Por Florencia Pulla
La situación podría repetirse una y otra vez, ad infinitum. Alguien hace una compra por algún sitio de e-commerce y se sienta a esperar. Las películas nos han enseñado que el paquete llegará, indefectiblemente, a la puerta de casa: un cartero de cara bondadosa esquivará perros guardianes y cercas como las que Mark Twain hizo pintar a Tom Sawyer para entregar nuestro paquete. Pero no. Después de una semana o dos recibimos el aviso de un correo que pasó sin encontrarnos o nos apresuramos a pagar una moto para que nuestra cafetera –o libros, o computadoras– nos lleguen a tiempo.
No es una cuestión de ansiedad. Es que la logística de última milla –ese último paso, el que conecta al e-retailer con sus consumidores, entregándoles el producto– está lejos de estar aceitada. Y es grave porque el e-commerce no para de crecer pero con un talón de Aquiles que puede poner en riesgo las cifras de crecimiento conseguidas hasta ahora.
De hecho, según números que maneja la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE), el segmento de compras por Internet crece a tasas chinas: dígitos dobles, que superan el 50% hace años. Incluso en el contexto de una economía argentina en mayor recesión, el e-commerce local no deja de crecer. Nuevos players –Linio, Avalancha, Avenida, OLX– se han sumado al todopoderoso modelo de marketplace de MercadoLibre, ofreciendo mayor cantidad de productos a mejor precio y empujando la innovación en pagos y logística.
Pero la realidad es que el sistema dista de andar sobre ruedas. Quizás por eso la nueva unidad de negocios de BoxeWay, PackASAP, entusiasme tanto a especialistas del sector: es que, hasta ahora, la opción de los e–lockers no existía para el consumidor final. ¿Los e-retailers pueden suspirar aliviados?
A la americana
Aquella fantasía del correo del principio nace de la logística americana, que pone en la última milla –la que la conecta con el consumidor– gran parte de sus esfuerzos. En un país de ese tamaño, llegar hasta al pueblo más perdido del Sur significaba el triunfo del federalismo; ese servicio público que es el correo debía llegar a todos los ciudadanos por igual.
Para Juan Gruss, CEO del grupo BoxeWay, existe un antecedente histórico de por qué en Estados Unidos esta última instancia funciona tan bien: la venta por catálogos. “Está muy desarrollada desde siempre –admite– porque el e-commerce no es otra cosa que la evolución de la venta telefónica o por catálogo. Hoy el entorno digital da otras ventajas pero la acción de compra es esencialmente la misma. En Argentina lo que tenemos es todo un know-how en IT pero nos falta más madurez en proveer soluciones de última milla. Hoy el correo ya no sirve para mandar cartas; su negocio principal es la paquetería. Y para poder dar una mejor experiencia tienen que incorporar innovación tecnológica”. OCA, de hecho, anunció la implementación de e-lockers de la firma.
Ver que sus socios comerciales conseguían llegar al consumidor final entusiasmó a Gruss que decidió crear PackASAP. E-lockers, sí, pero pensados no para otro negocio, sino para el consumidor final. De B2B a B2C.
Los locales ubicados en puntos estratégicos del corredor Santa Fe-Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires (algunos, inclusive, dentro de Carrefour Express) servirán como pick-up point pero con una salvedad: los paquetes se retiran de e-lockers inteligentes, disponibles en horarios en donde la mayoría de la gente puede pasar a retirar su pedido sin ningún inconveniente.
Para que se entienda mejor: cuando una persona hace un pedido por Internet puede comprar un espacio en la web de PackASAP que distribuye el paquete en el lugar más cercano al domicilio o el trabajo y le da al usuario un código para que él y solamente él pueda abrirlo. Algo parecido a los famosos P.O Box que se hicieron populares en los años 90 solo que, en este caso, no hay propiedad sobre esa dirección particular sino que “aparece y desaparece según la conveniencia del usuario”, según Gruss. “Estamos en el lugar en donde más fricción tiene hoy el e-commerce, orientados específicamente en el usuario final que hoy quiere retirar sus paquetes más convenientemente y no está pudiendo”, reconoce. Poca cosa: para lograrlo invirtieron US$ 2 millones.