El mundo necesita otra revolución industrial

La imagen que usa un equipo de investigadores es que la era industrial es una burbuja que creció y creció durante dos siglos. Como ha estado entre nosotros durante tanto tiempo la consideramos natural y eterna.

28 noviembre, 2015

Pero si queremos encarar un verdadero esfuerzo por salvar al mundo lo que hace falta es una nueva.

De todos los países industriales, Suecia es probablemente el que más lejos ha llegado en cuanto al reemplazo de combustibles fósiles. Hoy, el país depende del petróleo para nada más que 30% de su energía, 77% menos que en 1970. Estados Unidos, en cambio, depende de los fósiles para 85% de su energía. Quince de cada cien autos que se vendieron en Suecia en 2007 funcionan con etanol, 2% más que en 2000. Un auto que carga etanol hecho de caña de azúcar o celulosa emite entre 85 y 90% menos de gases de invernadero que uno a nafta.

Todas las grandes automotrices en Suecia, incluida Scania, la mayor fabricante de camiones de Europa, ahora ofrecen autos o camiones con flexibilidad de combustible, o sea que pueden funcionar con etanol, nafta convencional o con mezcla de ambas. En 2005, una comisión auspiciada por el gobierno anunció su intención de convertir a Suecia en “la primera economía sin petróleo del mundo”. El primer paso lo dio con lo que llama la “región bio-fuel”, un área que abarca 22 municipalidades, todas en el Golfo de Botnia, unos 320km al norte de Estocolmo. En esa región, el etanol se consigue con la misma facilidad y al mismo precio que la nafta común.

Podría suponerse que cambios de esta magnitud exigen un monumental esfuerzo del gobierno que involucre a cientos de miles de personas, importantes subsidios y años de financiar investigaciones. Pero hasta hace muy poco ese aporte no existió, ni del gobierno ni del sector privado. Lo que sí hubo fue una incontable cantidad de redes locales desarrolladas calladamente y llevadas a cabo por los esfuerzos de pequeños grupos de líderes comprometidos y valientes del sector público y privado.

La historia sueca es un importante modelo de lo que los historiadores llaman “innovación básica”: cambios fundamentales en tecnología y organización que crean nuevas industrias, transforman la existente y, con el tiempo, dan nueva forma a las sociedades. Las innovaciones básicas – como la electrificación, el automóvil, la aviación comercial, la computación digital y más recientemente, Internet – implican no sólo nuevas tecnologías sino una colección de nuevas invenciones, prácticas, redes de distribución, negocios, modelos de negocios y de cambios en el pensamiento personal y organizacional que se combinan para transformar la forma en que se hacen negocios, se aplican tecnologías y se relacionan las personas.

 

Otro tipo de innovación básica

 

En los últimos años, a medida que las implicancias del cambio climático global se fueron haciendo más claras, una nueva ola de innovación básica comenzó. Muchas están ocurriendo en compañías de marcas conocidas. DuPont, una de las empresas más antiguas y más grandes en Estados Unidos, está cambiando los materiales en casi todos sus productos que antes basaba en petróleo por otros obtenidos de granos forrajeros. Sus líderes ven la oportunidad en la creación de nuevos productos, como polímeros hechos a base de soja o termoplásticos hechos con azúcar de maíz.

Coca-Cola hizo una sociedad con el World Wildlife Fund en 2007 con el objetivo, según su presidente Neville Isdell, de reemplazar “cada gota de agua que usan para las bebidas y en su proceso de producción”, o sea, no extraer más agua de la que puede reponer. Nike redujo su huella de carbono en más de 75% desde 1988. “Para hacer esto”, decía Darcy Winslow, entonces gerente general de la división femenina de equipos deportivos, “estamos redefiniendo completamente la forma en que diseñamos, producimos y distribuimos nuestros productos y también cómo los recuperamos al final de su vida útil”.

En un ensayo titulado The Necessary Revolution: How Individuals and Organizations Are Working Together to Create a Sustainable World, Peter Senge, Bryan Smith, Nina Kruschwitz, Joe Laur y Sara Schley dicen que ninguno de estos esfuerzos son aislados sino que están todos relacionados. Y que son una respuesta al gran cambio de contexto en el cual la perspectiva del cambio climático global, el aumento de la basura, de la toxicidad y la escasez cada vez más acuciante de los recursos clave, funcionaron como catalizadores de una nueva manera de pensar.

En ese cambio, toda la era industrial se puede visualizar ahora como una gran burbuja que muestra algo de la dinámica de una burbuja financiera y es igualmente insostenible en el tiempo. Las historias de la Biofuel Region en Suecia, la de DuPont, Coca-Cola, Nike y muchas otras compañías nos dan claves sobre lo que va a pasar en la nueva era cuando la burbuja y los modos de pensar incrustados en nuestro cerebro ya no puedan sostenerse más.

 

La burbuja de la era industrial

En términos financieros, una burbuja es un fenómeno en el cual el precio de los activos — sean estos acciones, bienes raíces u otras formas de capital — es superior al valor fundamental de los activos. Cuando las burbujas financieras revientan, siempre se hace la misma pregunta: ¿cómo pudo volver a ocurrir esa expansión desmedida seguida de su correspondiente colapso arrastrando consigo a gente brillante y conocedora?

La respuesta es que durante un periodo de sobre expansión se desarrollan dos visiones paralelas, una desde adentro de la burbuja y una desde afuera. Cada perspectiva se ve real para quien la adopta. Cuanto más crece la burbuja más gente atrae y más refuerza las creencias. Al final, los que están adentro están tan absortos en la nueva realidad que no entienden a los que están afuera.

Pero las burbujas no son totalmente perniciosas. Algún beneficio dejan, a algunos y por algún tiempo. Algunas puntocom eran grandes activos. Algunas hipotecas mejoraron vidas. Si la burbuja dura generaciones es difícil imaginar una alternativa, pero en algún momento las tensiones e inconsistencias entre la vida dentro de la burbuja y la realidad de afuera deben resolverse, porque la burbuja no se puede expandir indefinidamente.

Pues bien: la era industrial constituye una burbuja extendida de este tipo. Su expansión continuó durante más de dos siglos, por eso es fácil suponer que va a continuar para siempre. Sus consecuencias positivas son innegables: en el mundo industrializado la expectativa de vida casi se duplicó, la alfabetización creció de 20 a más de 90% y aparecieron beneficios inimaginables en todo tipo de productos, de servicios e impresionantes avances en salud, comunicaciones, educación y entretenimiento.

Pero la era industrial también tuvo efectos dañinos desde el principio, al menos para aquellos que los quisieron ver. Incluyen una cantidad de crisis ambientales, contaminación, abuso de recursos naturales finitos y cambios en la vida cotidiana que llevaron a una brecha cada vez más grande entre ricos y pobres. Para muchos los costos totales de la industrialización han vuelto insostenible a la burbuja.

 

Los costos de la industrialización

El cambio climático en el mundo es solo uno de los efectos colaterales del crecimiento industrial pero tiene dos aspectos únicos. Primero, los costos actuales y futuros son enormes. Y segundo, si queremos evitar el desastre los cambios deben ser rápidos y brutales. Mirado así, el cambio climático puede considerarse una bendición: es un reloj que hace sonar la alarma para avisarnos que la era industrial se está terminando.

El actual nivel global de emisiones de CO2 es de alrededor de 8.000 millones de toneladas de carbono por año. Esto es más de 2 veces y media la cantidad que se elimina por año de la atmósfera, ya sea absorbida por árboles, plantas y plancton o disuelta en océanos.

La diferencia entre el CO2 que entra y que sale de la atmósfera funciona como el agua en una bañera. Mientras la que entra supera la que sale la bañera se sigue llenando. En algún momento hace falta reducir las emisiones de carbono hasta un nivel inferior al del eliminado por la naturaleza. Eso requiere una reducción de 80% en 20 años. Esto es lo que los científicos llaman “el desafío 80-20” que enfrenta la sociedad industrial.

 

El nuevo mundo real

 

No podemos cumplir con el desafío 80-20 con el actual sistema industrial. Hace falta un cambio fenomenal en el tipo de energía que usemos, en los vehículos que compremos, en los edificios que construyamos para vivir y trabajar, en las ciudades que diseñemos y en la forma en nos traslademos nosotros y los productos por todo el mundo. Implicará cambios que ni siquiera podemos imaginar. Por eso es que la innovación básica es tan importante: rápidamente los humanos deben repensar y construir su infraestructura, su tecnología, sus organizaciones y su método de trabajar con la naturaleza.

Mientras tanto, la comunidad científica, empresarial y ciudadana está cada vez más convencida de que este desafío 80-20 es una señal de que la burbuja de la era industrial ha llegado a sus límites. Por ejemplo, en la naturaleza hay una gran fuente de energía: la radiación solar. Y por el contrario, 90% o más de la energía usada dentro de la burbuja de la era industrial proviene de la combustión de fósiles.

Superar la burbuja significa aprender a vivir dentro de los límites de nuestro “ingreso energético” y depender de formas de energía, como la solar eólica marítima y vegetal, todas renovables. La naturaleza no produce desperdicios: todo subproducto de un sistema natural sirve de nutriente a otro. La burbuja de la era industrial genera enorme cantidad de desperdicios; en un mundo post-burbuja, en cambio, todo – autos, celulares, edificios de oficinas, electrodomésticos – debe ser 100% reciclable, refabricable o útil para convertirse en abono.

También deberá haber una diferente actitud sobre la brecha entre ricos y pobres; en un mundo cada vez más interdependiente, no es sostenible que 15% de la gente tenga 85% de la riqueza. Todas las instituciones de la sociedad deben aceptar, como primera responsabilidad de los seres humanos, la necesidad de dejar una biosfera global saludable para las generaciones posteriores. Y en este nuevo mundo real, se entiende que los seres humanos son solamente una de las especies que importan y que todas las especies dependen de otras.

Aprender a vivir fuera de la burbuja de la era industrial – y cumplir con el desafío 80-20 en particular– exigirá innovaciones básicas de una escala y velocidad nunca antes vista. Esa es una razón por la que algunas instituciones están recurriendo a soluciones estrechas, de arriba hacia abajo, como regulaciones restrictivas al uso de determinadas energías o materiales. Pero muchas veces estos métodos pueden llevar a un tipo de soluciones conocido como “traspasar la carga”: o sea, tratar de resolver problemas complejos atacando solo síntomas individuales.

Muchos éxitos en el mundo real comienzan pequeños y gradualmente crecen hasta alcanzar escala importante. Se van desenvolviendo de la misma forma en que se desenvolvió la primera Revolución Industrial, pero hoy lo hacen a un ritmo mucho más acelerado.

Como en aquella revolución del siglo 17, la empresa debe jugar un papel central, Los empresarios deben aplicar sus habilidades gerenciales, de emprendedorismo e inteligencia económica para hacer realidad un cambio colectivo.

 

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