La UE atacada en distintos frentes

La capacidad de resistencia del gran proyecto de integración europeo deberá demostrarse durante este año. Deberá convivir, posiblemente, con algún otro intento de separación como el Brexit, sin perspectivas de lograr ningún nuevo acuerdo comercial y con la agresiva convivencia con Donald Trump y su equipo.

13 febrero, 2017

Mientras que en elecciones futuras se advierte mayor chance de los partidos de ultra derecha en varios países, como en Francia por ejemplo, en tanto que el euro sigue sus avatares fustigado por los defensores del dólar.

Si Marine Le Pen llegara a ganar en los comicios franceses, ya anticipó que abandonaría la zona euro y naturalmente la pertenencia al proyecto de la UE. Suelta de cuerpo anuncia que la deuda pública total del país (€ 1,7 billones –millón de millones en español- o US$ 1,8 billones) sería denominada en una nueva moneda nacional. El resultado previsible sería un default masivo.

En estos momentos recrudece el conflicto entre los grandes acreedores europeos de Grecia, y el Fondo Monetario Internacional. Los europeos que quieren preservar a sus bancos, amenazados si Grecia deja de pagar, insisten en que el organismo internacional provea financiación fresca. Por su parte el FMI insiste en que no es posible avanzar si no hay una importante quita en los pagos adeudados. Alemania no acepta esta tesis, ya que la cancelación forzada de las acreencias, la perjudicaría especialmente.

En Italia, el problema también es preocupante: los partidos contra la UE aumentan su gravitación, y la fragilidad del sistema bancario amenaza con una crisis financiera de proporciones.

Por lo que se advierte en las últimas semanas, la Unión Europea está dispuesta a dar batalla contra este escenario adverso. El punto crítico –como se ocupó de resaltar el Brexit- es la percepción de mucha gente que piensa que su país está gobernado por un grupo de burócratas, a los que nadie votó, y que toman las decisiones centrales desde Bruselas, sede de esta Comisión Europea tan denostada.

Bruselas está buscando devolver buena parte del poder de decisión a los gobiernos nacionales de los estados miembro. Desde la perspectiva del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, la meta es evitar que se convierta a la Comisión en el chivo expiatorio de importantes decisiones políticas que será preciso tomar.

Hay algo positivo en esta circunstancia. Todos los signos apuntan a que la economía continental se recupera y logra un crecimiento sostenible luego de dos tremendas crisis durante la última década.

De hecho, la economía de la UE está creciendo más rápido que la de Estados Unidos, y el desempleo bajó ahora a un solo dígito por primera vez en muchos años.

Pese a estos síntomas alentadores, ellos solos no bastarían para evitar triunfos electorales de la extrema derecha en varios países, como en Holanda, o en Hungría donde ya gobiernan.

Alemania es clave. En las elecciones del próximo septiembre o se impone otra vez Angela Merkel, o triunfa su nuevo contendor, Martin Schulz, ex presidente de la Comisión Europea.

En Francia, todo indica que el electorado, en la segunda vuelta, favorecerá al candidato del centro Emmanuel Macron.

El nuevo acuerdo sobre Grecia debe alcanzarse – y en eso se trabaja contra reloj- antes que el tramo de deuda de € 7.000 millones se haga exigible. Un entendimiento alejará la posibilidad de que Grecia abandone la UE, y potenciará la confianza en que el proyecto integrador sigue vivo. Lo importante es trasladar optimismo a las poblaciones de estos países en que hay que reforzar la UE y apoyar con fuerza el proyecto continental. Trump, sin quererlo, puede ayudar con algunos de sus tweets.

 

 

 

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