Hay empresas estadounidenses en este sector muy fuertes, con bajos costos y buena salud financiera que sobrevivirán sin problemas. Pero hay muchas otras, más pequeñas, en yacimientos menos productivos que se han endeudado de modo extraordinario y cuya misma existencia peligra.
Los precios bajos en todo el mundo, que favorecen a los consumidores y perjudican a casi todos los productores, imponen una seria corrección. Habrá reestructuración de deudas, pero también muchas bancarrotas. La inversión en capital es imposible de cubrir –para estas empresas- simplemente con el propio cash flow.
En los primeros seis meses de este año, la inversión superó a los ingresos en U$ 32 mil millones. Durante el año pasado en casi US$ 38 mil millones. La deuda acumulada por las empresas estadounidenses que producen petróleo y gas se ha duplicado desde final de 2010 (US$ 81 mil millones), hasta junio de este año (US$ 169 mil millones).
Como dicen los veteranos del sector, el mundo funciona con petróleo, pero la industria petrolera con capital. Y para el shale oil estas fuentes se están secando. Ni siquiera la venta de acciones de estas compañías (que funcionó en el primer trimestre del año) suscita interés ahora.
El sector no desaparecerá, pero le aguardan tiempos turbulentos.