Tres mitos erróneos sobre globalización

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La primera de las tres es la creencia firmemente arraigada –y desmentida por la realidad y los datos concretos disponibles– de que contribuye a reducir la desigualdad. La segunda dice que, si bien es cierto que el ingreso crece muy alto entre los ricos, el proceso hará que aumenten los ingresos de los pobres (el famoso trickle down).

La tercera es que no hay alternativa al ascenso de la desigualdad sin dar la espalda a los avances en materia de tecnología y de comercio. Desde hace casi cuatro décadas, estas teorías se abren camino como si fueran verdades incontestables (este ensayo es la versión condensada del artículo publicado en la pasada edición de abril de Mercado).

Un reciente estudio del World Inequality Report examina lo que realmente ha pasado, a lo largo de cuatro décadas, en países pobres y ricos. La primera gran conclusión es que la globalización ha aumentado la desigualdad, no que la ha reducido. La desigualdad entre personas, entre los países, y dentro de cada país, es el resultado dos fuerzas que se enfrentan.

Un caso muy evidente es lo ocurrido dentro de China e India, proceso que ha llevado a un importante crecimiento en el ingreso mundial. Con lo cual, la desigualdad entre países se ha achicado. Pero cuando se mira el interior de estos países, el resultado es diferente. El ingreso del 1% más rico de la población pasó de 7 a 22% en el caso de India, y de 6 a 14% en el de China, en el periodo comprendido entre 1980 y 2016. Sin embargo, era muy difícil precisar cuál de estas dos fuerzas había prevalecido por la ausencia casi total de información confiable por parte de los gobiernos en esta materia.

Pero el World Inequality Report 2018 logra salvar el bache, con información adecuada tanto de países ricos, como de las economías emergentes. La conclusión es sorprendente. Entre esos dos años (1980 y 2016) la desigualdad entre los ciudadanos de todo el mundo aumentó, a pesar del sólido crecimiento entre las economías emergentes. La porción del ingreso global captado por el 1% más rico pasó de 16% en 1980, a 20% en 2016. Como contraste, la porción del ingreso global del 50% más pobre osciló en torno a 9%.  

 

El famoso trickle down

Otra tesis impugnada en esta investigación es la que decía que el alto crecimiento del ingreso en la punta de la pirámide era necesario para lograr crecimiento en la base, en los sectores más pobres. Lo que se conoce como “el efecto derrame”. La riqueza de arriba alcanza de alguna manera a los de abajo. Los datos contradicen esta construcción teórica.

Si se compara Europa con Estados Unidos, o China con India, surge de modo nítido que los países que tuvieron un ascenso elevado en desigualdad no tuvieron mejor comportamiento en mejorar el ingreso de los sectores más humildes. La mejor evidencia es Estados Unidos, donde los ingresos crecieron más de 600% para el top 0,001% de la población desde 1980, mientras que la mitad de la población total tuvo un ingreso cercano a cero en los ingresos totales anuales.

En cambio, muy interesante es el caso de Europa. El top 0,001% tuvo ingresos cinco veces menores al segmento comparable de Estados Unidos, pero la mitad más pobre de los habitantes mejoró su ingreso anual en 26%. Si se analiza a China con India, se verá que el crecimiento del primer país tuvo mejores tasas anuales que el segundo, pero en cambio la desigualdad es mucho más moderada entre los chinos que entre los indios.

La mitad de la población más pobre de China vio crecer sus ingresos a una tasa cuatro veces mayor que la de India. La cuestionada tesis del trickle down todavía sirve como fundamento para reducir los impuestos de los más ricos, como se acaba de comprobar en Estados Unidos. La verdadera responsabilidad, establecen las conclusiones de este estudio, es que no son el comercio o la tecnología los responsables de la creciente desigualdad. Es la consecuencia de las políticas que se apliquen.

 

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