martes, 3 de diciembre de 2024

Internet: un negocio donde hoy el éxito cuesta caro

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Para las pioneras de la Red, llegar a la edad adulta comporta esfuerzos financieros. La obsesión por innovaciones no siempre necesarias -como en los celulares- lleva a invertir sin freno. Google es una muestra.

En un cuadrenio, el primer motor mundial de búsquedas aumentó inversiones de US$ 50 a 830 millones anuales. La librería virtual Amazon, en igual lapso (2002-5), lo hacía “apenas” de la misma suma a 200 millones. Son datos de las propias empresas.

Esta política es totalmente opuesta a la del período 1991-2000. Por entonces, Internet se consideraba un sector apto para negocios poco caros, pues empezar en el cibespacio exigía escasas inversiones en infraestructura física y, cuando los gastos se elevaban, se los atribuía a la necesidad de captar participación de mercado.

En cuanto a las firmas que gastaban mucho –Amazon, por ejemplo-, los gurúes de la Red afirmaban que, después, obtendrían utilidades apreciables al afianzarse en determinados segmentos. Hoy las teorías han cambiado. Por de pronto, han caído en desuso términos como “bricks” y “clicks” (ladrillos, clics) y se sostiene que, como ocurre entre compañías convencionales, las virtuales precisan gastar para atraer personal experto, clientes… y avisos.

También parecen aumentar las inversiones en tecnología. Así sucede entre compañías de Internet que se disputan los mismos mercados, tanto el minorista como el de buscadores. Pero, según sospechan analistas independientes, existen dos causas: la pelea por avisos –que luego molestan a los usuarios- y las ofertas de vanguardia (banda ancha, verbigracia) que sólo entusiasman a jóvenes o a quienes dependen del sector para vivir; por ejemplo, muchos consultores chicos. Así se nota en economías periféricas.

Días atrás, a propósito, Jorge Reyes -director financiero de Google- anunció que el megabuscador seguirá poniendo capital para ampliar negocios comprando rivales, centros de datos y equipos. En suma, irá convirtiéndose en un motor de avisos. Así lo confirma el propio ejecutivo, al mencionar toma de profesionales en marketing y publicidad.

Por de pronto, la inversión se dobló en 2005. Mientras tanto, las dudas de los inversores en torno de Google y sus políticas achataron las acciones. No obstante, su precio continúa siendo 73 veces superior a las ganancias probables, una proporción insalubre mientras el PBI norteamericano tienda a estancarse o se incrementen las tasas largas.

Parte del fenómeno se debe a consultores e intermediarios bursátiles que siguen recomendando comprar la acción, quizá para ir alivianando sus propias carteras. Esto ya ocurrió durante la burbuja puntocom (1997/2000), atribuida a una “nueva economía” que se pinchó junto con la estrella de Nicholas Negroponte, Abigail J.Cohen y otros. En general, el sector de tecnología informática es menos imprudente: a fin de 2005, la relaciòn precio/ganancia era 22 veces, contra 18 de la cartera Standard&Poor’s. Por supuesto, ésta es coyunturalmente alta y explica los vaivenes en Wall Street.

En un cuadrenio, el primer motor mundial de búsquedas aumentó inversiones de US$ 50 a 830 millones anuales. La librería virtual Amazon, en igual lapso (2002-5), lo hacía “apenas” de la misma suma a 200 millones. Son datos de las propias empresas.

Esta política es totalmente opuesta a la del período 1991-2000. Por entonces, Internet se consideraba un sector apto para negocios poco caros, pues empezar en el cibespacio exigía escasas inversiones en infraestructura física y, cuando los gastos se elevaban, se los atribuía a la necesidad de captar participación de mercado.

En cuanto a las firmas que gastaban mucho –Amazon, por ejemplo-, los gurúes de la Red afirmaban que, después, obtendrían utilidades apreciables al afianzarse en determinados segmentos. Hoy las teorías han cambiado. Por de pronto, han caído en desuso términos como “bricks” y “clicks” (ladrillos, clics) y se sostiene que, como ocurre entre compañías convencionales, las virtuales precisan gastar para atraer personal experto, clientes… y avisos.

También parecen aumentar las inversiones en tecnología. Así sucede entre compañías de Internet que se disputan los mismos mercados, tanto el minorista como el de buscadores. Pero, según sospechan analistas independientes, existen dos causas: la pelea por avisos –que luego molestan a los usuarios- y las ofertas de vanguardia (banda ancha, verbigracia) que sólo entusiasman a jóvenes o a quienes dependen del sector para vivir; por ejemplo, muchos consultores chicos. Así se nota en economías periféricas.

Días atrás, a propósito, Jorge Reyes -director financiero de Google- anunció que el megabuscador seguirá poniendo capital para ampliar negocios comprando rivales, centros de datos y equipos. En suma, irá convirtiéndose en un motor de avisos. Así lo confirma el propio ejecutivo, al mencionar toma de profesionales en marketing y publicidad.

Por de pronto, la inversión se dobló en 2005. Mientras tanto, las dudas de los inversores en torno de Google y sus políticas achataron las acciones. No obstante, su precio continúa siendo 73 veces superior a las ganancias probables, una proporción insalubre mientras el PBI norteamericano tienda a estancarse o se incrementen las tasas largas.

Parte del fenómeno se debe a consultores e intermediarios bursátiles que siguen recomendando comprar la acción, quizá para ir alivianando sus propias carteras. Esto ya ocurrió durante la burbuja puntocom (1997/2000), atribuida a una “nueva economía” que se pinchó junto con la estrella de Nicholas Negroponte, Abigail J.Cohen y otros. En general, el sector de tecnología informática es menos imprudente: a fin de 2005, la relaciòn precio/ganancia era 22 veces, contra 18 de la cartera Standard&Poor’s. Por supuesto, ésta es coyunturalmente alta y explica los vaivenes en Wall Street.

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