La firma gubernamental “ha contado con un préstamo sindicado. Además, hemos vendido algunos activos”, declaró en rueda de prensa Syerghyéi Bogdánchikov, presidente de Rósñeft. Estas declaraciones complican más el escandaloso procedimiento empleado por Moscú para reestatizar Yugansk, productora de gas natural.
Se sabe, ahora, que Vladyímir Putin –cerebro de las tortuosas maniobras- no lo hizo mediante la firma estatal del ramo, Gazprom, para desactivar acusaciones de monopolio. De haber tomado ésta la ex unidad de Yukos, se habría conformado la mayor empresa gasífera del mundo.
Rósñeft acabó siendo la compradora real, aunque se sospecha que no por aquel precio. Primero, vía una financiera fantasma –bien al estilo argentino, funcionaba en una mesa de café- y, después, mediante Gazprom. En el interín, los accionistas de Yukos pidieron la quiebra en Nueva York, amparándose en el título XI de la ley federal.
Cuando nadie lo esperaba, el caso Yugansk se internacionalizó aun más. Sin informar a los mercados ni a las entidades sectoriales, a principios de este mes Rósñeft obtuvo de China –tan luego- un préstamo por US$ 6.200 millones, contra la futura entrega pautadas de 48 millones de toneladas de crudos. Por supuesto, varios expertos occidentales sacaron dos conclusiones: Beijing financiaba indirectamente la compra de Yugansk y ese monto representa el precio real. Desde diciembre, medios del negocio estaban seguro de que el precio ostensible, US$ 9.350 millones, era una “ficción inflada” para espantar postores en la subasta de ese momento.
China salió a desmentir la especie. Pocos le creyeron. Tampoco Bogdánchikov quiso revelar qué bancos integraban el consorcio, arguyendo que era “un pacto secreto”. Lo era, pero “armado en sus oficinas para evitar otro escándalo”, según amigos de Míjail Jodorkovsky, ex CEO de Yukos todavía entre rejas.
Ninguna de las entidades financiera rusas consultadas por la prensa especializada de la Unión Europea y Japón admitió haber participado en el nuevo enjuague. Todo esto, claro, ha tenido repercusiones judiciales: el tribunal federal de Houston, Tejas -que espera para el 16 un descargo de Deutsche Bank, por su asistencia a Gazprom en la subasta- ha pedido detalles de la demanda que Myenatyep –accionista principal de Yukos- radica contra Rósñeft por US$ 1.600 millones entregados al ex grupo y garantidos por Yugansk. Cabe acotar que las acciones bajo la ley norteamericana de concursos y quiebras fueron iniciadas por Myenatyep.
La firma gubernamental “ha contado con un préstamo sindicado. Además, hemos vendido algunos activos”, declaró en rueda de prensa Syerghyéi Bogdánchikov, presidente de Rósñeft. Estas declaraciones complican más el escandaloso procedimiento empleado por Moscú para reestatizar Yugansk, productora de gas natural.
Se sabe, ahora, que Vladyímir Putin –cerebro de las tortuosas maniobras- no lo hizo mediante la firma estatal del ramo, Gazprom, para desactivar acusaciones de monopolio. De haber tomado ésta la ex unidad de Yukos, se habría conformado la mayor empresa gasífera del mundo.
Rósñeft acabó siendo la compradora real, aunque se sospecha que no por aquel precio. Primero, vía una financiera fantasma –bien al estilo argentino, funcionaba en una mesa de café- y, después, mediante Gazprom. En el interín, los accionistas de Yukos pidieron la quiebra en Nueva York, amparándose en el título XI de la ley federal.
Cuando nadie lo esperaba, el caso Yugansk se internacionalizó aun más. Sin informar a los mercados ni a las entidades sectoriales, a principios de este mes Rósñeft obtuvo de China –tan luego- un préstamo por US$ 6.200 millones, contra la futura entrega pautadas de 48 millones de toneladas de crudos. Por supuesto, varios expertos occidentales sacaron dos conclusiones: Beijing financiaba indirectamente la compra de Yugansk y ese monto representa el precio real. Desde diciembre, medios del negocio estaban seguro de que el precio ostensible, US$ 9.350 millones, era una “ficción inflada” para espantar postores en la subasta de ese momento.
China salió a desmentir la especie. Pocos le creyeron. Tampoco Bogdánchikov quiso revelar qué bancos integraban el consorcio, arguyendo que era “un pacto secreto”. Lo era, pero “armado en sus oficinas para evitar otro escándalo”, según amigos de Míjail Jodorkovsky, ex CEO de Yukos todavía entre rejas.
Ninguna de las entidades financiera rusas consultadas por la prensa especializada de la Unión Europea y Japón admitió haber participado en el nuevo enjuague. Todo esto, claro, ha tenido repercusiones judiciales: el tribunal federal de Houston, Tejas -que espera para el 16 un descargo de Deutsche Bank, por su asistencia a Gazprom en la subasta- ha pedido detalles de la demanda que Myenatyep –accionista principal de Yukos- radica contra Rósñeft por US$ 1.600 millones entregados al ex grupo y garantidos por Yugansk. Cabe acotar que las acciones bajo la ley norteamericana de concursos y quiebras fueron iniciadas por Myenatyep.