En verdad, ni tanto ni tan poco. Es cierto que en el proceso globalizador, mientras las conexiones comerciales y financieras aumentaban, las brechas de la desigualdad también lo hacían.
En economías desarrolladas, quedaron islas geográficas desindustrializadas y con una población empobrecida, donde los jóvenes no tienen chance de tener la calidad de vida y los ingresos de sus padres. Eso explica el éxito de Trump y el Brexit británico mejor que mil palabras.
Desde 1980 hasta ahora, el producto bruto mundial creció en 250%, mientras que el comercio global lo hizo en 600%. Esa es la foto global, pero hay regiones marginadas que votan en contra de lo que creen un castigo.
Además hay mitos que tuvieron difusión, a pesar de su inconsistencia.
Por ejemplo: no es cierto que la globalización ayude per se, a reducir la desigualdad. El trickle down no se confirma: aumenta el ingreso de los ricos, pero no necesariamente el de los pobres. La porción del ingreso global captado por el 1% más rico pasó de 16% en 1980, a 20% en 2016. Como contraste, la porción del ingreso global del 50% más pobre osciló en torno a 9%.
En cuanto al capitalismo la complejidad, escala, alcance y riesgo de los problemas actuales se ha convertido en algo tan grande y tan grave que está a años luz de lo que las débiles capacidades del capitalismo pueden manejar. Es como pedirle a un dinosaurio que realice una microscópica cirugía cerebral.
Veamos algunos aportes esclarecedores en este campo.
Viejo y nuevo proceso globalizador
Impacto de la “intimidad social”
A pesar de los vientos proteccionistas, la globalización llegó para quedarse. El clima actual no es el de la década del 30 cuando efectivamente el mundo se cerró de modo notorio. El proceso de expansión de la globalización se acrecentó a fines del siglo 20 con la desregulación de los mercados, sobre todo financieros.
Por Carlos M. Belloni y Eduardo L. Frachia (*)
Eduardo L. Frachia
Se trata de un fenómeno impulsado por fuerzas autónomas y privadas alimentadas por la imaginación y el deseo de lucro, apoyado en la logística por la revolución de las nuevas tecnologías de computación y de transporte, que se han difundido por todo el mundo y son utilizables en todos los niveles de la sociedad.
El comienzo de la globalización, sin embargo, puede ubicarse en los años 70 cuando se tomó aguda conciencia de un estado de interdependencia nunca antes experimentado en la economía internacional. Antes se pensaba que solo estaban íntimamente conectadas las economías industriales más avanzadas. Pero el golpe petrolero de la OPEP y los efectos de las deudas de los países pobres mostraron que la conexión ya existía a escala global.
En la década del 70, la palabra clave de las relaciones internacionales era interacción. Luego, en la década de los 80, se registró una intensificación de las interacciones, no solo económicas, sino también políticas y sociales.
En el caso de la “globalización de los mercados financieros”, los cambios han sido particularmente notables. Los flujos financieros a escala mundial llegaron a superar a los de bienes en una proporción que algunos estimaron de 50 a 1.
La globalización representa un proceso mundial sustentado en la incorporación de eficaces formas de organización productiva, basadas en el uso de altas tecnologías caracterizadas por el aprovechamiento intensivo del conocimiento y la información. La producción se vuelve diferenciada por calidades y tipos de bienes, desplazando a la fabricación de productos estandarizados.
Carlos M. Belloni
Vínculos e interconexiones
Una definición interesante de este fenómeno es la mencionada por Mac Grew y Lewis quienes sostienen que “la globalización se refiere a la multiplicidad de vínculos e interconexiones entre los Estados y sociedades que conforman el presente sistema mundial”. Describe el proceso por el cual “acontecimientos, decisiones y actividades en una parte del mundo tienen consecuencias significativas para individuos y comunidades en cualquier parte distante del globo”… “…implica una intensificación de los niveles de, interconexión o interdependencia entre Estados y sociedades que constituyen la comunidad mundial”.1
Si nos limitamos al campo económico el término globalización se aplica a procesos diversos, aunque pueden ubicarse en su mayor parte en una clase de carácter espacial o geográfico. Se trata de la expansión o extensión del comercio internacional, del crecimiento de los negocios multinacionales, de las asociaciones y proliferaciones de empresas en todo el mundo y, quizás sobre todo, de los movimientos financieros más allá de todas las fronteras.
La diferencia fundamental entre el proceso de globalización actual y sus experiencias anteriores es que mientras estas tuvieron el carácter de construir un fenómeno macroeconómico regulado o querido por los Estados, la experiencia reciente está construida por fenómenos microeconómicos transnacionales que los Estados no pueden fácilmente controlar o solo pueden facilitar y acompañar con su propia acción.
La expansión de la globalización obedece así a un conjunto de factores impulsores entre los cuales podemos mencionar como más importantes a la reciente innovación tecnológica, la mundialización de las finanzas, el crecimiento exponencial de las inversiones extranjeras directas, la liberalización del comercio y la desregulación. Las novedades llegaron todas juntas, interactuando y multiplicando sus efectos individuales por todo el mundo.
Esos factores y los fenómenos empíricos que ha generado invalidan muchos de los presupuestos que han inspirado el pensamiento clásico o heterodoxo sobre el funcionamiento de la economía internacional, a la vez que han erosionado las premisas sobre las cuales se asienta el actual sistema internacional. Sus efectos han incidido en la cultura, en la organización de la producción y en el comportamiento macroeconómico de las economías nacionales.
Intimidad social
Uno de los efectos más importantes de la innovación tecnológica ha sido el de crear, como lo afirman ciertos autores, una “intimidad social” a escala global que supera al tiempo y la distancia.
Como mencionamos anteriormente, los procesos de globalización aparecen asociados con rápidos desarrollos tecnológicos y con un intercambio libre y creciente de bienes, servicios y factores de producción. Sin embargo, pocas veces son mencionados los cambios estructurales implicados por aquellos procesos y los costos sociales de las propias estructuras resultantes de los nuevos mercados globales así establecidos. Tampoco se explicitan con frecuencia los diferentes caminos y etapas posibles y compatibles con las metas globalizantes.
Un aspecto relevante es la creciente fragmentación social que la globalización supone. La fragmentación es la fuerza opuesta a la globalización. El aumento de esta última en el mundo es utilizado por el movimiento antiglobalización como testimonio de la decadencia de la globalización.
En particular, la fragmentación social ha emergido en los últimos años como consecuencia del aumento de la desigualdad. Este fenómeno resulta difícil de explicar para los economistas neoclásicos dado que, por un lado, la distancia en percepción de renta entre el Norte y el Sur ha aumentado, mientras que al mismo tiempo también ha aumentado en países paradigmáticos como EE.UU., donde la distancia entre el 20% de la población más rica y el 20% de la población más pobre se ha incrementado.
La fragmentación social observada no deriva solamente del mal funcionamiento de las políticas económicas sino que existen razones estructurales, culturales y morales que lo explican.
Lo cierto es que durante la globalización, el capitalismo y las corrientes ideológicas neoliberales consolidaron su presencia tanto en las áreas geográficas tradicionales como en numerosos países de Europa Oriental, América latina y Asia. Esto significó la incorporación de nuevos espacios y mercados al orden económico capitalista prevaleciente.
La coordinación de las políticas de los países altamente industrializados, en particular Estados Unidos, Japón y Alemania, ha sido un aspecto clave para el ordenamiento de esta globalización del capitalismo. A pesar de que ese ordenamiento está sujeto a discrepancias inherentes a la situación estructural de los países principales, la capacidad política de sus dirigentes y la defensa concertada de sus intereses básicos comunes han conducido a la formalización de decisiones colectivas para preservar el predominio de las economías más eficientes.
La última gran crisis financiera ha puesto en jaque al sistema capitalista y se ha cuestionado su viabilidad. Sin embargo, la crisis no ha sido provocada por el capitalismo, sino más bien por el libertinaje financiero al amparo de garantías estatales. Traer a escena todos los males del capitalismo luego de que ocurriera la crisis financiera es similar a sostener que la libertad de precios es un mecanismo perverso luego de haber garantizado a la industria nacional la capacidad de aumentar los precios al amparo de la protección de la competencia externa.
Para evitar nuevas crisis financieras a escala global, lo importante es que los países desarrollados limiten su activismo a la política monetaria y fiscal y se concentren en revisar los principios básicos con los que ha operado el sistema financiero internacional, pero manteniendo e incluso acentuando el liberalismo comercial.
Como ocurrió en la década de los años 30, pareciera ahora emerger una oleada de proteccionismo comercial y esto va a contramarcha del buen funcionamiento del sistema capitalista. Son los intereses comunes del comercio los que mantendrán al mundo unido y cooperando para finalmente superar la última crisis y crear las bases de un capitalismo más sólido.
(*) Académicos del IAE.
Un estadio más del proceso
¿Desglobalizar el planeta?
Existen corrientes teóricas e ideológicas que postulan “el día después” de la globalización. En otras décadas también existieron fuertes debates acerca de si nos encontrábamos entonces ante la primera, segunda o tercera ola globalizadora. Ahora sostienen que nos hallamos frente a un irreversible proceso de retroceso, o de algún tipo de nueva globalización.
Por Carlos Ramírez (*)
Carlos Ramírez
En realidad, estamos atravesando un estadio más de la misma globalización iniciada a fines de los años 70 y principios de los 80.
La caída del Muro de Berlín (1989) y el fin de la Guerra Fría en lo político internacional, y el avance del Consenso de Washington y el neoliberalismo económico de los 80 y 90, en lo macroeconómico y financiero –hechos históricos importantes entramados con otros muchos hitos internacionales–, llevaron a que académicos como Francis Fukuyama hablaran del “fin de la historia”, intentando instaurar un “paradigma” único para la triunfante economía capitalista.
Tras esta puesta en escena del capitalismo occidental, y en el contexto cultural y social que diera el postmodernismo, es que se patentizó el fenómeno de la globalización, que algunos académicos posicionan su origen en un par de décadas anteriores. ¿Pero de qué tema de la globalización nos ocuparemos aquí, al haber un abanico de aspectos sociales, económicos, políticos, entre otros? Hablemos sobre la globalización del comercio.
Para poner un punto referencial, fue desde los 80 que se expandió y se profundizó la liberalización del comercio a escala mundial, acompañado del aggiornamento de organismos internacionales e institutos como el Acuerdo del GATT que, a través de la Declaración de Marrakech, se recrea en la Organización Mundial de Comercio (1994), o el Consejo de Cooperación Aduanera que se reconvierte en la Organización Mundial de Aduanas (OMA). Los que resultaron ser desde allí hasta ahora, verdaderos brazos ejecutores en materia de facilitación del comercio.
Traemos a modo de ejemplo del impulso de los 90, que en esos tiempos se aplicó en la gran mayoría de las aduanas de la región la selectividad en el despacho a plaza de las mercaderías, siendo muchas veces las mismas aduanas alentadas a competir por la obtención del menor tiempo del des-aduanamiento de las mercancías.
A la vez, se establecieron nuevas rutas marítimas, se ramificaron las opciones del transporte multimodal, se concesionaron y explotaron viejos puertos de aguas profundas y se construyeron buques portacontenedores de mayor porte, entre otras iniciativas. En lo que respecta a la OMC, a principio de siglo inicia la Ronda de Doha o Ronda del Milenio, con grandes expectativas en el libre comercio como superador de las crisis económicas y financieras devenidas en el mundo en el transcurso de las dos décadas anteriores.
Profundizar la libertad
Todo parecía ir más que direccionado a la eliminación de la mayoría de las barreras para-arancelarias y arancelarias, y a la profundización de la liberación no solo del comercio, sino también de los flujos financieros a escala global. Hasta que pasó un hecho completamente inesperado: el 11S, el atentado a las Torres Gemelas en suelo estadounidense (2001).
A partir de ese instante se “cerró” el mundo. Los puertos y aeropuertos, las cargas y los circuitos bancarios y financieros, todo era observado y vigilado, involucrándose Estados Unidos y sus países amigos, de lleno en la lucha contra el terrorismo.
De allí que incluso algunas cargas destinadas a ese país debían proceder, para acceder a un tratamiento más o menos ágil, de países que hubieren calificado como “aduana segura”. Ante estas difíciles circunstancias, se generó una inquietante contradicción: por una parte, debía seguir circulando con fluidez el comercio y por otro, había que asegurar a la cadena logística de todo tipo de intrusión.
La OMA recomendó la aplicación del Marco Normativo SAFE, que, entre otras cuestiones aduaneras, no solo es sobre seguridad sino también de asociación entre la empresa y la aduana, y propone la implementación de la figura del Operador Económico Autorizado. Las aduanas comenzaron a aplicar el Marco SAFE aproximadamente desde el año 2005, no todas al mismo tiempo, implementando la gestión de riesgo, el adelanto de la información y la incorporación de los controles no intrusivos, resolviendo la aparente contradicción entre facilitación y seguridad.
En tanto, la OMC avanzó con la liberalización, pero la Ronda de Doha se detuvo ante las peticiones y exigencias de los negociadores de los BRICS, lo que no impidió que se siguiera negociando con todos sus miembros el Acuerdo Sobre Facilitación del Comercio (enlazado íntimamente con los objetivos del G20).
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por su parte estableció con más fuerza, luego de la crisis del 2008 –recordemos a los bonos subprime, coincidente con la caída de los precios internacionales de los commodities, la implementación agresiva de medidas proteccionistas y el temblor del sistema bancario americano y europeo–, el Foro Global Sobre Transparencia e Intercambio de Información Tributaria (que se inició en 2000), la interrelación de las administraciones tributarias del mundo en la lucha contra el lavado de dinero y la opacidad fiscal, alcanzando al estudio de las operaciones de compraventa internacional y a los precios de transferencia.
Otros actores relevantes
Por último, otros artífices de este ordenamiento económico y financiero de tipo liberal, que conforma el esqueleto de la globalización del comercio y las finanzas desde los años 80, son el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), quienes tuvieron y tienen, una gran preponderancia en el refinanciamiento de deudas públicas, acompañando de manera decisiva los lineamientos del Consenso de Washington.
Aunque existieron intenciones de reestructurar al FMI, se lo postergó para más adelante, lo que quizás nos indica, tanto como el proceder en el tiempo de los otros organismos ya mencionados, la continuidad de la dirección que la gobernanza mundial estableció hace ya varias décadas.
En conclusión, no podemos hablar de nueva globalización de tipo comercial, sino que debemos advertir que desde sus orígenes siempre la globalización del comercio coexistió con fragmentaciones y disrupciones, pasando en verdad a nuevas y distintas etapas de implementación y ejecución de la liberalización, quizás de la más clásica…
Es cierto que el mercado actual es diferente al que se presentaba en el mundo no hace más de cinco años. Incluso las mercancías que se producen para satisfacer la demanda de otras partes también han sufrido transformaciones, sin dejar de tener en cuenta la fuerte demanda y oferta de servicios, ya posicionados desde hace muchos años en el mercado global. Basta mencionar al comercio electrónico, que no sin iniciales dificultades, ha traído una nueva forma de provisión y de consumo.
En otro sentido, actualmente en vez de llevar adelante negociaciones en la mesa de la OMC o en el seno de los procesos de integración regional, la mayoría de los países escogen suscribir acuerdos multilaterales más abiertos, absolutamente liberales en su concepción.
Pero en esencia, son solo variaciones de un mismo fenómeno; es más, hay cosas que no cambian: el libre comercio sigue siendo impulsado por todos los países, especialmente por los países desarrollados, y el proteccionismo nunca se retiró. Por otra parte, ¿son realmente novedosas las guerras comerciales emprendidas por los europeos o los americanos, a favor de la colocación de sus manufacturas en los países en desarrollo? ¿China nos sorprende como actor que irrumpe y negocia desde hace varios años en la economía de mercado? ¿La vuelta a los aranceles altos en Europa y en Estados Unidos, no son acaso la genuina cara del proteccionismo a la vieja usanza?
Evidentemente, no son hechos que demuestren verdaderos cambios en el escenario actual del comercio y de los negocios internacionales, como tampoco son demasiado suficientes para alertarnos y pensar, aunque sea solo por un rato, que el globo se está desglobalizando.
(*) Docente de la Maestría en Procesos de Integración Regional-Mercosur (Facultad de Ciencias Económicas de la UBA).
¿El fin de una época?
Un tercio del mundo con democracia en retroceso
Este año menos de la mitad de la población planetaria vive en ella. Pero el porcentaje de la que disfruta de ella en forma “plena” cayó a menos de 15%. ¿Qué pasó con la legitimidad y el atractivo del sistema? ¿Por qué se difunde el autoritarismo con tanta rapidez?
Donald Trump
Los rasgos característicos del sistema democrático –como la libertad de expresión, el imperio de la ley, las elecciones libres y limpias– siguen en pie pero dañados. ¿Será posible repararlos o habrá que admitir que pasó la era de la democracia?
El retroceso de la democracia se acelera: la tercera parte de la población del mundo vive en una democracia en progresivo deterioro. Estas conclusiones de un informe redactado por Anna Lührmann y Matthew Wilson se basan en datos extraídos del proyecto V–Dem 2018 (Varieties of Democracy), una investigación que cubre 178 países y constituye el mayor esfuerzo de ciencias sociales que mide la democracia en todo el mundo. Del estudio se extraen tres grandes conclusiones.
Declina en todo el mundo
A finales de 2017, la mayor parte de la población mundial vivía en democracia. Pero desde entonces un tercio de ella, o sea 2.500 millones de personas, ha atravesado un proceso de “autocratización” mediante el cual un líder o grupo de líderes comenzó a limitar los atributos democráticos y a gobernar más unilateralmente. La actual tendencia hacia la autocratización se observa en todo el mundo y afecta a Europa y todo el continente americano. Solo el Ãfrica subsahariana muestra, en promedio, algunas mejoras democráticas.
Por primera vez desde 1979 hay igual número de países con democracia en retroceso que con democracia en avance.
Solamente 15% de la población mundial vive en países donde todos, cualquiera sea su género o estatus socioeconómico, tienen acceso más o menos igualitario al poder político.
Afectados los países más populosos
Cuatro de los diez países más populosos de la tierra están afectados por la autocratización: India, Estados Unidos, Brasil y Rusia. La democracia más populosa –India– se volvió menos democrática cuando el Gobierno hindu-nacionalista conducido por el partido Bharatiya Janata aprobó o implementó leyes y regulaciones más estrictas que reducen la libertad de los medios para criticar al gobierno y que restringen la libertad de expresión. Sin embargo, las elecciones de India siguen considerándose libres y limpias.
Los periodistas brasileños son blanco de un creciente acoso cuando informan sobre los grandes escándalos de corrupción que han sacudido al país en los últimos años. Además, después de años de crisis política, los distintos sectores políticos muestran menos respeto recíproco en el debate público. Semejante polarización daña las instituciones democráticas en el largo plazo.
La actual Rusia de Vladimir Putin figura en el nivel más inferior del índice del ranking de la democracia liberal después de décadas de represión a los activistas políticos y los medios críticos.
En Estados Unidos
El país del norte cayó 24 lugares en el ranking de países con democracia liberal en los dos últimos años: del séptimo puesto en 2015 al 31º en 2017. Al comparar el resultado de Estados Unidos en 2017 con el promedio de los últimos 10 años, la caída es precipitada y sin precedentes. Los expertos bajaron sus estimaciones sobre la democracia en el país porque comenzaron a dudar que el Congreso pueda contener los excesos del ejecutivo.
Tampoco creen que el partido opositor pueda contribuir a vigilar, investigar o controlar al partido mayoritario. Estiman que la rama ejecutiva del Gobierno muestra menos respeto por la constitución y menos cumplimiento de las leyes.
En cuanto al cumplimiento del Gobierno con las decisiones de la Suprema Corte, Estados Unidos solía ranquear entre los primeros países del mundo. Ahora cayó al puesto 48.
¿Pasó la hora de la democracia? David Runciman, profesor de ciencia política de la Universidad de Cambridge, se diferencia de muchos otros teóricos en que no señala al presidente Donald Trump como la causa del deterioro democrático en Estados Unidos. Él no parte de la premisa que el actual presidente es el peligro central. Si bien toma el fenómeno Trump con seriedad, cree que el Presidente es solo un síntoma del problema, no la causa. Su premisa es que tal vez la democracia occidental ha superado ya su periodo de apogeo. Floreció en Occidente bajo circunstancias históricas particulares. Bajo nuevas condiciones, los sistemas democráticos podrían quedar vacíos de contenido y comenzar a fracasar.