Un mundo de dos avenidas solo para una industria especializada

    Bernardo Kosacoff.

    Por Rubén Chorny

    Desde el momento en que puso el punto final de su último libro Hacia un nuevo modelo industrial, idas y vueltas del desarrollo argentino, quien venía de ser destacado con el premio Konex de Platino a la figura más destacada por su trayectoria en la década 1997/ 2006 en la disciplina “Desarrollo Económico”, optó por proyectar el potencial fabril hacia los modernos desafíos del milenio en curso.
    Hubiera sido más sencillo para un calificado analista desde cargos públicos, cátedras, círculos de intelectuales del siglo 20 como él, detenerse en el relato de las marchas y contramarchas del proceso de industrialización argentino que arranca a fines del siglo 19 acompañando al modelo agroexportador, según prologa.
    Pero Bernardo Kosacoff, un romántico del desarrollo desde los 60, que excede fierros, líneas de producción, chimeneas, los clásicos techos en forma de serrucho que caracterizaban a los tinglados, para internarse en la inteligencia, la sociedad, en los empleos, en el bienestar social que inyectan en los pueblos, prefiere hoy soñar con conocimiento de causa un futuro que podría sintetizarse así: “Que la mejora de la eficiencia para ser competitivos en un mundo cada vez más exigente no se asegure mediante salarios bajos, sino con mano de obra calificada”.
    Para este docente de las universidades Torcuato Di Tella, Quilmes y Buenos Aires, hablar hoy de modelo industrial es adosarle toda una cadena de valor que empieza en la materia prima, sigue en el insumo, en la maquinaria, la tecnología, en la integración laboral desde las propias regiones donde se gesta, en el producto final, en la competitividad exterior. En la capacitación de la mano de obra, en su remuneración.
    Mercado lo convocó a compartir este festejo del 44º aniversario acompañándola en esta aventura intelectual de “reinventar la Argentina” que se propone desde la portada.

    –¿Cómo debería ser la industria argentina para insertarse en un mundo globalizado como este, volcado al eje Asia Pacífico?
    –Al desplazamiento del eje al área Asia Pacífico hay que darle más atención, lo mismo que a nuevos mercados, como el africano, y ver cómo la especialización argentina, que aún está en deuda, pueda aprovechar esa oportunidad, evitando ser un vendedor de materias primas, de recursos naturales o simplemente insumos básicos industriales. Las largas décadas que arrastra la Argentina tratando de manejar la economía asociada a la retención externa y a la escasez de divisas es una inercia a superar.

    –¿El inicio del milenio ha sido una bisagra en ese aspecto?
    –Sí en cuanto a la vuelta a la creación de empleo y al aumento del proceso de inversión, de las exportaciones. En este sentido, la industria no solo se convirtió en uno de los actores fundamentales en este nuevo proceso de actividad económica, sino también en sostén del resto de las cadenas agroindustriales y de los proveedores de servicios. Cuando terminó la convertibilidad había un nivel de de­so­cu­pa­ción de 20% y 15% de gente que tenía trabajo por menos horas de las que quería o estaba sobrecalificado.
    Pero, sin duda, la competitividad que tiene que tener un país para lograr desarrollo y al mismo tiempo dar equidad en la generación de empleos formales impone en el largo plazo que la mejora de la eficiencia no se asegure mediante salarios bajos, sino con mano de obra calificada.

    –El boom de precios internacionales de los commodities ¿es suficientemente tentador como para ensayar una reprimarización?
    –Hemos tenido años muy favorables para los commodities, tanto recursos naturales como básicos, y las previsiones indican que a mediano plazo estos precios bajarán, pero en lo inmediato no se avizora ninguna crisis ni mucho menos. Lo que tenemos es que apurarnos para hacer la transformación, porque el tiempo se va agotando. Y justamente la Argentina tiene recursos naturales espectaculares, no solo en el agro, sino también forestales, pesca, minería. Pero también disponemos de muy buenos insumos básicos. Las plantas de aluminio, de acero, petroquímicas son las más eficientes del mundo.

    –¿Cuál sería el horizonte de crecimiento que ilumina una excepcional actual productividad agraria como la actual?
    –En el caso de la agricultura podemos pasar de las proteínas blancas y rojas a buscar vender productos de la góndola, alimentos diferenciados, una asignatura que aún está pendiente en tanto somos un país muy contradictorio, porque tenemos evidencias muy claras de que es posible crecer con las cadenas de valor, inclusivas y regionalizadoras. La Argentina está entre los únicos 10 países en desarrollo del mundo que pueden hacerlo.

    –¿Cómo se logra?
    –Todos sabemos que en términos de granos, la Argentina estuvo estancada entre 1930 y 1980 produciendo 20 millones de toneladas. Hoy está en los 100 millones, lo cual ha roto totalmente los falsos dilemas entre campo, industria y servicios. Porque para llegar a ese nivel fue necesario desarrollar la semilla, la tecnología, la maquinaria agrícola, los servicios financieros, la logística, la diferenciación.
    Estamos frente a un complejo productivo muy sofisticado, pero seguimos vendiendo materias primas. El punto esencial sería cómo ser verdaderos exportadores de alimentos de la góndola. Por ejemplo, los productores de los granos de café que se cosechan en una cantidad de países en desarrollo ganan un poco de dinero. Pero los que sacan la mayor ganancia son los que hacen los cafés premium que se venden en varias veces el valor de la materia prima. Poder tener productos con marca, con diferenciación, tiene un impacto más contundente en la creación de empleo, de divisas, y en sostener un desarrollo inclusivo en el largo plazo.

    –Antes se consideraba que las ventajas comparativas del agro podían financiar el desarrollo de una industria sustituidora de importaciones, ¿cómo traducirlo a los tiempos actuales?
    –Es importante entender que la base del desarrollo del campo tiene un proceso de innovación y de cambio técnico del modelo organizacional notablemente acelerado, adonde la Argentina, que estaba muy lejos de los niveles de eficiencia respecto de los competidores que hace pocas décadas hacían la llamada revolución verde, hoy se ubicó en la frontera tecnológica y en el liderazgo.
    Y el elemento articulador central para ser competitivos sería una difusión y generación interna de conocimiento con relación a los hallazgos fabulosos que han aparecido en el país en materia de genética de semillas o en biotecnología, o en maquinaria agrícola de última generación, o en satélites, o en ingeniería financiera.

    Generación de riqueza
    –¿Hay un antes y un después para el proceso que describe?

    –Estamos en un largo proceso que comenzó en la década del 80, se fortificó notablemente en los 90 y que hoy se revela como una oportunidad, que se expresa a través de una creciente articulación entre industria y servicios. Lo importante es que la generación de riqueza industrial se da en el ámbito de la empresa, que es uno de los elementos centrales de cualquier estrategia de desarrollo

    –¿Cómo traduce esa oportunidad?

    –El desafío que hay por delante puede ponerse en claro con muy pocos ejemplos: está bien exportar cueros semimanufacturados, pero si queremos crear nuevos empleos, generar más divisas y demás, resulta más significativo fabricar zapatos de alta calidad para la clase media del mundo o ropa de cuero de alto diseño para exportar.
    Con el aluminio, ocurre lo mismo. Es muy bueno que lo estemos exportando, así como productos del acero, pero se impone la industrialización doméstica para convertirlos en máquinas-herramientas, bienes de capital, instrumental científico, y así podríamos seguir con cada uno de los insumos.

    –Desde el Gobierno se suele apelar a ejemplos para mostrar que la Argentina va por el camino de la convergencia entre producción y conocimiento, ¿serían como el título enunciativo de una película o un tráiler?
    –Es condición sine qua non que se los difunda en todas las cadenas productivas. Cuando uno dice que en Córdoba está la mejor fábrica de cajas de cambio del mundo, que en Rafaela producimos válvulas, o que en Tucumán funciona la mejor planta de aceite de limón, o que una empresa estatal de Río Negro tiene la capacidad de hacer satélites y exporta prototipos de reactores nucleares, son algunos de los modelos que nos sirven para levantar la autoestima y para encarar un verdadero desarrollo inclusivo que sea sustentable.
    En los últimos años hemos tenido un proceso de recuperación, pero todavía nos falta mucho para entrar en una dinámica de cambio estructural hacia este mundo más complejo.

    –¿Qué se hizo y qué falta?
    –Quizá el ejemplo más positivo fue la demostración de que podemos exportar servicios sofisticados que antes no participaban en el comercio exterior y hoy andan en los US$ 11.000/12.000 millones. No estamos hablando solo de turismo, sino de software, videojuegos, bienes culturales, cine. Ahí se dio un pequeño paso adelante. En el resto venimos de una larga historia. Cuando se mira el patrón de especialización de las exportaciones, quizá lo más importante haya sido la incorporación de estos servicios especializados y del sector de la minería.
    Estos arbolitos competitivos ya existían desde un período anterior pero ahora se han fortalecido, si bien falta mucho por avanzar.
    Hay por delante desafíos muy fuertes como para tener una mayor integración productiva en algunas cadenas que dependen notablemente de las importaciones, como el sector de las autopartes o de la electrónica de consumo o varios mercados químicos, entre las más representativas. La muy buena noticia es que actualmente tenemos un dinamismo en los recursos naturales e insumos básicos, a los que deberíamos incorporar mayores procesos de integración y recomponer las cadenas de producción nacionales.

    –¿Cubre íntegramente esas expectativas el plan 2020 lanzado por el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner?
    –El plan estratégico 2020 es muy útil en el sentido de fijar metas que apunten al mediano plazo para el desarrollo económico argentino, pero aguarda por delante la tarea más difícil: hay que construir instituciones, de articular con resto las acciones simultáneas en la estructura agraria, en el sistema nacional de innovación, en la obra pública, en la infraestructura, en los cambios en el mercado de capitales para intermediar en el proceso de inversión orientado a la inversión.
    En definitiva, que los instrumentos de política específicos generen una vigorosa colaboración pública y privada para justamente encaminar las condiciones en cada una de la áreas elegidas, donde por supuesto hay características particulares.

    –¿A qué se refiere con construir instituciones, al plano político?
    –Cuando nos referimos a construir las instituciones significa que hablamos de las agremiaciones empresariales, de los sindicatos, las universidades, de todo el conjunto que abarca no solo al sector público. Los países que han tenido mucho éxito fueron aquellos que lograron una fuerte articulación entre las instituciones del Estado y la sociedad civil.

    Brasil y el mundo
    –¿La actual impasse en la relación con Brasil llevará a replantearla en su totalidad o habrá que buscar nuevos horizontes de integración con el mundo?

    –Brasil sigue siendo una oportunidad. Hay que eliminar las ideas defensivas que caracterizaron la relación en los últimos años. Por supuesto existen conflictos de intereses, pero creo que hay que tener una agenda positiva y a partir de ahí construir una estrategia de desarrollo en común, en la que ambas sociedades se puedan beneficiar mutuamente.
    Habría que ser ingenuos en cuanto a ignorar los distintos intereses que pueden estar superpuestos, pero claramente este no es un juego de suma cero, sino que la cooperación abre campos enormes en los que podemos complementarnos productivamente e integrarnos a la vez en un mundo más competitivo y exigente, en el que nadie regala nada. Ir juntos aumenta las chances de insertarnos, sobre todo en el campo de los productos industriales.

    –¿Una alianza efectiva entre la Argentina y Brasil potenciaría al Mercosur o podría trascenderlo?
    –Hoy es necesario prender todos los temas de la agenda, que empieza por revitalizar, o algo que se dice mucho desde hace 10 años, refundar el Mercosur, y a partir de esa plataforma insertarnos en las corrientes del Pacífico, en estos nuevos procesos de integración inclusive.
    Las negociaciones argentinas tendrían que enfocarse hacia el siguiente contexto: el mundo tiene dos grandes avenidas, que son, por un lado, todos los tratados del Pacífico y, por otro, este notable acuerdo que sorprendió a todos entre Estados Unidos y Europa.