Seguros: AIG le dice adiós al jefe del clan Greenberg

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Maurice Greenberg deja la conducción de American International Group, desde 1975 la mayor aseguradora el mundo. El paterfamilias se va en medio de investigaciones y sumarios por presunta manipulación de ingresos y licitaciones de pólizas.

El lunes por la noche, la junta directiva se reunió para resolver la insostenible situación del presidente y director ejecutivo. El segundo cargo pasará por el momento a Martín Sullivan –hasta ahora copresidente- y Greenberg quedará sólo como presidente del directorio. Entretanto, fiel al estilo del negocio asegurador, nadie abría la boca ni daba detalles.

La renuncia de Greenberg será la consecuencia más grave desde que Eliot Spitzer, fiscal estadual de Nueva York, inició indagaciones sobre la serie de fraudes que había caracterizado durante años al sector (pomposamente llamado “industria”). La historia de Greenberg ilustra la llamativa rentabilidad del área: desde tomar AIG, en 1967, el CEO saliente multiplicó más de mil veces los activos de la firma, invirtió US$ 50.000 millones en adquisiciones y llegó a tener 50 millones de clientes en 130 países.

Toda esa estantería empezó a tambalear cuando, en febrero, Spitzer emplazó a AIG ante los tribunales. La situación jurídica, de paso, pone en tela de juicio la “salida elegante” combinada por la junta (Greenberg a la presidencia no ejecutiva, Sullivan a la conducción directa). “Sería difícil que, si se acciona contra Greenberg, Sullivan quede a margen, pues movía hilos dentro de la organización”, presumen varios observadores en Wall Street.

La propia junta se ve inquieta. El activismo de fiscales y autoridades regulatorias (inclusive la Securitites & Exchange Commisssion, SEC) se traduce en crecientes presiones sobre los directorios para que procedan drásticamente, aun contra CEO exitosos, influyentes y nepotistas. Máxime si una empresa está cuestionada por irregularidades relevantes.

Los triunfos de Greenberg, en cierto modo, le crean más dificultades a él y al grupo que controla. La capitalización bursátil de AIG ronda los US$ 168.500 millones (Thompson Datastream), por lo cual compite con General Electric entra las empresas más valiosas del planeta. Sólo que GE produce bienes y riquezas tangibles. Por otra parte, el CEO saliente es uno de los mayores accionistas del grupo, factor que puede agravar la situación y poner en jaque a la junta directiva.

En concreto, Spitzer, el departamento federal de Justicia y la comisión federal de valores investigan transacciones poco claras entre AIG y General Reinsurance, Berkshire Hathaway, armadas por el propio Greenberg. Dos hijos del patriarca están también involucrados en maniobras con pólizas, canalizadas vía un agente subsidiario de AIG. Eso sin contar sospechas sobre lavado de dinero.

Como suele suceder desde el derrumbe de Enron, gurúes, especuladores y medios bursátiles se tranquilizan a sí mismos arguyendo que, por supuesto, AIG cuenta con un elenco de “talentosos ejecutivos” de donde sacar nuevas autoridades. Especialmente si Sullivan no dura. Pero la ristra de escándalos iniciada en diciembre de 2001 acabó con listas enteras de reemplazantes internos.

“El problema de fondo es la falta de transparencia en todo el negocio”, reflexionaba el director de Delphi Management, firma accionista de AIG. “Al fin, uno está comprando un fondo de cobertura disimulado y resulta imposible averiguar dónde están las posiciones y dónde los riesgos”. No sólo en EE.UU.

Casi por casualidad, en Buenos Aires un coprotagonista de episodios cifrados, durante los 90, en Citibank Equity Investments (CEI) presentó
un fondo de riesgo, donde 49% de las acciones pertenecen a AIG Global Investments Latin America. Es una subsidiaria del grupo que controlan los Greenberg.

El lunes por la noche, la junta directiva se reunió para resolver la insostenible situación del presidente y director ejecutivo. El segundo cargo pasará por el momento a Martín Sullivan –hasta ahora copresidente- y Greenberg quedará sólo como presidente del directorio. Entretanto, fiel al estilo del negocio asegurador, nadie abría la boca ni daba detalles.

La renuncia de Greenberg será la consecuencia más grave desde que Eliot Spitzer, fiscal estadual de Nueva York, inició indagaciones sobre la serie de fraudes que había caracterizado durante años al sector (pomposamente llamado “industria”). La historia de Greenberg ilustra la llamativa rentabilidad del área: desde tomar AIG, en 1967, el CEO saliente multiplicó más de mil veces los activos de la firma, invirtió US$ 50.000 millones en adquisiciones y llegó a tener 50 millones de clientes en 130 países.

Toda esa estantería empezó a tambalear cuando, en febrero, Spitzer emplazó a AIG ante los tribunales. La situación jurídica, de paso, pone en tela de juicio la “salida elegante” combinada por la junta (Greenberg a la presidencia no ejecutiva, Sullivan a la conducción directa). “Sería difícil que, si se acciona contra Greenberg, Sullivan quede a margen, pues movía hilos dentro de la organización”, presumen varios observadores en Wall Street.

La propia junta se ve inquieta. El activismo de fiscales y autoridades regulatorias (inclusive la Securitites & Exchange Commisssion, SEC) se traduce en crecientes presiones sobre los directorios para que procedan drásticamente, aun contra CEO exitosos, influyentes y nepotistas. Máxime si una empresa está cuestionada por irregularidades relevantes.

Los triunfos de Greenberg, en cierto modo, le crean más dificultades a él y al grupo que controla. La capitalización bursátil de AIG ronda los US$ 168.500 millones (Thompson Datastream), por lo cual compite con General Electric entra las empresas más valiosas del planeta. Sólo que GE produce bienes y riquezas tangibles. Por otra parte, el CEO saliente es uno de los mayores accionistas del grupo, factor que puede agravar la situación y poner en jaque a la junta directiva.

En concreto, Spitzer, el departamento federal de Justicia y la comisión federal de valores investigan transacciones poco claras entre AIG y General Reinsurance, Berkshire Hathaway, armadas por el propio Greenberg. Dos hijos del patriarca están también involucrados en maniobras con pólizas, canalizadas vía un agente subsidiario de AIG. Eso sin contar sospechas sobre lavado de dinero.

Como suele suceder desde el derrumbe de Enron, gurúes, especuladores y medios bursátiles se tranquilizan a sí mismos arguyendo que, por supuesto, AIG cuenta con un elenco de “talentosos ejecutivos” de donde sacar nuevas autoridades. Especialmente si Sullivan no dura. Pero la ristra de escándalos iniciada en diciembre de 2001 acabó con listas enteras de reemplazantes internos.

“El problema de fondo es la falta de transparencia en todo el negocio”, reflexionaba el director de Delphi Management, firma accionista de AIG. “Al fin, uno está comprando un fondo de cobertura disimulado y resulta imposible averiguar dónde están las posiciones y dónde los riesgos”. No sólo en EE.UU.

Casi por casualidad, en Buenos Aires un coprotagonista de episodios cifrados, durante los 90, en Citibank Equity Investments (CEI) presentó
un fondo de riesgo, donde 49% de las acciones pertenecen a AIG Global Investments Latin America. Es una subsidiaria del grupo que controlan los Greenberg.

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