Por Graciela Alcivar
La tendencia por una vida más saludable se ve –cada vez más– reflejada en varios aspectos de la sociedad argentina, dispuesta incluso a pagar un poco más por los productos que beneficien su salud. La alimentación es uno de esos rubros y las principales marcas vienen explorando este sector con fuerza desde hace menos de 10 años.
Los alimentos y bebidas fortificadas, acompañando al estilo de vida de las grandes ciudades siguen creciendo y reafirman hacia dónde se dirigen la alimentación y los productos empaquetados.
A estos productos se los denomina convencionalmente alimentos funcionales y al cierre de este año lograrán un récord en ventas, como en verdad lo vienen haciendo año tras año. Se trata de aquellos comestibles y bebidas a los que en su elaboración les han sustraído componentes, como la lactosa de la leche, o les han agregado nutrientes para cumplir funciones específicas en el organismo. A pesar de sus beneficios, no son una cura para enfermedades sino una ayuda para reducir el riesgo de contraerlas.
Según un reciente informe de la consultora Claves, especialista en competitividad, en la Argentina el negocio de los alimentos y bebidas funcionales se halla en desarrollo y este año alcanzará su pico productivo y de consumo. La oferta en volumen viene creciendo a una tasa anual promedio de 7,9%, desde 2010 y el consumo per cápita es de 60 kilogramos por habitante al año. Esto es un poco más que la compra de carne vacuna, que fue de 56,2 kilogramos en el 2012, según datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA).
Gonzalo Vázquez, director comercial de Claves, cuenta que los resultados del análisis surgieron de entrevistar a 20% de las compañías del sector que definen 80% del giro del negocio. Así, en el segmento de lácteos y fórmulas infantiles dominan las firmas Mastellone, Sancor, Danone y Nestlé con marcas como Serecol, Sancor Bebé, Activia, Cindor, Nido y Nesquik.
Las bebidas también entran a competir en este segmento, pues a partir de que se conoció que la Argentina es uno de los países donde más se consume gaseosas con altos niveles de azúcar, las marcas optaron por proponer nuevos productos que resulten más saludables. Se presentan en formas de polvos para diluir, como Tang de Mondelez; jugos de soja, como Ades de Unilever, y jugos fortificados, como Cepita de Coca-Cola. Además, figuran las aguas saborizadas con nutrientes agregados, como Levité de Danone, H2oh! de PepsiCo y la dietética Ivess-Cormillot.
Productos novedosos
Los farináceos funcionales son los que quizá resultan más novedosos, al igual que la yerba mate marca Unión que cuenta con prebióticos. En este campo dominan Molinos Río de la Plata con sus pastas secas fortificadas Matarazzo y Luchetti, Grupo Bimbo con su pan integral, y las galletitas fortificadas marca Bagley, Ser, Cerealitas y Granix. Para finalizar, están los huevos con Omega 9 de Codepra y Avicoper.
Son cerca de 30 empresas, la mayoría ubicadas en el Conurbano Bonaerense, las que apuestan por el segmento de funcionales, que en 2012 –se estima– ya representó un poco más de 10% del valor facturado por el sector de alimentos y bebidas de manera agregada, que es superior a $124.000 millones, según Claves.
El sector deja una rentabilidad promedio de 25%. Además, a partir de la aparición de este nicho, surgieron nuevas compañías que prometen productos beneficiosos para la salud, principalmente con la producción de barritas de cereal fortificadas, como NatureCrops y Charinut. Esta última incluso innova en sus canales de comercialización, pues también presenta la opción de hacer pedidos online.
De esta manera, el mercado interno busca de a poco alinearse con el panorama internacional. En el ámbito global, los alimentos funcionales generaron en 2012 alrededor de US$ 95.300 millones. Asia, región precursora en la tecnología de alimentos, produce 50,4%; le sigue Estados Unidos con 38,4%, y luego la Unión Europea con 11,2%.
En 2011, Nestlé Global anunció que desembolsaría a lo largo de la década un monto de US$ 500 millones para desarrollar productos especiales que pueden ser útiles para cuidar la salud de la gente mayor. Por otro lado, Coca-Cola continúa expandiendo la comercialización a otros países de su bebida Géau vitaminwater –a fines del año pasado llegó a la Argentina– y persiste en la búsqueda de ofertas más saludables.
Mariela Mociulsky, fundadora de Trendsity y especialista en investigación de mercado y análisis de tendencias, atribuye el crecimiento de los alimentos funcionales, a un factor social. “El ritmo de vida acelerado de la actualidad fue imponiendo algunos cambios en el modo de alimentarse ocasionando una disminución de las comidas formales y el crecimiento del consumo de productos empaquetados y de alimentos de preparación rápida”, señala.
Pablo Renzulli, gerente de investigación y desarrollo de Mastellone Hnos., coincide con Mociulsky y agrega: “No se trata solo de una moda, sino que vemos una tendencia firme que se acentuará con el paso de los años.”
Mariela Mociulsky
¿Entre el escepticismo y la canasta básica?
Los indicadores de crecimiento y la ampliación del público que ahora accede a comprar alimentos fortificados demuestran que el escepticismo y el descreimiento en las etiquetas no son un mayor riesgo para los productores. Para Vázquez, esto en parte se debe a “la presencia de empresas líderes y a una serie de marcas que son reconocidas por los consumidores como de buena calidad pero sin que sean demandadas como funcionales sino como parte de su alimentación normal.”
Para eludir, en parte, los efectos de la inflación y de la lista de precios congelados fijada por el Gobierno nacional, la estrategia apunta a ofertar productos para distintos niveles a la medida de cada bolsillo. “Cada producto es diferente y en el diseño de cada uno buscamos que sea elegido por nuestros consumidores gracias a una relación precio-beneficio conveniente”, añade Renzulli.
Directores de varias empresas mencionadas en el informe de Claves señalaron como evidente una preocupación por la publicidad y promoción de los productos, para hacer frente a la imagen negativa que tienen algunos sectores. En este grupo de los que cuestionan se podría considerar, por ejemplo, a los naturalistas y a los defensores de la alimentación orgánica.
Mociulsky destaca que “la promesa tiene que estar basada en un beneficio funcional justificado y que el marketing ayuda a hacer llegar ese mensaje en la forma más apropiada”. Renzulli agrega que además de las herramientas de publicidad, el Departamento de Información Nutricional realiza visitas periódicas a los profesionales médicos para mantenerlos actualizados de todas las novedades.
La dimensión de las exportaciones
En la Argentina, a diferencia de otros países, no existe una regulación normativa sobre los alimentos funcionales, lo que dificulta conocer los volúmenes de exportación de este tipo de productos. “Al no existir posiciones arancelarias que tipifiquen partidas específicas no es posible la distinción para aquellos que entran dentro de la categoría de alimentos y bebidas funcionales”, explica Vázquez. Y agrega que la mayoría de lo que el sector produce es para consumo interno.
Sin embargo, la creación de alianzas estratégicas ha colaborado en la búsqueda de otros mercados. Por ejemplo, la venta de acciones de Sancor a Mead Johnson Nutrition (EE.UU.) para la producción y venta externa (especialmente a Venezuela y a Brasil) de sus fórmulas infantiles. Según el informe de Claves, el desarrollar mercados externos es otra de las posibilidades que mostraron varias de las compañías que cuentan con actividad en países de Latinoamérica.
De acuerdo con un comunicado del Anmat, “la legislación (actual) regula las declaraciones de las propiedades saludables que se le adjudican a un alimento, y la tendencia internacional no apunta a encuadrar los alimentos en una única categoría sino a evaluar la función específica de sus ingredientes debido a la diversidad y la complejidad de los mismos”.
De todas maneras, en otros países ya existen entidades regulatorias especializadas en este sector, como el FOSHU en Japón o el ACNFP en Inglaterra, y en la Argentina se han dado algunos avances en la materia, con modificaciones en el Código Alimentario Argentino.