Una súbita rebelión de accionistas estalló en DaimlerChrysler

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“Que renuncie Jürgen Schremp” exigía el miércoles a gritos Klaus Kaldemorgen, represante del grupo de fondos DWS. “La paciercia de los accionistas se ha colmado”, decían otros asistentes a la asamblea general en Berlín.

El motivo de las iras está claro: el balance 2004 es tan malo como los de los últimos años y la quinta automotriz del mundo se halla al borde de una crisis interna. En el centro del lío aparecen Schrempp (presidente ejecutivo) y Helmut Kopper, principal accionista individual (10,4% del paquete) y ex jefe de Deutsche Bank).

Kopper tiene vínculos demasiado estrechos con la conducción de la empresa, forjados cuando timoneó la absorción de la norteamericana Chrysler (en virtual bancarrota) por parte de Daimler-Benz. Eso fue hace seis años. Esta fusión originó las fuertes péridas sufridas desde entonces y que, hoy, los otros accionistas no están dispuestos a seguir tolerando.

Esta rebelión pone en tela de juicio uno de los símboloe del capitalismo renano. En efecto, existen nexos históricos entre Mercedes-Benz, Deutasche Bank y otros gigantes germanos ligados al poder político (II Reich, 1871-1918; III Reich, 1933-45). También, a los aspectos más turbios del régimen nacionalsocialista.

Kaldemorgen lanzó varios ataques personales contra Schrempp, Kopper y su supuesta capacidad (“arrogancia” dicen los críticos) para resolver los problemas posteriores a la fusión. “Una marca tan noble como Mercedes está en riesgo. Defectos de calidad han obligado a retirar de mercado 1.300.000 coches e hicieron caer 4% las ventas”, subrayó el rebelde. De paso, recordó que la subsidiaria Smart está en virtual bancarrota, tras años de cuantiosas pérdidas.

Tampoco se privó de subir el tono Thomas Maier, representante del fondo Union Investment (tiene acciones de la firma por € 500 millones). “Acá nos vemos ante graves errores de management y una gestión paupérrima de sus responsables”. Claro, el papel de DC cedió 4,5% de golpe. Por su parte, el grupo rebelde anticipó que votará contra el informe y la cúpula o, en todo caso, se retirará de la asamblea.

El motivo de las iras está claro: el balance 2004 es tan malo como los de los últimos años y la quinta automotriz del mundo se halla al borde de una crisis interna. En el centro del lío aparecen Schrempp (presidente ejecutivo) y Helmut Kopper, principal accionista individual (10,4% del paquete) y ex jefe de Deutsche Bank).

Kopper tiene vínculos demasiado estrechos con la conducción de la empresa, forjados cuando timoneó la absorción de la norteamericana Chrysler (en virtual bancarrota) por parte de Daimler-Benz. Eso fue hace seis años. Esta fusión originó las fuertes péridas sufridas desde entonces y que, hoy, los otros accionistas no están dispuestos a seguir tolerando.

Esta rebelión pone en tela de juicio uno de los símboloe del capitalismo renano. En efecto, existen nexos históricos entre Mercedes-Benz, Deutasche Bank y otros gigantes germanos ligados al poder político (II Reich, 1871-1918; III Reich, 1933-45). También, a los aspectos más turbios del régimen nacionalsocialista.

Kaldemorgen lanzó varios ataques personales contra Schrempp, Kopper y su supuesta capacidad (“arrogancia” dicen los críticos) para resolver los problemas posteriores a la fusión. “Una marca tan noble como Mercedes está en riesgo. Defectos de calidad han obligado a retirar de mercado 1.300.000 coches e hicieron caer 4% las ventas”, subrayó el rebelde. De paso, recordó que la subsidiaria Smart está en virtual bancarrota, tras años de cuantiosas pérdidas.

Tampoco se privó de subir el tono Thomas Maier, representante del fondo Union Investment (tiene acciones de la firma por € 500 millones). “Acá nos vemos ante graves errores de management y una gestión paupérrima de sus responsables”. Claro, el papel de DC cedió 4,5% de golpe. Por su parte, el grupo rebelde anticipó que votará contra el informe y la cúpula o, en todo caso, se retirará de la asamblea.

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