La basura de la Capital, o la crónica de una crisis anunciada

    ESTRATEGIA | Empresas

    Por Yuri Doudchtizky

    Es la parte del consumo que no nos agrada; sin embargo nada nos identifica más que la basura. En la bolsa que a la noche cada hogar saca a la vereda van los secretos que pueden desnudar el comportamiento de cada familia. Auque ya es suficientemente sabido que cada acción tiene una consecuencia ambiental, los porteños no quieren ver, ni oler, ni escuchar o hablar de las consecuencias de este consumo diario.
    Según la Ley de Basura Cero vigente desde 2007, la ciudad se comprometió a reducir a 700.000 toneladas la cantidad de residuos destinados a los rellenos sanitarios de la provincia en 2010. Sin embargo triplicó esa cantidad, alcanzando el récord histórico de 2.110.000 toneladas. Y esto significa una buena cantidad de problemas.
    Uno de los problemas relevantes es que más allá de la General Paz la gente ya no quiere recibir la basura metropolitana. Otro, no menor, es que el mayor presupuesto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires –$1.400 millones al año– se destina a transportar los residuos a donde ya nadie los quiere recibir (exceptuando, claro está, a los 1.200 empleados del Ceamse).
    Estos $1.400 millones se reparten entre las seis empresas que cubren la ciudad dividida en seis zonas. Sin contar el Ente de Higiene Urbana que se encarga de la zona 5, las otras cinco empresas recolectoras son del tipo UTE (unión temporal de empresas) en las que participan nombres tradicionales que realizan trabajos para el Estado, como Roggio y Pescarmona. No forman parte de ninguna de estas UTE la empresa de la familia Macri, ni Covelia, la empresa a la que se supone vinculado Hugo Moyano.
    En realidad, las concesiones están vencidas y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió a fines del año pasado prorrogar el plazo por un año más, debido a la dificultad para llamar a una nueva licitación a causa del fracaso en la aplicación de la Ley de Basura Cero.
    Estas seis empresas se encargan de los residuos que finalmente se entierran en los terrenos de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) en José León Suárez, actualmente el único habilitado para la basura de la ciudad capital, ya que el de Villa Domínico está cerrado y los de González Catán y Ensenada tienen orden judicial de cierre.
    Por otro lado, desde el año 2008, unas 15 cooperativas de recolectores urbanos (o cartoneros) se encargan de los materiales reciclables. El Gobierno de la ciudad destina $115 millones para reciclado. Los cartoneros recogen entre 5 y 10% de lo que se desecha en la ciudad, pero alrededor de 70% podría ser reutilizado.

    6.000 toneladas diarias
    Cada noche las calles de Buenos Aires se llenan con 6.000 toneladas de desperdicios y el año pasado dos huelgas afectaron la recolección. En pocos días la acumulación de basura puede convertirse en una catástrofe sanitaria y ambiental si hace mucho calor o se desata una tormenta. Las autoridades piden a la gente que no la saquen a la calle, pero ¿cuánto está dispuesta a aguantar la gente con la basura en casa?
    Por ser un tema sensible, puede ser utilizado con fines políticos. De hecho, actualmente forma parte de la pulseada política entre el Gobierno nacional y el municipal. El pasado 19 de marzo el diputado del Frente Para la Victoria, Carlos Kunkel, presentó un proyecto de ley para que la provincia de Buenos Aires no reciba más basura de la capital. Durante la apertura de las sesiones ordinarias de la legislatura provincial, el gobernador Scioli dijo: “Estamos podridos de recibir cada vez más volúmenes de basura de la ciudad, que no aplica el reciclaje y reducción de los residuos, y esto afecta a la salud”. El intendente de San Miguel –el distrito que acoge toda la basura proveniente de la CABA– preguntó “¿y si le dijéramos que no a la basura de la ciudad?” días después de que Macri se negara a asumir el traspaso del subte.
    En 2004, el Ceamse llamó a licitación para construir un nuevo relleno sanitario para la basura proveniente de la Ciudad de Buenos Aires. Pero en todas las localidades postuladas (Olavarría, 25 de Mayo, Coronel Brandsen, Lobos, Punta Indio, Tapalqué, Las Flores, General Paz, Roque Pérez, Chascomús, Saladillo, Campana, Zárate y Navarro) los vecinos se negaron a aceptarlo. Por una estimación de costos, los rellenos deben encontrarse a no más de 100 kilómetros de la ciudad, un área donde ya no quedan grandes extensiones deshabitadas.
    Alicia Montoya, docente y presidenta de la Cooperativa El Álamo sostiene que “el sistema de recolección de la basura es muy caro y poco efectivo, porque hay un juego de presiones de empresarios, sindicalistas y el Estado. Hay todo un juego político. De hecho el proyecto de ley que existe en estos momentos de impedir que la ciudad entierre la basura en el Ceamse –que son dos tiros por elevación, uno a Scioli que recauda por esa basura y otro a Macri– va en el sentido de usar la basura como un herramienta política, como en Italia. Y si le cierran a Macri la posibilidad de llevar la basura al Ceamse no le queda más que incinerar. Y esto lo prohíbe la Ley 1854 y las organizaciones ambientalistas se lo van a querer comer”.

    ¿”Basura Cero”?
    La sede argentina de la organización ecologista internacional Greenpeace, junto con las primeras cooperativas de cartoneros, empezaron a bocetar el proyecto de ley que en 2005 fue aprobado por unanimidad en la legislatura, para ser implementado a partir de 2007. La Ley de Basura Cero estipula plazos de reducción de residuos urbanos; prohíbe la incineración; determina la responsabilidad del productor que lanza al mercado envases que una vez consumido el alimento terminan en la basura; determina la separación en origen y la recolección diferenciada; establece incentivos para los recuperadores urbanos; establece la creación centros de selección de residuos secos; y propone la reutilización como compost de los residuos orgánicos, que representan cerca de 40% del total de la basura urbana.
    Si bien el Gobierno de la Ciudad se ha comprometido en varias ocasiones a implementar la ley, tanto organizaciones ecologistas como cooperativas de recuperadores se quejan. Según Lorena Pujó, de Greenpeace, la ley “empezó a implementarse durante el Gobierno de Telerman pero cuando llegó Macri desmanteló todo y no se avanzó más. Los resultados fueron que en 2010 según la primera meta había que reducir 30% de lo que se enterraba, con base en 2004, que era 1 millón de toneladas anuales y en realidad batió el récord histórico. Se superaron las 2 millones de toneladas. La situación es muy crítica porque ya no hay más lugar donde llevar la basura. Además hay otros 35 municipios del Conurbano Bonaerense que también disponen de la basura en Norte 3 (José León Suárez)”.
    Por su parte, el ejecutivo municipal se defiende argumentando que ha sido el Gobierno que más ha hecho para resolver el problema de la basura. Continúa con su plan de containerización (hay en la calle 9.000 containers de los 20.000 proyectados), apoya a las cooperativas de recicladores con logística y subsidios, realiza campañas publicitarias de concientización y anunció una nueva planta de Tratamiento Mecánico Biológico, que ya se construye en el Ceamse de José León Suárez.
    Por medio de una cinta transportadora esta planta separa materiales secos aprovechables y luego compacta el material orgánico que suplantará a la tierra que actualmente se usa como capa intermedia en los rellenos sanitarios. Se tratarán 1.000 toneladas diarias –menos de 20% del total que llega de la CABA y es obra de una empresa española. Costó US$ 110 millones y será manejada por el grupo Roggio durante 15 años. Su inauguración, anunciada para fines del año pasado, se postergó para mediados del año actual.

    Los auténticos ecologistas
    Una de las manifestaciones más visibles de la crisis desatada a finales de 2001 fue la proliferación de cartoneros en las grandes ciudades. Miles de argentinos se vieron en la necesidad de salir a revolver entre los residuos para rescatar algo que pudiera ser vendido y así poder llevar alimento a sus hogares de­sahu­ciados. Más allá de intrascendentes campañas de marketing tanto privadas como públicas y de las manifestaciones de una clase media acomodada y culta que se autodefine como defensora de la Tierra, los cartoneros fueron y son los verdaderos ecologistas argentinos.
    No hay datos fehacientes de la actividad relacionada con el reciclaje; ni oficiales ni de los otros. Haciendo un promedio de las distintas estimaciones, hay entre 6.000 y 7.000 cartoneros en Buenos Aires. La mayoría de ellos viven en el Conurbano Boaerense y viene a la ciudad a trabajar a diario, como otros millones de bonaerenses. Menos de 4.000 están registrados en cooperativas. Esto les permite recibir a cada uno un estímulo de $900 mensuales, a cambio de lo cual deben llevar su uniforme y su acreditación (lo que a su vez le garantiza la atención en la obra social), se comprometen a no trabajar con niños y a no romper bolsas en la calle.
    Los cartoneros que trabajan en cooperativas llevan el material al centro de reciclado que gestiona cada cooperativa. Los otros se ven obligados a venderlas en condiciones menos ventajosas a los intermediarios. En los centros de reciclado se separa y se clasifica el material entregado tanto por los cartoneros como por los convenios con empresas privadas. Por ejemplo, El Álamo, cooperativa en la que trabajan unos 60 recuperadores, le recoge el cartón a la empresa Irsa, propietaria de siete grandes centros comerciales en la ciudad. En este caso, en cada centro comercial hay personal que clasifica los materiales y después pasa a recogerlo un camión del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, administrado por El Amanecer de los Cartoneros (por lejos, la mayor cooperativa, con unos 5.000 miembros). El material seleccionado y empaquetado se vende directamente a las empresas que se encargan de reciclarlo. El Álamo procesa aproximadamente 1.500 kilos por día y no dan abasto.

    La basura orgánica y la tecnológica
    La basura se divide en varias categorías. En el primer nivel está la separación entre residuos húmedos y secos. Los húmedos, que van directamen- te al Ceamse, lo integran los materiales orgánicos junto con los inorgánicos no reciclables. Dentro de esta categoría los orgánicos ocupan un gran porcentaje que podría ser recuperado. “Es necesario comenzar el tratamiento de orgánicos en zonas gastronómicas de alta concentración –sostiene Lorena Pujó, de Greenpeace–. Hay que pensar un buen plan para hacer un tratamiento de compostaje en Puerto Madero, Las Cañitas, Palermo y Recoleta. Tampoco se ha hecho nada al respecto”. La categoría de los secos está integrada por los plásticos, cartón y papel y vidrio. Este es el material que recogen los cartoneros aunque todavía el mayor porcentaje va mezclado con los húmedos que terminan en Ceamse.
    Otra categoría de la que se habla poco pero representa un porcentaje importante es la de los residuos áridos, que son los restos de materiales de construcción, producto de demoliciones o reformas. Otra categoría, la más nueva, la más contaminante y la que más está creciendo, es la de los residuos electrónicos, que incluyen computadoras, monitores, teléfonos celulares y pilas. Se estima que en todo el país se están tirando unas 120.000 toneladas anuales (unas 30.000 corresponderían a la CABA). Actualmente está en Diputados una ley nacional aprobada el año pasa- do por la Cámara del Senado. En la Ciudad de Buenos Aires, la Agencia de Protección Ambiental realizó en los últimos años varias campañas puntuales de recolección de “residuos de aparatos eléctricos y electrónicos” con puestos en plazas y espacios públicos. Sin embargo, Alicia Montoya sostiene que los materiales recolectados se vienen acumulando en galpones y el Gobierno municipal no hace nada con ellos.