De off-shoring a next-shoring

    Cuando la palabra offshoring se incorporó al lenguaje popular, en la década de los años 90, era sinónimo de ahorro en costo laboral usando trabajadores de naciones en desarrollo acostumbrados a ganar poco. Pero también se lo veía como un cambio en la globalización, hecho posible por varios factores: liberalización en países como China e India, mejora en las capacidades de proveedores y trabajadores en mercados emergentes, mayor capacidad para transferir procesos de gerenciamiento a nuevos lugares y mejoras en transporte y comunicaciones.

    Algo similar está ocurriendo hoy, opinan Katy George, Sree Ramaswamy y Lou Rassey en una investigación para el Mckinsay Global Institute. Mientras nos instalamos en una “nueva normalidad” definida por la crisis financiera internacional, la recesión consiguiente y una recuperación desigual, los modelos tradicionales se ven anticuados. Para algunos productos, el bajo costo laboral sigue siendo una ventaja competitiva, pero a medida que suben los sueldos, el poder adquisitivo en los mercados emergentes los convierte en importantes centros de demanda, no solo ya de oferta.
    También está cambiando el panorama energético. No se trata solo del advenimiento del shale gas sino de un gran nivel de innovación en renovables y almacenamiento por baterías. A eso se le suman los avances que se derivan de la Internet de las cosas, todo lo cual aumenta las opciones estratégicas de los fabricantes.

    En lugar de pensar en términos de offshoring o incluso de “reshoring” (término que se utiliza para describir la vuelta de la manufactura a los mercados desarrollados) los investigadores piensan que los fabricantes deberían dedicarse a pensar en el futuro. Así, el equipo habla de una perspectiva next-shoring, que ponga el acento en la proximidad a la demanda y a la innovación. Ambas cosas, dicen, son cruciales en un mundo donde la creciente demanda en mercados nuevos premia la habilidad para adaptar productos a diferentes regiones y donde las tecnologías emergentes que podrían alterar costos y procesos están creando nuevos ecosistemas de oferta. Las estrategias next-shoring comprenden elementos tales como diversos y ágiles lugares de producción, una nutrida red de asociaciones orientadas a la innovación y un fuerte foco en las habilidades técnicas.

    George, Ramaswamy y Rassey presentan aquí una breve reseña de las fuerzas económicas que están transformando el paisaje de la manufactura y analizan las tecnologías que están dando un paso adelante.

    Fundamentos económicos

    El argumento a favor de next-shoring comienza con los conceptos fundamentales de demanda (crece la importancia de factores locales) y oferta (a medida que evoluciona la dinámica de costos laborales y energéticos. 

    Más de dos tercios de toda la actividad manufacturera global tiene lugar en industrias que tienden a ubicarse cerca de la demanda. Esto explica por qué la producción manufacturera y el empleo aumentaron recientemente desde que la demanda se desplomó durante la recesión que siguió a la crisis de 2008. Se avecina una demanda regional en sectores como automóviles, maquinaria, alimentos y bebidas y metales fabricados. 

    La cuota de demanda global de los mercados emergentes sigue creciendo: de 40% en 2008 a un cálculo de 66% para 2025

    Los límites del costo laboral barato. El aumento de la demanda local ayuda a explicar por qué el rápido crecimiento de los sueldos en China no ahogó allí la expansión de la manufactura. Los sueldos casi se duplicaron desde 2008, en parte como resultado de políticas internas de salario mínimo. 

    Los sueldos altos en China están aumentando la demanda local y así se refuerzan las opciones de inversión local para proveedores y fabricantes de equipos originales. Simultáneamente, la brecha trabajo-costo cada vez más pequeña refuerza la importancia de factores de demanda local para impulsar el empleo en la manufactura.

     
    El impacto del costo de la energía. El precio del gas natural en Estados Unidos cayó dos tercios cuando subió 50% la producción de depósitos de shale gas desde 2007. Unos pocos sectores –petroquímicos, fertilizantes y acero– se están beneficiando directamente. Otros comienzan a cambiar sus inversiones. Dow Chemical, Basf y Methanex, por ejemplo, anunciaron planes para que la nueva capacidad de manufactura en Estados Unidos aproveche las abundantes energías baratas. La investigación sugiere que para 2020, la energía barata podría elevar el PBI estadounidense entre US$ 400.000 y US$ 700.000 millones. La pregunta que se hace es si eso presagia un drástico reequilibrio de la actividad manufacturera global. 

    Revolución tecnológica. La tecnología tiene un papel todavía más decisivo que la dinámica energética. La robótica avanzada, las impresoras en 3-D y las operaciones de digitalización en gran escala están listas para alterar los supuestos fundamentales sobre costos de manufactura. Para extraer valor de estos cambios las empresas deberán hacer importantes inversiones y asegurarse acceso a centros de innovación, proveedores capaces y trabajadores con alta capacitación.

     
    Robótica avanzada. Las inversiones en robótica industrial han crecido casi 50% desde 2008 –incluso en naciones emergentes como China– a medida que se va desarrollando una nueva generación de sistemas con gran habilidad para procesar información. Esos robots pueden realizar una cantidad cada vez más grande de tareas fabriles, como manipular pequeñas partes electrónicas y levantar y empuñar productos individuales. Pueden trabajar junto a los humanos y ser capacitados por obreros de la fábrica y no programados por equipos de ingenieros. Robots más baratos y más capacitados que pueden realizar una cantidad de tareas humanas son otra razón por las que las compañías pueden instalar sus fábricas cerca de los mercados de demanda, aun si los sueldos allí son más altos.

    Impresión en 3-D. La conveniencia económica de la impresión en 3-D aumenta a pasos agigantados. Si bien todavía significa una pequeña tajada en el sector manufacturero (0,02%), las ventas de impresoras 3-D se van a duplicar para 2015 y los precios de los equipos se reducen rápidamente. Además, las impresoras 3-D abren la posibilidad de redes de producción más distribuidas y mayor customización. Permiten acelerar el desarrollo de producto porque eliminan tiempos de esperar la producción de prototipos por especialistas. Las empresas podrán además considerar nuevos modelos de cadena de suministro y, en algunos casos, reemplazar proveedores tradicionales de partes.

     
    Operaciones digitalizadas. La computación en la nube, las comunicaciones móviles y la Internet de las cosas están comenzando a combinarse con analytics avanzada para crear datos inteligentes que conectan activos y stakeholders como nunca antes. Cada vez más, los productos se comunicarán entre sí, con robots y máquinas avanzadas dentro de las fábricas y con clientes y proveedores. También habrá un ADN digital para las partes (materiales y equipos).

    Lo que todo esto significa es que se aproxima el día en que los fabricantes verán como nunca antes quién hace qué, dónde y cómo. Podrán realizar operaciones virtuales en sus teléfonos. Tendrán nuevas oportunidades para resolver problemas de optimización en planta con máquinas inteligentes que interactúan con personas online. En un futuro cercano podrán aprovechar oportunidades de diseño crowdsourced, o sea, realizado con la participación de mucha gente y producción on demand.

     
    Next-shoring. Aunque todas estas fuerzas todavía están en sus primeras etapas, ya señalan en dirección a dos prioridades para la estrategia de manufactura en la era del next-shoring: proximidad a la demanda y proximidad a la innovación, especialmente una base innovadora de proveedores. Estos dos ingredientes serán fundamentales tanto en países desarrollados como emergentes. Next-shoring no significa cambiar la manufactura de un lugar a otro sino adaptar y prepararse para la naturaleza cambiante de la manufactura en todas partes.