Se viene una megafusión en el negocio mundial del disco

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Desde este fin de semana, AOL Time Warner y la alemana Bertelsmann discuten una fusión de sus actividades grabadoras. La futura sociedad competirá con Universal Music Group, justamente mientras la francesa Vivendi trata de venderlo.

Por un lado, los grandes intermediarios de Wall Street (los mismos que han sido sancionados por prácticas desleales) lanzan una campaña vía medios y columnistas del sector para “volver a los 90”, es decir a la burbujas bursátiles y las fusiones efectistas. Por el otro, los frutos de esos matrimonios –Vivendi, AOL Time Warner, WorldCom, etc.- están en graves problemas y los grupos cuyas acciones parece repuntar viven endeudados.

El contrate queda subrayado en el negocio de la música grabada. Desde hace semanas, Vivendi Universal –en pleno achique para disminuir deudas contraídas durante una desenfrenada expansión- busca vender Universal Music Group, líder mundial, y sacarse de encima casi íntegra su división de TV por cable, entretenimientos y paquetes temáticos en Estados Unidos. Ahora, AOL Time Waner (otro coloso en aprietos) discute con Bertelsmann una megafusión, también en el rubro discográfico.

Ejecutivos de ambas empresas admiten que la cosa está verde, pero creen que madurará porque los problemas de la propia industria exigen replanteos o alianzas para sobrevivir. Especialmente en música “pop”, donde la falta de creatividad e innovación de los últimos treinta años (más la decadencia de “intocables” como U2, Bruce Springsteen o Gloria Estefan) obliga a fabricar o promover estrellas efímeras. Igual síntoma muestra Hollywood –bien lo sabe Vivendi-, donde reinan los efectos especiales y segundas o terceras versiones de viejas películas.

En ese trasfondo se proyectan, ademán, “cachets” demasiado altos, piratería, avance de la radio, reticencia de las cadenas minoristas a dar espacios en góndolas y escaso avance del DVD, salvo en algunas ciudades del Primer Mundo. En 2002, Warner Music facturó US$ 4.200 millones y BMG € 2.700 millones, cifras ambas bastante por debajo de lo que solía ser normal.

No es la primera vez que el conglomerado germano y el gigante estadounidense encaran alianzas o fusiones. Hace algún tiempo, ambas rivalizaban para quedarse con el británico EMI Group. En los nuevos contactos aparece un factor personal: Warner pretende la gestión de la futura firma (50% para cada grupo), porque Roger Ames -su presidente- tiene mucha más experiencia en el negocio que Rolf Schmidt-Holtz, su colega en BMG. También hay criterios distintos en cuanto derechos y elencos, pues lo alemanes privilegiarían nombres tan históricos como Elvis Presley, Led Zeppelin, Aretha Franklin, King Crimson (los registros hasta 1975) y otros.

Por un lado, los grandes intermediarios de Wall Street (los mismos que han sido sancionados por prácticas desleales) lanzan una campaña vía medios y columnistas del sector para “volver a los 90”, es decir a la burbujas bursátiles y las fusiones efectistas. Por el otro, los frutos de esos matrimonios –Vivendi, AOL Time Warner, WorldCom, etc.- están en graves problemas y los grupos cuyas acciones parece repuntar viven endeudados.

El contrate queda subrayado en el negocio de la música grabada. Desde hace semanas, Vivendi Universal –en pleno achique para disminuir deudas contraídas durante una desenfrenada expansión- busca vender Universal Music Group, líder mundial, y sacarse de encima casi íntegra su división de TV por cable, entretenimientos y paquetes temáticos en Estados Unidos. Ahora, AOL Time Waner (otro coloso en aprietos) discute con Bertelsmann una megafusión, también en el rubro discográfico.

Ejecutivos de ambas empresas admiten que la cosa está verde, pero creen que madurará porque los problemas de la propia industria exigen replanteos o alianzas para sobrevivir. Especialmente en música “pop”, donde la falta de creatividad e innovación de los últimos treinta años (más la decadencia de “intocables” como U2, Bruce Springsteen o Gloria Estefan) obliga a fabricar o promover estrellas efímeras. Igual síntoma muestra Hollywood –bien lo sabe Vivendi-, donde reinan los efectos especiales y segundas o terceras versiones de viejas películas.

En ese trasfondo se proyectan, ademán, “cachets” demasiado altos, piratería, avance de la radio, reticencia de las cadenas minoristas a dar espacios en góndolas y escaso avance del DVD, salvo en algunas ciudades del Primer Mundo. En 2002, Warner Music facturó US$ 4.200 millones y BMG € 2.700 millones, cifras ambas bastante por debajo de lo que solía ser normal.

No es la primera vez que el conglomerado germano y el gigante estadounidense encaran alianzas o fusiones. Hace algún tiempo, ambas rivalizaban para quedarse con el británico EMI Group. En los nuevos contactos aparece un factor personal: Warner pretende la gestión de la futura firma (50% para cada grupo), porque Roger Ames -su presidente- tiene mucha más experiencia en el negocio que Rolf Schmidt-Holtz, su colega en BMG. También hay criterios distintos en cuanto derechos y elencos, pues lo alemanes privilegiarían nombres tan históricos como Elvis Presley, Led Zeppelin, Aretha Franklin, King Crimson (los registros hasta 1975) y otros.

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