A partir de ahora, los grupos que venden o aplican farmoquímicos en las áreas más pobres del planeta temern que se agote la dispobilidad de medicamentos a precios accesibles. Dado que cientos de millones –en el subcontinente indio y otras zonas-, inclusive la mitad de pacientes afectados por sida en el mundo, dependen de genéricos (especialidades no cubiertas por patentes normales), un ejército de activistas sociales chocó en Delhi con cabilderos de las grandes farmoquímicas internacionales. Como resultado, algunos aspectos demasiado pro negocio del proyecto no llegaron al texto final de la ley.
“Es una desilusión. Pero pudo ser peor”, comenta Daniel Berman, coordinador de la cmpaña pro acesso a medicinas indispensables de la organización Médicos sin Fronteras (MSF). “Si se hubiesen impuesto completamente los intereses empresarios, todos los genéricos habrían sido eliminados del mercado”. En cambio, los ya aprobados en India podrán seguir vendiéndose, aunque abonando regalías o licencias. También hay cláusulas que permiten a los fabricantes de genéricos copiar compuestos.
Pero la copia queda sujeta a criterios restrictivos y, según MSF, los precios de drogas nuevas serán prohibitivos, pues sus fabricantes tendrán los mismos veinte años de patente exclusiva de que gozan en Occidente. En el caso del sida, cuyos retrrovirus mutan y cuyos pacientes desarrollan rápido resistencias a drogas “antiguas”, los tratamientos “serán tan costosos que sólo podrán pagarlos las sociedades prósperas”, cree Berman.
Por otra parte, no queda claro si los fabricantes de genéricos en otros países (Sdudáfrica, Brasil, China, Tailandia, etc.) podrán aumentar su oferta de medicamentos baratos para cubrir el futuro déficit de la oferta india. Aun para usuarios de ese país, cuyos mil millones de habitantes son mayormente pobres o muy pobres, será difpicil obtener remedios efectivos.
“No todos los hindúes ganan como en Bangalur y otros centros tecnológicos”, se dijo en los debates parlamentarios. Sin demasiada convicción, Kamal Nath (ministro de Comercio) señaló que “el gobierno retiene amplias facultades para afrontar aumentos desmedidos de precios”. Lo malo es que el oficialista y muy conservador Partido del Congreso favorece marcadamente los intereses privados. En apreciable medida, debido a la corrupción sistémica que caracteriza a las dirigencias. Además, hay un prejuicio social ligado a la mentalidad tanto hindú como islámica: gobierno y políticos niegan que el sida sea un problema en el país. Igual hacen Indonesia, China, Pakistán, etc.
Hasta la actual reforma, India no otorgaba patentes de producto, como en Occidente, sino patentes de proceso. Más racionales y menor ligadas al lucro, permiten a otros registrar compuestos ya existentes, en tanto provengan de procesos innovadores. De esa forma, varias compañías pueden fabricar la misma droga, lo cual genera competencia y hace bajar precios. Eso es lo que se termina en India.
La ley de 1970 instauró patentes de procesos en medicamentos, fertilizantes y pesticidas. Ello redundó en aumento de expectativas de vida y acabó con las hambrunas endémicas. Por supuesto, también ha multiplicado la población a nievels críticos, dando argumentos al maltusianismo típicos de muchos sectores; entre ellos, el farmoquímico.
En el África subsahariana, las exportaciones de laboratorios indios, espec ialmnete Cipla y Ranbaxy, contribuyeros a reducir el costos total anual de tratamientos contra retrovirus de US$ 15.000 por paciente hace una década a apenas 200 hoy. Por ejemplo, simplificaron y abarataron terapias insoportando tres píldoras en una. A raíz de estas cosas, algunas multinacionales farmoquímicas –las mismas que tienen excesos de liquidez y no saben cómo colocarlo- se han negado a invertir en India, si ésta no reformaba la ley de patentes y las daba protección contra la competencia de genéricos.
El tema sida es conflictivo, sin duda. Hace dos años, la británica GlaxoSmithKline exigió 40% de ingresos por ventas de una droga antisida licenciada a una firma sudafricana. Pero, presionada por el gobierno local y activistas, otorgó tres licencias a firmas rivales cobrando apenas 5% del producido.
En India la historia fue diferente. En 2003, Novartis obligó a competidores locales suyos a dejar de fabricar versiones genéricas de su compuesto Glivec contra leucemia. Las compañías indias vendían los tratamientos anuales a US$ 2.700 cada uno. Ahora, los suizos los cobran US$ 27.000 y, para disimular el exceso, ofrecen terapias gratuitas a unos pocos pacientes pobres. El gobierno no ha movido un dedo.
Pretoria, Delhi y hasta Washington tienen facultades en cuanto a patentes, pero las emplean en casos excepcionales. Cuando el gobierno de George W.Bush requería masivos abastecimiento de un antibiótico caro, Cipro, duranre el alerta por ántrax en 2001, amenazó a Bayer con cancelarle la patente si no bajaba precios.
Existen aspectos complementarios. Hasta ahora, las farmoquímicas indias eran las más activas al momento de gestionar aprobación de la Organización Mundial de la Salud para sus productos, orientados a la exportación. Eso marcaba una diferencia, clave para las transnacionales y sus presiones para reformar la ley de patentes. ¿Por qué? Porque los genéricos fabricados en Brasil o Sudáfrica van mayormente al mercado interno o regional. La otra excepción es China, donde cunde la falsificación de medicamentos, pero el “lobby” empresario (aun con mejores argumentos que en India) no tiene fuerza suficiente ante el gobierno ni el Partido Comunista.
A partir de ahora, los grupos que venden o aplican farmoquímicos en las áreas más pobres del planeta temern que se agote la dispobilidad de medicamentos a precios accesibles. Dado que cientos de millones –en el subcontinente indio y otras zonas-, inclusive la mitad de pacientes afectados por sida en el mundo, dependen de genéricos (especialidades no cubiertas por patentes normales), un ejército de activistas sociales chocó en Delhi con cabilderos de las grandes farmoquímicas internacionales. Como resultado, algunos aspectos demasiado pro negocio del proyecto no llegaron al texto final de la ley.
“Es una desilusión. Pero pudo ser peor”, comenta Daniel Berman, coordinador de la cmpaña pro acesso a medicinas indispensables de la organización Médicos sin Fronteras (MSF). “Si se hubiesen impuesto completamente los intereses empresarios, todos los genéricos habrían sido eliminados del mercado”. En cambio, los ya aprobados en India podrán seguir vendiéndose, aunque abonando regalías o licencias. También hay cláusulas que permiten a los fabricantes de genéricos copiar compuestos.
Pero la copia queda sujeta a criterios restrictivos y, según MSF, los precios de drogas nuevas serán prohibitivos, pues sus fabricantes tendrán los mismos veinte años de patente exclusiva de que gozan en Occidente. En el caso del sida, cuyos retrrovirus mutan y cuyos pacientes desarrollan rápido resistencias a drogas “antiguas”, los tratamientos “serán tan costosos que sólo podrán pagarlos las sociedades prósperas”, cree Berman.
Por otra parte, no queda claro si los fabricantes de genéricos en otros países (Sdudáfrica, Brasil, China, Tailandia, etc.) podrán aumentar su oferta de medicamentos baratos para cubrir el futuro déficit de la oferta india. Aun para usuarios de ese país, cuyos mil millones de habitantes son mayormente pobres o muy pobres, será difpicil obtener remedios efectivos.
“No todos los hindúes ganan como en Bangalur y otros centros tecnológicos”, se dijo en los debates parlamentarios. Sin demasiada convicción, Kamal Nath (ministro de Comercio) señaló que “el gobierno retiene amplias facultades para afrontar aumentos desmedidos de precios”. Lo malo es que el oficialista y muy conservador Partido del Congreso favorece marcadamente los intereses privados. En apreciable medida, debido a la corrupción sistémica que caracteriza a las dirigencias. Además, hay un prejuicio social ligado a la mentalidad tanto hindú como islámica: gobierno y políticos niegan que el sida sea un problema en el país. Igual hacen Indonesia, China, Pakistán, etc.
Hasta la actual reforma, India no otorgaba patentes de producto, como en Occidente, sino patentes de proceso. Más racionales y menor ligadas al lucro, permiten a otros registrar compuestos ya existentes, en tanto provengan de procesos innovadores. De esa forma, varias compañías pueden fabricar la misma droga, lo cual genera competencia y hace bajar precios. Eso es lo que se termina en India.
La ley de 1970 instauró patentes de procesos en medicamentos, fertilizantes y pesticidas. Ello redundó en aumento de expectativas de vida y acabó con las hambrunas endémicas. Por supuesto, también ha multiplicado la población a nievels críticos, dando argumentos al maltusianismo típicos de muchos sectores; entre ellos, el farmoquímico.
En el África subsahariana, las exportaciones de laboratorios indios, espec ialmnete Cipla y Ranbaxy, contribuyeros a reducir el costos total anual de tratamientos contra retrovirus de US$ 15.000 por paciente hace una década a apenas 200 hoy. Por ejemplo, simplificaron y abarataron terapias insoportando tres píldoras en una. A raíz de estas cosas, algunas multinacionales farmoquímicas –las mismas que tienen excesos de liquidez y no saben cómo colocarlo- se han negado a invertir en India, si ésta no reformaba la ley de patentes y las daba protección contra la competencia de genéricos.
El tema sida es conflictivo, sin duda. Hace dos años, la británica GlaxoSmithKline exigió 40% de ingresos por ventas de una droga antisida licenciada a una firma sudafricana. Pero, presionada por el gobierno local y activistas, otorgó tres licencias a firmas rivales cobrando apenas 5% del producido.
En India la historia fue diferente. En 2003, Novartis obligó a competidores locales suyos a dejar de fabricar versiones genéricas de su compuesto Glivec contra leucemia. Las compañías indias vendían los tratamientos anuales a US$ 2.700 cada uno. Ahora, los suizos los cobran US$ 27.000 y, para disimular el exceso, ofrecen terapias gratuitas a unos pocos pacientes pobres. El gobierno no ha movido un dedo.
Pretoria, Delhi y hasta Washington tienen facultades en cuanto a patentes, pero las emplean en casos excepcionales. Cuando el gobierno de George W.Bush requería masivos abastecimiento de un antibiótico caro, Cipro, duranre el alerta por ántrax en 2001, amenazó a Bayer con cancelarle la patente si no bajaba precios.
Existen aspectos complementarios. Hasta ahora, las farmoquímicas indias eran las más activas al momento de gestionar aprobación de la Organización Mundial de la Salud para sus productos, orientados a la exportación. Eso marcaba una diferencia, clave para las transnacionales y sus presiones para reformar la ley de patentes. ¿Por qué? Porque los genéricos fabricados en Brasil o Sudáfrica van mayormente al mercado interno o regional. La otra excepción es China, donde cunde la falsificación de medicamentos, pero el “lobby” empresario (aun con mejores argumentos que en India) no tiene fuerza suficiente ante el gobierno ni el Partido Comunista.