Cómo manejará la sociedad la economía de la abundancia

    Esta es la percepción y la mirada del influyente economista y teórico social norteamericano Jeremy Rifkin. Se habla mucho, dice, de los impresionantes avances en computación, comunicaciones, energía y robotización, pero pocos se detienen a pensar cómo encajan unos con otros todos estos cambios, que a su vez se suman a los avances en manufactura, agricultura, salud y educación. Todo eso junto, dice Rifkin, va a generar rápido crecimiento con una notable reducción de la huella ecológica.
    Rifkin es autor de 20 libros sobre el impacto de los cambios científicos y tecnológicos en la economía, la fuerza de trabajo, la sociedad y el ambiente. Explicó su tesis en tres libros sucesivos: The Empathic Civilization; The Third Industrial Revolution y The Zero Marginal Cost Society. Los tres resumen su visión del mundo.
    La lógica que aplica para vislumbrar el futuro industrial genera polémica en muchos círculos empresariales. Dice, por ejemplo, que tanto el capitalismo como las industrias basadas en combustibles fósiles están tocando límites que se originan en las leyes de termodinámica. El capitalismo sostenido por inversores, que busca recursos para obtener ganancias inmediatas, inevitablemente será reemplazado por otro capitalismo, mejorado y apoyado en redes distribuidas junto a una economía de bienes compartidos por públicos globales mucho más tecnológicos.
    En el mundo que vislumbra, los costos de producir y entregar cada vez más bienes y servicios caerán a niveles de casi cero y las economías tendrán que aprender a administrar la abundancia y el uso de bienes y servicios compartidos. Estos cambios ocurrirán en los próximos 40 años, más o menos, si no se ven interrumpidos por un aumento exponencial de los peligros del cambio climático y de las especies en extinción.
    En una entrevista con Strategy & Business, Rifkin explicó estas ideas con más detalle.

    Costos marginales cero
    Los costos marginales son los de fabricar un producto en gran escala. Ya han caído a casi cero en los medios y en el software. Una vez que uno ha pagado el costo fijo que implica grabar un disco, el costo marginal de difundir música vía streaming es virtualmente cero, sea que uno envíe 1.000 o un millón de versiones sin variación de costo. Los diarios, la televisión, los sellos musicales y la industria del cine advirtieron que ya no podían confiar en sus viejos modelos de negocios, especialmente si incluyen publicidad.
    Al principio eso solo se aplicó a los medios digitales, pero pronto se difundirá a otros aspectos de la economía.

    Capitalismo obsoleto
    El capitalismo al que se refiere es el sostenido por inversores, dueños, gerentes, trabajadores y consumidores, que ya lleva 200 años.
    El mundo, recuerda Rifkin, ha vivido tres grandes revoluciones económicas: momentos en que surgen tres nuevas tecnologías que se combinan para crear una nueva infraestructura tecnológica. Esa combinación cambia fundamentalmente la forma en que la sociedad maneja, impulsa y mueve la actividad económica.
    Las tres tecnologías son: nuevos sistemas de comunicación que manejan mejor la actividad económica; nuevas fuentes de energía que alimentan la actividad con mayor eficiencia, y nuevos modos de movilidad que mueven la actividad económica con mayor rapidez. Así fue como hubo una Primera Revolución Industrial, en el siglo19, una Segunda Revolución Industrial en la primera mitad del siglo 20 y una Tercera Revolución Industrial a Revolución Digital, en el siglo 21.
    En una sociedad conectada digitalmente, los costos marginales de aumentar el número de bienes y servicios caerían a casi cero. Esto obligaría a un cambio fundamental en los modelos de negocios imperantes: de mercados a redes; de propiedad a acceso; de trabajadores a “prosumidores” (productores/consumidores); de vendedores y compradores a proveedores y usuarios; y de consumismo a sustentabilidad. Allí las economías de escala de la Segunda Revolución Industrial dejan de tener validez.

    Una nueva infraestructura
    La digitalización ya está armando una nueva infraestructura tecnológica. El proceso comenzó hace 25 años y fue acompañando la maduración de internet. Ahora converge con una segunda internet, para energía renovable. Es una nueva red de energía digital que atraviesa continentes y permite a millones de personas producir su propia electricidad solar o eólica y enviar la energía que le sobra de regreso al sistema.
    Estas dos internets se van a combinar en la próxima década y surgirá una internet de movilidad digitalizada compuesta por vehículos eléctricos cada vez más autónomos con energía renovable de costo marginal cercano al cero en sistemas inteligentes de caminos, ferrocarriles, aéreos y marítimos. Esos sistemas permitirán a la gente compartir comunicación, energía y movilidad.
    Esto ya está ocurriendo en algunos lugares. Alemania ha ido construyendo paulatinamente la infraestructura necesaria en los últimos 10 años. Ya desde 2005, cuando Angela Merkel se convirtió en Canciller del país, analizó con Rifkin sus planes para convertir a Alemania en el paradigma de la transformación y convertirse en líder de la Tercera Revolución Industrial.
    Desde entonces, el país trabaja en los tres frentes: digitalización de las comunicaciones, energía renovable y movilidad.
    El otro centro de actividad es China. Cuando el presidente Xi y el primer ministro Li asumieron el Gobierno, ambos habían leído The Third Industrial Revolution y prestaron gran atención a las propuestas del libro. Advirtieron que el país había quedado atrapado durante mucho tiempo en la Primera Revolución Industrial y también en la segunda y no querían perderse la tercera.
    Partes de Estados Unidos también se están moviendo en esa dirección, sin mayor participación del Gobierno: California, Oregón, el estado de Washington, Nueva York, Nueva Inglaterra y la zona San Antonio-Texas. Hay parques eólicos en los campos y muchas grandes empresas y pequeñas startups aspiran a liderar la transición.

    Aumento de la productividad
    La clave para entender esto está en el concepto de eficiencia agregada. Esto es, la relación que existe entre el trabajo posible y el verdadero trabajo útil que viene inserto en un producto o servicio. Cuanto mayor es la eficiencia agregada de un bien o servicio, menor desperdicio se produce en cada conversión en su viaje por la cadena de valor.
    La economía tradicional dice que uno aumenta la productividad invirtiendo más capital en mejores máquinas e incorporando trabajadores con mejor desempeño. Ambas cosas reducen el costo marginal fijo de la producción. Pero esos factores representan solamente 14% de la productividad, más o menos. El resto se explica por mejoras en la eficiencia agregada en el manejo, en la alimentación y en el movimiento de la actividad económica.
    Los economistas están comenzando a advertir que la eficiencia agregada es un determinante fundamental del crecimiento de la productividad. En el pasado los economistas no lo advirtieron porque carecían de entrenamiento en termodinámica. En cambio, los químicos, los ingenieros, los biólogos y los arquitectos lo entienden.
    Cuando comenzó la segunda revolución industrial en Estados Unidos había una eficiencia agregada de 3% en la producción de bienes y servicios. Los métodos de producción masiva mejoraron notablemente ese nivel y creció la productividad. Pero había límites a la eficiencia de las telecomunicaciones, a los sistemas energéticos de combustibles fósiles y al transporte a combustión del siglo 20. Para principios del siglo 21 la eficiencia agregada en Estados Unidos había subido a casi 13%. Japón lideraba el mundo con 20%. Ese era el techo y el crecimiento de la productividad se detuvo.
    Ahora con el avance de la Tercera Revolución Industrial más afianzado, la eficiencia agregada va a subir otra vez, tal vez exponencialmente. Dos factores tienen que ver: uno es el de los costos de comunicación, energía y transporte enormemente reducidos. El otro es Internet de las Cosas. El costo de los sensores y los chips de identificación, por primera vez, está cayendo lo suficiente como para introducirlos en billones de dispositivos: termostatos, líneas de ensamblaje, electrodomésticos y mucho más, todos reuniendo datos. Con el protocolo IPv6, esos dispositivos pueden interconectarse a través de internet. Cuando la tecnología inteligente esté incorporada a hogares, oficinas, fábricas e infraestructura, la gente tendrá una imagen transparente de toda la actividad que fluye en la economía y podrá aprovechar la información para hacer análisis predictivos que mejoren la eficiencia termodinámica y la productividad mientras reducen la huella económica de la actividad económica.

    Vivir en la “economía de la abundancia”
    Asistimos al nacimiento de un nuevo sistema económico: un híbrido entre la estructura capitalista existente y la economía del compartir. La mayoría de los bienes y servicios que hacen a nuestra calidad de vida van a ser mucho menos caros. Será más fácil ampliar la prosperidad sin tener que luchar por recursos escasos porque será más fácil aprovechar al máximo los recursos que tenemos.
    Las cooperativas, los servicios gratuitos, las empresas que ofrecen compartir recursos mediante apps desplazarán a algunas –no todas– las empresas que dependen de modelos de negocios con costos fijos.
    Esto ya se vio con las comunicaciones digitales. Negocios enteros se vieron sacudidos: la música, la televisión, los diarios, las revistas, los libros, los medios educativos. Pero aparecieron nuevos negocios y no solamente las grandes plataformas como Facebook, Google y Amazon. Millones de personas están produciendo y vendiendo o compartiendo productos virtuales, como música, videos y textos, todo con un costo marginal de producción cercano a cero, usando blogs y redes sociales para encontrar públicos. Millones de estudiantes están estudiando y diplomándose en universidades abiertas.

    Los inconvenientes
    Se van a interponer muchos problemas políticos en el camino. Por ejemplo: ¿Cómo aseguramos la privacidad de los datos cuando todos estén conectados? ¿Cómo impedimos el cíber crimen y el cíber terrorismo? ¿Y cómo impedimos que las grandes compañías de internet monopolicen la plataforma con propósitos comerciales y exploten la información que reúnen?
    Cada vez más, los miembros de la generación del milenio se dan cuenta de que su información personal se convierte en commodity y se vende a terceros que la incorporan a sus algoritmos para usarla con diferentes propósitos. Los gobiernos autoritarios pueden usar esa misma información para controlar lo que la gente hace políticamente.
    Estos son temas cualitativamente relevantes. En Europa los políticos han comenzado a reconocer que los problemas de la internet oscura son tan enormes como brillantes sus posibilidades, y que tendrán que invertir por lo menos 50% de sus capacidades regulatorias para controlarlos.
    Es ingenuo pensar que Google, Facebook, Amazon y Twitter pueden mantener sus actuales prácticas sin regulación. Las batallas ya han comenzado. Y la sombra más grande en el paisaje es el cambio climático. Muchos científicos creían que todavía teníamos otros 100 años antes de tropezar con una crisis importante, pero nadie pudo anticipar la trayectoria circular de las emisiones globales de carbono. Cuanto más se calienta la Tierra, más se acelera el proceso del cambio climático. Probablemente tengamos menos de 30 años para salir definitivamente de la civilización de carbono.
    Afortunadamente, la Tercera Revolución Industrial se basa en tecnología post– carbono. Además, se inclina hacia una infraestructura más distribuida y más diversa. Cuanto más diversos y distribuidos sean los sistemas y las redes, más resiliente va a ser la estructura y menos vulnerable al cíber crimen, al cíber terrorismo o a los desastres naturales generados por el cambio climático.
    Pero la transición va a tener que ser rápida. Deberíamos poder hacer el cambio en 30 o 40 años. Es posible si todo el mundo la encara con pasión y compromiso en los próximos 30 años, usando la tercera revolución industrial para hacer la transición a una civilización ecológicamente más sustentable y más justa.