Los
latinoamericanos se han debatido permanentemente en medio de esta relación
amor/odio y han recurrido como contrapeso, a la cercanía con Europa.
Esta estrategia, para evitar una excesiva dependencia del gigantesco vecino,
ha tenido sus vaivenes. Pero en este momento se ha dado una circunstancia
que podría acelerar el proceso. La relativa fortaleza del Mercosur
y de sus posiciones hace difícil avanzar con el ALCA. Por su parte
la Unión Europea que teme ser desplazada de esta región, ve
una oportunidad inmejorable: sin renunciar al proteccionismo agrícola
–que tanto se cuestiona en estas latitudes– está dispuesta
a aumentar las cuotas de importación de productos regionales, para
facilitar un acuerdo comercial integral.
Todo este proceso se desarrolla en un momento de auge en los precios de
las materias primas, que favorece a los latinoamericanos, impulsada por
la demanda de los mercados mundiales, pero en especial por el insaciable
apetito chino.
La región
vuelve
a ser una promesa
Las relaciones político-comerciales entre América latina
y Estados Unidos han pasado del frío al calor varias veces las
últimas décadas. El comercio entre ambas regiones produjo
alternativamente prosperidad y desavenencias. Ahora parece nuevamente,
prometer buenos negocios.
Para la potencia del norte, el subcontinente centro y sudamericano siempre
ha sido una región vital, por el tamaño de sus economías
combinadas y por los inmensos recursos naturales y humanos. Alberga un
total de 125 millones de familias que significan un poder de compra de
US$ 1,16 billón (millón de millones). Tiene recursos suficientes
como para pensar en la independencia energética del hemisferio
occidental.
Al son de amenazas, sugerencias o promesas de Washington, muchos países
reformaron instituciones y economías en la década pasada.
Pero esos cambios no produjeron ni más cooperación hemisférica
ni más prosperidad para todos.
Hoy, mientras Estados Unidos se ocupa del terrorismo, sus socios regionales
quedan librados al juego de la oferta y la demanda.
Los inversores que otean el mundo buscando oportunidades de inversión
ven, en el subcontinente, dos cosas según el momento: o grandes
oportunidades o inmensos obstáculos.
Si se toma como referencia la cuarta reunión regional de ejecutivos
de finanzas realizada el año pasado en Miami, parecería
que el sector inversor, luego de años de retracción, comienza
otra vez a ver oportunidades. La combinación de bolsas en alza,
monedas en recuperación y signos de reactivación en la actividad
comercial estadounidense, permite suponer que durante los próximos
dos años los capitales internacionales podrían ver otra
vez oportunidades en América latina.
Si aumenta la inversión extranjera, habrá también
inversiones de latinoamericanos, y eso podría significar, para
quienes las manejen, grandes oportunidades de crecimiento.
En América latina –que en 2002 tuvo crecimiento negativo,
el peor en 20 años– la inversión extranjera directa
cayó ese año 33%, de US$ 84.000 millones a US$ 56.000 millones.
Según Jerry Haar, director del programa interamericano de negocios
y empleo de la Universidad de Miami, eso fue producto de la combinación
entre el desplome de las acciones de muchas multinacionales, la recesión
estadounidense que redujo la demanda de exportaciones, el hecho que ya
casi no quedaran empresas públicas por privatizar y el miedo generado
por las crisis en Argentina, Uruguay y Venezuela.
A mediados de 2003, el panorama era levemente alentador. Los pronósticos
auguraban un crecimiento alentador para toda la región. Haar explica
que mientras aumentaba la sensación de estabilidad general, paulatinamente
se iban acercando fondos de capitales privados, como J.P. Morgan Partners
Latin American Fund, HSBC Holdings y Southern Cross Corp, en busca de
oportunidades de inversión o de compra.
Stormy Byorum, CEO de Cory Investment Advisors, una firma de asesoramiento
en inversiones en las Américas, afirma que el impresionante descenso
de afluencia de capitales hacia la región latinoamericana provocó
una aguda escasez de capital en las empresas nacionales que ahora buscan
expandirse. Simultáneamente, dice, los inversores latinoamericanos
gozan de una situación en vías de normalización:
suben las bolsas regionales y se fortalecen las monedas.
Esta situación general, dice Byorum, hace pensar en un posible
aumento de actividad en fusiones, adquisiciones (tal vez también
tomas hostiles) y en un renovado interés proveniente de Estados
Unidos.
Julio A. Quesada, director del Banco de Inversiones del Banco Nacional
de México, dijo que su país es representativo tanto de las
oportunidades como de los obstáculos que se presentan a los inversores.
Con una economía que ocupa el noveno lugar en el mundo, el país
azteca pasó en los últimos diez años de una economía
cerrada altamente dependiente del petróleo a otra fuertemente integrada
con Estados Unidos. El desempeño económico mexicano lleva,
dice, sólo un atraso de tres meses con respecto al de su vecino
del norte. Las empresas aztecas se están convirtiendo en una fuerza
poderosa a nivel regional y mundial. No sólo están comprando
otras empresas latinoamericanas sino que algunas –Cemex, por ejemplo–
han comprado activos en Estados Unidos. “Con disciplina fiscal y
monetaria y un banco central independiente, México se ha separado
del pelotón de los mercados emergentes”, agregó Quesada.
Le falta mejorar su mercado local y lograr que sus bancos aumenten el
crédito a particulares y Pymes.
Orientar a los
inversionistas
latinoamericanos
Haar cree que mientras los inversores comienzan a vislumbrar oportunidades,
los gerentes internacionales de inversiones deberían advertir la
oportunidad de guiar a los latinoamericanos en sus propias inversiones.
Según él, América latina es la región más
prolífica del mundo en individuos con grandes capitales; en este
momento, dice, tiene 300.000 personas con US$ 1 millón o más
en activos invertibles. La región está produciendo millonarios
a una tasa cinco veces mayor que Estados Unidos o Europa. Los grandes
capitalistas latinoamericanos son sólo 3% del total mundial pero
retienen 13% de la riqueza de ese grupo.
El inversor latinoamericano de hoy, arriesga Haar, es diferente de sus
antecesores. Las preferencias tradicionales de inversión siempre
fueron bienes inmuebles y productos de ingreso fijo en dólares.
Marcas, relaciones e imagen siempre eran los determinantes para decidir
dónde colocar el dinero. Pero los inversores jóvenes de
hoy (incluso aquellos que heredaron su fortuna) prefieren diversidad y
desempeño. Las materias primas, algo nunca considerado como herramienta
de inversión entre los latinoamericanos, ahora son atractivas.
Pero como los inversores de la región saben muy bien que de tanto
en tanto alguna de las economías nacionales entra en crisis, necesitan
asesoramiento (externo) sobre cómo proteger su inversión.
Europa y Sudamérica
apuran un
acuerdo comercial
La alianza comercial del cono sur –MERCOSUR– tiene hoy dos pretendientes
que se disputan sus favores. Ni la Unión Europea ni Estados Unidos
quieren quedar al margen de ese inmenso mercado continental para sus productos.
Las economías más grandes de Sudamérica avanzaron
en abril un paso más hacia el acuerdo comercial con la Unión
Europea. De concretarse, el compromiso complicaría los intentos
de Estados Unidos de declarar antes de fin de año un área
de libro comercio que se extienda desde Alaska hasta Argentina (ALCA).
En la reunión de mediados de abril realizada en Buenos aires, representantes
de la Unión Europea y Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay
como miembros plenos más Bolivia y Chile como asociados) intercambiaron
propuestas con miras a cerrar el acuerdo para octubre. Las conversaciones
también versaron sobre agricultura, un tema que ha estropeado más
de una conversión internacional.
La prisa por ampliar el comercio con Europa cobró nuevo impulso
en el bloque sudamericano a principios de abril cuando por tercera vez
en dos meses se volvió a dejar en suspenso el comienzo de las deliberaciones
para un área de libre comercio entre 34 naciones del continente
americano.
El compás de espera instó a los negociadores a posponer
indefinidamente una cumbre comercial panamericana que estaba programada
para fines de abril en Puebla, México. En consecuencia, hoy son
mayores las dudas sobre la posibilidad de que se pueda lograr, antes de
enero 2005, una zona de libre comercio que incluya a todos los países
del hemisferio occidental excepto Cuba.
Pero la posibilidad de un acuerdo hemisférico provocó temores
en Europa. Un monobloque comercial americano dejaría en desventaja
los productos del viejo continente en Sudamérica. Y ante ese temor,
la UE vigorizó su estrategia de seducción con los países
del Mercosur, especialmente Brasil y Argentina.
Las desavenencias sobre agricultura– un sector en el que los países
sudamericanos son muy competitivos y Europa muy proteccionista– siempre
habían malogrado las negociaciones, pero esta vez supo zanjar esa
desconfianza prometiendo concesiones en ese terreno.
Los subsidios agrícolas, sin embargo, son un tema que los europeos
no van a tocar. Pero Bruselas ofrece a cambio un proceso en dos etapas:
en la primera le concedería al Mercosur cuotas de importación
más generosas para productos del campo: carne, lácteos,
azúcar y café instantáneo. En la segunda, las restantes
cuotas serían tratadas en la ronda Doha de negociaciones en la
Organización Internacional del Comercio.
Por su parte, el Mercosur ofreció a la UE acceso privilegiado a
nuevas inversiones y sectores de servicios, en especial telecomunicaciones
y banca.
El bloque sudamericano también prometió acelerar el proceso
de desmantelamiento de aranceles de importación a productos europeos
y brindar mayor protección legal a los inversores extranjeros.
Negociadores de ambas partes se reunían en Bruselas en los primeros
días de mayo para limar asperezas y tratar de tener listo, para
el 28 del mismo mes, el borrador de un acuerdo para presentar en la cumbre
de Guadalajara, México.
Este viraje que aleja al Mercosur del pacto americano y lo acerca a Europa
es también reflejo de las políticas internas de Brasil y
Argentina, donde dos gobiernos buscan no quedar demasiado pegados a Washington.
Aunque hoy con un discurso más aplacado, Luis Inacio Lula da Silva,
de Brasil, advirtió mientras hacía su campaña presidencial
que, si los negociadores no ponían el máximo de cuidado,
formar parte del NAFTA equivaldría a “anexar” a Brasil
a Estados Unidos.
Mercosur, además, comienza a mirar con buenos ojos la incorporación
de México, el gran socio comercial de Estados Unidos.
Estados Unidos, líder con Brasil de las negociaciones panamericanas,
ha dicho que confía en que el acuerdo panamericano será
alcanzado según el cronograma previsto.
Materias primas:
China es el
fiel de la balanza
El sostenido
aumento de los precios de las materias primas ha dado lugar a temores
inflacionarios. Quienes así razonan dicen que si el aumento es
temporario no implica peligro, pero que si es de largo aliento entonces
sí hay que preocuparse.
En este doble escenario, el elemento decisivo es China. Desde octubre
2001 hasta hoy los precios de las materias primas subieron 59%; los de
los materiales industriales, 73%; los crudos subieron de US$ 20 el barril
en diciembre 2001 a casi US$ 40 hoy. Los metales aumentaron 50% en los
últimos 11 meses.
Hasta ahora los aumentos encuadran dentro de lo normal. Pero si éste
fuera el comienzo de un alza sostenida en el tiempo, entonces sí
podría temerse el regreso del ciclo inflacionario.
Aquí es donde los ojos miran hacia China. El gigante asiático
introdujo un cambio estructural en los mercados de commodities. Su participación
en el consumo mundial de semillas de soja, por ejemplo, subió de
11% en 1997 a 19% en 2003; en el consumo mundial de algodón de
25% en 1999 a 32% el año pasado; en el de cobre refinado saltó
de 11% en 1999 a 20% el año pasado; y en el de petróleo
también subió, aunque mucho menos espectacularmente, de
5,5% del total mundial en 1998 a 7% el año pasado.
Entre 2001 y 2003, el consumo mundial de cobre refinado subió 6,3%.
Pero el consumo del resto del mundo (sin China) sólo subió
1,4%. De modo similar, el consumo mundial de algodón creció
3,4% entre 2001 y 2003, mientras que el del resto del mundo (menos China)
“cayó” 2,4%. El de soja creció 9,3% entre 2001
y 2003. Sin China, sólo creció 3,3%.
Desde esta perspectiva, entonces, y dado el fenomenal impacto de China,
hasta podría decirse que sorprende que los precios de las materias
primas no hayan subido más todavía. La irrupción
de ese país es una buena noticia para los atribulados productores
latinoamericanos. Podría no garantizar la suba permanente, pero
sí un mercado más dinámico.
¿quiere saber más?
En la sección “Los grandes debates económicos”
del sitio de MERCADO, podrá
acceder a documentos vinculados con el tema.
http://www.mercado.com.ar/grandesdebates/
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