lunes, 9 de diciembre de 2024

De cara a la próxima década

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Después de haber encarado, con éxito, transformaciones estructurales de importancia durante la década de los ´90, nuestro país está transitando una nueva etapa. Para poder continuar, con éxito, en el camino del crecimiento, la Argentina deberá hacer frente a diferentes condicionamientos, internos y externos.
Por Emilio J. Cárdenas.

<p>Despu&eacute;s de haber encarado, con &eacute;xito, transformaciones estructurales de importancia durante la d&eacute;cada de los '90, nuestro pa&iacute;s est&aacute; transitando una nueva etapa. Para poder continuar, con &eacute;xito, en el camino del crecimiento, la Argentina deber&aacute; hacer frente a diferentes condicionamientos, internos y externos.</p>
<p>En primer lugar deber&aacute; esforzarse por consolidar todas aquellas instituciones de nuestra democracia que todav&iacute;a evidencian alguna disfuncionalidad. En particular, ser&aacute; necesario mejorar el funcionamiento del Poder Legislativo y &shy;sobre todo&shy; el del Poder Judicial, dinamizando sus respectivos procedimientos y jerarquizando sus cuadros y estructuras. Enseguida, ser&aacute; imprescindible ocuparse de la seguridad, en todos los niveles. La situaci&oacute;n actual est&aacute;, obviamente, lejos de ser satisfactoria.</p>
<p>Adem&aacute;s, deber&aacute; perfeccionarse el nuevo <i>rol</i> que corresponde al Estado en una econom&iacute;a que se ha abierto y que utiliza intensamente al mercado como mecanismo de coordinaci&oacute;n. Esto supone asumir &shy;con razonabilidad y sin arbitrariedad&shy; el <i>rol</i> reglamentario (o sea, antic&iacute;clico) que las circunstancias imponen. El Estado deber&aacute;, entonces, garantizar el equilibrio en los mercados, evitando deformaciones y controlando posibles abusos. Es un <i>rol </i>que incluye la urgencia de desterrar toda oportunidad de corrupci&oacute;n en todos los niveles, originada en la falta de claridad en las normas o en los excesos que derivan de los abusos en materia de discrecionalidad.</p>
<p>Nuestra sociedad toda deber&aacute; comprender que la globalizaci&oacute;n es una realidad, de la que escaparse implica, qui&eacute;rase o no, elegir la postergaci&oacute;n. Ella supone, ciertamente, riesgos. Algunos de ellos, angustiantes. Pero tambi&eacute;n oportunidades. Y exige adaptarse a la flexibilidad que requiere la aceleraci&oacute;n cada vez mayor producida por la revoluci&oacute;n tecnol&oacute;gica e inform&aacute;tica.</p>
<p>Desde el punto de vista externo, la Argentina debe priorizar la lucha contra el proteccionismo agr&iacute;cola que, desde 1964 (cuando comenzara sistem&aacute;ticamente la pol&iacute;tica de subsidios europea) nos ha causado da&ntilde;os enormes. Hoy los pa&iacute;ses de la Ocde gastan unos US$ 340 billones por a&ntilde;o en subsidios. Toda una monstruosidad. De ese total, m&aacute;s de 80% corresponde a la Uni&oacute;n Europea; 8,5% a Sud&aacute;frica; 4,4% a Suiza; y 1,4% a Estados Unidos. El nivel de protecci&oacute;n a los productores agropecuarios en algunos pa&iacute;ses ha llegado a niveles francamente alarmantes. Suiza, por ejemplo, paga a sus productores del sector subsidios de casi US$ 35.000 anuales por productor. Noruega e Islandia la siguen de cerca, con US$ 30.000 por a&ntilde;o y productor. Corea y Jap&oacute;n subsidian a cada uno de sus productores con casi US$ 25.000 por a&ntilde;o. La Uni&oacute;n Europea paga, en promedio, a cada uno de sus productores agropecuarios unos US$ 16.000 por a&ntilde;o. Estados Unidos, por su parte, unos US$ 15.000 anuales. Puesto de otra manera, en Jap&oacute;n, 63% de los ingresos de los productores agropecuarios es subsidio. En la Uni&oacute;n Europea, 45%. En Estados Unidos, alrededor de 30%; y as&iacute;, sucesivamente, ocurre con la mayor&iacute;a de los pa&iacute;ses industrializados.</p>
<p>Este es un desaf&iacute;o complicado, y no ser&aacute; f&aacute;cil asegurar el &eacute;xito. Pero lo que est&aacute; en juego es demasiado significativo como para no apretar filas con el grupo de Cairns, tratando de revertir una situaci&oacute;n que nos ha sido, y es, particularmente perjudicial.</p>
<p>La Argentina deber&aacute;, asimismo, concentrar sus esfuerzos en los esquemas regionales de integraci&oacute;n de mercados, sin descartar por ello oportunidades para ampliar su base comercial. Ello deber&aacute; hacerse mejorando los mecanismos institucionales en vigor, promoviendo la inversi&oacute;n extranjera y alentando la actividad de las empresas multinacionales desde nuestro territorio. El Mercosur, en particular, deber&aacute; obrar como plataforma a partir de la cual se robustecer&aacute; nuestro poder de negociaci&oacute;n con terceros. Se mejorar&aacute;n nuestras econom&iacute;as de escala; se modernizar&aacute;n e integrar&aacute;n nuestras infraestructuras f&iacute;sicas; se optimizar&aacute; el abastecimiento energ&eacute;tico; se corregir&aacute;n las asimetr&iacute;as; se asegurar&aacute; la coherencia fiscal y monetaria; y se potenciar&aacute;n las oportunidades para todos los empresarios de la regi&oacute;n.</p>
<p>Al Estado le corresponder&aacute;, en otro orden de cosas, asumir con eficiencia su <i>rol</i> social, asegurando que el gasto en este cap&iacute;tulo llegue con la mayor intensidad posible a los respectivos beneficiarios. Particularmente a aquellos que, en funci&oacute;n del v&eacute;rtigo de la modernizaci&oacute;n permanente, puedan quedar excluidos de sus beneficios. En esta tarea, un proceso de educaci&oacute;n y entrenamiento permanente deber&aacute; estar disponible, de manera de proveer oportunidades a todos aquellos que decidan procurarlas.</p>
<p>Corresponder&aacute; tambi&eacute;n al Estado asegurar la ortodoxia en el manejo de las variables macroecon&oacute;micas. Esto incluye, por supuesto, abrazar y mantener la disciplina fiscal y monetaria, as&iacute; como asegurar el m&aacute;ximo de transparencia en los distintos mercados, y mantener la coherencia en el rumbo general, sin todo lo cual la Argentina dif&iacute;cilmente podr&aacute; competir con posibilidades de &eacute;xito en el escenario abierto.</p>
<p>Nuestras empresas no pueden ya asumir que el futuro ser&aacute; siquiera parecido al pasado. En rigor, va a ser muy distinto. Deber&aacute;n acostumbrarse al predominio de la demanda sobre la oferta; esto es, al poder del consumidor. Pero tambi&eacute;n a la importancia de asignar siempre valor esencial al conocimiento; o sea, a las ideas. Particularmente cuando el riesgo de obsolescencia va a continuar creciendo en funci&oacute;n directa de la aceleraci&oacute;n en el cambio tecnol&oacute;gico. Por ello, la mejora en la productividad deber&aacute; ser un objetivo constante, sin el cual las empresas, tarde o temprano, resignar&aacute;n competitividad.</p>
<p>Muy probablemente, como ocurre en todas las latitudes, veamos tambi&eacute;n una tendencia hacia la disminuci&oacute;n del poder del sindicalismo en nuestra sociedad, hasta ahora hiperdimensionado. La imperiosa necesidad de operar con flexibilidad y capacidad de adaptaci&oacute;n nos va a empujar, inexorablemente, en esa direcci&oacute;n.</p>
<p>Internet, en el futuro, no ser&aacute; ya un tema de alguna manera reservado a las elites, sino un instrumento comercial absolutamente revolucionario. Por esa raz&oacute;n, los esfuerzos del gobierno nacional en pro de difundir su utilizaci&oacute;n en el plano educativo deben considerarse prioritarios.</p>
<p>Las nuevas condiciones de la econom&iacute;a internacional son complejas, puesto que proyectan alguna cuota de inseguridad en el plano comercial e inestabilidad en el financiero. Esto requerir&aacute; de un esfuerzo constante por tratar de disminuir nuestra vulnerabilidad, tal como ya se ha hecho al estimular la generaci&oacute;n de ahorro interno a largo plazo, a trav&eacute;s de las AFJP, como mec&aacute;nica para, de ese modo, limitar nuestra dependencia de las fuentes financieras externas.</p>
<p>En el camino es posible que enfrentemos algunos peligros. Ellos ser&aacute;n alimentados, en algunos casos, por las frustraciones. En otros, por los descontentos. Cabe prever, entonces, que puedan aparecer brotes circunstanciales de populismo o de autoritarismo. Y hasta de exacerbaci&oacute;n del nacionalismo. Ellos deber&aacute;n ser moderados a trav&eacute;s de la adopci&oacute;n de una actitud de permanente racionalidad, que comprenda que actuamos en el mundo de la realidad. Que es como es. Y no en el marco de idealismos o utop&iacute;as, que &shy;para algunos&shy; pueden aparentar ser &quot;pan para hoy&quot;. Pero que, seguramente, terminar&aacute;n siendo para muchos &quot;hambre para ma&ntilde;ana&quot;.</p>
<p><i>Emilio J. C&aacute;rdenas es Director ejecutivo de HSBC Argentina Holdings.</i></p>

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