La clase media es ya la mitad del mundo


    En el mes de septiembre de 2018 se produjo un hecho histórico de enorme significación: por primera vez en la historia de la civilización, los pobres y los vulnerables dejaron de ser mayoría en el mundo. A partir de ese mes más de 50% de la población mundial, o sea 3.800 millones de personas, vive en familias con un nivel de gasto suficiente como para ser consideradas de clase media o rica.
    El análisis que hacen Homi Kharas y Kristofer Hamel (de la Brookings Institution) clasifica como familias de extrema pobreza aquellas que gastan menos de US$ 1,90 por persona por día; y familias de clase media aquellas que gastan entre US$ 11 y US$ 110 por persona por día, según la paridad de poder adquisitivo o PPP. Completan la clasificación con otros dos grupos: familias vulnerables (las que están entre el nivel de pobreza y el de clase media) y familias ricas, o sea, las que están en el tope de la distribución del ingreso.
    Se valieron para su investigación de una clasificación de “clase media” desarrollada por primera vez en 2010. Pero como la clasificación no tiene una definición precisa que se pueda aplicar globalmente, utilizaron un umbral con las siguientes características: los que están en la clase media tienen algún ingreso que pueden usar para comprar productos durables como motos, heladeras o lavarropas; pueden ir al cine y disfrutar de otras formas de entretenimiento; pueden irse de vacaciones y viven con una razonable tranquilidad de que pueden aguantar un shock económico –como una enfermedad o un período de desempleo– sin volver a caer en la extrema pobreza.
    Hay otra historia relacionada con este surgimiento de la clase media global que se refiere a la rapidez con que está creciendo. En el mundo de hoy, una persona “por segundo” escapa de la pobreza extrema. Pero cinco personas, también “por segundo”, están entrando a la clase media. Los ricos también están creciendo, pero a ritmo menor: 1 persona cada dos segundos.
    Esto, que podría parecer un simple registro alentador de datos numéricos, es señalado por los autores como una buena noticia para las empresas y una mala noticia para los Gobiernos. La clase media impulsa la demanda en la economía global y a la vez demanda mucho más a sus Gobiernos.
    La estructura de la demanda económica, dicen, muestra que el consumo privado familiar representa la mitad de la demanda global (la otra mitad se reparte en partes iguales entre inversión y consumo del Gobierno).

    El target ideal
    Dos tercios del consumo familiar provienen de la clase media. Los ricos gastan más por persona, pero son numéricamente demasiado pocos como para impulsar la economía global. Los pobres y vulnerables son numerosos, pero tienen un ingreso demasiado escaso para gastar. Para la mayoría de las empresas, el target ideal es la clase media. Esto es así desde hace mucho tiempo en algunas economías avanzadas; ahora, en cambio, lo es a escala global.
    La clase media es el mayor segmento de la demanda en la economía global. Lo que la hace interesante para la empresa es que también es el segmento que más crece. Se proyecta que llegará a los 2.000 millones de personas para final de 2020 y a 5.300 millones para 2030. Si se la compara con la actualidad, en 2030 tendrá 1.700 millones de personas más mientras que el grupo vulnerable tendrá 900 millones de personas menos.
    Las tendencias para los pobres y los ricos son más modestas: 150 millones de personas menos en el caso de los ricos y 100 millones más en el caso de los pobres.
    Para 2030, los mercados de clase media en China e India representarán US$ 12,1 billones (o sea, millones de millones) y US$ 12,3 billones, comparables en tamaño al mercado de clase media en Estados Unidos, en ese mismo año, de US$ 15,9 billones.
    En la mayoría de los países, hay una clara relación entre el destino de la clase media y la felicidad de la población. Según la encuesta Mundial de Gallup, los nuevos ingresantes a la clase media son notablemente más felices que los atascados en el nivel de pobreza y vulnerabilidad. A la inversa, los individuos en países donde la clase media se contrae, registran mayor grado de estrés personal. La clase media también presiona a los Gobiernos para que actúen mejor. Esperan que les provean de vivienda accesible, educación y servicio universal de salud. Confían en las redes de seguridad pública para que los ayude en la enfermedad, el desempleo y la vejez. Pero se resisten a los esfuerzos de los Gobiernos para imponer impuestos que paguen esas facturas.

    Concentración del poder económico

    Aunque resulte curioso, el alerta y las preocupaciones por lo que se vislumbra como un proceso de excesiva concentración de capital (y de decisión) en el ámbito empresarial, en distintas actividades y geografías, no viene del costado político (y menos de la izquierda tradicional) sino del mismo ámbito empresarial.
    Desde 1997, la concentración del mercado ha crecido en dos terceras partes de las industrias estadounidenses. Una décima parte de la economía está en manos de industrias donde hasta cuatro firmas controlan nada menos que dos terceras partes de los mercados sectoriales.
    En toda Europa hay un proceso similar, aunque con algo menos de intensidad. En ambas geografías, los esfuerzos por disminuir o debilitar la excesiva concentración, no ha tenido éxito. Empresas grandes y medianas, cámaras empresariales, y empresas que incursionan en la vanguardia del conocimiento, consultores y académicos, ven este avance con gran preocupación. No piensan que favorece al capitalismo. Más bien que lo perjudica.
    Este debate que tiene un costado teórico importante, entronca con otra discusión que gana en intensidad. ¿Cuál es el propósito de una empresa? Ya no basta con ganar dinero, tener buenas ganancias como pregonaba Milton Friedman, hace más de cuatro décadas.
    Desde los centros de estudios sobre negocios, crece la percepción de que la sociedad tiene un fuerte rechazo a empresas donde lo único que importa es la magnitud de las ganancias y el valor de las acciones. O el repudio a los directivos solamente atentos al monto de sus salarios y compensaciones especiales. Con el agravante que, en términos generales, la ganancia empresarial no es tan buena como antaño.
    De ahí la vocación de muchos críticos de este cuadro, por redefinir el verdadero propósito de la empresa. Hay razones humanas, económicas y sociales que están presionando activamente por un cambio. Lo que obliga a pensar el propósito de la organización empresaria, a reflexionar sobre los mejores modelos imaginables, y a refundar la misma noción de la empresa.
    Como cabal demostración del pesimismo sobre este tema, basta ver el tipo de atención que recibe el análisis del poder de las grandes empresas.
    Cinco empresas –argumentan los pesimistas– Facebook, Alphabet, Amazon, Apple y Microsoft, concentran enorme porción del poder económico y hasta político. El temor se expresa así: es crucial controlar el poder y la disponibilidad de inteligencia artificial para evitar la dominación por parte de gigantescas empresas con enormes recursos económicos y base de datos.
    Las grandes empresas ponen condiciones y los gobiernos casi siempre hacen su juego.
    Amazon acaba de demostrar el desequilibrio de poder entre las grandes empresas y los gobiernos. Cuando el año pasado anunció que estaba buscando una ciudad para instalar una segunda sede, publicó un documento detallando todo lo que la ciudad tenía que ofrecer para poder competir. Además de exigir buenas rutas de acceso, buen transporte público y población con la debida preparación, el documento explicaba que los incentivos del estado y de los gobiernos locales serían factores importantes al momento de tomar la decisión.
    No es la única. En 2001 la compañía aeroespacial Boeing hizo exactamente lo mismo, y la ciudad de Chicago, Illinois, resultó la ganadora. Funcionarios a nivel local y estadual presionaron agresivamente para atraer a la compañía: le ofrecieron generosos incentivos financieros, promovieron las ventajas comerciales y culturales de la ciudad y crearon una comisión de primera categoría.
    No son solo los gobiernos los que son manipulados. En Gran Bretaña, por ejemplo, cuando son los sindicatos los que hacen concesiones –como aceptar recortes en las jubilaciones o o contratos menos seguros para personal nuevo– casi siempre se debe a que la empresa ha amenazado con llevar la producción a países con costos más bajos.
    Pero al tratar los empleos de la gente como moneda de cambio y sus ciudades como puntitos en el mapa corporativo las empresas están inoculando una sensación de inseguridad en la gente que erosiona su apoyo al capitalismo y a la globalización.
    Lo que está claro es que ha llegado para quedarse, un temor creciente por la presencia activa de monopolios y por la concentración de poder dentro del mercado en distintos sectores y actividades. Aunque tal vez no todas las acusaciones a este proceso sean fundadas. Pero se usan para explicar por qué los salarios están estancados, por qué vastas capas de la sociedad se resienten y se vuelcan hacia regímenes más autoritarios que cuestionan la vigencia de la democracia tal como se la conoce.
    El dato insoslayable es que hay menos cantidad de empresas hoy que las que había en los años 80, y que la concentración de mercado creció sustancialmente en 75% de las distintas industrias. Es decir, empresas hay menos. Pero el precio de productos y servicios sigue en ascenso.