo. Parece exento de conflictos, porque todos están
    de acuerdo… aunque casi nada se modifique realmente. Obtener consenso
    para cambios relevantes no es problema, pero sí lo es llevarlos
    a cabo. Una resistencia sorda, subterránea, frustra los mejores
    esfuerzos. Sin estímulos, información ni incentivos suficientes,
    la línea tiende a ignorar las instrucciones superiores.
    Ciclotímico. Este tipo (en el original, “fits and starts”)
    está lleno de gente motivada y talentosa, pero a menudo no actúa
    en la misma dirección o al mismo tiempo. Cuando lo hace, puede
    ejecutar estrategias brillantes o innovadoras, pero la compañía
    carece de disciplina y coordinación para repetir o prolongar éxitos.
    Por cierto, ofrece oportunidades a la iniciativa, pero la organización
    acaba viéndose a sí misma como fragmentada o al borde de
    perder control.
    Anticuado. Una firma se torna anticuada cuando su modelo organización
    hace agua. Ya demasiado grande y difícil de controlar por un pequeño
    grupo directivo, aún debe “democratizar” la toma de decisiones.
    Por consiguiente, gran parte del potencial no se explota y, con el poder
    centralizado, la compañía se mueve lentamente. A menudo,
    se traba a sí misma y su conducción ya no es efectiva.
    Sobreactuado. Agobiado de estamentos ejecutivos, este tipo de organización
    tiende a la “parálisis analítica”. Cuando se mueve,
    lo hace lenta y reactivamente, explotando oportunidades más tarde
    y menos vigorosamente que la competencia. Preocupados por los árboles,
    los ejecutivos no ven el bosque: malgastan tiempo en controlarse entre
    sí, en vez de otear el horizonte en pos de oportunidades o amenazas.
    Estas firmas, con frecuencia burocráticas y politizadas, tienden
    a frustrar a gente con iniciativa propia y orientada a resultados.
    Booz Allen lanzó el Org ADN profiler en diciembre y, en pocas semanas,
    tenía ya más de cuatro mil perfiles completos en Estados
    Unidos. Las respuestas provenían de una amplia gama de sectores,
    desde servicios financieros hasta productos de consumo final. Además,
    representaban todos los niveles dentro de una empresa. Se resumen los
    principales hallazgos.
    Casi todos tienen problemas de salud. De los siete “fenotipos”,
    sólo tres (resiliente, justo-a-tiempo, militar) se muestran relativamente
    exentos de disfunciones, pero apenas 27% de la muestra encaja en ellos.
    Más de 60% revela síntomas de mala salud, o sea impedimentos
    para actuar en forma decisiva o eficaz.
    El tipo pasivo-agresivo es el más abundante, con 31% de las respuestas.
    Lo sigue el sobreactuado, con 18%. Sólo 15% de la muestra presenta
    perfiles saludables o resilientes.

    El ADN cambia
    al crecer. En general, las investigaciones de BAH sugieren un proceso
    en cuatro fases. A medida que crecen, las compañías migran
    de un tipo a otro y sufren tropiezos cuando su ADN “se retrasa”.
    A su vez, éste evolucionará en tanto las organizaciones
    se adapten a cambios del entorno interno y el externos (competencia).
    Los ejecutivos sagaces perciben esas sutiles transformaciones y pueden
    contribuir a una transición exitosa.

    Fase 1.
    Ingresos hasta US$ 500 millones. Las firmas chicas suelen mostrar perfiles
    entre resilientes y justo-a-tiempo. Son eficaces para adaptarse a cambio
    y buenas ejecutoras. Tienden a ser jóvenes y, por ende, más
    afines a los objetivos y estrategias de quienes las crearon. Además,
    su propio tamaño les permite adaptarse con mayor rapidez y agilidad.

    Fase 2.
    US$ 500 a 1.000 millones. En esta categoría, suele afrontarse desafíos
    centralizando la autoridad en un equipo directivo fuerte. No sorprende
    que el tipo militar brille en este segmento. Además, aumentan notablemente
    los perfiles sobreactuados, lo cual sugiere que muchas compañías
    se tornan burocráticas y lentas a medida que el management medio
    interfiere en las decisiones de los subalternos.

    Fase 3.
    US$ 1.000 a 10.000 millones. Aquí las organizaciones se hacen demasiado
    grandes y complejas como para ser efectivamente manejadas por pequeñas
    cúpulas o simples mecanismos de mando-control. Tienen que descentralizarse.
    Dado el marcado incremento de perfiles ciclotímicos (“fits
    and starts”), la transición parece marchar bastante mal en
    muchos casos. Los gerentes locales pueden obtener mayor autoridad, pero
    no incentivos ni información para adoptar decisiones correctas.
    También aumentan los perfiles pasivos-agresivos, pues estructuras
    o procesos inconsistentes o mal coordinados generan inercia, confusión
    y fallas de ejecución.

    Fase 4.
    Más de US$ 10.000 millones. Para sobrevivir o crecer en este nivel,
    las compañías han tenido que arreglárselas para ejecutar
    y adaptarse lo mejor posible. Así, resurgen perfiles resilientes.
    Aun así, muchas organizaciones siguen con problemas de ejecución.
    De ahí que también abunden casos de sobreactuación
    y ciclotimia. Eso hace pensar que muchas empresas grandes tratan de “arreglar”
    una estructura mal descentralizada añadiéndolo capas gerenciales
    y burocracia.
    De esa manera, se impone en esta fase el perfil pasivo-agresivo. Ello
    indica que la gente puede aceptar un plan estratégico, pero pocos
    lo llevarán realmente a cabo.
    Pero nada está predeterminado y las compañías no
    deben atravesar fatalmente las etapas militar, ciclotímica y pasivo-agresiva
    durante su crecimiento. Quienes conocen estos parámetros pueden
    anticiparlos y quebrarlos. A diferencia del humano, el ADN organizacional
    es siempre mutable