La Agencia Internacional de Energía publica todos los años su World Energy Outlook. Al comparar esta nueva edición con el informe de hace diez años se observa que en esta década hubo cambios importantes.
Contra lo que podría preverse, lo que impacta en esta nueva realidad no es ni el cambio climático global ni los conflictos en las zonas productoras del Medio Oriente. Esos temas siempre inciden pero no mueven la aguja del escenario tradicional.
En 2008, 81% del total de la oferta energética eran hidrocarburos (petróleo, gas y carbón). En 2018 ese sector mantiene 81% y se esperan descensos poco significativos en los próximos 20 años. Pero las energías renovables, que hace una década significaban 1% de la demanda global –contando energía solar y eólica y biodiésel pero dejando fuera la hidroenergía– hoy contribuyen con 7% del total. Sin embargo, nada de eso incide decisivamente en la estructura de la demanda global. Lo que se comprueba es que la mayor presencia de energías renovables no está reemplazando al petróleo sino a las energías hidroeléctrica y nuclear.
Giro geográfico en la demanda
Uno de los grandes cambios de la década es el nuevo papel de Asia en el consumo global energético. En 1980, consumía 18% del total. Se pronostica que llegará a 41% en 20 años más.
Se estima que para 2040, 66% del crecimiento en el consumo provendrá de Asia. China es el principal protagonista de esta nueva realidad (6 de las 10 de las mayores firmas proveedoras del mundo son chinas), ya que importa 9 millones de b/d. Esto explica por qué a esta potencia le interesa la estabilidad de Venezuela y del Medio Oriente donde están sus principales proveedores.
Algo similar ocurre con India e Indonesia, dos compradores de energía cada vez más importantes (no olvidar el rol destacado que siempre mantiene Japón).
Shale oil
El otro acontecimiento que altera sustancialmente el escenario, es el resurgimiento de Estados Unidos como gran productor petrolero mundial, como lo fue al inicio del siglo 20. Pero esta vez, de la mano de petróleo y gas shale –de esquisto– los que extrae con una tecnología de vanguardia que domina a la perfección.
Aunque el informe de World Energy Outlook, no menciona el shale oil, en sólo 10 años se ha convertido en el gran actor de la energía. Estados Unidos produce 7,6 millones de b/d y la perspectiva es que habrá un crecimiento sustancial en los próximos años.
Esta nueva realidad altera algo vital: el precio del petróleo. En 2008, el barril de Brent se vendía a US$ 97 (dólares de ese momento). Ahora el precio está algo debajo de los US$ 70 por barril.
Ambas tendencias tienen toda la intención de continuar en el futuro cercano. Lo que no se sabe es cómo se logrará atenuar o eliminar el impacto ambiental.
La próxima jugada está en manos de tres hombres poderosos e impredecibles: el presidente de Estados Unidos Donald Trump, el presidente ruso Vladimir Putin y el príncipe heredero de Arabia Saudita en ejercicio del poder Mohammed bin Salman (conocido como MBS).
Cada uno de ellos conduce países con una industria petrolera capaz de producir por lo menos 11 millones de b/d. Eso los coloca en la élite de naciones responsables de más de un tercio de la oferta global combinada, o más de la totalidad del cartel de la OPEP. Pero aquí terminan los parecidos.
Los tres tienen diferentes motivaciones para incidir en las decisiones sobre el mercado petrolero.
1,2 millones de b/d menos
Los países miembros de la OPEP reducirán 800.000 b/d. El resto, entre otros productores –como Rusia– que acompañan a los socios de la organización que lidera de hecho Arabia Saudita. Irán, Libia y Venezuela fueron exceptuadas.
La decisión de los grandes productores, reunidos en Viena durante la primera semana de diciembre fue, como se esperaba, recortar la producción y estimular el mercado a pesar de la oposición de Donald Trump.
La OPEP cerró el último día –viernes 7 de diciembre– el acuerdo con naciones aliadas productoras de petróleo, Rusia incluida, cerrando un encuentro donde quedaron al descubierto profundas divisiones en la alianza energética sobre los términos del recorte de crudo.
La presión saudita se hizo sentir a pesar de las exhortaciones del presidente norteamericano a que Riyadh mantenga los precios bajos, algo que Trump compara con “un gran recorte de impuestos” para el mundo. La decisión de Viena refleja la necesidad de Arabia Saudita de elevar sus ingresos petroleros para financias sus ambiciosos planes de diversificación de su economía.
El crudo Brent, la referencia internacional para los precios del petróleo, subió 5% a más de US$ 63 el barril, en cuanto se dio a conocer el recorte de producción, pero luego volvió a caer y para la tarde del viernes cotizaba a US$ 61,30, una suba de 2% en el día. La referencia norteamericana, el West Texas Intermediate, se mantuvo en US$53,69, alrededor de 4,3% más alto.
Khalid al-Falih, el ministro de energía saudita, insistió en el recorte de producción, que se decidió luego de 48 horas en las cuales los negociadores advertían que un acuerdo que podría ser inalcanzable ayudaría a Estados Unidos a pesar de las objeciones de Trump. “El mayor productor de petróleo y gas es Estados Unidos,” decía Falih. “Los productores estadounidenses de shale probablemente estén respirando aliviados”.
La alianza retirará del mercado 1,2 millones de b/d durante los primeros seis meses de 2019. Los 15 miembros del cartel acordaron reducir su producción en 800.000 bd, mientras Rusia y los productores aliados aportarán una reducción de 400.000 b/d.
El acuerdo obedece a las espectativas de los aliados de reducir la producción entre 1 millón y 1,4 millones de b/d.
La reunión entre miembros y no miembros de la OPEP se produjo en un momento en que el mercado petrolero estaba cerca de tocar fondo, con la peor caída del precio desde la crisis de 2008. Los precios del petróleo se desplomaron casi 30% en los últimos dos meses aumentando la presión sobre los presupuestos en los países exportadores de petróleo.
La OPEP comenzó a recortar la oferta en sociedad con Rusia y otras naciones productoras en enero de 2017 para terminar con la caída de los precios. Pero en junio de ese año la alianza revirtió la medida y aceptó aumentar la producción después debido a la caída libre de la producción de Venezuela y a alteraciones en la producción de Libia.
Los 15 miembros de la OPEP venían demorando la decisión sobre cuántos barriles debía retirar del mercado hasta que Moscú no se expidiera sobre una reducción específica. Pero se avanzó sobre ese punto. Rusia reducirá 2% de su producción de 11,4 millones bd lo que equivale a unos 228.000–230.000 bd, dijo el ministro de energía Alexander Novak. Pero a su vez aclaró que su país reducirá la oferta gradualmente debido a las condiciones que afectan sus yacimientos durante el invierno.
Irán, un caso especial
Otro impasse se produjo cuando Arabia Saudita se negaba a aceptar una exención a Irán. Las sanciones norteamericanas contra Irán, tercer productor del cartel, ya redujeron notablemente sus exportaciones. El ministro de energía iraní, Bijan Zangeneh, decía que su país no debía ser obligado a recortar la producción debido a las sanciones, que tienen la aprobación de Arabia Saudita. Finalmente la OPEP acordó eximir a Irán, junto con Venezuela y Libia. Nigeria, que estaba eximida según un acuerdo anterior, participará en esta ronda de recortes.
Las exenciones significan que los restantes miembros recortarán su producción en 2,5% sobre los niveles de octubre, dijo el presidente del cartel y ministro de petróleo de la Unión de Emiratos Ãrabes, Suhail Mohamed Al Mazrouei. En abril se volverán a reunir para revisar las condiciones del mercado y ajustar la política de ser necesario.
No revelaron cuotas específicas para cada país, pero Arabia Saudita –el principal exportador– explicó su derrotero de producción durante una conferencia de prensa.
La producción del reino tocó su máximo en noviembre con 11,1 millones de b/d. Luego caerá a 10,7 millones en diciembre y a 10,2 millones en enero, dijo Khalid al-Falih.
“Esto es en parte por nuestro compromiso de comenzar 2019 con el pie derecho y demostrar que cumplir con este acuerdo no va llevar un largo período de reducción gradual, dijo Falih. Vamos a cumplir con lo que decimos”.
Esta declaración llamó la atención porque los analistas especulaban que Arabia Saudita buscaría disimular la dimensión de sus recortes de producción para evitar molestar a Trump. La administración norteamericana cabildeó intensamente para lograr un aumento de la producción a mitad de año mientras se preparaba para reinstalar las sanciones a Irán, una política que hizo subir los precios a lo largo de gran parte de 2018. Trump buscó culpar a la OPEP por la suba y ordenó al cartel que tomara medidas para recortar el costo del crudo varias veces durante este año. Mientras la OPEP+ estaba deliberando el presidente tuiteó que esperaba que no restrinjan la oferta sino “que la mantengan como está”.
La posición de EE.UU.
Arabia Saudita y necesita quiere precios más altos luego de la caída de 25% en el crudo desde octubre a menos de US$ 68 el barril y ha dado señales de que desea reducir la producción para lograrlo. Su presupuesto –que depende del petróleo– necesita un precio cercano a US$ 80 por barril para equilibrarse y para financiar los grandes planes del príncipe para modernizar y diversificar la economía. Pero el asesinato del periodista Jamal Khashoggi ha debilitado seriamente su posición internacional y podría reducir sus opciones en el mercado petrolero.
Estados Unidos, su principal aliado en Occidente, desea exactamente lo contrario para los precios del petróleo. Trump presiona con su campaña para mantenerlos bajos. Ha dicho con toda claridad que los precios bajos son una prioridad para su administración, al punto de restar importancia a la imposición de reintroducir sanciones contra la industria energética iraní a muchos de sus principales clientes. Eso, a pesar de la presión de Arabia Saudita para subir la producción y reemplazar los barriles de Irán.
Los precios bajos en boca de pozo son algo que Trump hubiera podido exhibir como triunfo más allá de que muchos economistas crean que el boom del shale –que ha vuelto a convertir en productor a Estados Unidos– significa que el petróleo ya no es algo tan relevante para la macroeconomía de Estados Unidos.
Es cierto que el presidente tiene poco control directo sobre las acciones de corto plazo de los incontables productores privados que constituyen la industria petrolera norteamericana, pero con la producción creciendo más rápido de lo anticipado podría creer que puede aguantar un precio bajo. El hecho que la industria petrolera esté concentrada en estados tradicionalmente republicanos como Texas y Dakota del Norte, significa que no debe preocuparse demasiado por sus votos.
Al haber dado a entender que estaba dispuesto a pasar por alto la posible participación de MBS en el asesinato de Khashoggi –y por ende, su responsabilidad– podría decirse que Trump ejercía control sobre Riyadh en este momento.
Muchos podrían suponer que eso debilita la posición de Washington en el mundo, pero el petróleo barato y las permanentes compras de armas eran el precio que Trump había puesto a la alianza. Arabia Saudita mantuvo hasta ahora sus planes de reducir la producción petrolera, pero la presión que soporta de Estados Unidos podría ser demasiada.
Rusia, con Putin, se sitúa más o menos en el medio, pero como siempre, estará pendiente de las posibles ramificaciones de la posición de Moscú en el mundo. Pocos dudan de que a Rusia le gustaría que los precios estuvieran un poco más altos para ayudar a su economía, todavía dominada por los recursos naturales. Pero Moscú es menos dependiente que Riyadh del petróleo y Putin cree que es mejor no elevar demasiado los precios porque eso aceleraría la entrada de ofertas rivales, como el shale norteamericano.
Además, como la industria petrolera rusa está formada por empresas estatales pero también privadas, la tendencia es no exigirles a las compañías que reduzcan demasiado la producción cuando recién en junio de este año se les permitió producir libremente después de 18 meses de control. La alianza petrolera con Riyadh, acordada hace dos años, es de gran importancia para Moscú y su proyecto de profundizar su papel en Medio Oriente.
La oportunidad de meter una cuña más grande entre Washington y Riyadh podría ayudar a Putin a superar algunas de sus dudas. También sigue de cerca las ventas de armas a Riyadh, que incluyen su avanzado sistema de defensa aérea S–400, que provoca consternación en Washington.
Los tres líderes se encontraron en la cumbre del G20 en Buenos Aires, a días de que los ministros de energía de Arabia saudita y Rusia presidieran reuniones del grupo OPEP+ en Viena para discutir política petrolera.
Demanda en aumento
Se estima que la clase media, en todo el mundo, ascenderá a 5.000 millones de personas para 2030 (en la actualidad es de 3.800 millones). Con el crecimiento, viene el aumento en el consumo energético, tanto en combustibles como en petroquímicos.
El tema mereció especial atención en la reciente Conferencia y Exhibición Petrolera de Dubai. Los participantes analizaron cuál es la respuesta adecuada a esta “Oil and gas 4.0”. Tanto el sector petrolero como el de gas tendrán en el futuro una robusta expansión que contribuirá a expandir lo que ya se llama “la cuarta Revolución Industrial”, camino en el cual deberá enfrentar y superar tecnologías disruptivas para navegar esta ola de profundos cambios que vive la humanidad.
El avance tecnológico no es ajeno a este sector. Y tampoco lo será ahora según todas las perspectivas. Utiliza y utilizará oportunidades de un mayor poder de computación, almacenamiento de datos, la nube, inteligencia artificial y analytics. Estas son algunas de las oportunidades que se avixoran.
Se advierte un enorme entusiasmo con la inteligencia artificial que promete revolucionar todos los segmentos en la cadena de valor de los hidrocarburos. Desde la exploración inicial, hasta la refinería.
Otros protagonistas dejan su esperanza vinculada a blockchain. Si bien es es mejor conocida como una criptomoneda, en verdad ofrece nuevas alternativas para hacer el tracking de los barcos de transporte de petróleo y gas, y vigilar el cumplimento de contratos especiales que son exigibles cuando se cumplen determinadas condiciones estipuladas.
Las nuevas tecnologías de extracción prometen ayudar a las empresas a mejorar el rendimiento de las explotaciones normales, a conseguir nueva extracción de operaciones antiguas, y a brindar todas las novedades para perfeccionar la explotación de shale oil & gas.
También a utilizar detección sísmica avanzada para detectar futuros yacimientos, y crear complejos modelos 3D de potenciales sitios.
En cuanto a los recursos humanos del sector petrolero, están en la edad madura. La edad promedio está en 42,7, cuando en 2014, estaba en 40,7. A la vez, hay nuevas necesidades. La integración de tecnología digital en diferentes aspectos y etapas de la industria, demanda trabajadores con habilidades en ese campo digital. Para lo cual habrá que diseñar e implementar una estrategia adecuada para el reclutamiento de talento joven.
El nuevo desafío es que tecnología y educación son ahora factores clave. Para atraer talento juvenil la industria debe actualizarse, logrando mayor agilidad, más colaboración y foco en lo tecnológico. Las empresas deberán desarrollar, además, una cultura de aprendizaje permanente.
Quatar se va de la OPEP en enero
Después de 60 años en el bloque, se dedicará más a la producción de gas.
Presionado desde hace 18 meses por el embargo diplomático y económico de sus vecinos árabes, incluidos Arabia Saudita y Unión de Emiratos Ãrabes, Quatar ha respondido aumentando su producción de gas natural. La OPEP no tiene ningún papel que jugar en el mercado global de gas.
Quatar ha sido siempre un jugador marginal en el cartel petrolero, comparado con los grandes productores como Arabia Saudita e Irak. Pero el anuncio se produjo justo cuando los miembros y los grandes productores se reunían en Viena para discutir el tema de recortar la producción para que suban los precios.
El ministro de energía quatarí, Saad Sherida al-Kaabi, dijo en conferencia de prensa que la decisión no guarda ninguna relación con el conflicto político con sus vecinos, que el país abandona el cartel petrolero para aumentar 40% su producción de gas natural en los próximos años.
Aunque las exportaciones petroleras de Quatar –600.000 barriles diarios– son ínfimas comparadas con los 11 millones de barriles diarios que produce Arabia Saudita, su salida de la OPEP es la primera de un país del Medio Oriente y tendrá consecuencias en los conflictos del Golfo Pérsico.