Teorema pro–mercado: eficiencia + gestión

    Por Rubén Chorny

    Fue cuanto menos sugestivo que la entonces Presidenta Cristina Kirchner no concurriera a la cumbre de los líderes empresariales y políticos del mundo en Davos 2014 y sí lo hiciera el actual mandatario, Mauricio Macri, en ese momento jefe de Gobierno porteño y aspirante a sucederla. En ese ámbito, el jefe de Cambiemos anticipó el que sería uno de sus principales lemas de campaña: “La Argentina afronta un problema severo de falta de confianza y de credibilidad”.
    Si bien ese era un año en el que la inversión extranjera directa se desplomaba en América latina, la tasa argentina exageró: dos veces y media más. Mucho peor que la de Brasil, Colombia, Uruguay, que registraron caídas más leves, y hasta que de Perú. Chile y Ecuador terminaron siendo las “ovejas blancas” sudamericanas para los capitales, mientras Bolivia y Venezuela recibieron la mayor bolilla negra, de acuerdo con la estadística elaborada por Cepal.
    El repliegue de los capitales se venía dibujando previamente en los labios de los 1.344 CEO de todo mundo que vertieron su opinión, a requerimiento de la consultora internacional PwC, sobre las oportunidades de negocios en cada país.
    La encuesta se divulgó en el resort suizo ante la flor y nata empresarial del mundo: también ahí Argentina aparecía en el pelotón de las peor calificadas, junto con Venezuela, España y Francia.
    Otra debacle en ponderaciones internacionales, esta vez referida al clima de negocios, divulgó más recientemente “The Travel & Tourism Competitiveness, Report 2015/World Economic Forum”: ubicaba al país en el puesto 140, anteúltimo, entre 141 países evaluados. Venezuela cerraba la lista.
    Es ni más ni menos lo que trasuntó el balance final implícito del gobierno saliente: exiguas reservas visibles en poder del Banco Central y cuantiosísimas camufladas en colchones, cajas de seguridad y cuentas bancarias del exterior. Por todo concepto, los libros contabilizaban US$ 25.000 millones, de los cuales los contantes y sonantes no superarían los 5.000 millones. Por exportaciones ingresaron en el año US$ 61.000 millones, 23.000 millones menos que en 2011, y los “activos externos del sector financiero y no financiero”, según INDEC, suman poco más de US$ 232.500 millones, de los cuales apenas 4.152 millones forman parte de las tenencias de las entidades bancarias, nacionales y privadas. Es decir que en total permanecen en la clandestinidad 228.348 millones. Sólo en el último año la fuga de capitales del sistema financiero y cambiario por parte de la actividad privada, excluidos los bancos, fue de casi US$ 4.000 millones, y desde que se impuso el cepo cambiario acumularon US$ 40.000 millones.
    ¿Cuántos regresarán a las arcas oficiales? ¿En qué plazos? ¿Bajo qué condiciones?
    No son los únicos dólares escabullidos. También quedaron varios miles de millones entre los famosos silos bolsa y los granos de la cosecha pasada entregados a los exportadores, acopiadores y a la industria. El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Miguel Etchevehere, estima en US$ 8.000 millones el remanente que espera por mejores condiciones cambiarias.


    Bernardo Kosacoff

    Expectativas

    El ex titular del Banco Central, Martín Redrado, afirma que no para de atender llamados y visitas de clientes desde que Mauricio Macri pasó a ser el favorito para el balotaje con Daniel Scioli.
    “Mi visión es muy positiva en el mediano plazo. Está claro que el primer año es para que se concreten inversiones financieras, que serían como el puente para llegar a las que realmente importan. Esa transición permitirá evitar las turbulencias”.
    El termómetro lo dará la recuperación de las reservas. Su expertise le tira un nivel crucero a reunir de US$ 25.000 millones de libre disponibilidad, limpios de polvo y swaps.
    “La clave está en si se podrá hacer en seis meses o se perderá todo 2016”, advierte.
    El CBO del Grupo Los Grobo, que factura US$ 1.700 millones al año, Horacio Busanello, transmite la expectativa favorable del sector ante el cambio de gobierno: el beneplácito con el que se recibieron el tipo de cambio único, que se permitiera a los productores disponer del trigo y el maíz, la eliminación de las retenciones para estos cultivos, del 5% en la soja. Pero aun así no cree en una automática lluvia de dólares en ciernes. Trasmite con mímica un “piano, piano”, en la versión italiana, o “wait and see”, en la inglesa.
    No obstante, es concluyente cuando supedita la paciencia a que haya una dirección bien marcada en la aplicación de las medidas en los primeros 90 días de gestión. “Hay una palabrita mágica que es credibilidad, confianza, que es lo que el gobierno deberá ganarse”, sostiene.
    Igual no se priva de regalar optimismo. “El campo va a reaccionar rápido, vamos a recuperar las hectáreas de trigo y de maíz en la próxima campaña. La soja no va a caer, con lo cual prevemos un aumento del área agrícola y un mayor uso de tecnología. Hoy por hoy, como la rentabilidad no acompaña, se la usa menos.
    Con el paquete económico que define tipo de cambio, tasa de interés, retenciones, presión fiscal nacional y provincial y costos de inflación y salarios razonables, la gente de campo se pone a hacer lo que sabe: producir, que es lo que le gusta”.
    Lo expresa en números: “Estamos hablando de 20 millones de hectáreas de soja, y puede haber algún cambio hacia maíz porque los precios no cayeron tanto como los de la soja. Lo que se perdió fue el trigo, la cosecha fina, pero la recuperación será rápida. En un año podemos estar aumentando la producción de granos en 20 millones de toneladas y estaremos hablando de 120 millones de toneladas entre los cuatro cultivos principales: soja, maíz, trigo y girasol”.
    Desde Colombia, el presidente ejecutivo del grupo agrícola, Gustavo Grobocopatel, anunció concretamente que aumentarán sus inversiones en Argentina en hasta 50% con el propósito de que, en un plazo de dos a tres años, se incremente la producción entre 40 y 50%.
    “Argentina en los últimos años ha estado como paralizada, dormida. Es el momento de recuperar el terreno perdido”, arenga.
    El economista de Puente Banca de Inversión, Alejo Costa, se entusiasma con una estimación que califica de conservadora para llenar en 2016 un portafolio con unos US$ 10.000 millones, que podrían multiplicarse a alrededor de 25.000 millones en línea con la entrada de capitales vecinos a partir de 2017.
    Redrado se abstrae y bosqueja el campo de batalla de los primeros meses de gobierno: “La inversión financiera inicial demandará como paso siguiente empezar a acordar con el frente externo para terminar con el capítulo del default y que se pueda ir hacia la normalidad como la que goza cualquier miembro del mercado financiero”.
    Pero Busanello saca a la superficie, además, una piedra que el inversor siente en el zapato: “Hasta ahora hablamos de cambio único, pero no quedó claro que si traigo un dólar lo puedo sacar al día siguiente”.
    Para Redrado también es fundamental lograr que el inversor confíe y se quede en pesos sin que sea a costa de una suba de la tasa de interés fenomenal, letal para los sectores reales, sobre todo por cómo afecta la recesión, el empleo.
    Juega en contra, según su razonamiento, que no haya percepción popular de crisis. “No saben que el Banco Central está pelado, en bancarrota. Es algo tan distante del ciudadano común, como que el déficit fiscal sea mayor a los 7 puntos del PIB. Tampoco cuenta que el tipo de cambio esté atrasado. Por todo esto, la recomendación es marchar con pies de plomo”, explica.
    Subyace aún una tensión entre la expectativa positiva de los dueños de los capitales por el advenimiento de una administración pro–mercado y los resquemores de una población convencida de que las regulaciones e intervención estatal “le cuidaban los garbanzos”, como gustaba repetir el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández.
    De cómo el fiel de esa balanza se desplace hacia la euforia o la decepción dependerá el clima de negocios auténtico que se conforme.
    De ahí que Redrado calcule en un año, por lo menos, el margen para convencer al inversor real, “el que importa realmente, el que produce con los recursos renovables, con la fábrica”.

    El turno de los fierros

    Que un exégeta de la industria nacional como Bernardo Kosacoff diga que los tiempos buenos están por venir torna más verosímil el optimismo: “Se viene un clima de negocios muy favorable. Se van a reactivar proyectos dormidos en agroindustria, energía y minería, pero nadie espera una fiesta”.
    No obstante, avizora un difícil 2016.
    El presidente de Fiat Chrysler Argentina, Cristiano Rattazzi, es otro de los que se entusiasma con las perspectivas que se abrieron: “Los dólares van a venir muy rápido y a un precio de equilibrio alto como en el primer gobierno de Néstor”, se esperanza.
    La industria automotriz sabe que el mercado brasileño está capacitado para recibir cinco millones de autos por año, si bien en 2015 no espera más de dos millones, pero le abre un crédito a los nuevos aires nacionales.
    Daniel Afione, gerente general de Asuntos Corporativos en Toyota Argentina, intentaba infructuosamente hacerles entender a los funcionarios K la necesidad de estar en un plano de igualdad con México y Tailandia para poder exportar vehículos de la planta de Zárate a mercados como Colombia que nos aplican el 16% de arancel por no pertenecer al Tratado del Pacífico, cuando aquellos competidores entran sin tributar nada. Ahora se cree que, más temprano que tarde, un Mercosur revitalizado se acercará hacia el sub bloque vecino.
    Por de pronto, el levantamiento del cepo implicará liberarle a la industria los insumos que necesita importar para producir. Depende en un 60% promedio del abastecimiento externo.

    Infraestructura

    Mientras se reacomodan las variables macroeconómicas que la industria necesita para trazar escenarios de mediano y largo plazo, el nuevo gobierno se propone activar los planes de inversión en infraestructura para todo el país, y en especial el plan Belgrano que comprende al Norte.
    “Esperan los fondos multilaterales, sobre todo del Banco Mundial, proyectos sólidos, ya que hay 3.500 millones de dólares disponibles para nosotros –afirma Redrado–. La plata para el plan de infraestructuras está, pero va a depender de la eficiencia de gestión, y ahí la primera condición es que los funcionarios se sienten y aprendan dónde está la botonera”.
    Significa que “habrá que hacer licitaciones inobjetables desde la nueva administración pública, lo cual requiere procesos que llevan con suerte nueve meses desde que se licita una obra hasta que se ejecuta. El solo ingreso de esas divisas a proyectos específicos en particular por parte del Banco Mundial, que es el que las tiene, puede empezar en los primeros seis meses de gobierno, pero la obra en sí no se hace antes de 9 meses a un año”, indica el ex presidente del BCRA.
    A su vez, Busanello consideraría un buen paso destinar US$ 50.000 millones para lo que se necesite en caminos, aeropuertos, puertos, energía, no sólo para los próximos 10 años sino para dentro de 50. “Endeudarse para hacer esas obras es conveniente porque quedan para hijos y nietos. Claro que hay que usar mano de obra local y no importarla. Sería como una segunda etapa, en la primera, la prioridad es tapar los agujeros”, dice.
    La consultora multinacional KPMG cuantificó la infraestructura necesaria: el sector energético demandaría US$ 28 mil millones, vivienda US$ 10 mil millones; y un tercer nivel de 7 mil millones compuesto por transporte con 3.600 millones; agua y sanidad con 2.200 millones y vialidad con 1.200 millones
    Hacer que vuelvan las inversiones extranjeras sería el paso siguiente. El ejecutivo de Los Grobo, con rica experiencia en cargos relevantes en Monsanto y Syngenta, subraya que “nos fuimos de las relaciones con países como Estados Unidos, Europa, y a la vez las profundizamos con China. Además de que se impone mantenerlas, habrá que atraer a los que hemos distanciado con las reglas de juego prometidas en la campaña, a fin de que inviertan lo más rápido posible. Recordemos que hubo una enorme cantidad de capitales que se volcó en América latina (Brasil, Colombia, Perú, Chile, hasta Uruguay) y hasta Argentina esa corriente no llegó”.
    Hasta 2013, la composición sectorial de la IED en la Argentina se distribuía de forma homogénea entre los recursos naturales, las manufacturas y los servicios, recuerda Cepal en el último reporte. Pero como el gobierno de Cristina obligaba a las multinacionales a reinvertir las utilidades que el cepo impedía sacar, recicló US$ 7.365 millones en “más de lo mismo”.
    Lo acaba de plantear Mariano Sánchez, socio de KPMG Argentina, responsable de Advisory, ante un grupo de empresas clientas: “Es un desafío volver a capturar la inversión extranjera directa (IED)”.
    El economista Jorge Todesca recuerda la filípica de la Presidenta al empresariado cuando le enrostraba por cadena nacional haber interrumpido la oleada de inversiones durante casi todo su segundo mandato: “Nosotros les sostenemos la demanda y el mercado; son Uds. los que tienen que responder por el lado de la inversión y dejar de juntar la guita en pala”.
    Ya por estos tiempos de final del ciclo K el INDEC registraba en una caída entre 3 y 4% en la formación bruta de capital, esa “mala onda” privada hacia la política económica cada vez más recostada en el Estado y financiada con maquinita.
    Ahora las expectativas viraron hacia la incipiente conformación de un clima de negocios que por ahora es sensación, y se consolidará o no, dependiendo de la buena praxis que demuestre el equipo de Macri para “pasar el verano”.

     

    Martín Redrado, economista del Frente Renovador

    En busca de las reservas perdidas



    Identifica el ex presidente del Banco Central a la valija de Antonini Wilson y la muerte de Néstor como los hitos del giro que dio Cristina Fernández de Kirchner hacia una ideología anti-mercado que desalentó inversiones.


    Martín Redrado

    -¿Qué hubiera hecho a partir del 11 de diciembre último para generar un clima de negocios como el que anunciaba en campaña el ahora Presidente Mauricio Macri?

    -Mi secuencia sería: shock de medidas a favor del campo, eliminación de las retenciones. Propuse algo que quería más Frigerio que Prat Gay: suspender las retenciones a la soja hasta el 1 de marzo, de manera de generar un impacto fiscal en la liquidación de divisas. Pensaba que la clave sería no mover el tipo de cambio nominal, pero sí mejorar el efectivo para dar una ventana de oportunidad y luego hasta hacerlo decreciente: reducir el 35% en diciembre, el 25 en enero y el 15 en febrero, para volver en marzo al 35. Y que debería también encararse una negociación con los holdouts.

    -¿Y en materia de inversiones más genuinas?

    -Mi visión también abarca al sector energético con los incentivos fiscales para obtener resultados en el corto plazo. Los fondos multilaterales sobre todo del Banco Mundial, donde hay US$ 3.500 millones ya disponibles para nosotros, esperando proyectos sólidos. Debería haber una nueva carta orgánica del Banco Central, una agencia federal de estadísticas, un programa macroeconómico con metas plurianuales en materia de gasto público, recaudación, emisión monetaria, política salarial, de inversión pública, metas específicas y monitoreables que marquen un sendero claro para la tasa de inflación, que llegue en dos años a un dígito, derogar la ley de abastecimiento, el artículo 20 de la ley de mercado de capitales que habilita a la Comisión Nacional de Valores a presentarse en las asambleas de accionistas y pueda intervenir y tomar decisiones arbitrarias.

    Resumen del pasado
    -Por haber ocupado en un lugar estratégico dentro del gobierno saliente, ¿cuándo estuvo el país en el mapa global de los negocios y cómo se llegó a la situación de la última etapa?

    -Hubo una etapa de oro: 2005, 2006, 2007. La reestructuración de la deuda, con la que se salió del default, nos produjo al promediar el año un problema inverso al actual: nos llovían dólares. Con Lavagna tuvimos que sacar la resolución 616 del Ministerio de Economía que pone un encaje al ingreso de capitales de corto plazo. No había manera de poder parar la apreciación del peso, producto del ingreso masivo de dólares. Si bien no había brecha cambiaria, fue como que el contado con liqui que los terminó desvelando, funcionara al revés. Se generaba una apreciación del peso que uno, como presidente del Banco Central, no podía convalidar.
    Traíamos en principio una realidad económica con superávits comercial y fiscal gemelos, acumulación de reservas y tipo de cambio competitivo. Pero después vino la crisis internacional con la quiebra de Lehman Brothers, justo cuando recuerdo que teníamos una gran expectativa sobre Cristina respecto de su integración al mundo inclusive por encima de la que planteaba Néstor.

    -¿La crisis cambió esa posición?

    -No sé si habrá sido por aquella famosa valija de Antonini Wilson, que sucedió a las dos semanas de asumir el gobierno, en 2007, pero coincidentemente se empezó a disparar en ella un sentimiento contra el resto del mundo y un acercamiento cada vez mayor a Venezuela, lo cual fue quitando o condicionando el clima de negocios, sobre todo la inversión.
    A partir de que se jugaron las reservas del BCRA a expandir la economía en 2010/2011 y por eso pusieron el cepo, se nota una visión de la economía respecto del consumo interno muy ideológica de Cristina, que al morir Néstor Kirchner, que había tenido un manejo muy práctico, hizo primar aquella concepción que veía al sector privado como un enemigo que se llevaba la plusvalía, para volver al Capital de Karl Marx. Y que sólo el Estado puede morigerar, acotar o apretar ese afán depredador de ganancia.
    Obviamente que su idea era impulsar el consumo vía gasto público, subsidios, y que así se nutriría la inversión, lo cual no ocurrió. Porque en un esquema en el que se aprieta al sector privado, se avasallan las instituciones, se lleva todo por delante, se genera una retracción de la inversión y queda únicamente la pata del consumo que termina muriéndose en 2014, por la devaluación que trajo una caída del salario real, falta de creación de empleos.
    Solo sobrevivió el consumo público en estos cuatro años, lo que puede verse en el resultado de las elecciones: hay un hartazgo de la gente, de decir basta de llevarse todo por delante, pero también ha sido un período presidencial muy malo. Si se miran los números surge que hay estancamiento económico con alta inflación, lo que hizo que el bolsillo de la gente no estuviera tan dulce como en las anteriores elecciones.

    Horacio Busanello, CBO Grupo Los Grobo

    La luna de miel no irá más allá de marzo

    El efecto electoral repercutió fuerte en el grupo agrícola con negocios en el país, Uruguay, Paraguay y Brasil: aumentará sus inversiones en hasta 50% con miras a duplicar su producción. El ex Monsanto y Syngenta explicó lo que se viene.


    Horacio Busanello

    -¿Existe algún plazo tácito que haya puesto el sector privado para empezar a ver los resultados de las medidas?

    -Hay que asumir que la luna de miel con el nuevo gobierno no va a ser muy larga. Ya se absorbió la transición prelectoral, luego la del recambio de gobierno y los tiempos corren. No creo que sea de seis meses; es más si en los primeros 90 días de gestión no hay una dirección bien marcada, la gente se va a impacientar. Hay una palabrita mágica que es credibilidad, confianza, que es lo que el gobierno debería ganarse. Podría definirse el actual momento como de “wait and see”.

    -¿Percibe una reacción positiva del campo hacia el nuevo gobierno?

    -Soy muy optimista. El campo va a reaccionar rápido, vamos a recuperar las hectáreas de trigo y de maíz en la próxima campaña. Soja no va a caer, con lo cual prevemos un aumento del área agrícola y un mayor uso de tecnología. Hoy por hoy, como la rentabilidad no acompaña, se la usa menos.
    Con el paquete económico que define tipo de cambio, tasa de interés, retenciones, presión fiscal nacional y provincial y costos de inflación y salarios razonables, la gente de campo se pone a hacer lo que sabe, que es producir, que es lo que le gusta.
    Estamos hablando de 20 millones de hectáreas de soja, y puede haber algún cambio hacia maíz porque los precios no cayeron tanto como los de la soja. Lo que se perdió fue el trigo, la cosecha fina, pero la recuperación será rápida. En un año podemos estar aumentando la producción de granos en 20 millones de toneladas y estaremos hablando de 120 millones de toneladas entre los cuatro cultivos principales: soja, maíz, trigo y girasol.

    -¿Qué tendría que suceder?

    -La clave es que se permita una fluidez en el mercado de exportación de trigo y de maíz. Es más importante que las retenciones. El productor quiere decidir qué hacer con sus cosas, si tiene trigo venderlo en el mercado local o exportarlo, y no que el burócrata de turno le diga si ese mes puede exportar tanto o nada.
    Luego sí está la reducción de las retenciones que en cultivos como trigo o maíz no hacen la diferencia. En el caso de la soja, hay conformidad con que se bajen de a 5% al año.

    Tipo de cambio efectivo
    -¿Qué paridad provocaría que se liquiden rápido los dólares del agro?

    -Hablar del tipo de cambio único no resuelve la ecuación. Si no se alivia la presión fiscal vía IVA, donde tengo que sembrar maíz con tanto IVA en los insumos pero la AFIP no me lo devuelve, la ganancia queda ahí capturada. Si el tipo de cambio es alto pero suben los impuestos provinciales y municipales, lo que entra por un lado sale por el otro. Recordemos que el agro argentino compite con países que lo subsidian, principalmente Estados Unidos, Europa también, y Brasil subsidia la tasa de interés al productor, mientras que acá se grava la actividad. No existe más la soja de 500 dólares, ahora es de 300 dólares. De modo que la pregunta es si tiene sentido mantener algún tipo de retención sobre los precios de los granos.

    -Macri dijo que al restablecerse la confianza nadie se querrá llevar tan rápido lo que invierta. ¿Será tan así?

    -Hasta ahora hablamos de cambio único, pero no quedó claro que si traigo un dólar lo puedo sacar al día siguiente. Digamos que un argentino con sus fondos en el exterior o un extranjero lo primero que se plantea es si trae dinero porque le gusta la tasa de interés, lo deposita con el tipo de cambio ya ajustado, ¿podrá llevarse las utilidades, o retirar el capital? Por ahí durante un tiempo puede ser negocio ahorrar en pesos en lugar de dólares, pero si cambia porque le aparece otro negocio, ¿se la puede llevar?

    -Se habla de integrar la Argentina al mundo, pero la necesidad de recibir inversiones ¿no implicaría traer el mundo a la Argentina?

    -Nos fuimos de las relaciones con países como Estados Unidos, Europa, y a la vez las profundizamos con China. Además de que se impone mantenerlas, habrá que atraer a los otros con las reglas de juego prometidas en la campaña para que inviertan lo más rápido posible. Recordemos que hubo una enorme cantidad de capitales que se volcó en América latina (Brasil, Colombia, Perú, Chile, hasta Uruguay) y hasta Argentina esa corriente no llegó. Y hay que tener en cuenta también que la tasa de interés está barata por más que la FED la suba. Está en un piso histórico. Hay que aprovecharlo.