Como en muchos otros países ricos en hidrocarburos, ahora la gente exige participar más de los beneficios. Con algunos grupos hablando inclusive de expropiación, el gobierno acaba de aumentar impuestos y regalías a uno de los niveles más altos en Latinoamérica. Pero se trata apenas del último ejemplo de presiones inéditas sobre las transnacionales.
Con nuevos récords en precios de crudos y gas natural, más crecientes necesidades sociopolíticas, los estados piden más. En algunos casos, están cancelando contratos a largo plazo exageradamente favorables a las empresas privadas, a menudo concedido por regímenes venales.
Si gigantes petroleros mundiales como Saudiarabia, Kuweit, Irán o Méjico no se unen a la tendencia, es porque sus propias compañías estatales controlan o dominan el sector ampliamente. Pero Rusia, Venezuela, Kadzajstán, Nigeria y Argelia –en conjunto, 20% de la producción mundial- son otra historia.
“La imposición de contratos al mismo tiempo más estrictos y flexibles hará que las empresas piensen dos veces antes de invertir” afirma la consultora neoyorquina PIRA Energy Group (PEG), sin advertir la perogrullada. Pero, para los gobiernos, el apriete se justifica por las astronómicas –y crecientes- ganancias que genera el negocio privado.
La semana pasada, el barril de crudo tejano intermedio (WTI) superó los US$ 60 y marcó un nuevo récord nominal absoluto desde 1981. El gas natural, cuyo valor se ha doblado en Estados Unidos desde 2000, es objeto de insaciable demanda internacional. “La petroleras nunca habían ganado tanto”, sostiene el analista venezolano Víctor Poleo. “Gracias al constante alza de precios, debida en gran parte a la especulación con futuros, registran utilidades y reparten dividendos sin procedentes”.
Así, el rédito de ExxonMobil saltó 44%, a US$ 7.860 millones, sólo en el primer trimestre del año, mientras el de Royal Dutch/Shell trepaba 28%. Los ingresos netos conjuntos de las cuatro petroleras mayores (las citadas, British Petroleum y ConocoPhillips) se incrementaron 39% de abril de 2004 a marzo de 2005.
También en el primer trimestre del año, las ventas de ExxonMobil –US$ 82.000 millones- representavaban 77% del producto interno bruto venezolano (107.000 millones), un verdadero dislate geoeconómico. Pero ni se compara con Angola, donde los ingresos de las petroleras privadas decuplican el PBI de un país donde la gente vive con dos dólares diarios.
Por supuesto, analistas vinculados a las transnacionales señalan que la dureza de Bolivia o Venezuela podría ser contraproducente en territorios cuyas reservas son grandes, pero cuya industria precisa desarrollarse y tecnificarse. Empero, “no ocurre así en varios países duros, Venezuela entre ellos, donde los gobiernos tienden a participar más en los negocios”, apunta PFC Energy, una consultora con sede en Washington DF.
En cierto sentido, las compañías han quedado cautivas de sus propios éxitos. Han colocado miles de millones en áreas técnicamente tan difìciles como la cuenca inferior del Orinoco o el mar Caspio, pero ahora están sacando pingües beneficios, o sea pilas de petrodólares. Por ende, no pueden abandonar esos emprendimientos ya mismo. Tampoco disponen de grandes oportunidades para nuevos proyectos, dado que muchos de los países con mayores reservas potenciales restringen la inversión externa.
En un extenso trabajo sobre tendencias, PEG afirma que una de las más duras es Rusia, segunda exportadora mundial de hidrocarburos. El año pasado, Moscú demandó el pago perentorio de impuestos vencidos –en su mayoría, fraguados- a Yukos, entonces la mayor petrolera privada del país. Eso llevó a una subasta arreglada y, después, a la estatización del activo clave, Yuganskñeftyegaz.
También en 2004, Rusia elevó en quince puntos el gravamen a la exportación de crudos y amplió alcances y facultades de Gazprom, el mayor productor mundial de gas natural. En realidad, fue esa compañía la que se quedó con el núcleo de Yukos, víctima de algo que ni Irán ni otros “extremistas” han osado hacer: una expropiación fraudulenta. Ahora, la Dumá –dominada por el ejecutivo- discute un proyecto para limitar la participación de capitales extranjeros privados en grandes proyectos de infraestructura.
Pero Vladyímir Putin es aliado táctico de George W.Bush y hace cosas que éste envidia. Por ejemplo, tomar el control total de la radiotelevisión rusa (sólo le faltaría asociarse a Rupert Murdoch). Entonces, Washington no se mete a defender siquiera a las petroleras norteamericanas.
Por el contrario, la Casa Blanca vive obsesa con Venezuela, que no ha expropiado nada y cumple religiosamente con los contratos de exportaciòn petrolera a EE.UU. (es el quinto proveedor). Caracas ha convertido la estatal PetroVen en un motor de acción social, mientras elevaba regalías e impuestos y acortaba contratos de largo plazo con multinacionales. El gobierno de Hugo Chávez planea asignar este año hasta US$ 4.000 millones del presupuesto de PetroVen a una gama de porogramas, desde hospitakes hasta alfaberización y subsidios al consumo. Si Bolivia hubiese hecho esto –tomado de modelos como Petrobrás o la ex YPF- años atrás, no viviría de crisis en crisis.
Como en muchos otros países ricos en hidrocarburos, ahora la gente exige participar más de los beneficios. Con algunos grupos hablando inclusive de expropiación, el gobierno acaba de aumentar impuestos y regalías a uno de los niveles más altos en Latinoamérica. Pero se trata apenas del último ejemplo de presiones inéditas sobre las transnacionales.
Con nuevos récords en precios de crudos y gas natural, más crecientes necesidades sociopolíticas, los estados piden más. En algunos casos, están cancelando contratos a largo plazo exageradamente favorables a las empresas privadas, a menudo concedido por regímenes venales.
Si gigantes petroleros mundiales como Saudiarabia, Kuweit, Irán o Méjico no se unen a la tendencia, es porque sus propias compañías estatales controlan o dominan el sector ampliamente. Pero Rusia, Venezuela, Kadzajstán, Nigeria y Argelia –en conjunto, 20% de la producción mundial- son otra historia.
“La imposición de contratos al mismo tiempo más estrictos y flexibles hará que las empresas piensen dos veces antes de invertir” afirma la consultora neoyorquina PIRA Energy Group (PEG), sin advertir la perogrullada. Pero, para los gobiernos, el apriete se justifica por las astronómicas –y crecientes- ganancias que genera el negocio privado.
La semana pasada, el barril de crudo tejano intermedio (WTI) superó los US$ 60 y marcó un nuevo récord nominal absoluto desde 1981. El gas natural, cuyo valor se ha doblado en Estados Unidos desde 2000, es objeto de insaciable demanda internacional. “La petroleras nunca habían ganado tanto”, sostiene el analista venezolano Víctor Poleo. “Gracias al constante alza de precios, debida en gran parte a la especulación con futuros, registran utilidades y reparten dividendos sin procedentes”.
Así, el rédito de ExxonMobil saltó 44%, a US$ 7.860 millones, sólo en el primer trimestre del año, mientras el de Royal Dutch/Shell trepaba 28%. Los ingresos netos conjuntos de las cuatro petroleras mayores (las citadas, British Petroleum y ConocoPhillips) se incrementaron 39% de abril de 2004 a marzo de 2005.
También en el primer trimestre del año, las ventas de ExxonMobil –US$ 82.000 millones- representavaban 77% del producto interno bruto venezolano (107.000 millones), un verdadero dislate geoeconómico. Pero ni se compara con Angola, donde los ingresos de las petroleras privadas decuplican el PBI de un país donde la gente vive con dos dólares diarios.
Por supuesto, analistas vinculados a las transnacionales señalan que la dureza de Bolivia o Venezuela podría ser contraproducente en territorios cuyas reservas son grandes, pero cuya industria precisa desarrollarse y tecnificarse. Empero, “no ocurre así en varios países duros, Venezuela entre ellos, donde los gobiernos tienden a participar más en los negocios”, apunta PFC Energy, una consultora con sede en Washington DF.
En cierto sentido, las compañías han quedado cautivas de sus propios éxitos. Han colocado miles de millones en áreas técnicamente tan difìciles como la cuenca inferior del Orinoco o el mar Caspio, pero ahora están sacando pingües beneficios, o sea pilas de petrodólares. Por ende, no pueden abandonar esos emprendimientos ya mismo. Tampoco disponen de grandes oportunidades para nuevos proyectos, dado que muchos de los países con mayores reservas potenciales restringen la inversión externa.
En un extenso trabajo sobre tendencias, PEG afirma que una de las más duras es Rusia, segunda exportadora mundial de hidrocarburos. El año pasado, Moscú demandó el pago perentorio de impuestos vencidos –en su mayoría, fraguados- a Yukos, entonces la mayor petrolera privada del país. Eso llevó a una subasta arreglada y, después, a la estatización del activo clave, Yuganskñeftyegaz.
También en 2004, Rusia elevó en quince puntos el gravamen a la exportación de crudos y amplió alcances y facultades de Gazprom, el mayor productor mundial de gas natural. En realidad, fue esa compañía la que se quedó con el núcleo de Yukos, víctima de algo que ni Irán ni otros “extremistas” han osado hacer: una expropiación fraudulenta. Ahora, la Dumá –dominada por el ejecutivo- discute un proyecto para limitar la participación de capitales extranjeros privados en grandes proyectos de infraestructura.
Pero Vladyímir Putin es aliado táctico de George W.Bush y hace cosas que éste envidia. Por ejemplo, tomar el control total de la radiotelevisión rusa (sólo le faltaría asociarse a Rupert Murdoch). Entonces, Washington no se mete a defender siquiera a las petroleras norteamericanas.
Por el contrario, la Casa Blanca vive obsesa con Venezuela, que no ha expropiado nada y cumple religiosamente con los contratos de exportaciòn petrolera a EE.UU. (es el quinto proveedor). Caracas ha convertido la estatal PetroVen en un motor de acción social, mientras elevaba regalías e impuestos y acortaba contratos de largo plazo con multinacionales. El gobierno de Hugo Chávez planea asignar este año hasta US$ 4.000 millones del presupuesto de PetroVen a una gama de porogramas, desde hospitakes hasta alfaberización y subsidios al consumo. Si Bolivia hubiese hecho esto –tomado de modelos como Petrobrás o la ex YPF- años atrás, no viviría de crisis en crisis.