Naturalmente, eso creará una siderúrgica todavía más líder que la propia Mittal Steel actual. Además, cierra una de las luchas más intensas alrededor de una fusión en la Eurozona (no necesariamente en la Unión Europea íntegra ni, mucho menos, en toda Europa). La puntada final la dieron los hindúes –su compañía empero tiene sede de Amsterdam y Londres-, al elevar 14,9% la postura, de € 23.500 millones (US$ 29.400 millones) a la cifra señalada.
La última propuesta, por ende, implica € 40,44 (US$ 50,59) por acción de Arcelor. Es una mezcla de efectivo y papeles, indican fuentes allegadas a ambas empresas. Para suavizar rispideces, los Mittal (Lakshmí y su hijo Aditya) le permitirán a Joseph Kinsch seguir ejerciendo durante tres años el cargo de presidente no ejecutivo, salvo que resuelva jubilarse antes de promediar 2009.
Por ahora, Mittal Steel y Arcelor tendrán seis directores cada una y los accionistas individuales relevantes de la firma absorbida otros tres –entre ellos, el gran ducado de Luxemburgo-, en tanto el personal elegirá también tres vocales. Pero la clave es que el clan Mittal controlará 43% del paquete (no el 45% originalmente propuesto), o sea la gestión cotidiana.
Queda por resolverse qué hacer con Dofasco, una empresa canadiense que Arcelor compró por US$ 5.000 millones a principios de año. El planteo inicial de Mittal era revenderla a un competidor alemán. En cuanto a los ahorros esperados de las sinergias consiguientes, es factible que pasen de los € 800 millones (US$ 1.000 millones) previstos tiempo atrás a alrededor de € 1.200 millones (US$ 1.500 millones.
Si bien se espera un comunicado definitivo de un momento a otro, la asamblea extraordinaria de accionistas de Arcelor, que debe sancionar el acuerdo, se reunirá recién el viernes, si no la adelantan. En esa oportunidad, se espera el rechazo de la oferta presentada en mayo por el magnate ruso Alyexyéi Mordáshov, un operador del presidente Vladyímir Putin que estaba embarrando la cancha con el pretexto de “defender a Arcelor”. El empresaria llegó a subscribir un convenio para venderles a los luxemburgueses –franceses, en realidad- su acería OAO Syevyrstal, a cambio de un tercio de Arcelor . La ruptura del pacto significa una multa de US$ 175 millones en favor de los rusos y, quizás, el retiro de Guy Dollé, director ejecutivo de Arcelor y enemigo declarado de los Mittal.
Sea como fuera, esta fusión pone en manos de la futura compañía un décimo del mercado internacional. Según un análisis del “Metal Bulletin”, el nuevo conglomerado reúne 113 millones de toneladas anuales de producción siderúrgica (60 de Mittal). Lejos quedan Nippon Steel (33 millones), Posco (31 millones), JFE Steel (30 millones) y BaoSteel (23 millones), todas cifras de 2005.
El desenlace no sorprendió a los expertos. En general, se pensaba que Dollé y sus aliados habían ido demasiado lejos en los esfuerzos para frenar a Mittal Steel. En cuanto a los accionistas independientes, su actitud encarna una nueva onda en la Unión Europea: no aceptar opiniones, presiones ni decisiones de los ejecutivos. Así se explica que la tendencia siguiera en favor de los hindúes, mientras Dollé continuaba tratando de imponer la “solución rusa”.
La hoy ex conducción de Arcelor sostenía, en efecto, que Mordáshov “comprende mejor a una empresa europea, porque él lo es también”. Un argumento favorito de Kinsch, que no refleja el sesgo estatista de la estrategia económica rusa ni, mucho menos, las ambiciones geopolíticas de Putin. A todo esto, la historia de Arcelor es breve: apareció recién en 2001, al fusionarse acerías españolas y francesas en una “off shore” luxemburguesa. La mayor parte de sus noventa usinas se halla en la Eurozona (en Argentina controla Acíndar). Emplea 110.000 personas, que fabrican aceros de alta calidad para la industria automotriz y la construcción. Al revés, el grueso de las plantas Mittal opera fuera de Europa occidental, en países de bajo costo laboral como Kadzajstán, Ucrania, Moldavia o los Balcanes.
Tal vez el principal problema de la compañía acabe siendo su fuerte impronta familiar: los Mittal poseen 80% del paquete. Así como Arcelor está en Luxemburgo para pagar menos impuestos, Mittal tiene –con igual objeto- sede principal en Amsterdam y secundaria en Londres. La familia vive mayormente en Inglaterra. Volviendo a Dollé, medios alemanes creen que, en adelante, será subsidiado por Mordáshov para montar campañas de opinión contra la gestión de los Mittal. Será, en ese caso, la guerra con otros medios.
Naturalmente, eso creará una siderúrgica todavía más líder que la propia Mittal Steel actual. Además, cierra una de las luchas más intensas alrededor de una fusión en la Eurozona (no necesariamente en la Unión Europea íntegra ni, mucho menos, en toda Europa). La puntada final la dieron los hindúes –su compañía empero tiene sede de Amsterdam y Londres-, al elevar 14,9% la postura, de € 23.500 millones (US$ 29.400 millones) a la cifra señalada.
La última propuesta, por ende, implica € 40,44 (US$ 50,59) por acción de Arcelor. Es una mezcla de efectivo y papeles, indican fuentes allegadas a ambas empresas. Para suavizar rispideces, los Mittal (Lakshmí y su hijo Aditya) le permitirán a Joseph Kinsch seguir ejerciendo durante tres años el cargo de presidente no ejecutivo, salvo que resuelva jubilarse antes de promediar 2009.
Por ahora, Mittal Steel y Arcelor tendrán seis directores cada una y los accionistas individuales relevantes de la firma absorbida otros tres –entre ellos, el gran ducado de Luxemburgo-, en tanto el personal elegirá también tres vocales. Pero la clave es que el clan Mittal controlará 43% del paquete (no el 45% originalmente propuesto), o sea la gestión cotidiana.
Queda por resolverse qué hacer con Dofasco, una empresa canadiense que Arcelor compró por US$ 5.000 millones a principios de año. El planteo inicial de Mittal era revenderla a un competidor alemán. En cuanto a los ahorros esperados de las sinergias consiguientes, es factible que pasen de los € 800 millones (US$ 1.000 millones) previstos tiempo atrás a alrededor de € 1.200 millones (US$ 1.500 millones.
Si bien se espera un comunicado definitivo de un momento a otro, la asamblea extraordinaria de accionistas de Arcelor, que debe sancionar el acuerdo, se reunirá recién el viernes, si no la adelantan. En esa oportunidad, se espera el rechazo de la oferta presentada en mayo por el magnate ruso Alyexyéi Mordáshov, un operador del presidente Vladyímir Putin que estaba embarrando la cancha con el pretexto de “defender a Arcelor”. El empresaria llegó a subscribir un convenio para venderles a los luxemburgueses –franceses, en realidad- su acería OAO Syevyrstal, a cambio de un tercio de Arcelor . La ruptura del pacto significa una multa de US$ 175 millones en favor de los rusos y, quizás, el retiro de Guy Dollé, director ejecutivo de Arcelor y enemigo declarado de los Mittal.
Sea como fuera, esta fusión pone en manos de la futura compañía un décimo del mercado internacional. Según un análisis del “Metal Bulletin”, el nuevo conglomerado reúne 113 millones de toneladas anuales de producción siderúrgica (60 de Mittal). Lejos quedan Nippon Steel (33 millones), Posco (31 millones), JFE Steel (30 millones) y BaoSteel (23 millones), todas cifras de 2005.
El desenlace no sorprendió a los expertos. En general, se pensaba que Dollé y sus aliados habían ido demasiado lejos en los esfuerzos para frenar a Mittal Steel. En cuanto a los accionistas independientes, su actitud encarna una nueva onda en la Unión Europea: no aceptar opiniones, presiones ni decisiones de los ejecutivos. Así se explica que la tendencia siguiera en favor de los hindúes, mientras Dollé continuaba tratando de imponer la “solución rusa”.
La hoy ex conducción de Arcelor sostenía, en efecto, que Mordáshov “comprende mejor a una empresa europea, porque él lo es también”. Un argumento favorito de Kinsch, que no refleja el sesgo estatista de la estrategia económica rusa ni, mucho menos, las ambiciones geopolíticas de Putin. A todo esto, la historia de Arcelor es breve: apareció recién en 2001, al fusionarse acerías españolas y francesas en una “off shore” luxemburguesa. La mayor parte de sus noventa usinas se halla en la Eurozona (en Argentina controla Acíndar). Emplea 110.000 personas, que fabrican aceros de alta calidad para la industria automotriz y la construcción. Al revés, el grueso de las plantas Mittal opera fuera de Europa occidental, en países de bajo costo laboral como Kadzajstán, Ucrania, Moldavia o los Balcanes.
Tal vez el principal problema de la compañía acabe siendo su fuerte impronta familiar: los Mittal poseen 80% del paquete. Así como Arcelor está en Luxemburgo para pagar menos impuestos, Mittal tiene –con igual objeto- sede principal en Amsterdam y secundaria en Londres. La familia vive mayormente en Inglaterra. Volviendo a Dollé, medios alemanes creen que, en adelante, será subsidiado por Mordáshov para montar campañas de opinión contra la gestión de los Mittal. Será, en ese caso, la guerra con otros medios.