Para entender a China

     

     
    Lo cierto es que el Pacífico será el centro de gravedad económico del planeta, y Washington se apresta a usar los recursos y herramientas que adquirió como gran superpotencia, para seguir teniendo la mayor influencia posible.
    Tanto China como India pueden convertirse en poderosos actores económicos, pero eso no implica que automáticamente dominen el escenario mundial como le tocó hacerlo a Estados Unidos. 
    Pero hay una razón poderosa por la que Argentina y toda la región latinoamericana deben prestar atención al nuevo escenario en el Pacífico y al notorio deslizamiento de poder desde Occidente hasta Oriente.
    Desde 2005 los bancos de China han prestado más de US$ 75.000 millones a América latina. El gigante asiático desplazó a Estados Unidos convirtiéndose en el principal socio comercial de Brasil y Chile. Nada más que en 2010, los bancos chinos prestaron al área más que el Banco Mundial, el BID y el ExIm Bank juntos, según un informe académico independiente publicado por la Universidad de Boston.
    Hay diferentes explicaciones sobre la estrategia china. Para algunos es un mecanismo para asegurarse provisión de commodities a largo plazo. Para otros, desde una perspectiva más ideológica, se trata de que Beijing busca reforzar los lazos Sur-Sur. Para la mayoría, la explicación es que China está comprando influencia con dinero barato.
    Cualquiera sea la interpretación, los latinoamericanos no pueden permanecer ajenos a este debate sobre el desplazamiento del poder mundial desde Occidente hacia Oriente, y las previsibles consecuencias políticas y económicas que tendrá este giro.
    En la edición de diciembre de 2012, Mercado exploraba estas interpretaciones y estas realidades. Una versión súper condensada de lo que opinan algunos argentinos que conocen bien el tema se dio a conocer entonces. Hoy, con la urgencia renovada de entender, publicamos en versión completa estas entrevistas relizadas por el periodista Rubén Chorny. Un camino plagado de tensiones “No vender hoy a China lo que necesitaremos mañana” Eduardo Daniel Oviedo, estudioso del entramado íntimo del poder en China y de sus relaciones con el mundo, recomienda a la Argentina tomar decisiones en materia de modernización para alinear su política de Estado con la relación estratégica que entable con ese país, sobre todo en la provisión de soja y recursos naturales, tanto renovables como no renovables.
     
     
    Eduardo Oviedo Oviedo se molesta cuando le dicen “sinólogo” o cuando se denomina así a los que se especializan en opinar sobre China. Como especialista en esta temática, propone que la Argentina tome decisiones en cuanto a modernización, para alinear su política de Estado con la relación estratégica que entable con ese país. 
     
    –¿Cuál sería el eje de una relación estratégica entre China y América latina?
    –Hay dos aspectos en el comercio con China, uno es la armonía y el otro la cooperación. Por ejemplo, un país realiza una determinada política, como China con el modelo productivo exportador, y otros países se van beneficiados debido a esta política, como la Argentina, que exporta soja. Eso es lo que Robert Keohane llamó el nivel de la armonía, que se da hoy en el comercio con los países de América latina. Estos países tienen dos opciones: aceptar el modelo chino, de la nueva división internacional del trabajo, y de ser meros exportadores de materias primas, o modificar sus políticas e intentar entrar en un proceso de desprimarización y venderle a China productos con mayor valor agregado. 
     
    –Así expuesto parece muy sencillo, ¿por qué no se hizo hasta ahora?
    –Porque cuando queremos hacerlo aparecen las trabas chinas. México es el caso clave, porque sus productos industriales se ven limitados en su acceso al mercado chino. Y a su vez, México limita a China aplicando numerosas políticas antidumping.
    Este camino está plagado de tensiones que deben ser superadas por la cooperación en la relación bilateral, y hasta el momento la confrontación no parece ser la vía adecuada para la Argentina, que no ha tenido demasiadas controversias, salvo la prohibición al aceite crudo de soja en 2010, que fue relevante, pero ha sido originada como consecuencia de medidas antidumping a productos chinos y otras cuestiones, como derechos humanos.

    –Ya hubo un encontronazo…
    –En 2009, un mes antes de que viajara Cristina Fernández de Kirchner, el juez Aráoz de Lamadrid solicitó el pedido de captura internacional del ex presidente Jiang Zemin, con motivo de una causa que se tramitaba en su juzgado por violación a los derechos humanos en China, lo cual posiblemente incidió en la medida de prohibición a la importación de aceite de soja tres meses después. 

    Esta crisis fue un caso testigo, porque la Argentina está aplicando una batería de medidas antidumping, lo mismo que hace China contra los productos agrícolas latinoamericanos que son sensibles para su economía, aunque no de un modo tan general como lo hace el Gobierno de Cristina Fernández, pero que afecta a nuestras exportaciones. Así que cuando se quiere agregar valor, ahí sube la tensión con China.
    En contrario, si aceptáramos el modelo de exportación de productos primarios solamente y nos mantuviéramos en el circuito comercial chino como ellos quieren, seguirá la relación en el nivel de la armonía, y la cooperación superaría a los escasos conflictos que aparezcan.
    Pero los dos países se quieren modernizar, la Argentina no quiere vender solo productos primarios y China es una factoría muy importante, que lo que quiere hacer es procesar los productos en su territorio. Es decir, la desprimarización argentina genera mayor tensión comercial y menos armonía.

    –¿Tendrán los chinos interés de invertir en nuestro territorio más allá de proyectos energéticos y mineros?
    –Hace un par de años viene dando vueltas la idea de que las inversiones chinas se orienten en el territorio nacional a agregar valor a los productos que necesitan importar, pero hasta ahora no tuvo acogida. Solo interesan productos primarios: minerales, energéticos y alimentos en su estado primario.

    China está sufriendo las consecuencias de una crisis económica mundial que no ha generado, porque en realidad la caída de los mercados se originó en Estados Unidos y en Europa Occidental. Ahora, si hubieran seguido un modelo de invertir en el exterior, como en la Argentina, y exportar hacia su mercado, tal vez la llave o el factor de control de esa debacle de la economía internacional estaría hoy en la misma China. 
    Tenemos que persuadirlos para que inviertan en distintos rubros y que exporten productos elaborados desde la Argentina. Ellos no tienen interés y solo se da en algunos productos que deciden hacerlo por algún motivo, como con el cuero curtido, ya que no quieren procesarlo en su territorio por problemas ambientales y prefieren comprarlo ya curtido en otros países. 
     
    –¿Cómo se acomete la preferencia china por la cooperación en lugar del comercio?
    –Al estudiar el tema de las modernizaciones en la Argentina y China veo que la Argentina tiene que tomar una decisión en esta materia. En cuanto a recursos renovables, puede haber muy buena cooperación entre ambos países. Son productos, en última instancia, renovables y una crisis en China o algo que nos afecte algún cultivo determinado, como la soja, tal vez pueda prolongarse por uno o dos años, pero podemos transformar nuestra agricultura hacia otros productos y superar la crisis. 
    Pero en el caso de los recursos no renovables, que la Argentina tiene pero en no gran magnitud como otros países latinoamericanos, el Gobierno debe definir claramente una política de Estado, porque, al igual que le ha sucedido a los chinos, veo un dilema en las políticas de corto y de largo plazo. En este dilema, las ventas de recursos no renovables son muy importantes porque ingresa a las arcas del Estado una cantidad de dinero muy importante, sea a través de impuestos, de generar puestos de trabajo, pero a largo plazo esto que vendemos hoy lo vamos a necesitar para nuestra propia modernización mañana. Los chinos han expoliado la minería y otros sectores no renovables, por lo que hoy han tenido que salir al mercado internacional a comprarlos porque ya no los tienen. Entonces, lo que hoy parece algo redituable a mediano o largo plazo puede ser negativo para la modernización argentina, porque nos sucederá lo mismo que a los chinos y tendremos que salir a comprar a otras regiones esos mismos productos, salvo que hubiese una transformación tecnológica importante.
     
     
    Héctor Timerman

    ¿Un nuevo paradigma chino?


    –¿Qué cambia en China tras la renovación de autoridades del partido comunista y la Presidencia de la República?

    –En las últimas dos décadas, las autoridades chinas han venido haciendo un proceso de despersonalización del poder, tratando de evitar lo que antiguamente habían sufrido: que los líderes permanecieran en forma vitalicia, como el caso de Mao Zedong y anteriores emperadores. Comenzaron después de la muerte de Mao y en 1989 hubo un desplazamiento violento por parte del líder que en ese momento era Zhao Ziyang. La transición del poder fue abrupta, violenta, designando el Partido a Jiang Zemin. La siguiente sucesión de Jiang Zemin a Hu Jintao fue programada, pacífica, y es lo que se espera para esta nueva sucesión a Xi Jinping.
    En el último año ha habido dentro de este proceso de sucesión disidencias políticas en la caja negra, donde se toma la decisión de la designación del secretario general del Partido Comunista Chino y de todo el proceso, las cuales salieron a la luz tras el incidente del asesinato de un comerciante inglés por la esposa del ex ministro de Comercio Bo Xilai, que concluyó en la exclusión de su posibilidad de ser miembro del Politburó chino. De todo esto se desprende, como hecho importante, que la disidencia interna del Partido se ha hecho pública.

    –¿Esas disidencias pueden resquebrajar la hegemonía del poder en la etapa que se inició?

    –La sucesión de Hu Jintao a Xi Jinping tiene distintas características de las anteriores, y la legitimidad de origen de este último va a quedar un poco menguada por esa disidencia y puede dificultarle la aplicación de sus políticas.
    Es como cuando asumió Néstor Kirchner a la Presidencia en la Argentina en 2003, al decidir Carlos Menem no participar en el ballotage: se dudaba del poder que tendría para aplicar sus políticas aunque, en el caso chino, la diferencia es que estamos hablando de un régimen totalitario, no democrático.
    No es que en el pasado no hayan existido estas luchas por el poder dentro del Partido Comunista Chino, sino que han aflorado y se han hecho públicas y poco conocemos respecto de lo sucedido en esa caja negra, hermética, que es la toma de decisiones en China. No sabemos incluso si ha ocurrido de la misma manera en el pasado. Pero sí es cierto que Xi Jinping no parte, como lo hiciera Hu Jintao, con una legitimidad de origen plena, sino que la tiene menguada, acotada, a partir de esta puja por el poder. 
    Se sabe que podría afectar la transición política en China, pero no quiénes son los integrantes dentro de la caja negra, a favor y en contra, con lo cual es imposible saber hasta cuándo pueden extenderse los plazos en que pueda reunir todo el consenso para el despliegue de sus decisiones. 
     
    –¿Pueden los militares encontrar espacios en este contexto para presionar por un nuevo avance sobre las fronteras?
    –No es el momento oportuno para que China ahonde en disputas fronterizas, ya que está concentrada en su propia construcción económica y su política exterior es funcional a la modernización interna, a  la cual, estimo, se le dará continuidad.
    El problema central es que la crisis económica mundial afecta claramente el modelo de crecimiento chino, que es netamente productivo, orientado a la exportación, porque se están cayendo los mercados en el mundo, fundamentalmente el de Estados unidos y Europa, donde China coloca sus productos.
    Pero volviendo al tema de los militares, en realidad históricamente se han alineado con el partido, no actúan independientemente, porque no son fuerzas armadas de la República Popular China, sino que pertenecen a la burocracia del partido, y por lo tanto están sujetas a las decisiones de la cúpula del partido. 
     
    –¿Estamos ante una transición o ya funciona a pleno el nuevo Gobierno?
    –Si tuviéramos que poner una fecha de inicio a la sucesión del poder (porque no hay transiciones como cuando se pasa desde un régimen totalitario a uno democrático, sino que son sucesiones, concepto que se utiliza en ciencia política para explicar el cambio de líder en regímenes totalitarios), diríamos que comenzó cuando se designó al delfín Xi Jinping hace un par de años atrás. 
    La asunción como secretario general del Partido Comunista Chino sería el inicio formal. Pero el pasaje del poder entre Hu Jintao y Xi Jinping no termina en ese acto, sino que podríamos decir que está en el albor. Porque Hu Jintao tiene que traspasarle la Presidencia de la República Popular China y el último reducto que va a dejar es la Comisión Militar Central. O sea que entrega primero el poder del partido, luego el poder de la República y por último el poder militar.
    El ejército en consecuencia quedó transitoriamente dirigido por Hu Jintao, más allá de que Xi Jinping sea el secretario general del partido hasta que aquel se aleje de la máxima conducción militar.
    Pero la política de respeto del Ejército al Partido se mantuvo inclusive cuando intervinieron en la política interna, que fue una de las pocas veces (creo que la única) en los sucesos de la Plaza Tiananmen en 1989. Después de la represión, si bien algunos militares ocuparon cargos importantes dentro del Politburó o Buró Político del Comité Central, no hubo una presencia tan numerosa de las fuerzas armadas en la dirección del partido. Por lo tanto no creo que haya resistencia de los militares a Xi, pero sí que habrá un momento de pasaje, de tránsito, hasta la consolidación definitiva del poder de Xi Jinping, que va a llegar en el momento en el cual Hu Jintao se aleje de la Comisión Militar Central y el nuevo Presidente reúna los tres poderes: Partido, República y Ejército.

    Corrupción


    –Dentro de los cambios que se especulan, ¿se prevé que haya esta vez una acción decidida de lucha contra la corrupción dentro del partido?

    –Desde que llegué a China en 1988 se habla permanentemente del tema de la corrupción. El partido ha generado campañas contra la corrupción, pero esta tiene un valor fundamental cuando se produce momentos de crisis. Es el factor que sirve para detonarla o profundizarla. Cuando estudiaba en China en 1989, en el momento que sucedió la crisis de Tiananmen, una de las críticas al partido era precisamente la corrupción. Hoy los informes que se han dado internacionalmente respecto de los bienes familiares de los líderes no han sido tomados demasiado en cuenta por la sociedad china. Solo podría salir más a la luz si existiera una crisis económica que la impactara. Y ahí está la apuesta de Xi Jinping respecto de cómo tratará la situación económica.

    –¿Es definitivo que se madura un cambio del modelo exportador a uno que privilegie el consumo interno?

    –En la nueva agenda del partido hay dos temas importantes y uno es cómo va a avanzar la economía china hacia el futuro, y si va a continuar con este modelo exportador que le ha dado tanto éxito. Es como se dice en el fútbol: equipo que funciona bien no se cambia. Pero China está teniendo serios problemas en materia económica, y muchos expertos, inclusive leyendo muchos periódicos chinos, críticos y no críticos, coinciden en que el modelo tiene varios problemas, si bien muchos de ellos están siendo salvados por la enorme capacidad financiera que posee el país para destinar a la inversión.
    Dada la gran masa de dinero, de bonos, de dólares y otras monedas que tiene e invierte, puede a través de una política neokeynesiana reactivar su economía. A veces construyendo cosas que tal vez no sean necesarias. Por ejemplo, se mencionan aeropuertos en el interior donde no hay prácticamente vuelos u obras de infraestructura que no son indispensables. Pero China está estimulando la economía a partir de la inyección de inversiones, principalmente en construcciones, en el marco del megaplan de 2009, que se puso en práctica en 2010 cuando la crisis internacional estaba en su pico crítico.

    –Estimular la demanda en China despierta muchos interrogantes. ¿Cuál va a ser la política de Xi Jinping? ¿Seguirá con el modelo exportador? ¿Podrá transitar hacia un modelo populista, como el que tenemos en América latina, y la Argentina en particular?   

    –China incentiva la demanda con la obra pública, como se hizo en Estados Unidos, al punto que algunos académicos chinos han hablado de un “New Deal con características chinas”. El problema grave que tienen es que la masa salarial representa entre 8 y 10% del PBI y, por lo tanto, a diferencia con otros países, como Estados Unidos, Canadá y la Argentina, donde tiene un peso importante, estimular la demanda a través de salarios tan deprimidos implica elevarlos de forma importante cayendo en la inflación, como está sucediendo en particular en la Argentina. En este sentido, algunos piensan que China seguirá con el mismo modelo exportador, pero yo no sé si se aplicará alguna política de corte populista al estilo latinoamericano, que le genere inflación pero a la vez active la demanda interna.

    –¿Y las desigualdades?

    –Y una secretaria en Shangai puede cobrar 10 veces más que otra en el interior, en la zona del oeste. Hay dos tipos de desigualdades: la estructural, de una región costera desde donde comenzó la reforma, que está desarrollada, y áreas muy pobres, como en la región centro-oeste, donde ahora se está incentivando la demanda a partir de la construcción de infraestructura. Y esas provincias son promovidas por el Gobierno para tener una mayor vinculación con el exterior.
    Además de la desigualdad regional, está la individual, lo cual unido a la corrupción y otros factores, conforman un cóctel de nerviosismo dentro del partido, cuya legitimidad en última instancia está en estos momentos muy vinculada a los logros económicos que la nueva administración tendrá que ratificar.
    Tendrá que exhibir un crecimiento importante en el producto bruto, de más de 8% anual, para dar trabajo a los jóvenes que ingresan al mercado laboral, lo cual será muy difícil de lograr a la luz de lo que vaticinan los economistas, de que el crecimiento chino de los próximos años será mucho más lento que el actual. 
     
    Plazos para ver los cambios

    –¿Cuánto habrá que esperar para recibir señales de la nueva etapa?       

    –No conozco el I Ching, o lo que en español se llama algo así como brujería, para saber qué va a hacer el nuevo Gobierno, pero sí que está ante dificultades importantes. Muchas de las empresas en China, desde 2008  hasta ahora, han estado cerrando porque se caen los mercados, mientras el costo laboral sigue creciendo rápidamente, porque el ciudadano chino de la década del 80 ó 90 iba a trabajar en bicicleta, comía más vegetales y menos carne, y ahora tiene otras aspiraciones: quiere comprarse su auto, asistir a determinados lugares, viajar, y esto ha aumentado el valor de los salarios, lo cual presiona sobre los costos de producción. 
    Unidos a la lenta apreciación del yuan y a otros factores, ya tornaron inviables algunas exportaciones, al punto de que varias empresas que están en el sur se están relocalizando hacia el interior de China o bien se mudan a países de menor costo laboral, como Laos, Vietnam y otros de Indochina. 
    También dependerá de la situación internacional que China mantenga el modelo exportador; modelo que cuando hay una tendencia de comercio internacional en ascenso es muy favorable, pero ahora que los Estados aplican políticas keynesianas en mercados en los que antes penetraba y se restringen importaciones, el tema se torna muy sensible.
    A veces no puede sustituir importaciones internamente, como sucede con la soja, pero a veces sí lo puede hacer. Ahí tendrán que tomar una decisión. 
    El otro desafío es la presión que ejerce la sociedad civil, que cada vez está más concientizada con la idea de modernización, o la de occidentalización, y que en algunos momentos, como sucediera en Taiwán, el régimen totalitario se convierte en un obstáculo para el desarrollo económico de la nación. 
    En el caso de Corea del Sur, como en el de Taiwán, pasaron del totalitarismo a la democracia; mientras en este último caso está bastante estabilizada, en el de Corea se está en camino de consolidación. Las consecuencias sociales y políticas de la reforma ahora son más claras. En 1989 las demandas fueron acalladas con la represión y la continuación del proceso de modernización de corte totalitario.

    –¿Hasta dónde tiene influencia en el Gobierno chino el aggiornamiento de la sociedad hacia formas occidentales de vida?

    –Tomemos el caso de la Argentina en esta última década: el Estado asumió cada vez mayor importancia, pero en China, dada la idea de la liberalización económica, se ha conformado una sociedad civil que es mucho mayor. No estamos hablando de una economía de mercado, como la plantean los chinos, porque no la veo desde ese punto de vista. Pero tampoco está el régimen de planificación de los 70 y la sociedad civil se ha empezado a organizar. Es uno de los grandes logros.
    No es idea mía, sino que uno de los expertos en la materia, John King Fairbank, ha dicho que la gran tendencia de la segunda década del siglo 21 en China ha sido la privatización de la sociedad. Coincido en que se han formado numerosos grupos sociales en China, organizaciones no gubernamentales, y obviamente la economía, al ser mucho más privada que lo que era en la década del 70, ha generado grupos económicos y sociales que antes no contaba. Y ya no se contentan solamente con aumentar sus ingresos sino que aspiran a otras cuestiones. En última instancia, la modernización promueve el surgimiento de los sectores medios y altos y estos traen la demanda de participación política que le está vedada en estos momentos.

    –¿Qué datos habrá que seguir para ver qué rumbo toma el proceso de cambio en China?

    –Hay dos o tres puntos a tener en cuenta en la nueva gestión. Primero, la pérdida o la mengua de la legitimidad de Xi Jinping, que puede generar dificultades en la implantación de las políticas. 
    Segundo, ver cómo reacciona China frente a la crisis mundial y, en consecuencia, qué va a suceder con el modelo. 
    Y por otra parte, cómo actúa la sociedad ya transcurridos 30 años de modernización, donde hay nuevas aspiraciones.
    Por otro lado tienen algunas ventajas dadas a más largo plazo. Por ejemplo, China ha aplicado exitosamente la política del hijo único y los logros se van a ver a partir del segundo quinquenio de la década del 20. Por lo tanto, analizándolo en el contexto del largo plazo, Xi Jinping tendrá por delante una década en el poder, si es reelecto, y al final de su periodo se estima que veremos saltar el producto bruto per cápita chino a niveles importantes a partir del descenso de la población. 
    Y en cuanto a las inversiones extranjeras, habrá que ver si continúan al mismo ritmo y si China continúa manteniendo la puerta tan abierta a los capitales foráneos. Si se lanza a invertir en áreas como América latina es porque necesita recursos naturales tanto energéticos como otro tipo de materias primas.

    –¿Abrirá China su economía a las inversiones privadas y a la importación de bienes industriales?

    –China es la fábrica del mundo, a la cual siguen ingresando inversiones, aunque hay programas selectivos al respecto, y ahora entran también materias primas, que antes no alcanzaban esta magnitud, porque China era, hasta hace algunas años, autosuficiente en muchos productos.
    Hay ejemplos, como la carne de cerdo, hasta 2007 los chinos eran exportadores y ahora importan. Y así sucedió con numerosos productos. Si China sigue creciendo, la demanda internacional ya sea de energéticos como también de minerales, o alimentos, se mantendrá constante, o inclusive, traccionaría la economía mundial, en especial a la latinoamericana, donde países como la Argentina sufren un doble efecto de arrastre, en el que China es la locomotora que arrastra directamente a estos país o a través de Brasil, generando un doble efecto Bandwagon. El profesor Oviedo es investigador del Conicet y profesor titular ordinario de Historia de las Relaciones Internacionales Contemporáneas, en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, de la Universidad Nacional de Rosario. Es Doctor en Ciencia Política por la Universidad Católica de Córdoba. Licenciado en Ciencia Política y Licenciado en Relaciones Internacionales, por la Universidad Nacional de Rosario.
    Cursó estudios de chino moderno en el Instituto de Idiomas de Beijing, y realizó dos posgrados en política internacional en la Universidad de Beijing, China, donde obtuvo el título de Magíster en Derecho, especialidad política internacional, orientación relaciones exteriores de la República Popular China. La presencia china en la región Cooperar antes que comerciar En 2010 se dividió la cámara que agrupaba a empresarios chinos y argentinos. Una de ellas se especializa en toda el área Asia-Pacífico, mientras la otra se ocupa exclusivamente de China. Ernesto Fernández Taboada, director de la Cámara Argentino-China, es docente en la Universidad de El Salvador, donde da una tecnicatura en Estudios de China Contemporánea. 
    Ernesto Fernández Taboada Transmite además su conocimiento empírico de las relaciones a través de las numerosas misiones que integra desde los años 80. No se cansa de inculcar ante los auditorios de negocios que la clave china es la cooperación. 
     
    –¿Qué implica para los chinos la cooperación en términos del comercio?
    –La cooperación se da a través del conocimiento recíproco y en esa materia los chinos están mucho más adelantados que nosotros. Manejan información mediática, al punto que hasta preguntan por las inundaciones; tienen centros de estudios dedicados a América latina, carreras dentro de las universidades orientadas a este continente y hasta incursionan en el arte culinario regional. Ya han hecho convenios de hermandad entre ciudades, como las capitales, Rosario con Shangai. Han avanzado mucho en la región, si bien Brasil sigue siendo el principal destino para sus inversiones, aunque los excedentes agrícolas están disminuyendo… 
     
    –¿Cómo bosquejaría la presencia china en América latina?
    –En noviembre de 2008, el Departamento para América latina y Caribe edita el llamado libro blanco, que brinda el marco de inserción en los ámbitos humanos, negocios tecnológicos… e inversiones para la región. 
    La Argentina quedó como quinto socio comercial de China en América latina; la preceden Brasil, como el principal, luego México, Chile y Venezuela, que nos desplazó del cuarto puesto por los contratos petroleros.
    Chile había sido el primer país de la región en firmar el Tratado de Libre Comercio, durante el Gobierno de Bachelet. Ingresan productos chinos sin arancel, como los autos, y les venden cobre, fruta y aceite de pescado. Últimamente se nota un avance de Perú, como consecuencia de las crecientes inversiones chinas en minería.
    El núcleo del comercio con América latina son los alimentos y la energía. Y China es el segundo importador mundial de petróleo, después de EE.UU.
     
      –¿Y qué características del gran gigante asiático habría que observar desde estas latitudes para imaginar oportunidades de negocios?
    –Hong Kong dejó de ser la puerta de entrada del mundo a China, por donde pasaba la mitad del comercio exterior al ser el inglés una de las lenguas. Desde que llegaron los capitales extranjeros y se instalaron en la costa extendieron internamente el manejo del idioma diplomático internacional, y ahora desde las localidades del interior viajan y se readaptaron al comercio global. Hong Kong quedó como centro financiero, bursátil y distribuidor de vinos por antonomasia. Empiezan a mudarse empresas del cordón al centro dentro de planes de relocalización, ya que las autoridades del partido están preocupadas por buscar un equilibrio que dé mayor desarrollo al centro y el oeste, que son las regiones más atrasadas.
    También están empeñados en un rebalanceo urbano y rural. La brecha actual de ingresos es de 3,5 a 1.
    Y entró en la agenda la mejora de la calidad ambiental. En Pekín ya se empieza a ver el cielo y suben las condiciones de vida. Forestaron hasta en las autopistas. 
    Uno de los mayores problemas chinos, el ambiental, tiene su origen en que la mitad de la energía eléctrica es altamente contaminante porque se genera quemando carbón. Por eso se están desarrollando alternativas sustentables, más eficientes y menos contaminantes, como la energía eólica, solar, geotérmica, y a medida que se habilitan se van cerrando las usinas que funcionan en base al carbón.
     
    –Ya es bastante difícil para los occidentales entender el mandarín, ¿cómo les explican a los empresarios argentinos la particular visión que tienen para los negocios y las relaciones internacionales?
    –Cuando en la cámara asesoramos a empresarios sobre China recomendamos que primero que nada lean a Confucio para informarse sobre la idiosincrasia. Damos cursos de mandarín y los preparamos en cuanto a los protocolos, rituales, cómo piensan, brindamos servicios en torno de cómo presentarse, qué pueden esperar de ellos, cómo cierran precios.
    Es necesario saber que el totalitarismo no es como la democracia y ese régimen ha sido rector de muchas generaciones. Está signado por los favores, las persecuciones, las vigilancias, y entonces el chino es diferente. Su pensamiento está fuertemente influido por Confucio y aún está vigente el respeto inculcado ancestralmente hacia el príncipe, el mandarín, el feudal. Por eso, el pueblo respeta a las autoridades, hay disciplina social, y todo esto conforma un régimen que evoluciona con el tiempo, en el que crece el bienestar, pero no trae consigo el germen de la democracia occidental.
    El Gobierno, la economía, cambian, se abren al mercado, pero sin seguir modelos: son chinos, con 6.000 años de antigüedad a cuestas, desde cuando los occidentales aún eran bárbaros, con una organización socialista y 20 años de experiencia en contratos de los príncipes con los occidentales. 
     
    Otro Gobierno del mismo partido

    –¿Qué expectativas despierta en la marcha del comercio bilateral el cambio de Gobierno chino?

    –El nuevo Presidente seguirá con el proceso de apertura del país iniciado en 1980 por Deng Xiaoping, que siguió Jiang Zemin y finalmente Hu Jintao desde 2003.
    Dentro del partido, fundado en 1921 y con 82 millones de afiliados, hubo transiciones, como cuando el neomaoísmo ganó espacio de la mano del alcalde Bo xilai que aplicó su modelo Chongqing, más ortodoxo, el cual transformó al sector aperturista. 
     
    –¿Afectará la nueva etapa la apertura de la economía?
    –La reacción de los mercados ante el relevo dentro del PC fue buena, ya que se mantiene el interés de las inversiones extranjeras en China. Desde hace 15 años, con la apertura económica de Deng Xiaoping, la economía china recibe más de US$ 65.000 millones anuales en inversiones extranjeras sin que haya leyes que las garanticen. 
    No hay actualmente registro de capitales destinados a la construcción. En mayo de 2004 cambió la Constitución y recién entonces aparecieron derechos a la propiedad privada.
    Pero la política china despierta certidumbre y confianza. Cuando muere Mao se produce la apertura para zonas económicas especiales que se cortan del mapa para 8/10 inversiones extranjeras sin que se tuvieran en cuenta las leyes laborales, con lo que el ingreso de capital extranjero excedió las expectativas. 
    El crecimiento a tasas constantes del 8/9 % se trasladó a la plaza financiera, que acaparó 40% del PBI habida cuenta de la característica previsora de los chinos, altamente participativos en las bolsas, como la de Shangai y Shinpei, en las que operan 12 millones de sus ahorristas, en su mayoría pequeños y medianos. También los bancos acumularon una masa importante de capitales que se desplazan hacia el crédito. 
     
    –¿Y las inversiones extranjeras?
    –Otra de las características del crecimiento económico ha sido la presencia de inversiones extranjeras, que generaron más trabajo y aprendizaje en los procesos de fabricación y tecnología. Como asimismo la certidumbre de que el ciclo no cambiaría y confianza en que continuaría el crecimiento.
    Destaco también la disciplina social de que la hacen gala: no hay huelgas, piquetes ni ninguna manifestación de protesta que comprometa a la producción. Estuve un mes en Beijing trabajando con la principal cámara y visitamos una fábrica de camisas, que tiene tres plantas, cuya cadena de confección se hace como en un tren humano de 30 a 60 operarios montado sobre una mesa de 60 metros. Trabajan en silencio, cada uno con lo suyo, se sienten orgullosos, son nacionalistas. Es lo mismo que vemos acá en los supermercados chinos, que centran su vida en el trabajo. Les gusta salir a comer de vez en cuando, cambiar  el auto, no son ostentosos.
    La cultura del trabajo que impuso Mao sentó las bases productivas, pero el modelo de armonía entre el campo y la industria sufrió un traspié con la siderurgia, a la que destinaron muchos recursos y entró en crisis.
      
    –¿Se consolidará la reconversión en marcha?
    –En esta etapa transforman la economía porque no quieren ser más fábricas de artículos baratos, como juguetes, textiles, y empiezan a transitar el camino de especialización en la alta tecnología para obtener mayor valor agregado.
    China hoy no es un país barato como cuando viajé en los 80 y por ejemplo una remera con el algodón que le proveíamos se hacía a un precio internacional competitivo. Hoy ya no es así, porque subieron los costos laborales, es difícil trabajar en negro, se pagan los aportes, los salarios convenidos, hay más control, se previsionan los despidos.
    La desigualdad regional es muy pronunciada. En el Este el desarrollo es menor. En Shangai, hay un polo textil, e ingresó la alta tecnología con la fábrica de electrodomésticos marca Astan.   
     
    Nuevas vías de comercialización

    –¿Cómo podría afectar el comercio con la Argentina?

    –La tendencia de la relación es que la Argentina sea proveedora de alimentos, como lo es para el resto del mundo. Año tras año el mercado chino se abre a la entrada de nuevos productos. En setiembre, se concretó la mayor venta más exitosa en dólares con alimentos para mascotas, que superó a la de algodón. Recibieron la autorización sanitaria cinco empresas. La cebada tiene mayor demanda y hay cada vez más pedidos de madera dura del Norte, como el palosanto. También compran garras y alas de pollo, y sube el interés por su carne. El sector avícola argentino creció más del doble gracias a las exportaciones a China. 
    Asimismo cada vez se coloca más software: el Conicet organizó una misión comercial para ofrecer productos biotecnológicos, informáticos, y hubo un segundo viaje en mayo en el que participaron compañías nacionales de software que, sin elaborar altas series industriales, ofrecían una escala artesanal. Fueron cuatro firmas biofarmacéuticas (como Biosidus, Bagó). 
     
    –¿Hay oportunidades para otros sectores?
    –Como el mercado chino crece por los mayores ingresos de la clase urbana, al que todos los años entre 10 y 12 millones de migrantes rurales se suman a las zonas específicas de desarrollo, aumenta el salario y por ende el consumo de alimentos básicos, pero también surgen otras necesidades, como las especializaciones en el diseño de telas para prendas femeninas y en costuras con terminaciones de alta calidad. En 2010, en Shangai, la prestigiosa feria de moda Fashion Week invitó especialmente a participar a la Argentina como único país de América latina. La marca Cardón se destacó por la originalidad del diseño.
    Una novedad en materia de hábitos de consumo es el aceite de oliva que solo adoptó la clase alta porque se trata de un gusto caro –si bien se justifica en cuestiones de salud, por ser libre de colesterol–, que es tenido muy en cuenta en la cultura china. Arcor entró muy bien con los caramelos y el chocolate, y Tenaris vende tubos sin costura para la industria petrolera: abrió una planta en el puerto de Quingdao, en la que hacen las terminaciones, pintan y salen al mercado nacionalizados.  
     
    –¿Cómo funcionará para China el cambio de una economía exportadora a una basada en el consumo interno?
    –Las exportaciones disminuyeron 6,8 % debido a la crisis energética, y se considera difícil que puedan ser absorbidas por otros mercados. Balancean con una mayor demanda doméstica que promueven mediante la inyección de dinero a los bancos estatales, a fin de que lo redistribuyan hacia los créditos destinados al consumo.
    Implica un gran esfuerzo que no presione sobre la tasa de inflación, inferior a 4% anual, lo cual facilita el alto nivel de ahorro que caracteriza a los chinos, y también que el Banco Central Chino controle totalmente a todas las entidades. También es consecuencia de que los resortes estatales de la economía surtan rápido y certero efecto. Comportamiento de la megaeconomía asiática Hay que salir del simplismo de que China tiene salarios bajos Ana Luz Abramovich, investigadora del Observatorio de la Economía China, intenta desentrañar un auténtico galimatías: el verdadero costo laboral y financiero de los productos que nos exporta el gigante asiático. Como economista de la Universidad Nacional de General Sarmiento, integra el grupo de pensamiento en AEDA (Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina) que investiga el comportamiento de la economía china. 
     
    –¿Cómo se conforman los equipos de investigación de los que forma parte?
    –Desde que comenzó a funcionar en 2011, el Observatorio AEDA de la economía china concentra equipos de economistas, politólogos y otros investigadores, muchos de los cuales también trabajan en diversos organismos públicos.
    Hemos estado analizando la preeminencia que le otorgan ahora a la innovación en ciencia y tecnología, donde la planificación es a 15 años y se proyecta desde la cantidad de ingenieros, los patentamientos, los estudiantes con vistas a los próximos 5/10/15 años, para lo cual trabajan con siete instituciones de ciencia y tecnología que funcionan con rango de ministerios.
    Hay constituidas empresas públicas y mixtas e institutos que investigan y reciben pedidos del sector productivo público y privado. 
     
    –¿En qué consiste la investigación que viene realizando el grupo que integra sobre el mercado laboral chino?
    –Estamos intentando establecer definiciones de lo que en China se consideran salarios, de consumo. Hay modalidades de trabajo muy difíciles de desentrañar para nosotros, como por ejemplo cuando los obreros están afectados a tareas encadenadas, tipo factorías. En ese caso, es más dificultoso construir los costos laborales, puesto que el alojamiento es un costo que generalmente también asume la empresa. También aparecen dificultades para el acceso a datos fidedignos, no solo porque no todas están disponibles en inglés, sino porque la misma variable que utilizamos corrientemente puede tener otro sentido en China. Ejemplos de esto pueden verse en el hecho de que la mitad de las empresas chinas sean del Estado (financieras, de servicios) y con un sistema de contratación distinto, con grupos que se denominan trabajadores en espera. 
     
      –¿Es cierto o es un mito la competitividad china por el salario bajo?
    –No pretendemos entender a China, vemos algo con las dificultades que entraña entender las leyes, qué es un distrito laboral, la arquitectura financiera, la innovación, pero sí pretendemos ponernos receptivos para salir del simplismo de afirmar que tienen salarios bajos. 
    Estamos desmenuzando el salario promedio industrial para saber qué hay detrás, y nos encontramos con que ni siquiera podemos considerar al trabajo como un mercado, no existe libre movilidad, ni la rotación, y en algunas categorías ocupacionales es difícil para las empresas encontrar trabajadores disponibles. 
     
    –¿Y en el aspecto financiero?
    –También analizamos la incidencia del otorgamiento de créditos con muy largos plazos de devolución en los que ni siquiera los administradores toman en cuenta que haya que pagarlos. 
     
    –¿Qué otras diferencias les han llamado la atención?
    –La amortización de las plantas y edificios afectados a la producción de bienes y servicios es otra de las incógnitas, porque al estar las edificaciones construidas sobre el suelo público no es sencillo calcular su valor patrimonial. 
     
    –¿Y la presencia energética china en la región?
    –Es una de las claves de la relación china con el continente, dada la fuerte necesidad que tienen de abastecerse y la disponibilidad que encuentra en la región. En la actualidad, China cubre 65% de su demanda interna de energía con carbón, del que se autoabastece. Está inserta la política que aplica en el plan quinquenal mediante el cual se propone modificar la matriz con la progresiva inclusión de tecnologías limpias.
     
    –¿Cómo siguen ese proceso?
    –Cotejamos las presiones de la demanda, los documentos de estatización de YPF, cómo garantizar las inversiones en metales con fines extractivos, cómo se funciona la soberanía energética para negociar con jugadores internacionales que tienen mucho poder. Producimos documentos que ponemos a disposición de distintos estamentos públicos para que tengan elementos al momento de elaborar las políticas públicas de desarrollo con inclusión social. 
     
    La nueva China

    –¿Cuál es el perfil al que deberíamos apuntar?

    –China muestra su potencialidad al mundo, aunque por ahora no más de 10% de la población está en condiciones de consumir al estilo europeo.
    Los que pueden se inclinan por alta gama, pero hay una voluminosa clase media en gestación que ocupa como 10 Argentinas. China creció disminuyendo los niveles de pobreza, pero expandió la desigualdad social y regional. También hubo un altísimo costo ambiental que representó el crecimiento a semejantes tasas. 
     
    –¿Qué chances le asigna a nuestro país en ese contexto?
    –Actualmente, en América latina, la prioridad china es Brasil, debido a su pertenencia a los BRIC y el peso que tendrán estas economías en un futuro cercano en la arena global. 
    Pero la condición que deberíamos seguir para asimilar experiencias es no renunciar a la inclusión social en las políticas, promover al sector privado, sí, pero no a cualquier costo. 
    En la relación, China presta mucha atención a la cooperación política, es un aliado en los foros internacionales en la reivindicación de los derechos territoriales. Se maneja como si fuera también un país en desarrollo, emergente.
    También China financia el comercio grande y la existencia de un acuerdo swap de intercambio de monedas entre el peso y el yuan amplía las posibilidades del comercio. La economía china absorbe dólares, bonos de EE.UU. y le vende baratos los productos, lo que colabora en el control de la inflación. EE.UU. y otros países reclaman la revaluación del yuan. 
     
    –¿La cooperación incluye proyectos comunes innovadores?
    –En materia de innovación existe la posibilidad de desarrollar proyectos conjuntos de biotecnología, energías renovables como la eólica, e intercambios estudiantiles entre ambos países. La relación se basa en la cooperación antes que en la competencia. 
     
    –¿Son agresivos los chinos para imponer sus políticas cuando invierten en la región? 
    –Adaptan su política de inversiones en América latina a las regulaciones que existen en los territorios donde operan. En Río Negro tienen proyectos de riego que aparentemente están destinados a la frutihorticultura, pero no hay una regulación que contemple producto por producto, y lo mismo existen problemas con la regulación de la minería. Siguen de cerca el avance de las leyes y aceptan las reglas. 
     
    –¿Cuándo compran alimentos, se llevan también incluidos valiosos recursos naturales como el agua?
    –Nos compran principalmente porotos y aceite de soja, o sea que les exportamos agua, al que estratégicamente consideran un valioso recurso natural sustentable para el medio ambiente. Pero en ese caso China es un espejo que nos devuelve nuestras propias dificultades pendientes de resolver. No son culpables de las debilidades regulatorias. Se guían con la misma lógica que Brasil: se toman su tiempo para pensar y resolver, miran los datos macros, el stock de las reservas, no profundizan las diferencias. 
     
    –¿Qué conclusiones sacan del cambio de Gobierno?
    –El PC chino se renueva y va aportando la visión que surge en su seno a la planificación, la diferencia es grande respecto de lo que sucede en Occidente. China tiene miles de años de historia, convive en su territorio un centenar de etnias, con distintas culturas y marco filosófico. Es una combinación entre una historia mercantil, 30 años de socialismo puro, más otros 35 en el medio de una definición que no termina de catalogarse como capitalismo de Estado.