ANÁLISIS | Perspectiva
Ricardo Echegaray
“El espíritu de un pueblo, su nivel cultural, su estructura social, las acciones que su política pueda preparar, todo esto y más está escrito en su historia fiscal… El que sepa aquí escuchar a su mensajero podrá discernir el trueno de la historia mundial con mayor claridad que en ningún otro lugar”.
Joseph Schumpeter.
Néstor Kirchner era un Presidente muy ahorrativo. Los economistas –cualquiera sea su extracción ideológica– coincidían al respecto. No era difícil imaginarlo en su despacho, con su legendaria birome Bic azul (con la que firmó todos los documentos importantes desde que se convirtió en Presidente en 2003) anotando los números “frescos” de los ingresos fiscales del día y de la salida de fondos, información que a diario recibía directamente del secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, a quien llegaba a consultar varias veces al día. Esa imagen –casi de almacenero–, lejos de ser despectiva, en el fondo constituía toda una virtud en un político argentino.
Kirchner recibió un país cuya economía ya había “implosionado” y que luego de la recesión de 1999-2001 y el ajuste permanente que conllevó, operó un cambio drástico por el cual sus ingresos se dispararon mientras sus gastos permanecieron “pisados” por inercia de todos esos años de vacas flacas. Había capacidad ociosa de capital y mano de obra (la desocupación era récord).
Era el tiempo de la Argentina con un dólar “súper-alto”, con precios muy competitivos en el exterior y una gran afluencia de turistas de todas partes que venían a dejar sus divisas.
Sin embargo, hacia el final de su mandato en 2007, el entonces Presidente empezó a gastar. “En su último año Néstor Kirchner abandonó esa política y aumentó el gasto público drásticamente, en el orden de 45% nominal contra el año anterior”, explicó el economista Eduardo Curia a Mercado.
Desde entonces, el incremento del gasto público –que venía subiendo por escalera– ha subido por ascensor y si bien el crecimiento económico también generó un aumento de los ingresos, los economistas de cualquier extracción advierten que la situación es cada vez más preocupante y genera una fuerte pérdida de competitividad en la economía argentina.
“El aumento del gasto público, junto a la política expansiva del Banco Central, que está emitiendo mucho y transfiriendo dinero al Tesoro vía Adelantos Transitorios, giro de utilidades o reservas de libre disponibilidad y los incrementos salariales (que parecía que este año se acotaban pero al final no sucedió), genera una situación donde la única ancla inflacionaria que le queda al Gobierno es mantener el dólar quieto o con pocas correcciones. El resultado es una pérdida creciente de competitividad de la economía argentina”, dice Curia.
Curia es un economista considerado por hombres como Aldo Ferrer como el “padre” del modelo económico que funcionó durante la presidencia de Néstor Kirchner. A mediados de los años 90, Curia advirtió que había que salir de la convertibilidad y anticipó mucho de lo que luego sucedió.
El economista de extracción peronista escribió un libro en 2007: “Teoría del modelo de desarrollo en la Argentina: las condiciones para su continuidad” en el cual advertía que había que efectuar un “service” al esquema al que él denominó “Modelo Competitivo Productivo”, donde llamaba a mejorar el tipo de cambio real (subir el dólar) y retocar algunas variables, como mantener bajo control la velocidad de aumento del gasto público.
“No fui persuasivo con mis advertencias”, dice Curia, quien en 2011 volvió a publicar otro libro donde llamaba a hacer cambios drásticos más importantes de cara a la última presidencia de Cristina Fernández.
El título del libro fue “El modelo de desarrollo en la Argentina: los riesgos de una dinámica pendular”, una manera de sugerir que la economía argentina tarde o temprano podría volver a tener una crisis. “El cambio en 2011 tenía que ser mucho más fuerte que en 2007, porque se perdió tiempo, pero no fui escuchado y yo ya no hago pronósticos… yo contemplo”, suele decir Curia, quien hace tiempo que siente que este ya no es “su” modelo (el del período 2003-2007).
Cristina impulsó el aumento del gasto
Durante el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner la austeridad de Néstor, que ya había sido abandonada en el último año de mandato, siguió brillando por su ausencia. El Estado Nacional y las administraciones provinciales y municipales comenzaron a gastar cada vez más dinero en inversión en infraestructura, planes sociales (la Asignación Universal por Hijo, la jubilación a las amas de casa y a quienes no tenían aportes) y el gasto público empezó a subir aceleradamente.
“Uno de los rubros en los que aumentó muy fuerte el gasto público es en los subsidios para el sector energético; para mantener su política de tarifas ridículamente bajas, el Gobierno tuvo que desembolsar mucho dinero en subsidiar al sector todo para que gente que vive en Puerto Madero o Recoleta pague boletas de luz muy baratas. No fue inteligente en ese caso el incremento del gasto”, dijo el economista Fausto Spotorno, del estudio Orlando Ferreres & Asociados.
“En este momento, el gasto está fuera de control”, advierte Spotorno.
De manera inversamente proporcional al incremento del gasto público, la economía se fue haciendo menos competitiva en los mercados externos y el tipo de cambio real comenzó a retrasarse. Fue el paso de un modelo fuertemente exportador, a un modelo basado en el consumo interno, en el cual el Estado vuelca enormes cantidades de recursos que mueven a la economía.
Según Orlando Ferreres –titular de la consultora donde trabaja Spotorno– entre 2003 y 2012 el gasto público pasó de US$ 28.000 millones a US$ 230.000 millones y en términos de PBI el gasto fiscal pasó de 28% a 45%. “Esto no es financiable en el largo plazo, en algún momento va a haber un sofocón”, explicó el ex viceministro de Economía en una presentación en la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) el 30 de agosto pasado.
Presión impositiva récord
En rigor, hasta los economistas más cercanos al Gobierno admiten que el gasto público creció demasiado, sobre todo en relación a los ingresos. Esto generó un aumento de la presión impositiva del fisco nacional y de las provincias.
“La presión fiscal en la Argentina es de las más altas del mundo, incluso más alta que en países como Noruega que tradicionalmente tienen una gran carga impositiva”, explica Spotorno y cita dos mediciones. Una corresponde a Fundación Norte-Sur que marca el “Día libre de impuestos”. Este es el día del año en el cual el contribuyente deja de destinar sus ingresos a pagar impuestos. “En la Argentina, en promedio, hasta el 14 de agosto se trabaja para el Estado, en Noruega es el día 12 de agosto”, dice Spotorno.
Otra consecuencia del aumento del gasto público es el incremento de la emisión monetaria, que financia buena parte de ese gasto.
Lo advirtió en septiembre el ex ministro de Economía Ricardo López Murphy quien avisó que se “viene una orgía de emisión monetaria”.
En una presentación ante Fundación Libertad y Progreso, se mostró muy crítico con el Gobierno al asegurar que “nunca el país vivió un aumento de gasto de esta magnitud. Se hizo a un costo muy alto en términos impositivos y la presión tributaria argentina se volvió extravagante”.
Además, destacó que “el aumento del gasto no fue de buena calidad. No se ve en la sociedad argentina que haya habido un cambio extraordinario en seguridad, calidad ambiental o infraestructura. La estrategia le fue muy útil al Gobierno para ganar las elecciones, pero le ha puesto a la sociedad argentina una mochila muy grande en dos aspectos. Por un lado está el costo impositivo y por el otro, la pérdida de legitimidad.
Tres avenidas posibles
Ante este panorama, existen tres vías que puede tomar el Gobierno, según advierten los economistas consultados:
• Aumenta el gasto por encima de la inflación real, esto significa que crece el gasto público en términos reales.
• Mantiene el gasto estable, lo cual implica un aumento nominal (es decir, que acompaña el aumento de precios).
• Se hacen fuertes reducciones tanto por la desaceleración económica como también para corregir el nivel de inflación.
Sin embargo, se vienen las elecciones el año próximo y además el kirchnerismo impulsará la re-reelección, lo cual genera un contexto político donde el Gobierno preferiría patear la pelota para adelante, coinciden los analistas. La mayoría no prevé que el Gobierno realice modificaciones importantes en el incremento del gasto público en 2013.
“Siempre pasa lo mismo, fue igual con Menem, los Gobiernos tienen muy claro cómo salir de la crisis, pero cuando llega el momento de pasar a la siguiente fase y realizar cambios de fondo en la economía, no saben cómo”, dice Fausto Spotorno.
Sin embargo, el contexto internacional podría jugar a favor de mantener esta situación en el mediano plazo.
“La economía todavía puede mejorar, y eso ayuda a que no hayan cambios”, dice Curia.
Coincide Spotorno, quien afirma que “la situación internacional es favorable”, refiriéndose al buen precio internacional de los commodities, que sigue garantizándole al Gobierno un ingreso importante de divisas e ingresos fiscales.
Los dichos de Spotorno están en línea con la opinión de Roberto Lavagna, quien dijo que “sin la soja” a US$ 640 la tonelada, la política económica del Gobierno “ya hubiera colapsado, como colapsó en su momento la convertibilidad”.
Entre otras cuestiones, Lavagna también advirtió en sendas apariciones públicas este año sobre el fuerte aumento del gasto público y la desaparición del superávit fiscal.
Si como dice Schumpeter, “todo está escrito en la historia fiscal de un pueblo” para unos cuantos analistas, esa historia marca la suerte de un país donde la clase dirigente (Gobiernos nacional y provinciales) no toma decisiones, se la pasa discutiendo por los recursos mientras la población padece los malos servicios (salud, seguridad y transporte) y paga cada vez más impuestos. Solo a un ingenuo se le ocurriría pensar que hay similitudes con Noruega porque la presión fiscal es altísima en ambos países.
El país en que más aumentó Según datos del IERAL, de la Fundación Mediterránea entre 2000 y 2010 el gasto público en la Argentina pasó de 28,3% a 38,4% del Producto Bruto Interno, incrementándose a un ritmo que triplica el promedio de la región. El segundo país en el ranking de aumento de gasto público es Ecuador, con una variación de 8,5 puntos porcentuales, seguido de México (4,9 puntos porcentuales), Brasil (4,8 puntos porcentuales) y Bolivia (4,4 puntos porcentuales). En 2010, solo Brasil, con 39,7% del Producto Bruto Interno, mostraba un nivel de gasto público superior al de Argentina. |
El precio de la soja contribuye En el mes de julio –último dato disponible al cierre de esta edición– el ritmo de crecimiento del gasto público fue mayor al de los ingresos. Mientras el gasto aumentó 31,6%, la recaudación tributaria se incrementó en 25%. |