China sigue en auge pero teme una ola inflacionaria

    En
    el siglo XIX, el desarrollo norteamericano atravesó diez ciclos auge/derrumbe.
    Manías especulativas y desajustes oferta-demanda interferían
    en esa joven economía. Casi dos siglos después, China afronta
    problemas similares –más un riesgo inflacionario–, amplificados
    por una población 250 veces superior a la de Estados Unidos en 1805.
    Aparte, la actual globalización es más compleja y volátil
    que la de entonces.
    Por ejemplo, la producción siderúrgica china eclipsa las de
    EE.UU. y Japón juntas y sigue aumentando a todo vapor. El año
    pasado, el país usó 40% de todo el cemento mundial. Su voracidad
    por minerales metálicos y granos determina los precios internacionales
    de materias primas. Este año, desalojó a Japón como
    segundo importador de hidrocarburos.
    Sin duda, China es al presente la economía de mayor crecimiento y
    la locomotora de Asia oriental y sudoriental. Oficialmente, su producto
    bruto interno subió 9,1% en 2003 y 9,7% anual en el primer trimestre
    de 2004. Pero algunos “fundamentalistas” hablan de 11% y algunos
    ortodoxos no estiman más de 8,3% (igual, un ritmo alucinante).
    Ahora bien ¿este auge será, como los norteamericanos del siglo
    XIX, precursor de un derrumbe? ¿O anuncia un despegue sustentable
    en el tiempo?
    Sorprende la falta de consenso al respecto. Firmas de valores instaladas
    en Hongkong llegan a conclusiones divergentes. El propio gobierno no está
    seguro si la economía se sobrecalienta o no. Desde otro ángulo,
    directivos, analistas y empresarios –consultados los últimos
    meses por el “Financial Times”– sostienen que, de no mediar
    “shocks” globales o en EE.UU., el impulso chino no se agotará
    en un futuro razonable.
    James Walker (CLSA Asia Pacific) cree que “la naturaleza del crecimiento
    chino ha cambiado en los años recientes. Ahora, existen condiciones
    para transformaciones similares a las japonesas en 1947-73. En ese lapso,
    el PBI promediaba + 8% anual. Este auge se agotará recién
    en diez o veinte años, aunque no sin tropiezos cada tanto”.
    Motor crediticio
    Por cierto, los préstamos bancarios a las empresas comienzan a fomentar
    el desarrollo del sector más eficiente. Aunque las empresas públicas
    continúen siendo favorecidas, Beijing va promoviendo las privadas,
    que crean empleo, y obligando a las estatales a elevar la performance, so
    pena de perder privilegios.
    Así, en la provincia de Sichuan, más de 500 firmas estatales
    se ofrecen en venta a firmas privadas, inclusive con socios del exterior.
    En Yünnan, la participación privada en la industria subirá
    de 30% hoy a 50% para fines de 2005. Esto culmina una metamorfosis de 25
    años, cuyos efectos pasan ya de las ciudades costeras al interior
    del país.
    Simultáneamente, desde 1996 el auge del crédito para consumo
    ha generado la privatización inmobiliaria en las grandes ciudades.
    Este proceso se acelerará tras incluirse en la constitución
    el derecho a la propiedad no estatal. Hay estímulos financieros en
    Beijing, Shanghai, Guangzhou y el interior. Además, a principios
    de año, los ocupantes-dueños de vivienda llegaba a 60% de
    la población en urbes costeras y formaban una “clase media emergente”
    de cien millones.
    Entretanto, la mejora de transportes va reduciendo tradicionales trabas
    –no sólo las del régimen comunista– a los campesinos,
    en cuanto a viajar, vivir y trabajar. Casi 100 millones de ellos han migrado
    a fábricas y otras fuentes de trabajo urbanas. En 2003, esos trabajadores
    remitieron a sus familias alrededor de US$ 43.000 millones en ahorros: el
    triple de los estímulos fiscales previstos para este año.
    Si bien la economía rural (unos 800 millones de personas) sufre aún
    viejos problemas, hay señales de que la demanda de bienes durables
    (televisores, radios, lavarropas, acondicionadores), alimentada por esas
    remesas, se activa. En 2003, el gasto por familia en esos rubros aumentó
    17% y redondeaba US$ 10,90 por año.
    De ahora a 2020, China proyecta una migración de 300 a 500 millones
    del campo a las ciudades. Esto promoverá el consumo y creará
    masiva demanda de viviendas.


    Gente preocupada
    No obstante, hay preocupación en el gobierno, que trata de evitar
    el ciclo auge-derrumbe. Esto parece demasiada pretensión. No sólo
    EE.UU. sufrió severos altibajos en el siglo XIX. Ya a fines del
    XX, una burbuja japonesa se pinchó en 1990 y acarreó diez
    años de recesión. Luego, en 1997/8, una crisis financiera
    sistémica hundió al sudeste asiático, Rusia, Argentina,
    etc.
    Ciertos síntomas de enero en adelante hicieron que Beijing abriera
    el paraguas advirtiendo, en abril, que la economía afrontaba “una
    coyuntura crítica”. Inflación, sobreinversión
    e incipiente carestía –energía, combustibles, materias
    primas– aconsejaban urgantes acciones preventivas.
    Por ende, el gobierno trata de que el PBI no crezca este año como
    se preveía (9%) sino, tal vez, 7%. De ahí que la Comisión
    Nacional de Desarrollo y Reformas (CNDR) redefina la política respeto
    de sectores con sobreinversión, como aluminio, cemento, acero y
    bienes raíces. De paso, busca podar capacidad productiva de baja
    calidad, no rentable o contaminante, sin bloquear proyectos prioritarios.
    Algunos expertos subrayan, empero, que la renuencia del Banco Popular
    Chino (central) a enfriar la economía elevando intereses deriva
    de otras consideraciones. Por ejemplo, un alza de tasas aumentaría
    presiones sobre el yüan renminbi, que se reapreciaría y atraería
    “dinero caliente” (especulación a cortísimo plazo).
    Además, frustraría el surgimiento del consumo, que Beijing
    necesita para justificar capacidad adicional en varias industrias.
    Sin duda, asoman temores de que posibles déficit en carbón,
    electricidad, materias primas, capacidad de transporte (puertos, ferrocarriles)
    acentúen tendencias inflacionarias. De ser así, el banco
    central debería elevar tasas y la moneda se reapreciaría.
    El riesgo es real pero, por ahora, el índice de precios minoristas
    se mantiene estable, aunque con altibajos: +3,2% en enero, +2,1% en febrero,
    +3% en marzo.


    Peligros afuera
    La otra perspectiva inquietante es un serio revés en EE.UU. o todo
    el mundo avanzado, que frenase la demanda de productos chinos. Las exportaciones
    aumentaron 50% y totalizaban US$ 480.000 millones en 2003. Esto atrae
    inversión externa directa y crea empleo para millones.
    Eventualmente, cualquiera de ambas posibilidades, detendrá la actual
    fase de crecimiento. Así ha ocurrido en todas las economías
    emergentes en la historia del capitalismo.
    Ambos peligros tienen una bisagra: la inflación. Nuevas alzas en
    materias primas y otros insumos pueden desbordarse a precios minoristas,
    en China y afuera. En apariencia, las exportaciones chinas a EE.UU. representaban
    en 2003 apenas 1,2% de todos los bienes y servicios en esa economía.
    Pero Beijing es el proveedor más barato en muchas áreas.
    Si sus precios suben, lo mismo sucederá con los de otros exportadores
    asiáticos y latinoamericanos.
    Los esfuerzos de China para evitar el sobrecalentamiento no han dado frutos
    hasta ahora. La propia agencia noticiosa oficial admitía, en abril,
    que “existe una burbuja”, citando los precios y un PBI que crecía
    a razón de un inesperado 9,7% anual en el primer trimestre.
    Asustado, el gobierno hizo que la oficina estadística “fijase”
    en 3% el ritmo anual de inflación a marzo. Pero varios especialistas
    creen que los precios se acelerarán a 7/8% anual en todo 2004.
    Esto casi los igualará con el PBI.
    Mientras, en EE.UU. los precios al consumidor se elevaban 0,5%, también
    en marzo, con los combustibles –China es gran importadora– y
    la indumentaria (China es gran exportadora) a la cabeza. Eso significa
    6% de rimo anual, si se mantiene el avance mensual.
    El desempleo (5,7%) sigue siendo un grave problema en EE.UU., pero la
    desocupación rural china –130 millones– representa toda
    la población activa de la megapotencia. En teoría, esta
    mano de obra ociosa, si migra a las ciudades, frenaría presiones
    salariales y, por tanto, el costo laboral. Pero ya compañías
    en varias provincias han otorgado aumentos de hasta 10%, para compensar
    crecientes precios de la canasta alimentaria. Todo esto añade un
    componente sociopolítico nada desdeñable