<p>El alma de Cerberus Capital Management (CCM) tomó la mayoría de la tercera automotriz de Detroit hace apenas dos años, prometiendo revivirla. Pero, a fin de abril último, se amparó en el título XI de ley federal para quiebras y concursos. Para entonces, la experiencia de Feinberg con Chrysler, el gobierno y la realidad económica ilustraba a la perfección los límites de los fondos extrabursátiles –mal llamados “privados”- y sus compras apalancadas en lo tocante a “sanear” empresas y hacer dinero sin poner casi nada. <br />
Cuando CCM empezó a rondar Detroit, varios analistas ya ponían en duda si este tipo de fondos –aprovechando el acceso a préstamos baratos- podría sacar de apuros a dinosaurios como Chrysler o GMAC. Pero, según Feinberg, la industria automotriz se daría vuelta como nunca en la historia. Así fue, aunque no como él suponía.</p>
<p>Cerberus y sus coinversores finalmente pusieron US$ 7.400 millones (buena parte era deuda nueva de la propia empresa), suma hoy achicada a 1.400 millones. La idea de CCM era separar la parte industrial y unir la financiera a GMAC, ex división de General Electric en poder del fondo extrabursátil. <br />
<br />
Hoy se sabe que era un proyecto típico de la burbuja crediticia. Después, ésta se pinchó y fue necesario gestionar un rescate estatal por US$ 22.600 millones en 2008. A mediados de 2007, Cerberus obtuvo el derecho de comprarle Chrysler a Daimler. Para sorpresa de muchos, Feinberg consiguió apoyo de United Auto Worlers, el poderoso sindicato de Detroit.<br />
<br />
Pero CCM y su presidente no tenían la menor noción sobre cómo manejar el negocio. Tampoco los antecedentes de SF eran tranquilizadores. Operador en Drexel Burnham Lambert, banca inversora hecha famosa por Michael Milken y sus bonos chatarra, cayó en 1987. En 1992, Feinberg estaba cofundando Cerberus, que pronto se especializó en compras apalancadas. Chrysler fue su mayor apuesta y su peor fracaso.<br />
<br />
El factótum de CCM creía en el gran potencial de la industria. Pero él y Roberto Nardelli –lo habían despedido poco antes de Home Depot, una cadena minorista- no estuvieron a la altura del desafío, Tras sólo tres meses de gestión, era obvio que las cosas se descarrilaban rápidamente. El mercado no compraba los pesados, caros traganaftas de la marca y el alza de combustibles empujaba la gente a vehículos de menor consumo. <br />
<br />
El estancamiento de ventas acabó con el efectivo, Además, mediaban los intereses crecientes sobre una deuda de US$ 10.400 millones, asociada a la compra apalancada. A principios de 2009, Feinger estaba listo para tirar la toalla. El 30 de abril, Chrysler pidió la bancarrota para allanar la fusión con la italiana Fiat: hoy su director gerente, Sergio Marchionne ocupa el cargo antes en manos de Nardelli, mientras en Nueva York apuestan al fin de Cerberus.</p>
<p><br />
</p>
Cerberus: fondo privado, pero un desastre público
Para Steve Feinberg, otrora dueño del 80,1% en Chrysler, los últimos meses han sido un calvario, si no un Gólgota. Perdió miles de millones y prestigio. Al fin, quedó a merced del gobierno norteamericano y el arbitrio de Fiat.