En suma, mientras la compañía se cierra al mazo, cunde en el mercado la ideas de que aumentan los riesgos y llega el momento de apostar en sentido contrario. Desde la oferta pública inicial de Google, enero de 2004 (a US$ 85 la acción) hasta el pico a fin de 2005 (US$ 475), el precio había subido 4,6 veces. Poco después, la empresa difundió los frustrantes resultados del cuarto trimestre.
Ya en febrero, algunos gestores de fondos vendieron todas sus tenencias, cuando el precio unitario volvía a menos de US$ 400. Según esas mismas entidades señalaron a clientes y analistas bursátiles, el perfil de Google empezaba a plantear incertidumbres y era mejor desembarcar a tiempo. Después de todo, una acción que se incrementa 559% en un par de años no puede seguir haciéndolo al mismo ritmo. Especialmente si sus activos son virtuales y los únicos ingresos provienen de publicidad, en un sector hoy muy peleado.
Pero, al tocar el papel US$ 380, otros fondos especulativos salieron a recomprar, también en febrero. Uno de quienes optaron por ese camino, David Gordon, asegura que la acción rebotará velozmente y, en algunos meses, rozará US$ 600 a 800. La propia amplitud de esa gama ideal (33%) hace sospechar una expresión de deseos o algo típico del casinoi bursátil: una maniobra para seducir inversores en pos de diferencias fáciles.
No obstante, esta misma semana las declaraciones del director financiero de Google les daban la razón a los pesimistas. Jorge Reyes, en efecto, confesó que el crecimiento estaba perdiendo impulso debido a la “ley de los grandes números”. Ese día, 27 de febrero, los papeles cayeron hasta 13% y, al cierre, recortaban pérdidas a un margen todavía severo, 7%, y marcaban US$ 340. A pesar de esos vaivenes, Reyes y otros ejecutivos se niega a discutir el asunto con medios o analistas bursátiles
En suma, mientras la compañía se cierra al mazo, cunde en el mercado la ideas de que aumentan los riesgos y llega el momento de apostar en sentido contrario. Desde la oferta pública inicial de Google, enero de 2004 (a US$ 85 la acción) hasta el pico a fin de 2005 (US$ 475), el precio había subido 4,6 veces. Poco después, la empresa difundió los frustrantes resultados del cuarto trimestre.
Ya en febrero, algunos gestores de fondos vendieron todas sus tenencias, cuando el precio unitario volvía a menos de US$ 400. Según esas mismas entidades señalaron a clientes y analistas bursátiles, el perfil de Google empezaba a plantear incertidumbres y era mejor desembarcar a tiempo. Después de todo, una acción que se incrementa 559% en un par de años no puede seguir haciéndolo al mismo ritmo. Especialmente si sus activos son virtuales y los únicos ingresos provienen de publicidad, en un sector hoy muy peleado.
Pero, al tocar el papel US$ 380, otros fondos especulativos salieron a recomprar, también en febrero. Uno de quienes optaron por ese camino, David Gordon, asegura que la acción rebotará velozmente y, en algunos meses, rozará US$ 600 a 800. La propia amplitud de esa gama ideal (33%) hace sospechar una expresión de deseos o algo típico del casinoi bursátil: una maniobra para seducir inversores en pos de diferencias fáciles.
No obstante, esta misma semana las declaraciones del director financiero de Google les daban la razón a los pesimistas. Jorge Reyes, en efecto, confesó que el crecimiento estaba perdiendo impulso debido a la “ley de los grandes números”. Ese día, 27 de febrero, los papeles cayeron hasta 13% y, al cierre, recortaban pérdidas a un margen todavía severo, 7%, y marcaban US$ 340. A pesar de esos vaivenes, Reyes y otros ejecutivos se niega a discutir el asunto con medios o analistas bursátiles