La compañía proyecta crear una base de datos en línea, primero de su tipo en esta industria, con resultados de experimentos sobre compuestos ya en plaza. La empresa británica señaló que la base incluirá todo tipo de pruebas en laboratorio.
El 2 de junio, Eliot Spitzer –fiscal general del estado neoyorquino- había acusado formalmente a GSK de omitir datos claves sobre el Paxil. En especial, el riesgo de generar impulsos suicidas en pacientes jóvenes tratados con el antidepresivo.
La denuncia fiscal ha tenido ya efectos poco saludables para el negocio. Primero: varias asociaciones de profesionales (EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Italia) presionan para que las empresas no oculten datos comercialmente desfavorables y sean más transparentes. Segundo: esos mismos grupos y otros defensores del público –no sólo en la Unión- quieren imponer limitaciones a los agentes de propaganda médica. O sea, a los que trabajan con profesionales, hospitales, clínicas, geriátricos, etc.
Entretanto, ya se sabe que el anuncio de GSK sobre divulgación de datos –desde el trimestre entrante- es, en realidad, una táctica para llegar a arreglo extrajudicial con Spitzer. Pero el fiscal, tras elogiar la decisión de la farmoquímica, aclaró que seguirá accionando para que “este sector deje de lado malas prácticas”.
Algunos expertos en abusos de la industria insisten, desde hace tiempo, en que “la fiebre de fusiones y adquisiciones, en aras de elevar ventas y utilidades, ha creado gigantes que no se interesan demasiado por la gente”. En verdad, GSK –el mayor grupo europeo- procede de GlaxoWellcome y SmithKline Beecham; a su vez, cada uno deriva de fusiones previas.
Un asesor especializado de Ralph Nader, hoy de nuevo candidato presidencial independiente, califica ese proceso como “tercermundialización de la medicina”. Alude a la ausencia de contralores y a la indiferencia de prestadores de salud o asociaciones médicas antes abusos habituales en el sector.
Por ejemplo, en Latinoamérica poco se sabe de contraindicaciones sobre psicofármacos que no se hacen explícitas. Cualquier médico sabe, a la sazón, que el lorazepán (base de ansiolíticos), combinado con la ingesta de alcohol, promueve tendencias suicidas en adultos con ciertas patologías.
La compañía proyecta crear una base de datos en línea, primero de su tipo en esta industria, con resultados de experimentos sobre compuestos ya en plaza. La empresa británica señaló que la base incluirá todo tipo de pruebas en laboratorio.
El 2 de junio, Eliot Spitzer –fiscal general del estado neoyorquino- había acusado formalmente a GSK de omitir datos claves sobre el Paxil. En especial, el riesgo de generar impulsos suicidas en pacientes jóvenes tratados con el antidepresivo.
La denuncia fiscal ha tenido ya efectos poco saludables para el negocio. Primero: varias asociaciones de profesionales (EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Italia) presionan para que las empresas no oculten datos comercialmente desfavorables y sean más transparentes. Segundo: esos mismos grupos y otros defensores del público –no sólo en la Unión- quieren imponer limitaciones a los agentes de propaganda médica. O sea, a los que trabajan con profesionales, hospitales, clínicas, geriátricos, etc.
Entretanto, ya se sabe que el anuncio de GSK sobre divulgación de datos –desde el trimestre entrante- es, en realidad, una táctica para llegar a arreglo extrajudicial con Spitzer. Pero el fiscal, tras elogiar la decisión de la farmoquímica, aclaró que seguirá accionando para que “este sector deje de lado malas prácticas”.
Algunos expertos en abusos de la industria insisten, desde hace tiempo, en que “la fiebre de fusiones y adquisiciones, en aras de elevar ventas y utilidades, ha creado gigantes que no se interesan demasiado por la gente”. En verdad, GSK –el mayor grupo europeo- procede de GlaxoWellcome y SmithKline Beecham; a su vez, cada uno deriva de fusiones previas.
Un asesor especializado de Ralph Nader, hoy de nuevo candidato presidencial independiente, califica ese proceso como “tercermundialización de la medicina”. Alude a la ausencia de contralores y a la indiferencia de prestadores de salud o asociaciones médicas antes abusos habituales en el sector.
Por ejemplo, en Latinoamérica poco se sabe de contraindicaciones sobre psicofármacos que no se hacen explícitas. Cualquier médico sabe, a la sazón, que el lorazepán (base de ansiolíticos), combinado con la ingesta de alcohol, promueve tendencias suicidas en adultos con ciertas patologías.