ANÁLISIS | Perspectiva
Por Yuri Doudchtizky
Con la demanda y el precio de los commodities en caída, mientras florecía el ingreso de teléfonos inteligentes, computadoras, pantallas, autos, y otras mercancías de alto nivel tecnológico, auspiciados por una política de incentivo al consumo común a todos los países del bloque subregional, Brasil y la Argentina proponían barreras para contener las importaciones, especialmente las importaciones chinas.
Brasil ya había aumentado unilateralmente aranceles extrazona en abril de 2011 y la Argentina había comenzado a aplicar medidas proteccionistas, a modo de complicadas trabas burocráticas para entrar la mercadería en aduana. Comenzaba la segunda administración de Cristina Fernández de Kirchner y la presidencia temporal de la Argentina en el Mercosur, durante la cual el bloque sumó un acuerdo de comercio con Palestina, a los que tenía con Egipto e Israel. Pero lo que se anunciaba como un encuentro para defenderse juntos de ataques externos, derivó pronto en una gran gresca interna. Uruguay presentó quejas ante la Argentina y Brasil por las medidas que llevaron incluso al cierre de varias empresas que exportaban exclusivamente a esos mercados. Más allá de albergar la sede física del organismo, Uruguay es un socio menor. Pero el conflicto que se libraba en la frontera entre Brasil y la Argentina había generado que una gran cantidad de productos, especialmente autopartes brasileñas y autos argentinos, se fueran acumulando imposibilitados de cruzar las aduanas. Lo irónico es que esas autopartes brasileñas forman parte de los autos armados que la Argentina le exporta a Brasil. Y los convenios en la industria automotriz entre ambos países conforman el corazón del Mercosur.
Con mediación de las empresas transnacionales –pero sobre todo debido a la amenaza de protestas por parte de la Unión de Camioneros de Brasil– el conflicto del sector automotor fue de alguna manera resuelto, o al menos anestesiado. Pero los bloqueos de mercancía continúan. La Argentina busca equilibrar la balanza comercial (en 2011 el déficit fue de más de US$ 4.000 millones) y Brasil puede presionar porque es el principal mercado de la Argentina.
Un año agitado
A principios de 2012 las molestias ya no se podían disimular más. El presidente Mujica llegó a decir que el Mercosur estaba muerto, y que todo se resolvía finalmente en llamadas telefónicas entre jefes de Estado. Un precandidato paraguayo a la presidencia anunció que de ganar las elecciones, Paraguay abandonaría el bloque. En el momento más caliente del conflicto entre la Argentina y Brasil, un vocero de la Federación de Industriales de San Pablo (Fiesp) –la organización empresaria más poderosa de Latinoamérica– señaló al polo tecnológico de Ushuaia –uno de los grandes orgullos del Gobierno nacional– como una completa farsa, donde solo se dedican a armar las piezas traídas de China.
Mientras tanto Estados Unidos, Europa y Japón se unían para quejarse ante la Organización Mundial de Comercio por las políticas proteccionistas implementadas por Guillermo Moreno. A lo que el Gobierno argentino respondía que estas políticas no se aplican contra nadie en particular sino con el único fin de equilibrar la balanza comercial y que están de acuerdo con las prácticas de la OMC.
En junio tuvo lugar en Mendoza la 43º cumbre del Mercosur, a la que asistieron tres jefes de Estado, pocos días después del impeachment y destitución de Fernando Lugo. En esa ocasión presentó la renuncia el alto comisionado para el Mercosur, el brasileño Samuel Pinheiro Guimaraes y se produjo una fuerte discusión entre la secretaria de Comercio Exterior argentina Beatriz Pagliari y su colega brasileña, Tatiana Prazeres (aparentemente la brasileña se retiró del encuentro harta de escuchar los gritos de la argentina).
Rubens Barbosa, representante de la Fiel, declaró que en “los seis meses de presidencia argentina se tomaron medidas que prácticamente mataron al Mercosur”. Pero lo que aparentaba ser el momento más difícil y el paso previo a la desintegración, derivó hacia una nueva confluencia de intereses totalmente inesperada, gracias a la destitución de Lugo por parte del Congreso paraguayo.
Brasil y la Argentina vieron entonces la posibilidad de lograr lo que pretendían desde hacía años: la entrada de Venezuela al bloque, trabada justamente hasta entonces por el parlamento paraguayo. De modo tan irregular como el impeachment, el Mercosur aprobó la entrada de Venezuela un mes más tarde, en Brasilia, cuando la presidencia del bloque quedaba en manos del líder regional. Y el Mercosur cumple 21 años.
Raúl Alfonsín
José Sarney
¿En qué consiste el Mercado Común del Sur?
Los orígenes del Mercosur se remontan al entendimiento entre los generales Joao Baptista Figueiredo y Jorge Rafael Videla, quienes además de compartir información con el fin de eliminar físicamente a los adversarios políticos que escapaban de un país al otro, vieron la necesidad de una integración de políticas energéticas y de un abandono de las visiones militares en que cada país consideraba al otro como su principal peligro en la región.
Inspirado en el modelo de la Comunidad Europea, el presidente Raúl Alfonsín entendió que este era el camino hacia el progreso de la Argentina y la llegada al poder de José Sarney y la empatía entre ambos hizo que se empezara con la creación de un mercado común. En 1989 y 1990 llegan a la presidencia Carlos Menem y Fernando Collor de Melo, ambos presidentes fuertemente identificados con el neoliberalismo promovido desde Washington. Esto aceleró el proceso de liberalización de la economía e integración regional, al que se plegaron las más pequeñas democracias de Uruguay y Paraguay.
Con la presencia de los Presidentes de estos cuatro países quedó formalizado en el año 1991 el Mercado Común del Sur, que como su nombre lo indica se plantea como un organismo de integración económica subregional. La idea es tender a nivelar los impuestos para que las empresas de la región puedan competir en cierta igualdad de condiciones y cada país pueda acceder al mercado potencial de los demás países miembros.
Pero de hecho –y al menos durante toda la década de los 90– el Mercosur funcionó como una forma de ampliar el mercado regional para la empresas transnacionales, especialmente en el rubro automotor y también en el de servicios, gracias a la ola privatizadora y a la convertibilidad del dólar que se dio tanto en Brasil como en la Argentina, aunque más a rajatabla en nuestro país. Los países más pequeños quedaron exentos de esta ola privatizadora. En Uruguay la población manifestó su rechazo a las privatizaciones en un referendo y la economía de Paraguay aún no interesaba a las multinacionales.
Según el estudio de Daniel Chudnovsky y Andrés López, del año 2000, “La inversión extranjera en el Mercosur en los años 90”, en la segunda mitad de esa década se produce un impresionante flujo de inversiones extranjeras hacia los países en desarrollo. Especialmente hacia Brasil y la Argentina, que absorben 16% de esas inversiones, lo que representó US$ 80.000 millones. “De hecho, las empresas transnacionales se han convertido en la Argentina y Brasil en los agentes más dinámicos de las respectivas economías domésticas, las cuales al presente se encuentran entre las más transnacionalizadas del mundo”.
El grueso de la inversión extranjera en estos países provino de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que en Uruguay y Paraguay –que también recibieron importantes inversiones extranjeras– provino de Brasil, la Argentina y Chile. Hacia el final del informe podemos leer “En suma, las filiales de empresas extranjeras no parecen haber contribuido sustantivamente al acceso a nuevos mercados de exportación”.
Carlos Menem
Fernando Collor de Melo
Inversión sin precedentes
Siete años más tarde (2007), los mismos autores editan Inversión extranjera directa y desarrollo: la experiencia del Mercosur. La introducción comienza con este texto: “Desde que se creó, el Mercosur ha sido uno de los principales focos de atracción de inversión extranjera directa (IED) dentro del grupo de los países en desarrollo. Entre 1990 y 2004 este bloque recibió IED por casi US$ 300.000 millones”. Más de 90% de ese monto fueron invertidos en Brasil y la Argentina. El ensayo, que comienza con las tendencias de inversión, muestra un interesante gráfico según el cual en 2003, 82% de las exportaciones argentinas era realizado por empresas multinacionales. Pero ya para entonces las inversiones se dirigían más hacia el agro y hacia energía y minas.
Si bien aparentemente el mayor beneficio de nuestro bloque regional ha sido el logrado por las empresas transnacionales, el Mercosur implicó también un aumento del comercio intrarregional y, por ende, de la creación de empleo en los países miembros. Especialmente en la década de los 90, debido al crecimiento de la industria automotor y el sector servicios. En la primera década del 2000 se modifica la ecuación, ya que si bien los cuatro países del bloque obtuvieron un crecimiento económico espectacular y nunca antes conocido (en la Argentina y Uruguay, similar al que tuvieron a principios del siglo pasado y por razones también similares), al concentrarse este crecimiento en la exportación de commodities, no promueve el intercambio regional ni la creación de empleos. Sin embargo, el crecimiento del comercio y sus balanzas comerciales positivas les permitieron a los países progresistas de la región financiar el consumo, especialmente de automóviles, por lo que indirectamente también incentivó la creación de empleos tanto en la industria como en el comercio y promovió el comercio intrarregional.
Pero ¿cuáles han sido los beneficios del crecimiento del comercio intrarregional? Una respuesta la da el economista y consultor Orlando Ferreres en un artículo recientemente publicado en La Nación, titulado “Brasil: el único beneficiado del Mercosur”. “En teoría, un mercado común beneficia a los países más chicos de la zona, pues la ampliación del mercado es mucho mayor para ellos que para los países más grandes”, empieza diciendo el artículo, que luego muestra el siguiente gráfico:
Comercio exterior del Mercosur.
Período 2002-2011. Millones de dólares.
Superávit/Déficit Intra Zona
Argentina –13.618
Brasil 36.382
Paraguay –12.666
Uruguay –11.856
Fuente: OJF & Asociados con base en Mercosur Online y CEI.
El dato es absolutamente descorazonador para los tres países de habla hispana. Ferreres sostiene que están financiando a Brasil y son cada vez más dependientes del líder regional. “Los brasileños, mejor organizados que los otros tres miembros, han obtenido resultados muy buenos con el Mercosur, tanto en superávit comercial como en la captación de inversiones directas que prefirieron la localización brasileña por su mayor continuidad de política económica, mayor ortodoxia y coherencia a largo plazo, sin defaults ni quitas de deuda, comparado con lo que puede ser nuestro caso”, sigue el artículo.
Para Ferreres, la Argentina, Uruguay y Paraguay no solo no han obtenido beneficios sino que están siendo perjudicados porque “tenemos que soportar altos aranceles externos comunes y casos especiales de protección de 35% al empresario en perjuicio del consumidor de nuestros países, cosa que no ocurre con Chile, que nunca quiso entrar al Mercosur”. Ferreres sostiene que la Argentina debería seguir el camino de Chile y termina diciendo “lo que no podemos es seguir como en los últimos 10 años”.
En siete de esos 10 años los países integrantes del Mercosur experimentaron el mayor crecimiento económico de su historia. Mientras tanto, el organismo de integración vegetaba. No se avanzaba en bajar aranceles ni en acuerdos extrarregionales. En ese mismo lapso, países como Chile, México y Perú llegaron a decenas de acuerdos comerciales y tratados de libre comercio. El más reciente, que involucra a los tres países, es el Acuerdo del Pacífico, con el que se proyectan hacia el Asia, donde crece el comercio mundial. Habiendo diferentes intereses que dificultaban las negociaciones, especialmente en Brasil y en la Argentina, y aunque en ningún momento se puede considerar al Mercosur como un proyecto exitoso, los cuatro países se durmieron en la gloria del crecimiento macroeconómico. Y los despertó la crisis financiera de Europa.
Sale Paraguay entra Venezuela
La pregunta del millón es por qué el Congreso paraguayo se oponía al ingreso de Venezuela al Mercosur. No parece haber ninguna razón de peso, a no ser que lo consideremos dentro de la lógica de la guerra fría. Paraguay ha sido un tradicional aliado de Estados Unidos y el Gobierno de Venezuela se presenta como la vanguardia del socialismo del siglo 21. También Paraguay es el único país sudamericano que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán –y, por ende, no con China. Dentro de esta lógica hay otros datos a considerar. Por ejemplo, la importante inversión que planea en Paraguay Rio Tinto, segunda empresa minera del mundo y competidora de Vale do Rio Doce, tercera en el ranking mundial y principal exportadora de Brasil. Mientras que la Vale planea la más grande inversión brasileña en la Argentina, en la provincia de Mendoza.
La irregular destitución de Lugo les dio a Dilma y a Cristina la oportunidad esperada de sacar del juego a Paraguay e incorporar a Venezuela. El interés de Brasil está claro. Venezuela, país con el que tiene frontera, es una economía netamente importadora –tras 13 años de Gobierno bolivariano esta tendencia no hizo más que crecer– e históricamente se abasteció de Colombia, pero Chávez (tal vez porque es un militar y existe una vieja enemistad entre las fuerzas armadas de Colombia y Venezuela) ha preferido cambiar de proveedor hacia Brasil, aunque le sale más caro. Además, Petrobras ha realizado una serie de alianzas con Pdvsa, que le han producido importantes beneficios y actualmente construye una refinería de petróleo cerca de la frontera. En el caso de la Argentina, sabemos que el ministro de Planificación Julio De Vido es frecuentemente bien recibido en Caracas, aunque aún no están muy claros los resultados de tantos encuentros. Sí sabemos que durante la época en que gobernó Néstor Kirchner, Chávez facilitó mucho dinero comprando bonos de la Nación Argentina, que luego revendía a tasas más altas en el mercado internacional. Tras el ingreso de Venezuela al Mercosur, De Vido viajó a Caracas junto al presidente de YPF, Miguel Galuccio para hacer acuerdos con Pdvsa.
Lo cierto es que en el mes de julio se decide el ingreso de Venezuela. Y para Arturo C. Porzecanski, profesor de Economía y Finanzas Internacionales de la American University, de Washington, “Puede ser que ahora se venga una nueva etapa relacionada con las multinacionales de la minería, el petróleo y el gas. Sin embargo, el comercio de minerales e hidrocarburos no está, en general, afectado por aranceles, cuotas, retenciones y otros obstáculos como sí lo están los productos agropecuarios e industriales. Por ende, no creo que la existencia o no de libre comercio dentro de la zona del Mercosur sea muy importante para el funcionamiento rentable de Pdvsa, Petrobras o YPF, por ejemplo. Hay otros elementos que son muchísimo más relevantes para el presente y futuro de esas industrias, y ellas no están reglamentadas por el Mercosur, y por ende siguen bajo el control de los respectivos Gobiernos: la ausencia o presencia de controles de precios, subsidios, y controles de cambio, y medidas contundentes como las expropiaciones. En la Argentina y Venezuela, en particular, existe una combinación de dichas políticas que han dañado muchísimo el desempeño y el potencial de sus industrias mineras e hidrocarburíferas.
El ingreso “a la fuerza” de Venezuela como nuevo miembro del Mercosur no solo representa una agresión a Paraguay: también ha desatado conflictos internos dentro de los Gobiernos de Uruguay y Brasil. Tanto el vicepresidente uruguayo como miembros del parlamento brasileño manifestaron su incomodidad por las irregularidades del procedimiento. Mientras tanto, por otro lado, Hugo Chávez y Cristina Kirchner auguran un futuro brillante para la región. Y Dilma sonríe.