“Es como si, dentro de algunos años, relegásemos al desván los dispositivos inalámbricos de III generación porque fracasaron en el mercado. Acaban de liquidar la era de la aviación comercial supersónica, sin siquiera reformar al producto”. Así censuraban la decisión sobre el Concorde expertos en marketing y gente de sistemas. Los motivos de British Airways, por supuesto, son perfectamente lógicos: cada año menos pasajeros con mayor costo de mantenimiento y una coyuntura crítica del negocio en casi todo el mundo. La compañía británica jubila al Concorde en octubre y la francesa ya en mayo.
Retirar las siete unidades en servicio le significó a BA depreciar activos por US$ 131.300.000 en el ejercicio cerrado a fin de marzo. Air France –que opera cinco unidades- no ha informado aún sobre cifras e impacto contable. Ambas firmas, naturalmente, no atinan a explicar por qué, en noviembre de 2001, descorchaban champagne celebrando la vuelta del Concorde a la actividad. Las dos flotas, en efecto, estuvieron inmovilizadas durante más de un año, tras caer un supersónico cerca de París. El accidente causó la muerte de la gente a bordo (109, incluyendo tripulación) y cuatro personas en tierra.
Técnicamente, los doce Concorde subsistentes tenían por delante quince años de vida útil. Este avión, capaz de llegar a dos mach (2.000 km/hora) y 18.000 metros de altura, empezó a volar en marzo de 1969 y entró en servicio regular a principios de 1976. No ha habido mejor máquina que ésta y, en ese sentido puede compararse con el legendario DeLorean (sólo que el auto fracasó en menos de dos años, a principios de los 70). “El solo hecho de que lo incorporaran sólo dos aerolíneas controladas por sus respectivos estados ya era un síntoma alarmante”, comentaban en Alemania.
Finalmente, los futuros costos de mantenimiento planteados por Airbus apuraron la decisión final. Esta firma “heredó” el Concorde al cabo de tomas, fusiones y adquisiciones que borraron del mapa a las dos empresas que crearon la máquina, British Aircraft y Sud Aviation. Irónicamente, la marca “Airbus” se relaciona hoy con lo opuesto al supersónico: un avión “antiguo”, más bien lento pero capaz de transportar hasta 500 personas y con mantenimiento accesible.
“Es como si, dentro de algunos años, relegásemos al desván los dispositivos inalámbricos de III generación porque fracasaron en el mercado. Acaban de liquidar la era de la aviación comercial supersónica, sin siquiera reformar al producto”. Así censuraban la decisión sobre el Concorde expertos en marketing y gente de sistemas. Los motivos de British Airways, por supuesto, son perfectamente lógicos: cada año menos pasajeros con mayor costo de mantenimiento y una coyuntura crítica del negocio en casi todo el mundo. La compañía británica jubila al Concorde en octubre y la francesa ya en mayo.
Retirar las siete unidades en servicio le significó a BA depreciar activos por US$ 131.300.000 en el ejercicio cerrado a fin de marzo. Air France –que opera cinco unidades- no ha informado aún sobre cifras e impacto contable. Ambas firmas, naturalmente, no atinan a explicar por qué, en noviembre de 2001, descorchaban champagne celebrando la vuelta del Concorde a la actividad. Las dos flotas, en efecto, estuvieron inmovilizadas durante más de un año, tras caer un supersónico cerca de París. El accidente causó la muerte de la gente a bordo (109, incluyendo tripulación) y cuatro personas en tierra.
Técnicamente, los doce Concorde subsistentes tenían por delante quince años de vida útil. Este avión, capaz de llegar a dos mach (2.000 km/hora) y 18.000 metros de altura, empezó a volar en marzo de 1969 y entró en servicio regular a principios de 1976. No ha habido mejor máquina que ésta y, en ese sentido puede compararse con el legendario DeLorean (sólo que el auto fracasó en menos de dos años, a principios de los 70). “El solo hecho de que lo incorporaran sólo dos aerolíneas controladas por sus respectivos estados ya era un síntoma alarmante”, comentaban en Alemania.
Finalmente, los futuros costos de mantenimiento planteados por Airbus apuraron la decisión final. Esta firma “heredó” el Concorde al cabo de tomas, fusiones y adquisiciones que borraron del mapa a las dos empresas que crearon la máquina, British Aircraft y Sud Aviation. Irónicamente, la marca “Airbus” se relaciona hoy con lo opuesto al supersónico: un avión “antiguo”, más bien lento pero capaz de transportar hasta 500 personas y con mantenimiento accesible.