“No vender hoy a China lo que necesitaremos mañanaâ€

Eduardo Daniel Oviedo, estudioso del entramado íntimo del poder en China y de sus relaciones con el mundo recomienda a Argentina tomar decisiones en materia de modernización para alinear su política de Estado con la relación estratégica que entable con ese país, sobre todo en la provisión de soja y recursos naturales, tanto renovables como no renovables.

14 enero, 2013

Oviedo se molesta cuando le dicen “sinólogo†o cuando se denomina así a los que se especializan en opinar sobre China, pero como estudioso del entramado íntimo del poder en el gigante asiático y de sus relaciones con el mundo recomienda a Argentina tomar decisiones en materia de modernización para alinear su política de Estado con la relación estratégica que entable con ese país, sobre todo en la provisión de soja y recursos naturales, tanto renovables como no renovables.

-¿Cuál sería el eje de una relación estratégica entre China y América latina?

-Hay dos aspectos en el comercio con China, uno es la armonía y el otro la cooperación. Por ejemplo, un país realiza una determinada política, como China con el modelo productivo exportador, y otros países se van beneficiados debido a esta política, como Argentina, que exporta soja. Eso es lo que Robert Keohane llamó el nivel de la armonía, que se da hoy en el comercio con los países de América latina. Estos países tienen dos opciones: aceptar el modelo chino, de la nueva división internacional del trabajo, y de ser meros exportadores de materias primas, o modificar sus políticas e intentar entrar en un proceso de desprimarización y venderle a China productos con mayor valor agregado.

-Así expuesto parece muy sencillo, ¿por qué no se hizo hasta ahora?

-Porque cuando queremos hacerlo aparecen las trabas chinas. México es el caso clave, porque sus productos industriales se ven limitados en su acceso al mercado chino. Y a su vez, México limita a China aplicando numerosas políticas antidumping.
Este camino está plagado de tensiones que deben ser superadas por la cooperación en la relación bilateral, y hasta el momento la confrontación no parece ser la vía adecuada para Argentina, que no ha tenido demasiadas controversias, salvo la prohibición al aceite crudo de soja en 2010, que fue relevante, pero ha sido originada como consecuencia de medidas antidumping a productos chinos y otras cuestiones, como derechos humanos.

-Ya hubo un encontronazo…

-En 2009, un mes antes que viajara Cristina Fernández de Kirchner, el juez Aráoz de Lamadrid solicitó el pedido de captura internacional del ex Presidente Jiang Zemin, con motivo de una causa que se tramitaba en su juzgado por violación a los derechos humanos en China, lo cual posiblemente incidió en la medida de prohibición a la importación de aceite de soja tres meses después.
Esta crisis fue un caso testigo, porque Argentina está aplicando una batería de medidas antidumping, lo mismo que hace China contra los productos agrícolas latinoamericanos que son sensibles para su economía, aunque no de un modo tan general como lo hace el gobierno de Cristina Fernández, pero que afecta a nuestras exportaciones. Así que cuando se quiere agregar valor, ahí sube la tensión con China.
En contrario, si aceptáramos el modelo de exportación de productos primarios solamente y nos mantenemos en el circuito comercial chino como ellos quieren, seguirá la relación en el nivel de la armonía, y la  cooperación superaría a los escasos conflictos que aparezcan.
Pero los dos países se quieren modernizar, Argentina no quiere vender sólo productos primarios y China es una factoría muy importante, que lo que quiere hacer es procesar los productos en su territorio. Es decir, la desprimarización argentina genera mayor tensión comercial y menos armonía.

-¿Tendrán los chinos interés de invertir en nuestro territorio más allá de proyectos energéticos y mineros?

-Hace un par de años viene dando vueltas la idea de que las inversiones chinas se orienten en el territorio nacional a agregar valor a los productos que necesitan importar, pero hasta ahora no tuvo acogida. Sólo interesan productos primarios: minerales, energéticos y alimentos en su estado primario.
China está sufriendo las consecuencias de una crisis económica mundial que no ha generado, porque en realidad la caída de los mercados se originó en Estados Unidos y en Europa Occidental. Ahora, si hubieran seguido un modelo de invertir en el exterior, como en Argentina, y exportar hacia su mercado, tal vez la llave o el factor de control de esa debacle de la economía internacional estaría hoy en la misma China.
Tenemos que persuadirlos para que inviertan en distintos rubros y que exporten productos elaborados desde Argentina. Ellos no tienen interés y sólo se da en algunos productos que deciden hacerlo por algún motivo, como con el cuero curtido, ya que no quieren procesarlo en su territorio por problemas ambientales y prefieren comprarlo ya curtido en otros países.

-¿Cómo se acomete la preferencia china por la cooperación en lugar del comercio?

-Al estudiar el tema de las modernizaciones en Argentina y China veo que Argentina tiene que tomar una decisión en esta materia. En materia de recursos renovables, puede haber muy buena cooperación entre ambos países. Son productos, en última instancia, renovables y una crisis en China o algo que nos afecte algún cultivo determinado, como la soja, tal vez pueda prolongarse por uno o dos años, pero podemos transformar nuestra agricultura hacia otros productos y superar la crisis.
Pero en el caso de los recursos no renovables, que Argentina tiene pero en no gran magnitud como otros países latinoamericanos, el gobierno debe definir claramente una política de Estado, porque, al igual que le ha sucedido a los chinos, veo un dilema en las políticas de corto y de largo plazo. En este dilema, las ventas de recursos no renovables son muy importantes porque ingresa a las arcas del Estado una cantidad de dinero muy importante, sea a través de impuestos, de generar puestos de trabajo, pero a largo plazo esto que vendemos hoy lo vamos a necesitar para nuestra propia modernización mañana. Los chinos han expoliado la minería y otros sectores no renovables, por lo que hoy han tenido que salir al mercado internacional a comprarlos porque ya no los tienen. Entonces, lo que hoy parece algo redituable a mediano o largo plazo puede ser negativo para la modernización argentina, porque nos sucederá lo mismo que a los chinos y tendremos que salir a comprar a otras regiones esos mismos productos, salvo que hubiese una transformación tecnológica importante.

¿Un nuevo paradigma chino?

-¿Qué cambia en China tras la renovación de autoridades del partido comunista y la Presidencia de la República?

-En las últimas dos décadas, las autoridades chinas han venido haciendo un proceso de despersonalización del poder, tratando de evitar lo que antiguamente habían sufrido: que los líderes permanecieran en forma vitalicia, como el caso de Mao Zedong y anteriores emperadores. Comenzaron después de la muerte de Mao y en 1989 hubo un desplazamiento violento por parte del líder que en ese momento era Zhao Ziyang. La transición del poder fue abrupta, violenta, designando el Partido a Jiang Zemin. La siguiente sucesión de Jiang Zemin a Hu Jintao fue programada, pacífica, y es lo que se espera para esta nueva sucesión a Xi Jinping.
En el último año ha habido dentro de este proceso de sucesión disidencias políticas en la caja negra, donde se toma la decisión de la designación del secretario general del Partido Comunista Chino y de todo el proceso, las cuales salieron a la luz tras el incidente del asesinato de un comerciante inglés por la esposa del ex ministro de Comercio Bo Xilai, que concluyó en la exclusión de su posibilidad de ser miembro del Politburó chino. De todo esto se desprende, como hecho importante, que la disidencia interna del Partido se ha hecho pública.

-¿Esas disidencias pueden resquebrajar la hegemonía del poder en la etapa que se inició?

-La sucesión de Hu Jintao a Xi Jinping tiene distintas características de las anteriores, y la legitimidad de origen de este último va a quedar un poco menguada por esa disidencia y puede dificultarle la aplicación de sus políticas.
Es como cuando asumió Néstor Kirchner a la Presidencia en Argentina en 2003, al decidir Carlos Menen no participar en el ballotage: se dudaba del poder que tendría para aplicar sus políticas aunque, en el caso chino, la diferencia es que estamos hablando de un régimen totalitario, no democrático.
No es que en el pasado no hayan existido estas luchas por el poder dentro del Partido Comunista Chino, sino que han aflorado y se han hecho públicas y poco conocemos respecto de lo sucedido en esa caja negra, hermética, que es la toma de decisiones en China. No sabemos incluso si ha ocurrido de la misma manera en el pasado. Pero sí es cierto que Xi Jinping no parte, como lo hiciera Hu Jintao, con una legitimidad de origen plena, sino que la tiene menguada, acotada, a partir de esta puja por el poder.
Se sabe que podría afectar la transición política en China, pero no quiénes son los integrantes dentro de la caja negra, a favor y en contra, con lo cual es imposible saber hasta cuándo pueden extenderse los plazos en que pueda reunir todo el consenso para el despliegue de sus decisiones.

-¿Pueden los militares encontrar espacios en este contexto para presionar por un nuevo avance sobre las fronteras?

-No es el momento oportuno para que China ahonde en disputas fronterizas, ya que está concentrada en su propia construcción económica y su política exterior es funcional a la modernización interna, a  la cual, estimo, se le dará continuidad.
El problema central es que la crisis económica mundial afecta claramente el modelo de crecimiento chino, que es netamente productivo, orientado a la exportación, porque se están cayendo los mercados en el mundo, fundamentalmente el de Estados unidos y Europa, donde China coloca sus productos.
Pero volviendo al tema de los militares, en realidad históricamente se han alineado con el partido, no actúan independientemente, porque no son fuerzas armadas de la República Popular China, sino que pertenecen a la burocracia del partido, y por lo tanto están sujetas a las decisiones de la cúpula del partido.

-¿Estamos ante una transición o ya funciona a pleno el nuevo gobierno?

-Si tuviéramos que poner una fecha de inicio a la sucesión del poder (porque no hay transiciones como cuando se pasa desde un régimen totalitario a uno democrático, sino que son sucesiones, concepto que se utiliza en ciencia política para explicar el cambio de líder en regímenes totalitarios), diríamos que comenzó cuando se designó al delfín Xi Jinping hace un par de años atrás.
La asunción como secretario general del partido comunista chino sería el inicio formal. Pero el pasaje del poder entre Hu Jintao y Xi Jinping no termina en ese acto, sino que podríamos decir que está en el albor. Porque Hu Jintao tiene que traspasarle la Presidencia de la República Popular China y el último reducto que va a dejar es la Comisión Militar Central. O sea que entrega primero el poder del partido, luego el poder de la República y por último el poder militar.
El Ejército en consecuencia quedó transitoriamente dirigido por Hu Jintao, más allá de que Xi Jinping sea el secretario general del partido hasta que aquél se aleje de la máxima conducción militar.
Pero la política de respeto del Ejército al Partido se mantuvo inclusive cuando intervinieron en la política interna, que fue una de las pocas veces (creo que la única) en los sucesos de la Plaza Tiananmen en 1989. Después de la represión, si bien algunos militares ocuparon cargos importantes dentro del Politburó o Buró Político del Comité Central, no hubo una presencia tan numerosa de las fuerzas armadas en la dirección del partido. Por lo tanto no creo que haya resistencia de los militares a Xi, pero sí que habrá un momento de pasaje, de tránsito, hasta la consolidación definitiva del poder de Xi Jinping, que va a llegar en el momento en el cual Hu Jintao se aleje de la Comisión Militar Central y el nuevo Presidente reúna los tres poderes: Partido, República y Ejército.

Corrupción

-Dentro de los cambios que se especulan, ¿se prevé que haya esta vez una acción decidida de lucha contra la corrupción dentro del partido?

-Desde que llegué a China en 1988 se habla permanentemente del tema de la corrupción. El partido ha generado campañas contra la corrupción, pero ésta tiene un valor fundamental cuando se produce momentos de crisis. Es el factor que sirve para detonarla o profundizarla. Cuando estudiaba en China en 1989, en el momento que sucedió la crisis de Tiananmen, una de las críticas al partido era precisamente la corrupción. Hoy los informes que se han dado internacionalmente respecto de los bienes familiares de los líderes no han sido tomados demasiado en cuenta por la sociedad china. Sólo podría salir más a la luz si existiera una crisis económica que la impactara. Y ahí está la apuesta de Xi Jinping respecto de cómo tratará la situación económica.

-¿Es definitivo que se madura un cambio del modelo exportador a uno que privilegie el consumo interno?

-En la nueva agenda del partido hay dos temas importantes y uno es cómo va a avanzar la economía china hacia el futuro, y si va a continuar con este modelo exportador que le ha dado tanto éxito. Es como se dice en el fútbol: equipo que funciona bien no se cambia. Pero China está teniendo serios problemas en materia económica, y muchos expertos, inclusive leyendo muchos periódicos chinos, críticos y no críticos, coinciden en que el modelo tiene varios problemas, si bien muchos de ellos están siendo salvados por la enorme capacidad financiera que posee el país para destinar a la inversión.
Dada la gran masa de dinero, de bonos, de dólares y otras monedas que tiene e invierte, puede a través de una política neokeynesiana reactivar su economía. A veces construyendo cosas que tal vez no sean necesarias. Por ejemplo, se mencionan aeropuertos en el interior donde no hay prácticamente vuelos u obras de infraestructura que no son indispensables. Pero China está estimulando la economía a partir de la inyección de inversiones, principalmente en construcciones, en el marco del megaplan de 2009, que se puso en práctica en 2010 cuando la crisis internacional estaba en su pico crítico.

– Estimular la demanda en China despierta muchos interrogantes. ¿Cuál va a ser la política de Xi Jinping? ¿Seguirá con el modelo exportador? ¿Podrá transitar hacia un modelo populista, como el que tenemos en América latina, y Argentina en particular?   

-China incentiva la demanda con la obra pública, como se hizo en Estados Unidos, al punto que algunos académicos chinos han hablado de un “New Deal con características chinasâ€. El problema grave que tienen es que la masa salarial representa entre 8 y 10 % del PBI y, por lo tanto, a diferencia con otros países, como Estados Unidos, Canadá y Argentina, donde tiene un peso importante, estimular la demanda a través de salarios tan deprimidos implica elevarlos de forma importante cayendo en la inflación, como está sucediendo en particular en Argentina. En este sentido, algunos piensan que China seguirá con el mismo modelo exportador, pero yo no sé si se aplicará alguna política de corte populista al estilo latinoamericano, que le genere inflación pero a la vez active la demanda interna.

-¿Y las desigualdades?

-Y… una secretaria en Shangai puede cobrar 10 veces más que otra en el interior, en la zona del oeste. Hay dos tipos de desigualdades: la estructural, de una región costera desde donde comenzó la reforma, que está desarrollada, y áreas muy pobres, como en la región centro-oeste, donde ahora se está incentivando la demanda a partir de la construcción de infraestructura. Y esas provincias son promovidas por el gobierno para tener una mayor vinculación con el exterior.
Además de la desigualdad regional, está la individual, lo cual unido a la corrupción y otros factores, conforman un cóctel de nerviosismo dentro del partido, cuya legitimidad en última instancia está en estos momentos muy vinculada a los logros económicos que la nueva administración tendrá que ratificar.
Tendrá que exhibir un crecimiento importante en el producto bruto, de más de 8 % anual, para dar trabajo a los jóvenes que ingresan al mercado laboral, lo cual será muy difícil de lograr a la luz de lo que vaticinan los economistas, de que el crecimiento chino de los próximos años será mucho más lento que el actual.

Plazos para ver los cambios

 -¿Cuánto habrá que esperar para recibir señales de la nueva etapa?       

-No conozco el I Ching, o lo que en español se llama algo así como brujería, para saber qué va a hacer el nuevo gobierno, pero sí que está ante dificultades importantes. Muchas de las empresas en China, desde el 2008  hasta ahora, han estado cerrando porque se caen los mercados, mientras el costo laboral sigue creciendo rápidamente, porque el ciudadano chino de la década del ´80 ó ´90 iba a trabajar en bicicleta, comía más vegetales y menos carne, y ahora tiene otras aspiraciones: quiere comprarse su auto, asistir a determinados lugares, viajar, y esto ha aumentado el valor de los salarios, lo cual presiona sobre los costos de producción.
Unidos a la lenta apreciación del yuan y a otros factores, ya tornaron inviables algunas exportaciones, al punto de que varias empresas que están en el sur se están relocalizando hacia el interior de China o bien se mudan a países de menor costo laboral, como Laos, Vietnam y otros de Indochina.
También dependerá de la situación internacional que China mantenga el modelo exportador; modelo que cuando hay una tendencia de comercio internacional en ascenso es muy favorable, pero ahora que los Estados aplican políticas keynesianas en mercados en los que antes penetraba y se restringen importaciones, el tema se torna muy sensible.
A veces no puede sustituir importaciones internamente, como sucede con la soja, pero a veces sí lo puede hacer. Ahí tendrán que tomar una decisión.
El otro desafío es la presión que ejerce la sociedad civil, que cada vez está más concientizada con la idea de modernización, o la de occidentalización, y que en algunos momentos, como sucediera en Taiwán, el régimen totalitario se convierte en un obstáculo para el desarrollo económico de la nación.
En el caso de Corea del Sur, como en el de Taiwán, pasaron del totalitarismo a la democracia; mientras en este último caso está bastante estabilizada, en el de Corea se está en camino de consolidación. Las consecuencias sociales y políticas de la reforma ahora son más claras. En 1989 las demandas fueron acalladas con la represión y la continuación del proceso de modernización de corte totalitario.

-¿Hasta dónde tiene influencia en el gobierno chino el aggiornamiento de la sociedad hacia formas occidentales de vida?

-Tomemos el caso de Argentina en esta última década: el Estado asumió cada vez mayor importancia, pero en China, dada la idea de la liberalización económica, se ha conformado una sociedad civil que es mucho mayor. No estamos hablando de una economía de mercado, como la plantean los chinos, porque no la veo desde ese punto de vista. Pero tampoco está el régimen de planificación de los ´70  y la sociedad civil se ha empezado a organizar. Es uno de los grandes logros.
No es idea mía, sino que uno de los expertos en la materia, John King Fairbank, ha dicho que la gran tendencia de la segunda década del siglo XXI en China ha sido la privatización de la sociedad. Coincido en que se han formado numerosos grupos sociales en China, organizaciones no gubernamentales, y obviamente la economía, al ser mucho más privada que lo que era en la década del ´70, ha generado grupos económicos y sociales que antes no contaba. Y ya no se contentan solamente con aumentar sus ingresos sino que aspiran a otras cuestiones. En última instancia, la modernización promueve el surgimiento de los sectores medios y altos y éstos traen la demanda de participación política que le está vedada en estos momentos.

-¿Qué datos habrá que seguir para ver qué rumbo toma el proceso de cambio en China?

-Hay dos o tres puntos a tener en cuenta en la nueva gestión. Primero, la pérdida o la mengua de la legitimidad de Xi Jinping, que puede generar dificultades en la implantación de las políticas.
Segundo, ver cómo reacciona China frente a la crisis mundial y, en consecuencia, qué va a suceder con el modelo.
Y por otra parte, cómo actúa la sociedad ya transcurridos 30 años de modernización, donde hay nuevas aspiraciones.
Por otro lado tienen algunas ventajas dadas a más largo plazo. Por ejemplo, China ha aplicado exitosamente la política del hijo único y los logros se van a ver a partir del segundo quinquenio de la década del ´20. Por lo tanto, analizándolo en el contexto del largo plazo, Xi Jinping tendrá por delante una década en el poder, si es reelecto, y al final de su periodo se estima que veremos saltar al producto bruto per cápita chino a niveles importantes a partir del descenso de la población.
Y en cuanto a las inversiones extranjeras, habrá que ver si continúan al mismo ritmo y si China continúa manteniendo la puerta tan abierta a los capitales foráneos. Si se lanza a invertir en áreas como América latina es porque necesita recursos naturales tanto energéticos como otro tipo de materias primas.

-¿Abrirá China su economía a las inversiones privadas y a la importación de bienes industriales?

-China es la fábrica del mundo, a la cual siguen ingresando inversiones, aunque hay programas selectivos al respecto, y ahora entran también materias primas, que antes no alcanzaban esta magnitud, porque China era, hasta hace algunas años, autosuficiente en muchos productos.
Hay ejemplos, como la carne de cerdo, hasta 2007 los chinos eran exportadores y ahora importan. Y así sucedió con numerosos productos. Si China sigue creciendo, la demanda internacional ya sea de energéticos como también de minerales, o alimentos, se mantendrá constante, o inclusive, traccionaría la economía mundial, en especial a la latinoamericana, donde países como Argentina sufren un doble efecto de arrastre, en el que China es la locomotora que arrastra directamente a estos país o a través de Brasil, generando un doble efecto bandwagon.

Quién es y qué hace el profesor Oviedo

Nacido en Rosario, en 1960, es investigador del Conicet y profesor titular ordinario de Historia de las Relaciones Internacionales Contemporáneas, en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, de la Universidad Nacional de Rosario. Es Doctor en Ciencia Política por la Universidad Católica de Córdoba. Licenciado en Ciencia Política y Licenciado en Relaciones Internacionales, por la Universidad Nacional de Rosario.
Cursó estudios de chino moderno en el Instituto de Idiomas de Beijing, y realizó dos posgrados en política internacional en la Universidad de Beijing, China, donde obtuvo el título de Magíster en Derecho, especialidad política internacional, orientación relaciones exteriores de la República Popular China. Ha sido becario del consejo de investigaciones de la UNR, del CONICET y la OEA. Traductor público de idioma chino e intérprete de los presidentes Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner y Fernández de Kirchner,
Es asesor de la Bolsa de Comercio de Rosario, miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y la Red Iberoamericana de Sinología. También participa en el Comité Académico de las revistas Estudios de Asia y Ãfrica, de México, y Tempo Exterior, de España. Además, es profesor en la Universidad Católica de Córdoba; en la especialización Relaciones Comerciales con Asia Pacífico e India, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero; y la Maestría Internacional de Cultura, Economía y Sociedad China, del Instituto de Altos Estudios Universitarios de Madrid, España. Es autor de los libros “Argentina y el Este Asiático†(UNR Editora, Rosario, 2001); “China en Expansión†(EDUCC, Córdoba, 2005) y compilador de “Corea…una mirada desde Argentina†(UNR Editora, Rosario, 2005), además de numerosos artículos y capítulos de libros relativos a su línea de investigación, vinculada con la política exterior argentina hacia el este asiático.

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