Por Mariano Lamothe*
Mariano Lamothe
Si bien en las últimas semanas se ha observado una mejora de la confianza (de la mano de algunos datos de crecimiento más favorables, la suba del precio del petróleo, las menores salidas de capitales de China, y las decisiones de los principales bancos centrales), los riesgos a la baja siguen siendo significativos y no es posible descartar un nuevo episodio de turbulencia financiera en los próximos meses.
En este marco, en su última edición del World Economic Outlook (WEO) el FMI redujo sus proyecciones para el crecimiento en 2016 y 2017, sugiriendo además que los riesgos están sesgados a la baja. Una causa importante detrás de esta corrección es que la demanda, en particular la de inversión, sigue siendo débil y sobre todo en los países exportadores de materias primas, cuyos términos de intercambio se han desplomado. El proceso de reequilibrio en China ha reducido perceptiblemente el incremento de la inversión mundial, donde también ha incidido la mayor incertidumbre general acerca de las perspectivas de crecimiento.
Según el organismo, la economía mundial crecería 3,2% y 3,5% este año y el próximo, respectivamente, lo que representa un ajuste de –0,2% y –0,1% respecto de las proyecciones de enero. La revisión de los pronósticos se asocia tanto a un deterioro de las perspectivas para el mundo desarrollado, como de las economías emergentes. En el primer caso, se estima una expansión de 1,9% (en lugar de 2,1%) en 2016 y de 2,0% (y no 2,1%) en 2017. Mientras que para los países emergentes ahora se proyecta un crecimiento de 4,1% (vs 4,3%) este año, y de 4,6% (vs 4,7%) el próximo.
Un escenario desafiante
En el mundo desarrollado, EE.UU. mantendría una expansión moderada con una suba del PIB de 2,4% en 2016 (–0,2% en relación a la proyección previa) y de 2,5% el año próximo (vs 2,6%). El fortalecimiento de los balances, la desaparición del lastre fiscal y la mejora del mercado de la vivienda serían los principales drivers de la suba, factores que contrarrestarán los efectos adversos del fortalecimiento del dólar, la desaceleración del crecimiento de los socios comerciales, los nuevos recortes a la inversión en energía y el debilitamiento de la industria. La eurozona, por su parte, seguiría recuperándose a ritmo lento, con un crecimiento de 1,5% en 2016 y de 1,6% en 2017. El debilitamiento de la demanda externa se verá compensada por los efectos favorables del abaratamiento de la energía, la acotada expansión fiscal y las condiciones financieras propicias.
En cuanto a las economías emergentes, China disminuiría su ritmo de avance este año y se estima un incremento de 6,5%, a partir de las medidas de estímulo anunciadas por el Gobierno. India, por su parte, mantendría un buen ritmo de crecimiento (7,5% en 2016 y 2017). Mientras que Rusia, si bien continuará enfrentando dificultades, mostraría este año una retracción menor a la de 2015 (–1,8% vs –3,7%) y podría marcar un magro avance en 2017 (+0,8%).
La performance de América latina
América latina, impactada por la crisis en Brasil y la caída en el precio de las materias primas, volverá a ser la región de peor desempeño entre los emergentes durante 2016, con un retroceso de 0,5%, luego de una baja de 0,1% el año pasado. Mientras tanto, en 2017 podría lograr un pequeño avance, de 1,5%, en la medida que el gigante de Sudamérica evite una nueva contracción de su PIB. Dada la alta dependencia económica en la exportación de materias primas, el derrumbe en los precios afectará el desempeño de estos países. Además, con un dólar apreciándose en el mundo en un contexto de gradual suba de la tasa de interés en EE.UU., los flujos de capitales hacia la región continuarán reduciéndose, sumando un condicionante a las importantes restricciones estructurales que rigen para la inversión.
De todos modos, el contexto global no afectará a todos los países de la región por igual. Por un lado, América del Sur seguirá sufriendo los profundos efectos de la disminución de los precios de las materias primas; por el otro, México, América Central y el Caribe se están beneficiando de la recuperación de EE.UU. y, en la mayoría de los casos, de la caída de los precios del petróleo. En este marco, Perú, Colombia y México serán las economías más dinámicas de la región en 2016, marcando avances de 3,4%, 2,6% y 2,4%, respectivamente.
Un párrafo especial merece Brasil, que en 2015 mostró el peor desempeño de los últimos 25 años y cuyos pronósticos continúan en revisión. La crisis política, de extrema magnitud, arrastra a la economía. Las decisiones de consumo e inversión se encuentran paralizadas debido a la desconfianza de la sociedad en el rumbo de la política económica. La corrupción, el proceso de impeachment iniciado contra Dilma Rousseff, la aceleración de la inflación y los bajos precios de sus productos de exportación son algunos de los factores que explican este comportamiento.
Perspectiva argentina
En definitiva, con menor crecimiento global, un dólar encareciéndose, mayor estrés financiero en los mercados, condiciones monetarias más restrictivas, menores precios de commodities y mayor aversión por activos de riesgo, el mundo no jugará a favor de las economías emergentes. Sin embargo, la Argentina tiene una buena oportunidad. A partir del cambio de rumbo puesto en marcha por la nueva administración, las perspectivas domésticas han mejorado sustancialmente por lo que el país podría diferenciarse de otros emergentes bajo tensión (como Brasil) y resultar así un destino atractivo de las inversiones en un contexto de capitales globales más selectivos.
En pos de recuperar la confianza de los inversores, las autoridades han hecho significativos avances en materia de política económica, apuntando a corregir los desequilibrios existentes y recuperar el crecimiento, pero cuidando que las medidas sean políticamente viables, tolerables en lo social, y compatibles con un buen funcionamiento microeconómico.
Así, han establecido un nuevo esquema económico basado en un régimen cambiario de flotación administrada, uno monetario de metas de inflación y una política fiscal que apunta a lograr el equilibrio pero de manera gradual, y al crédito externo como mecanismo para financiar la transición. En este esquema, la economía podría volver a crecer tímidamente en el último cuarto del año (+1,2%), cerrando 2016 con una baja de 0,8% promedio.
La eliminación del cepo cambiario y la normalización de las relaciones con el mundo y con las empresas locales, junto a la corrección de precios relativos, deberían impulsar la recuperación de la inversión, y con ello, el inicio de un nuevo ciclo de expansión. No obstante, las firmas están atentas ya que las autoridades aún no han logrado anclar las expectativas en torno a un valor esperado para la inflación, el tipo de cambio y la actividad económica.
Como antecedente, vale considerar que en 2015 las ventas en dólares de las 1.000 empresas que más facturaron en el país presentaron una suba de 8%, mientras que el PBI medido en la misma moneda arrojo una suba del 12%. Es importante aclarar que esta comparación resulta útil en términos de tendencia ya que se miden ingresos en tanto que el PBI mide valor agregado. Asimismo, los ingresos están fuertemente afectados por el ritmo inflacionario, por lo que no se mide rentabilidad.
El peso de las 1000
La dinámica inflacionaria y distintos procesos de devaluación o congelamiento del tipo de cambio implicaron comportamientos diferenciales de la facturación de las 1000 empresas del ranking. En 2014 el efecto de la recesión claramente traccionó hacia abajo los niveles de facturación. En 2015, la facturación no alcanzó a recuperar la caída de 2014 ya que fue un crecimiento de la economía muy heterogéneo sumado a que el congelamiento cambiario estancó la facturación de muchos sectores exportadores.
En la evolución a pesos corrientes, los ingresos de estas empresas superaron los $3,6 billones representando 74,1% del PBI expresado en la misma moneda, siendo este el menor ratio desde 2005, luego de caer por segundo año consecutivo.
Cuando deflactamos los niveles de facturación de las 1000 empresas vemos que en los últimos dos años el nivel de facturación en términos reales se contrae. De este modo, se terminó de cerrar un período en el que el crecimiento de la economía fue muy heterogéneo y que nunca pudo volver a los niveles previos al comienzo de la inflación de dos dígitos. Es claro que la inflación hace difícil dimensionar qué parte del crecimiento es real y cuál nominal.
Agrupando la facturación por ventas según los grandes rubros, el sector productor de bienes representa 56,2% de la facturación de las 1000 con un crecimiento interanual en las ventas de 18,5%, mientras que el de comercio y servicios tuvo una participación de 43,8% con un incremento interanual muy superior (37,9%).
En cuanto al sector productor de bienes, el segmento con mayor crecimiento en la facturación fue el de electricidad, gas y agua con una variación superior a 30%. Esto se puede explicar especialmente por el efecto de la suba de tarifas de 2014 que impactó en todo 2015.
En lo que hace al rubro más importante en peso relativo, el de la industria manufacturera (con 37,2% de incidencia sobre el total), presentó un crecimiento de 19,6%.
Un segundo análisis es el que se relaciona con la concentración de empresas por sector y la facturación promedio de las mismas. De esta manera, observando ambas variables, se puede obtener una noción más aproximada del tamaño de las compañías por rubro. En primer lugar, de las 1.000 empresas que más facturan, 57,7% se dedica a la producción de bienes. Otro punto a destacar es que se observa una elevada diferencia en el tamaño de empresa por facturación promedio entre las productoras de bienes a favor de las del rubro explotación de minas y canteras. Esto se debe a que en general poseen una mayor orientación externa y son capital intensivo por lo que los niveles de facturación son por unidad.
Lo observado en los últimos años seguramente irá mutando a partir de 2016. En primer lugar porque la combinatoria de devaluación más la eliminación de retenciones o liberación de las exportaciones seguramente le dará mayor volumen al sector agropecuario y agroindustrial. En tanto, el segmento que se verá afectado será aquel dedicado al consumo masivo. La gran incógnita es cuál será el resultado que exhiba el sector financiero, que viene ganando lugar en los últimos años. Es importante hacer hincapié en que el proceso de suba abrupta de la inflación en la primera parte del año y su reducción sustancial en el segundo semestre generará grandes ganadores y perdedores.
En una mirada de mediano plazo, aquellos sectores de capital intensivo y en los que no se invierte hace varios años son los que observarán mayor dinámica y seguramente eso repercutirá en los niveles de facturación y en el resultado del próximo relevamiento. Habrá que analizar con atención cómo madura el proceso de atracción de inversiones para determinar si las empresas logran aumentar su facturación y por ende, la economía exhibe indicadores claros de crecimiento.
*Economista gerente de Desarrollo de Negocios de abeceb.com