Con pocas certezas, avanza el ciclo agrícola 2023/ 2024

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El nuevo ciclo se está desarrollando en un contexto de elevada incertidumbre en todos los frentes, tanto la política como la economía y hasta el clima generan dudas a partir de escenarios futuros divergentes.

Además de las elevadas tasas de interés, los tipos de cambio múltiples, la volatilidad de reglas de juego y los elevados impuestos al comercio exterior, en estos días se ha sumado una nueva fuente de preocupación a futuro, el desabastecimiento de ciertos insumos particularmente importantes para el sector agropecuario, caso de los combustibles.

Respecto a la cuestión climática, la disponibilidad de agua útil en los perfiles ha crecido en las últimas semanas en algunas regiones del país, aunque sigue faltando en muchas otras. En zonas en las que los cultivos de invierno recibieron poca lluvia ya se contabilizan perdidas de potencial productivo; la campaña de trigo apuntaba a superar los 17 millones de toneladas, pero las últimas estimaciones la ubican en una cifra más cercana a los 15 millones.

El dato alentador es que, al momento, se están observando lluvias generosas en el centro del país y los pronósticos siguen siendo favorables, con precipitaciones que se proyectan por arriba de las habituales para el trimestre noviembre 2023-enero 2024, según el IERAL de la Fundación Mediterránea.

En cuanto al desabastecimiento de combustibles, debe recordarse que la actividad agrícola requiere de una fuente de energía para muchos de sus procesos de producción y para el traslado de los granos hasta puntos de consumo interno y/o puertos de exportación.

De acuerdo a estimaciones de IERAL, la campaña 2023/2024 insumirá unos 2.100 millones de litros de gasoil (producción y transporte), siendo por tanto clave que el actual y el próximo gobierno garanticen abastecimiento normal del insumo en todas las regiones y hasta el final del ciclo comercial de la campaña.

Nótese que en los primeros meses del año el precio final del gasoil en Argentina se ubicó en un valor cercano al 85% de lo que pagó en promedio un consumidor de la región (Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile), medido a tipo de cambio oficial; en los últimos meses (agosto, setiembre y hasta la 3ra semana de octubre) esta relación mostró un leve deterioro, ubicándose en un rango de entre 79%-83%.

A tipo de cambio libre (dólar CCL), la brecha se amplía considerablemente: el precio local era un 31% del precio promedio de la región en octubre, lo que explica las largas colas en pasos fronterizos; esta brecha es un factor desestabilizador del mercado, que genera malos incentivos en toda la cadena.

En cuanto a los precios relativos de los productos agropecuarios, dos de los tres granos más importantes (trigo y maíz) se han abaratado en relación a muchos de sus insumos en los últimos 12 meses (fertilizantes, insecticidas, maquinarias), y también han perdido poder de compra en términos del costo de vida (inflación general); algo similar ha sucedido con la leche cruda y el capón porcino.

Los factores que explican esta dinámica son varios, aunque dos destacan, por un lado, los precios internacionales de los granos y otros productos del agro se encuentran hoy más bajos que el año pasado y, por el otro, muchos insumos productivos, que son importados o tienen componentes importados, han ajustado sus precios por encima de la inflación general y el precio oficial de la divisa.

Respecto a esto último, se destaca lo sucedido en el rubro abonos y fertilizantes, con una tasa de inflación del 234% en últimos 12 meses, que más que duplica la de muchos productos, y que se explicaría completamente por factores domésticos.

Algo parecido, pero no tan extremo, se observa con la maquinaria agrícola, con una inflación mayorista del 163%, subiendo por encima de todos los productos agropecuarios bajo análisis (granos, hacienda bovina, leche cruda y cerdos), de la inflación general (138% costo de vida) y del tipo de cambio oficial (144%)

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