Ni tan calvo ni con dos pelucas

    Tan seguro
    como que en algún momento lloverá: aumentarán las tasas
    de interés internacionales; el petróleo seguirá a precio
    muy alto; y Brasil atravesará por turbulencias importantes. Pero
    incluso todo eso combinado y en simultáneo, no es necesariamente
    una tragedia para la Argentina. Aunque a ritmo menor, el país seguirá
    creciendo. Tal vez resulte el más favorecido de la región
    en el nuevo contexto, durante los próximos meses.
    No había que creer que el viento de cola duraría para siempre,
    como ahora no hay que prestar oídos a los profetas permanentes del
    desastre. Hay que evitar pasar de un extremo al otro en estados de ánimos
    y en conductas. Como bien lo dice el castizo adagio: "ni tan calvo
    ni con dos pelucas".
    Todo observador sensato sabía que el contexto económico internacional
    sonrió a la Argentina en el preciso momento de la crisis extrema
    sufrida hace dos años. Las tasas de interés internacionales
    más bajas en casi 50 años; los precios de las materias primas
    que exportamos -especialmente soja- en su punto más alto en tres
    décadas; precios de la energía que consumimos, pesificados,
    mientras que las exportaciones petroleras obtienen cada vez más ingresos.
    También era claro que esas condiciones variarían en algún
    momento y que habría que hacer frente a las dificultades. Ahora llegó
    ese momento. Ya es evidente que la intención de la Reserva Federal
    es revertir el proceso y comenzar a elevar las tasas de interés.
    Ello ocurriría a mediados de año o tal vez después
    de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos. Pero sin
    duda ocurrirá gradualmente a lo largo de un periodo que tal vez insuma
    dos años.
    Los productos básicos que exportamos seguirán teniendo demanda,
    aún en el caso de que China busque evitar el recalentamiento de su
    economía y compre menos al mundo (y a nosotros).
    Lo que sí es seguro es que los precios del petróleo están
    altos -por encima de US$ 40 el barril-; que seguirán en esa tónica
    y que todavía podemos llegar a ver picos de US$ 50 el barril antes
    de que comience el descenso hacia los US$ 30. En este campo habrá
    que hacer cambios importantes, sinceramiento de precios, búsqueda
    de nuevas reservas para reponer lo que consumimos y, sin duda, habrá
    una clara reducción de las exportaciones.
    Pero esto no significa que de golpe se abata la noche, que nos amenace el
    Apocalipsis como parecen sugerir aterradores comentarios de conocidos augures
    del desastre.
    En cuanto a Brasil, que dedica 10% del PBI a la atención de su enorme
    deuda pública, sufrirá las nuevas condiciones, pero se mantendrá
    en pie. Eso sí, no será la locomotora del crecimiento regional.
    A cambio, tal vez Estados Unidos vuelva a ser la fuerza impulsora.


    El ascenso en las tasas
    será un proceso gradual

    Todo el mundo descuenta que la Reserva Federal comenzará a subir
    las tasas de referencia desde sus niveles mínimos históricos
    actuales en un horizonte temporal que va de mediados a fin de año.
    La pregunta es cómo será el ajuste macroeconómico
    global: cómo responderán las tasas de interés y los
    precios de las monedas de los principales mercados.
    La apreciación del dólar frente a las principales monedas
    llegó a su nivel máximo en febrero de 2002, y desde entonces
    comenzó a descender pari passu con las tasas de interés
    estadounidenses, que venían cayendo desde finales de 2000 pero
    que recién hacia finales de 2001 pasaron a estar sensiblemente
    por debajo de las europeas. Momento que coincidió con el inicio
    de la apreciación del euro contra el dólar y el yen.
    En el mercado futuro de divisas ya se observa una recuperación
    del dólar en relación al euro desde febrero de este año
    (durante el primer bimestre de 2004 el valor futuro de la moneda americana
    se encontró en sus niveles mínimos históricos). En
    principio, este escenario sería favorable a la zona europea (actualmente
    preocupada por la reciente pérdida de competitividad de su moneda),
    cuya economía no concreta altas tasas de expansión desde
    hace 2 años y por lo tanto cualquier ganancia de competitividad
    sería aceptada de buen grado (para lo cual debe mantener bajas
    sus tasas de interés en relación a las americanas).
    Por otro lado, Japón podría comenzar a subir nuevamente
    sus tasas de interés desde sus actuales niveles prácticamente
    nulos, dado que su economía ha comenzado a recuperarse desde el
    pasado año, aunque parece poco probable que este ascenso sea importante
    dado que las autoridades japonesas no correrán el riesgo de ahogar
    la recuperación en su fase inicial.
    Es probable que las tasas de interés de mayor relevancia mundial
    despierten de su letargo de casi 2 años
    (3 años en Japón) hacia mediados de 2004, y que este proceso
    ocasione fuertes presiones en los mercados financieros globales sobre
    los tipos de cambio y las políticas monetarias. Sería bastante
    probable que estos ajusten llevasen a una importante recuperación
    del dólar con relación al resto de las monedas (dando por
    finalizado el período de caída del dólar) tanto por
    efecto de mayores spreed de tasas entre EEUU y la UE y Japón, como
    por efecto de un mayor aumento de la productividad en la economía
    estadounidense. Por otro lado, el nivel máximo que puedan alcanzar
    las tasas de interés estará en estrecha relación
    con el desempeño de la actividad económica en el mundo,
    y en este sentido un dólar fuerte puede actuar de estímulo
    a la actividad mundial al aumentar la demanda de EE.UU y dar mayor competitividad
    a las economías de Europa y Asia, apuntalando de esta manera el
    incipiente crecimiento que viene registrando la economía global
    desde mediados de 2003.
    La estrategia de Alan Greenspan y la Reserva Federal será, a no
    dudar, un alza gradual y escalonada en el tiempo. Un proceso paulatino
    dará tiempo a empresas y a inversores a acomodarse a la nueva situación.
    Los beneficios de una amplia recuperación global compensarán
    el costo de tasas más altas y un mayor nivel de inflación.


    Petróleo: con precios
    altos por mucho tiempo

    Hasta hace poco tiempo, era inconcebible que el precio del petróleo
    estuviera en el nivel actual, por encima de US$ 40 el barril. Un conjunto
    de circunstancias combinadas explica esta nueva realidad.
    No hay hallazgos relevantes de nuevas cuencas a explotar; las grandes
    empresas del rubro ven descender sus reservas; aumenta el poder de los
    productores del Medio oriente que concentran la mayor cantidad de reservas
    comprobadas; declinan yacimientos como los del Mar del Norte y Alaska;
    la demanda sigue en ascenso impulsada por las necesidades de China y la
    India.
    La Opep, el poderoso grupo de países productores sufre todavía
    del "síndrome de Jakarta". En la reunión de 1997
    en Indonesia, se decidió aumentar la producción en 10%,
    buscando mantener estables los precios en torno a US$ 20 el barril. Meses
    después, la crisis asiática deprimió el precio hasta
    US$ 10 el barril. Por todo el futuro previsible se preveía un precio
    no mayor a US$ 15 o 18 el barril. La Opep pasó de representar 50%
    de la oferta disponible en 1973, a 38% en ese año. En ese momento
    comenzó una nueva estrategia. Países y empresas mantenían
    altos inventarios petroleros adquiridos a bajo precio.
    La nueva disciplina de la Opep persiguió mantener el precio del
    barril entre US$ 22 a 28. Al aumentar el precio del petróleo a
    futuro, se desalentó mantener enormes inventarios. ¿Para
    qué mantener tan altos stocks si el precio presente era tan barato?
    Hoy esos inventarios están increíblemente bajos. El dólar,
    la divisa en la que se comercializa el petróleo, comienza un nuevo
    ciclo ascendente. El mercado energético está más
    volátil que nunca.
    La cuestión central es si estamos ante un nuevo ciclo alcista en
    el precio del crudo que será seguido por otro a la baja, o si en
    verdad los precios elevados se mantendrán por largo tiempo.
    No hay duda que en el largo plazo la influencia de la Opep aumentará.
    80% de las reservas comprobadas pertenecen a los miembros de la organización
    (60% en el Medio oriente). Estos países, para mantener nivelados
    sus presupuestos, necesitan de un precio entre US$ 25 a 30 el barril.
    Pero mayor población y cambios demográficos harán
    que en diez años, ese precio básico se sitúe entre
    US$ 30 y 40 el barril.
    Naturalmente, para seguir extrayendo petróleo la Opep demandará
    inversiones externas lo cual dará lugar a complicadas negociaciones.
    Otros grandes productores como Rusia y las ex repúblicas socialistas
    de la región del Mar Caspio, están alertas al desarrollo
    de este proceso, y también competirán por inversiones.
    Una nueva ola de medidas conservacionistas para ahorrar energía
    se avecina, al igual que un impulso a fuentes energéticas alternativas.

    Antes de que comenzara la guerra de Irak, un capitalista emblemático
    como Rupert Murdoch defendía la intervención estadounidense
    sobre la base de asegurar que el barril de crudo se mantuviera en US$
    20. Ahora, vale el doble.
    El petróleo es un recurso que se agota. No hubo descubrimientos
    de yacimientos importantes desde 1976, y hay expertos que se aventuran
    a decir que no los habrá. Mientras tanto el consumo sigue creciendo.

    Tal vez, desde ahora solamente habrá ciclo ascendente en el precio
    del insumo vital.
    Hoy se consume más que una década atrás: 12 millones
    de barriles diarios. China es apenas 8% del mercado consumidor global,
    pero su demanda creció 37% en los últimos cuatros años