Sanjay Kumar, ex director ejecutivo de la firma hoy llamada CA (un cambio cosmético), y Stephen Richards, ex gerente de ventas, confesaron haber formado una asociación ilícita con terceros para inflar los ingresos en 1999-2000 e interferir con subsiguientes investigaciones de la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores) y la justicia. En más cinco años, los dos les mintieron reiteradamente a sus propios abogados. Inclusive, Kumar autorizó un soborno de US$ 3.700.00 para comprar el silencio de un testigo potencial.
Las confesiones se realizaron ante el juez Leo Glasser, tras haber negado en varias oportunidades los ocho cargos ahora admitidos. Éstos implican penas de hasta 20 años de prisión.
Con 15.000 empleados, CA, quinto proveedor mundial de software, fue fundada por Charles Wang, un chino étnico de escasos escrúpulos, a quien se sospecha titiritero de Kumar y sus cómplices. Desde la renuncia de éste, en 2004, CA ha ido eliminando casi todo el management superior, heredado de Wang y Kumar mismo.
Entretanto, las confesiones culminan cuatro años de diligencias, iniciadas a raíz de un artículo en el “New York Times” (abril de 2001), donde se denunciaban irregularidades contables en la compañía. Las investigaciones de la SEC y los fiscales federales arrancaron con lentitud, debido al bloque armado por Kumar y su equipo. Pero se aceleraron en 2004 y 2005.
Los cargos por asociación ilícita para obstruir la justicia comportan penas de hasta veinte años, en tanto los de fraude implican de cinco a diez años entre rejas. La fiscalía de Brooklyn declinó anticipar los alcances de las sentencias, previstas recién para el 12 de septiembre. Eso sí, aclaró que no se le prometió indulgencia a ninguno de los dos reos.
Kumar, de 44 años, surgió de repente como estrella sectorial a fines del siglo pasado, cuando en 2000 Wang lo nombró director ejecutivo. Ambos ya eran criticados por sus tácticas de negocios, duras e inescrupulosas. Muchos clientes y personal de la compañía la abandonaron a causa de ellas. Computer Associates no era ni es muy conocida entre el público, pero grandes empresas dependen de su excelente software para manejar sistemas y redes informáticas.
Mientras las acciones de la firma trepaban en los años 90, Kumar se hizo rico. En 1998, Wang le regaló una bonificación de US$ 330 millones, entre las mayores en Estados Unidos. Pero, a mediados de 2000, la empresa declaró tal caída de ingresos que precipitó sus acciones 43% en una sola rueda. Ventas y utilidades nunca recobraron los niveles de 1999.
Hoy, Kumar admite que parte del crecimiento registrado en 1995-9 era ficticio. El procesamiento, entretanto, se centraba en maniobras como asentar ventas con fechas anteriores a las reales, para cumplir los pronósticos de analistas propio y de Wall Street. Los fiscales también detectaron ventas falsas.
Al conocerse las confesiones, el lunes los papeles de CA cerraron bajando de US$ 25,76 a 25,51. Eso es apenas un tercio del precio máximo (US$ 75), alcanzado en enero de 2000. Pero, en su caso, el derrumbe fue más pausado y no se debía al desinfle de la burbuja puntocom. Ya en 2005, las ventas totales fueron US$ 3.500 millones, cifra muy por debajo de los 6.100 millones registrados en 2000 (que, como se sabe ahora, era exagerada).
No obstante, aun iniciada la investigación federal a principios de 2002, la posición de Kumar parecía inexpugnable y los medios especializados no abrían la boca. En agosto, pues, Wang dejó las riendas ejecutiva en manos del hindú, entre aplausos de “Business Week”, “Forbes”, “Fortune”, etc.
Previendo lo que ocurriría, el multimillonario pasó a discreto retiro. Apostaba al tiempo: el régimen federal de prescripciones indica que, en casos de fraude con títulos, nadie puede ser procesado por actos anteriores a los últimos cinco años. Para Wang, entonces, la inmunidad data de abril de 2001. Todos saben que es culpable, pero no pueden llevarlo a la justicia.
Hace dos años, mientras tanto, la causa involucró otros tres antiguos ejecutivos superiores. Uno era Ira Zar, ex director financiero, que se confesó culpable de fraude. Una semana después de eso, Kumar renunció como presidente y director ejecutivo. Pasó el tiempo y, hace pocos días, Thomas Bennett (otro ex) era acusado de usar US$ 3.700.000 para sobornar (2003) un testigo potencial, siguiendo instrucciones de Kumar. Aparte de tener cinco ex altos funcionarios en el banquillo, CA entregó ya US$ 225 millones a un fondo para indemnizar accionistas perjudicados. Ya no se oyen aplausos en medios que endiosan managers.
Sanjay Kumar, ex director ejecutivo de la firma hoy llamada CA (un cambio cosmético), y Stephen Richards, ex gerente de ventas, confesaron haber formado una asociación ilícita con terceros para inflar los ingresos en 1999-2000 e interferir con subsiguientes investigaciones de la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores) y la justicia. En más cinco años, los dos les mintieron reiteradamente a sus propios abogados. Inclusive, Kumar autorizó un soborno de US$ 3.700.00 para comprar el silencio de un testigo potencial.
Las confesiones se realizaron ante el juez Leo Glasser, tras haber negado en varias oportunidades los ocho cargos ahora admitidos. Éstos implican penas de hasta 20 años de prisión.
Con 15.000 empleados, CA, quinto proveedor mundial de software, fue fundada por Charles Wang, un chino étnico de escasos escrúpulos, a quien se sospecha titiritero de Kumar y sus cómplices. Desde la renuncia de éste, en 2004, CA ha ido eliminando casi todo el management superior, heredado de Wang y Kumar mismo.
Entretanto, las confesiones culminan cuatro años de diligencias, iniciadas a raíz de un artículo en el “New York Times” (abril de 2001), donde se denunciaban irregularidades contables en la compañía. Las investigaciones de la SEC y los fiscales federales arrancaron con lentitud, debido al bloque armado por Kumar y su equipo. Pero se aceleraron en 2004 y 2005.
Los cargos por asociación ilícita para obstruir la justicia comportan penas de hasta veinte años, en tanto los de fraude implican de cinco a diez años entre rejas. La fiscalía de Brooklyn declinó anticipar los alcances de las sentencias, previstas recién para el 12 de septiembre. Eso sí, aclaró que no se le prometió indulgencia a ninguno de los dos reos.
Kumar, de 44 años, surgió de repente como estrella sectorial a fines del siglo pasado, cuando en 2000 Wang lo nombró director ejecutivo. Ambos ya eran criticados por sus tácticas de negocios, duras e inescrupulosas. Muchos clientes y personal de la compañía la abandonaron a causa de ellas. Computer Associates no era ni es muy conocida entre el público, pero grandes empresas dependen de su excelente software para manejar sistemas y redes informáticas.
Mientras las acciones de la firma trepaban en los años 90, Kumar se hizo rico. En 1998, Wang le regaló una bonificación de US$ 330 millones, entre las mayores en Estados Unidos. Pero, a mediados de 2000, la empresa declaró tal caída de ingresos que precipitó sus acciones 43% en una sola rueda. Ventas y utilidades nunca recobraron los niveles de 1999.
Hoy, Kumar admite que parte del crecimiento registrado en 1995-9 era ficticio. El procesamiento, entretanto, se centraba en maniobras como asentar ventas con fechas anteriores a las reales, para cumplir los pronósticos de analistas propio y de Wall Street. Los fiscales también detectaron ventas falsas.
Al conocerse las confesiones, el lunes los papeles de CA cerraron bajando de US$ 25,76 a 25,51. Eso es apenas un tercio del precio máximo (US$ 75), alcanzado en enero de 2000. Pero, en su caso, el derrumbe fue más pausado y no se debía al desinfle de la burbuja puntocom. Ya en 2005, las ventas totales fueron US$ 3.500 millones, cifra muy por debajo de los 6.100 millones registrados en 2000 (que, como se sabe ahora, era exagerada).
No obstante, aun iniciada la investigación federal a principios de 2002, la posición de Kumar parecía inexpugnable y los medios especializados no abrían la boca. En agosto, pues, Wang dejó las riendas ejecutiva en manos del hindú, entre aplausos de “Business Week”, “Forbes”, “Fortune”, etc.
Previendo lo que ocurriría, el multimillonario pasó a discreto retiro. Apostaba al tiempo: el régimen federal de prescripciones indica que, en casos de fraude con títulos, nadie puede ser procesado por actos anteriores a los últimos cinco años. Para Wang, entonces, la inmunidad data de abril de 2001. Todos saben que es culpable, pero no pueden llevarlo a la justicia.
Hace dos años, mientras tanto, la causa involucró otros tres antiguos ejecutivos superiores. Uno era Ira Zar, ex director financiero, que se confesó culpable de fraude. Una semana después de eso, Kumar renunció como presidente y director ejecutivo. Pasó el tiempo y, hace pocos días, Thomas Bennett (otro ex) era acusado de usar US$ 3.700.000 para sobornar (2003) un testigo potencial, siguiendo instrucciones de Kumar. Aparte de tener cinco ex altos funcionarios en el banquillo, CA entregó ya US$ 225 millones a un fondo para indemnizar accionistas perjudicados. Ya no se oyen aplausos en medios que endiosan managers.