<p> ¿Cómo se puede conseguir la preservación de la privacidad online? Como dice Lawrence Lessig en su libro Code and Other Laws of Cyberspace, hay cuatro mecanismos posibles: normas, leyes, códigos y mercados. <br />
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Hasta ahora, nos va bastante mal en todos. El mecanismo normativo para mejorar las decisiones de privacidad es una especie de dedo acusador, dirigido especialmente a los niños: “Pasas demasiado tiempo en esos sitios”. Y sin embargo los colegios, las bibliotecas y hasta los padres usan spyware para captar cada clic o actualización de estatus de los niños supuestamente para protegerlos de otros adultos.<br />
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En cuanto a leyes, hasta ahora no hay un mecanismo integrado para hacer cumplir. Si algo nos han enseñado los últimos 15 años de luchas en Internet es que nade se soluciona tratando de defender derechos de pripoedad privada sobre información fácilmente copiable. <br />
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En cuanto a códigos, todavía hay margen para mejorarlos. Gran cantidad de la cosecha de datos en Internet es producto de defectos en la forma en que los navegadores manejan las cookies, esos trocitos de códigos usados para seguirnos la pista. En este momento, hay dos formas de navegar la web: deshabilitar las cookies y vivir sabiendo que muchos sitios no van a funcionar o habilitar todas las cookies y aceptar la extracción en masa de nuestros hábitos de uso en Internet. <br />
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De todas maneras, los vendedores de nevegadores podrían atacar el problema. Como precedente está lo que pasó con los pop-ups. Esa forma de publicidad, invasiva y evasiva, era una pesadilla hasta que apareció Mozilla, que desde su inicio bloqueó totalmente los pop ups. Tuvo tanto éxito su política que los demás navegadores tuvieron finalmente que imitarlo. <br />
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Los administradores de cookies podrían ser los próximos. Imaginemos que nuestro navegador cargara sólo cookies que considera útiles para nosotros en lugar de docenas de redes publicitarios con los que no tenemos interés en interactuar. Los anunciantes y compradores de medios dirán que la idea no puede funcionar, pero la verdad es que reducir el rastreo en Internet no va a ser el fin de la publicidad.</p>
<p>En “El curioso caso de la privacidad en Internet”, un ensayo publicado en Technology Review, Cory Doctorow dice que lo que está ocurriendo en Internet es que cambiamos nuestra privacidad por servicios. Nuestra información privada parece ser menos valiosa para nosotros que para las firmas que la obtienen de nuestro navegador mientras nos paseamos por la web. Las empresas saben qué hacer con la información para convertirla en valor, para ellas y para nosotros. Este acuerdo ha adquirido proporciones astronómicas porque hay miles de millones de dólares en juego. Pero si es una transacción, opina el autor, es un acuerdo unilateral y no nos favorece. Para explicar el tipo de acuerdo que hacemos con nuestra privacidad varias veces al día, redactó el siguiente párrafo:<br />
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<em>Al leer este acuerdo, usted da a (la firma que corresponda) y sus asociadas el derecho ilimitado a interceptar y examinar sus elecciones de lectura de hoy en adelante, para vender las interpretaciones que de allí surjan y para retener esa información a perpetuidad y ofrecerla sin limitaciones a cualquier tercera parte.</em></p>
<p>Obviamente esto no es exactamente lo que dicen los términos que leemos en los sitios. Para completar la analogía, dice, habría que agregar lo siguiente: “<em>este acuerdo está sujeto a cambios en cualquier momento</em>”. <br />
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Lo que aceptamos en Internet no es una transacción negociada, es una mesa servida, donde los hechos íntimos de nuestra vida, nuestros intereses y nuestros amigos) son los platos del buffet. ¿Por qué valoramos tan poco nuestra privacidad? En parte, dice Doctorow, porque así nos lo inculcan. Aunque leamos la letra chica, los seres humanos somos pésimos en poner un precio al valor neto actual de una decisión cuyas consecuencias se verán en el futuro lejano.</p>
<p>Los riesgos aumentan a medida que revelamos más cosas, algo que el diseño mismo de los medios sociales nos condiciona a hacer. Cuando comenzamos una vida en una nueva red social, nuestros amigos aparecen y nos felicitan de que nos hayamos sumado a la fiesta. A medida que contamos más crecen las felicitaciones. Aunque no siempre, algunas relevaciones terminan siendo granadas que explotan en nuestra cara. <br />
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