Inteligencia artificial en el centro del debate geopolítico


    En forma abierta, el debate comenzó a principios del año durante el World Forum en Davos. ¿Es necesario regular la inteligencia artificial antes que se convierta en un peligro para la humanidad?
    La única certeza es que amenaza cambiar absolutamente todo. Casi con certeza, opinan especialistas, antes de que transcurra una década. Esto ilustra muy bien el debate global entre los optimistas (creen que IA traerá enormes beneficios para la gente, para la sociedad, para los Estados y para todas las empresas); y los pesimistas, que piensan precisamente lo contrario y su temor apocalíptico es una guerra masiva con armas desarrolladas a partir de la IA.
    Todavía se recuerda la intervención del presidente de Rusia, Vladimir Putin, cuando el año pasado, dirigiéndose a un grupo de estudiantes, sentenció: “La inteligencia artificial es el futuro, no solo para Rusia. Para toda la humanidad. Quien se convierta en líder en este campo, será quien dirija el mundo”.
    Gobierno –y empresas– de Estados Unidos no podrían estar más de acuerdo. Pero de pronto, la gran amenaza es el veloz desarrollo de China en este campo. Incluso personalidades que están en contra de las ideas y estilo de gobierno de Donald Trump piensan exactamente igual que su gobierno en este campo.
    Así, hay una nueva idea dominante en el escenario geopolítico actual: la guerra comercial declarada por Estados Unidos contra China, es un pretexto, una manera de encubrir algo más profundo. La realidad es –dicen quienes elaboran la nueva teoría– es que a partir de lo ocurrido con las Torres Gemelas en 2001 y luego la tremenda crisis financiera de 2008, Estados Unidos se distrajo.
    Y ese tiempo fue muy bien aprovechado por China, con un enorme crecimiento económico durante todos estos años, acompañado por un importante salto en tecnología (como además en el campo militar). Al punto que hoy la emergente y vigorosa potencia asiática está muy cerca de EE.UU. en varios indicadores, y amenaza superarlos en muchos otros en pocos años más.
    El fin de la convergencia
    En las últimas tres décadas, pareció gravitar la idea de la convergencia. La idea subyacente era que el crecimiento político y económico de China no solamente la haría más próspera: también más pluralista y democrática. A quien dudaba, se le explicaba: con beneficios y estímulos adecuados, China se sumará al concierto mundial como un miembro pleno y responsable.
    Los resultados fueron desparejos. Si bien es cierto que para la mayoría de los países, China es un socio confiable y un nuevo campeón de la globalización y el libre comercio internacional (precisamente cuando EE.UU. se pasó al otro bando con la visión de Donald Trump y sus adeptos), también lo es que muchos de sus vecinos en el sudeste asiático desconfían de su nuevo e inmenso poder militar que exhibe pródigamente en la región.
    Pero para Estados Unidos el temor es más grande y diferente. Hay indicios de que China puede ir primera en la carrera de la Inteligencia Artificial, y consecuentemente de sus usos militares. Es bandera de Trump que China roba y se apropia indebidamente de propiedad intelectual estadounidense, y que practica un comercio desleal (que inunda de mercaderías los mercados occidentales).
    Pero ya no es sólo la percepción de Trump y sus seguidores. Muy buena parte de la intelligentsia estadounidense cree que esta es la situación definitiva. Nada de cooperación. Adversarios en todos los terrenos, sin descontar aún el militar. Y el capítulo tecnológico jugará un gran partido.
    De ahí que, casi unánimemente, se denuncie la intención china de dominación mundial, y se propicie toda forma de aislamiento de ese país. Una década en las sombras –dicen– podría detener su avance y facilitar otro tipo de negociaciones.
    Sin embargo, otros grandes protagonistas globales como la Unión Europea y el propio Japón, no están convencidos y buscan otro tipo de relacionamiento. Con lo que los esfuerzos de Washington para levantar “muros” alrededor de China, pueden fracasar. Lo que parece casi seguro es que podría haber algo parecido a una nueva “guerra fría”.
    Hace pocas semanas, EE.UU mostró su juego con claridad. Una larga lista de productos tecnológicos se añadió a la prohibición de exportarlos. Instrumentos y técnicas especiales para inteligencia artificial, computer vision, neural networks, y todo lo vinculado con deep learning.
    Una decisión oficial, que temen muchos empresarios estadounidenses. Tienen miedo de perder su “ventaja competitiva”. Pero ambos países ven estos desarrollos como una simple parte de la pelea de fondo: cada uno aspira a convertirse en la superpotencia en IA de este siglo.
    Pero en todo caso, este enfrentamiento, ¿es un simple tema de crecimiento económico o de dominación mundial? ¿Por qué se insiste en que es el nuevo escenario geopolítico?
    Fácil: todo lo que ocurra en el mundo, en los próximos años estará indisolublemente atado a la IA. Con su utilización a pleno, la industria será más eficiente, igual que el transporte y el comercio. Habrá mejor rendimiento en las cosechas, se reformularán los mercados laborales, y habrá enorme diversidad de avance tecnológico.
    Pero sobre todo, surgirá un nuevo pensamiento estratégico sobre las nuevas funciones militares y los desafíos a la seguridad nacional.

    La otra visión sobre la IA

    Sin embargo en la comunidad internacional –como también en buena parte de la comunidad científica estadounidense– hay otra visión con importantes diferencias. Naturalmente –afirman– que China está haciendo un esfuerzo muy especial en este campo. Eso significa que la dirigencia china ha identificado correctamente cuál es el ingrediente sustancial que puede prolongar su continuada tasa de crecimiento económico.
    Por tanto –afirman estas voces– ello no implica que el desarrollo chino en AI, sea a expensas de Estados Unidos. País, a su vez, que puede hacer todas las inversiones que considere adecuadas en este campo. El resultado, tal vez, es que no será EE.UU. el único país en perfeccionar esta tecnología. También China, y Rusia, y Alemania y Japón. Seguramente unos cuantos países más. Tal vez nadie pueda resultar hegemónico en este campo.
    Aunque en verdad, EE.UU. tiene ya algunas ventajas. Es el único líder global de este momento en este territorio. Con el aporte que realizan empresas tech, como Google. Amazon, Facebook, Apple o IBM, entre otras. Pero con la promesa de millares de start ups en múltiples áreas, como en educación, procesos industriales o productos farmacéuticos.
    La inversión en este campo es inmensa, pública y privada. Hace apenas dos meses se anunció una nueva campaña para invertir US$ 2.000 millones en una nueva generación de tecnologías IA. La intención: transformar a las computadoras de herramientas especializadas, en aliados en la solución de problemas.
    Es obvio que recursos humanos calificados para operar IA, abundan o están en la cantidad adecuada. Es decir, EE.UU. está a la vanguardia en tecnología y en capital humano. Curiosamente, los temores vienen desde el costado político. La aprensión del gobierno de Trump puede ser contraproducente y terminar en sobreregulación, algo que espanta a científicos y empresarios estadounidenses.
    Sería necio ignorar lo que ocurre en el resto del mundo. Washington y Beijing son los grandes jugadores. Pero no hay que ignorar los avances y el desarrollo de este tema en otras latitudes, como en Israel o Gran Bretaña, o como en Rusia, Japón, Sudcorea o Alemania. Y al haber más actores, aumenta el intercambio de logros y avances.
    En uno de los campos cercanos a la IA, el deep learning, uno de sus principales investigadores como es Joshua Bengio (científico canadiense), en una reciente entrevista sostuvo que no le parece bien una carrera entre distintos países por IA. Está de acuerdo si es una carrera colectiva de científicos buscando el bien común. Y propicia una forma de colaboración efectiva entre todos quienes están trabajando en la materia.
    Puede parecer una visión poco realista, pero se torna más firme cuando se declara en contra de cualquier uso que se pretenda darle a IA en el campo militar. Aunque hace una clara distinción entre armas ofensivas, y las exclusivamente defensivas, cuya existencia no cuestiona.
    Su principal inquietud es la concentración de conocimiento, de poder económico y de voluntad de decidir, en un puñado de empresas, de gobiernos, de recursos económicos y de investigadores y científicos que actúan en este campo.
    El corolario: todo indica que inteligencia artificial se ha convertido en la herramienta más poderosa que incidirá en el futuro de todas las naciones en los tiempos que se avecinan.