La oferta y otros incentivos ligados a nuevos planes de retiro para más de 140.000 trabajadores, junto con el paquete convenido con Delphi, son hasta ahora los pasos más ambiciosos de ambas compañía para tratar de disminuir costos laborales. Pero algunos analistas tienen dudas sobre la reacción de la parte gremial, en particular por la intransigencia de la autopartista.
La situación financiera de GM es comprometida. Tras admitir que había omitido declarar pérdidas por US$ 2.000 millones en 2005, se encuentra con un rojo nominal de US$ 10.600 millones, sin precedentes en la industria. Pero el problema no es laboral, como insisten ejecutivos y analistas bursátiles, sino un marketing aferrado a utilitarios deportivos y otras vehículos caros. Por eso, el público se ha volcado a Toyota, Nissan y otras marcas de Asia oriental.
Las propuestas de GM y Delphi al personal “marcan el fin del Detroit legados por el siglo XX y, tal vez, el principio de una industria automotriz globalizada, aunque no en favor de los viejos gigantes norteamericanos ni su fuerza de trabajo”. Así presume Sean McAlinden, analista del Center for Automotive Research.
La propuesta parece acerca posiciones entre ambas firmas y la United Auto Workers, que estaba planeando un paro capaz de empujar GM a la bancarrota. Pero las cosas todavía no se habían arreglado: Steve Miller, presidente ejecutivo de Delphi, sigue intentando reducir la paga de US$ 27 a 12,50 la hora. En su caso, la empresa –en convocatoria- pedirá al juez de bancarrotas permiso para cancelar contratos el 31 del mes, si no hay acuerdo con la parte sindical.
El mercado espera ahora que GM persuada a Delphi de no llegar a extremos. En otras palabras, todavía subsisten incertidumbres. Expertos independientes, inclusive, creen que falta la parte más difícil de la negociación a tres puntas.
La oferta y otros incentivos ligados a nuevos planes de retiro para más de 140.000 trabajadores, junto con el paquete convenido con Delphi, son hasta ahora los pasos más ambiciosos de ambas compañía para tratar de disminuir costos laborales. Pero algunos analistas tienen dudas sobre la reacción de la parte gremial, en particular por la intransigencia de la autopartista.
La situación financiera de GM es comprometida. Tras admitir que había omitido declarar pérdidas por US$ 2.000 millones en 2005, se encuentra con un rojo nominal de US$ 10.600 millones, sin precedentes en la industria. Pero el problema no es laboral, como insisten ejecutivos y analistas bursátiles, sino un marketing aferrado a utilitarios deportivos y otras vehículos caros. Por eso, el público se ha volcado a Toyota, Nissan y otras marcas de Asia oriental.
Las propuestas de GM y Delphi al personal “marcan el fin del Detroit legados por el siglo XX y, tal vez, el principio de una industria automotriz globalizada, aunque no en favor de los viejos gigantes norteamericanos ni su fuerza de trabajo”. Así presume Sean McAlinden, analista del Center for Automotive Research.
La propuesta parece acerca posiciones entre ambas firmas y la United Auto Workers, que estaba planeando un paro capaz de empujar GM a la bancarrota. Pero las cosas todavía no se habían arreglado: Steve Miller, presidente ejecutivo de Delphi, sigue intentando reducir la paga de US$ 27 a 12,50 la hora. En su caso, la empresa –en convocatoria- pedirá al juez de bancarrotas permiso para cancelar contratos el 31 del mes, si no hay acuerdo con la parte sindical.
El mercado espera ahora que GM persuada a Delphi de no llegar a extremos. En otras palabras, todavía subsisten incertidumbres. Expertos independientes, inclusive, creen que falta la parte más difícil de la negociación a tres puntas.