La gran ola migratoria, el desafío territorial que se viene

    ANÁLISIS | Entrevista


    Ilustración: Matías San Juan

    Por Rubén Chorny

    Rafaela no es un municipio más entre los 2.300 que se desparraman por el mapa argentino. No, al menos, para Fabio Quetglas, quien por haber saltado de la carrera de Derecho de la UBA a buscar el máster de Gestión de Ciudades en la Universidad de Barcelona y a especializarse en Boloña, Italia, en Desarrollo Local, se interesó en los desarrollos territoriales sustentables.
    Fue a exhortar a los rafaelinos a sentirse orgullosos por pertenecer a un enclave productivo que, estando a 96 kilómetros de la ciudad capital santafesina, a 234 kilómetros de Rosario, a 292 de Córdoba y a 530 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es un modelo nacional de empleo y empleabilidad. Según identificó al analizarla, esta ciudad de 101.500 habitantes se forjó así gracias a la continuidad con que los sucesivos Gobiernos generaron oportunidades para los emprendedores. Y se sustentó en la impronta cultural que aportaran la inmigración alemana y la piamontesa, en el respeto por un estilo democrático de la división de la tierra y en el desarrollo de la fenomenal productividad de su suelo.
    No será Dusseldorf, les aclaró, pero con solo agregarle soporte logístico y de infraestructura, lo mismo que conectividad, podría integrársela a una red nacional, junto a otras 100 ó 200 ciudades seleccionadas en todo el territorio para albergar entre 50 y 300.000 habitantes, una escala que haría factible dotarlas de servicios públicos altamente calificados, como medicina de alta complejidad, universidad, con buena conectividad, con infraestructuras adecuadas, con una base económica competitiva y con alta calidad de vida.
    Este profesional de la teoría del desarrollo, nacido en 1965 en Avellaneda, insta a imaginar escenarios futuros de desarrollo territorial y demografía tratando de poner en evidencia las relaciones entre las plataformas tecnológicas, políticas públicas, organización territorial, evolución demográfica y modelos de desarrollo.

    Oídos abiertos a libro cerrado
    Viaja con frecuencia al Centro Tecnológico de Desarrollo Los Reyunos de San Rafael, Mendoza, a Corrientes, a Santa Fe, al Norte, y en todos lados afirma encontrar muchos oídos abiertos pero la agenda pública cerrada.
    “Ni siquiera se atienden adecuadamente las áreas metropolitanas, donde vive 70/75% de la población con problemas específicos por el plurimunicipalismo, las dificultades que tiene la gobernabilidad de los temas con competencias concurrentes, como la basura, el acceso, el tráfico… la descompensación de los servicios entre las ciudades centrales y sus áreas periféricas; ahí hay una cuestión de eficiencia y desigualdades que es donde ocurre gran parte del producto bruto. No hay fortalecimiento adecuado de los Gobiernos locales y se sigue creyendo en la economía como un fenómeno exclusivamente macro o sectorial y nunca como un fenómeno territorial”, sintetiza Quetglas su experiencia.
    Haber oficiado de capacitador o consultor independiente de organismos en el Banco Mundial, CFI, BID, PNUD, IICA o el INTA le permite afirmar que “el mundo hoy se encuentra en un proceso de urbanización intensiva y explosión demográfica, con tasas de crecimiento poblacional que casi duplican las de principios de siglo 20, además de aumentar en forma significativa la tasa de migración”.

    –¿Las migraciones son una amenaza o una oportunidad para América latina, y en especial para la Argentina? –
    le pregunta Mercado en su estudio del barrio de Almagro.
    –Son difíciles de controlar los flujos humanos, pero bien administrados podrían ser una oportunidad. Las movilidades deberían abrir un debate sofisticado en el Mercosur y la Unasur, porque la forma de evitar migraciones extractivas de recursos humanos de un territorio sobre otro es creando espacios económicos de cohesión.

    –¿Cómo es eso?
    –Sí, en Europa la gente dejó de migrar entre los países del continente cuando la ex CEE construyó condiciones de ciudadanía más o menos equivalentes. En ese aspecto, estaríamos ante un tema para pensar en términos regionales, dado que un verdadero espacio económico ampliado no deja de ser una oportunidad clara para desplegar estrategias ganar-ganar.
    Hoy, en el caso argentino, los migrantes llegan al área metropolitana de Buenos Aires, Rosario y Córdoba, donde también migran los pobres de las provincias argentinas (del NEA y NOA) por las mismas condiciones, desempleo y subatención en términos de servicios públicos. De modo que la situación es la misma frontera adentro o afuera, lo cual nos lleva al tema del desarrollo territorial.
    (N.de la R.: en los últimos 10 años llegaron, nada más que desde América latina, 165.000 nuevos migrantes.)

    –¿Cómo hace la Argentina para cambiar este actual esquema territorial absolutamente desequilibrado?
    –Si se generasen adecuados estímulos, instituciones bien diseñadas, inversión en infraestructura adecuada y tiempo, el territorio lo expresaría con mutaciones relevantes. Uno podría poner como ejemplo de las relaciones causa/resultado que, si los servicios públicos de los sectores de más bajos ingresos constituyen una parte de sus erogaciones y están subsidiados en el área metropolitana y no las ciudades medianas y pequeñas, representan estímulos para que las personas vivan en estos conglomerados.
    Si se crean universidades nacionales donde ya existe oferta es probable que genere más estímulos para que la gente se radique ahí, y así sucesivamente; igual si el sistema financiero toma recursos en las zonas ricas del interior y presta en las áreas metropolitanas.

    Contrastes y claves
    Al no ser lo usual leer la evolución de las sociedades en clave demográfica y territorial, la historia argentina muestra distintas combinaciones de lecturas políticas, tecnológicas, de especialización.
    Así, en plena era industrial surgieron ciudades periféricas muy bien provistas de infraestructura, como La Plata, con puerto, conectada por autopista con la ciudad de Buenos Aires, canales de televisión propios de hace 30 años, universidad desde hace 100 años, dotación de infraestructura y equipamientos y con un enorme déficit en términos de competitividad económica.
    Sin embargo, lo que viene sucediendo a escala global en los últimos 20 años es un salto exponencial en la productividad ante “la emergencia de la tecnología de la comunicación”, identifica Quetglas.

    –¿Cuáles serían las claves para la Argentina “territorial” en la economía que llama del conocimiento?
    –Actualmente solo existe en el plano nacional un anteproyecto de ordenamiento territorial intelectualmente serio, en el sentido de que hay un esfuerzo para ordenar el suelo urbano a fin de tornar accesible la vivienda. Pero hay otro enfoque que es ver al territorio como resultante de un fenómeno socioeconómico que pasa por debajo. Ejemplo, como El Calafate tiene aeropuerto internacional, puede ser el fenómeno de turismo a escala global que hoy es. Probablemente tenía hace 30 años igual belleza que la actual, pero la escala de recepción con una conectividad internacional aumenta.

    –Estamos hablando de un caso eminentemente de desarrollo turístico, ¿Y qué sucede cuanto de diversificar la base económica se trata?
    –Hay que hacer que el turismo conviva con el agro y la ganadería, y estos con la minería, y la industria, lo cual exige un signo de madurez. Cuantas más actividades haya, más capacidades se requerirán para hacerlas funcionar en armonía. Todo esto enriquece a las sociedades, conceptualmente, y no solo en capacidad de producción.
    Si una sociedad sabe hacer una sola cosa, es muy pobre, aunque tenga precio por una temporada. Las sociedades desarrolladas resuelven muchas a la vez, por lo que hay universidades, centros de investigación, complejidades, lenguajes, diálogos, riqueza conceptual que, por otro lado, se transforma también en riqueza material.

    –¿Qué debería hacer una ciudad para que no resulte una pérdida vivir en ella y atraiga a la vez emprendedores que buscan nuevos horizontes?
    –Determinar antes que nada una presión fiscal que contemple no solo el quantum sino el destino que se dará, por ejemplo, para fortalecer las cadenas de valor o el desvío a otras actividades menos competitivas, constituir un fondo de equilibrio macroeconómico y un subsidio a la población urbana.
    Explicitar y consensuar una política de inversión pública. A la vez, que la oferta universitaria pública y la salud de media y alta complejidad sean concretas y evaluables, porque a paridad de ingresos, las personas prefieren vivir donde los servicios públicos funcionan adecuadamente. Asimismo reticular el territorio y las vinculaciones interurbanas para un rápido y eficiente acceso. Y finalmente reconfigurar el sistema financiero para federalizar la distribución del crédito.

    –¿Y qué papel cumpliría la planificación educativa de esos recursos humanos?
    –Más que sobre la generación de abogados o ingenieros, el debate educativo tendría que colocar en el centro a la innovación como un problema público, al igual que se hace en el mundo, porque si una economía no es innovadora, no capta las mejores rentas de las cadenas de valor. Los índices sobre los que tenemos que operar tienen que destacar las capacidades innovadoras, sea de ingenieros, abogados, o cineastas…
    La Argentina sorprende como cuarto país exportador de formatos audiovisuales en el mundo, sin haber contado con política pública promocional alguna, y paga salarios de alto valor agregado.
    Hay que bajarle mucho la lupa a esto.

    La crisis penetra tabiques y miopías

    Trashumante del ámbito académico, al punto de haber participado en cursos especiales para cátedras de la Tecnológica, UBA y la Di Tella, Quetglas profetiza que “no va a ser tolerable para la sociedad el modo de movilidad que estamos generando o la fragmentación social de las áreas metropolitanas o la errática evolución de nuestras ciudades medianas dinámicas”.
    Ve varias luces amarillas encendidas, como en toda la logística vinculada al comercio exterior, por su impacto ambiental, lo cual “requiere que nos propongamos, con vistas al 2025, que las redes troncales ferroviarias funcionen normalmente lo mismo las hidrovías; que las infraestructuras portuarias sean eficientes, con una dispersión geográfica que no desconfigure las riberas, y que pueda convivir con otras actividades”, desgrana.
    Otra preocupación reside en los dos mitos que subraya en la Argentina socioterritorial: la infinitud del suelo y la del agua. Soy de los que creen que los recursos están para usarse racionalmente”, describe.
    Pero además hay un aspecto clave en la organización territorial: la convivencia de las actividades económicas. “Nos pensamos como un país de recursos y por ahí existe el temor que se nos apropien de ellos. Y el otro gran tema territorial sería comprender el fenómeno Brasil en el concierto mundial y qué lugar tenemos que ocupar frente a eso”, señala.

     

    La cultura innovadora

    Publicado por la editorial Capital Intelectual, colección Claves para todos, dirigida por José Nun, el último libro de Fabio Quetglas: Qué es el desarrollo local. Territorio, políticas y economía, pone énfasis en que la plataforma de la economía del conocimiento estresa las fronteras de una manera tremenda, no solo en lo material (porque se puede mandar un programa por Internet), sino porque culturalmente está construyendo una subjetividad global, en sus modos de consumo, en la forma de vincularse y en sus pertenencias.
    “El sujeto dinámico, en este momento histórico, es crecientemente el emprendedor globalizado e innovador. Estamos en un proceso de reconfiguración socioterritorial derivado de una revolución de tipo tecnológica, que como ha alterado las formas de crear (y de entender) la riqueza, modificará el modo de apropiación y gestión del espacio”, explica.

    –¿Qué implica ser innovador?
    –El tema no es “innovar”, sino crear cultura innovadora; con todo lo que ello implica: receptividad de la innovación, flexible, crítica. Porque si en un mundo de alta velocidad de circulación de la información, la renta depende de su buen uso… No es suficiente innovar “ocasionalmente”, sino ser partícipe de procesos innovadores permanentes.