¿Cuatro años más de neoconservadurismo?
“Esta vez, los cruzados de George W. Bush
tendrán menores recursos y menos credibilidad. Llegaron en el 2001
y, dos años después, pasmaron al mundo con una guerra preventiva,
hoy sin desenlace a la vista. Entonces, ¿qué cabe esperar?”.
Así empieza una reciente exposición de James Mann (“Rise
of the Vulcans: a history of Bush’s war cabinet“, Viking, 2004)
en la Universidad John Hopkins.
“Los pesimistas temen nuevas aventuras
militares, en Siria o Irán. Creen que la reelección aumentó
la influencia de los halcones. Por el contrario, los escépticos
sostienen que la política exterior será mucho más
cauta, aunque no por voluntad del Gobierno”. Les guste o no a las huestes
de Richard Cheney, Donald Rumsfeld y el predicador Karl Howe, “Washington
afrontará constreñimientos militares, políticos y
económicos si intenta nuevas intervenciones. Además —cree
el analista—, el peso interno de los neoconservadores tiende a disminuir.”
En el caso de Irak, por ejemplo, “Bush
tendrá las manos atadas varios años por ese lío.
No parece nada seguro que Estados Unidos pueda estabilizar el país,
como para retirarse”. Por lo tanto, ¿de dónde saldrán
fondos y tropas para otras aventuras? Además, “todo intento encontrará
fuerte resistencia desde el estado mayor conjunto hasta la soldadesca”.
Claro, los halcones recalcitrantes hablan
de atacar centros nucleares iraníes desde el aire, sin comprometer
tropas. Pero las consecuencias geopolíticas serían suficientes
como para que el propio presidente desistiese de la idea.
En realidad, recuerda Mann, “durante el
primer mandato, los halcones dominaron la política concerniente
a Irak. Pero, en cuanto a China, Rusia o Norcorea, se impuso el clásico
pragmatismo legado por Henry Kissinger”. Por otro lado, el impacto del
fracaso iraquí “redujo la influencia neoconservadora”. Esa guerra
está durando mucho más de lo previsto por Rumsfeld o su
agresivo segundo, Paul Wolfowitz. Paralelamente, resurge la oposición
de los republicanos laicos.
Management:
las teorías tradicionales son historia
Hoy en día, “las firmas operan
en vastas redes mundiales, donde el concepto tradicional de empresa ya
no es válido”. Así se afirmó durante un debate reciente
realizado en la escuela de negocios Wharton. Identificando compañías
con el conjunto de la economía, se habló de un “universo
cuántico” —idea tomada del espinel especulativo global y sus
instrumentos derivativos—, donde ya no funcionan los “átomos
institucionales” de la vieja economía.
Los teóricos que deliberaban en
el Centro de Altos Estudios en Management creen que la empresa
es la base de la economía, las finanzas, el marketing y la contabilidad.
Partiendo de esa premisa —que excluye al sector público—
llegaron a postular que ni siquiera Adam Smith tiene vigencia.
Comparándose con John Maynard Keynes,
a cuyo juicio “la gente suele estar atada a algún economista difunto”,
Yoram Wind (director del Centro, profesor de marketing) declaró:
“Las concepciones clásicas impiden que académicos y ejecutivos
capten la verdadera naturaleza de los negocios actuales”.
A criterio del expositor, las teorías
liminares se han agotado. Desde la de Smith a fines del siglo XVIII hasta
la de Alfred Marshall —un siglo después— o la de Paul
Samuelson.
Al respecto, Wind afirma que este premio
Nobel se quedó en los años ’30 y ’40 del siglo
pasado. Tampoco conservan validez las ideas conductistas de Herbert Simon
u Oliver Williamson, el neoclasicismo de Milton Friedman, la teoría
de expecativas racionales de Robert Lucas ni el neoestructuralismo de
Joseph Stiglitz.
“Pertenecen a otro mundo, muy diferente”,
adhirió Paul Kleindorfer, experto en gestión de riesgos.
“Los cambios vividos en 10 ó 12 años, impulsados por la
cibernética, la tecnología informática, las comunicaciones
y la irrupción de China e India, exigen replantear totalmente las
teorías sobre la empresa y adaptarlas a las nuevas realidades”.
El seminario no avanzó en la formulación
de un corpus doctrinario. Algunos participantes esperan que eso ocurre
en la próxima reunión, prevista para septiembre.
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