Además de hablar sobre la posición competitiva de Arcor y su inserción en el mundo, Pagani se refirió a la integración vertical y las alianzas internacionales como parte de su estrategia de negocios, al participar el viernes pasado de un diálogo abierto con Ernesto Schargrodsky, rector de la Universidad Torcuato Di Tella, y los estudiantes, en la sede de la casa académica.
El titular de Arcor destacó a los recursos humanos, la educación y la búsqueda de modelos de desarrollo sustentable como claves para alcanzar los objetivos de las empresas y el país en el siglo XXI.
En diálogo con Clarín sobre la coyuntura económica, Pagani pronosticó que 2016 y 2017 van a ser años de ajuste y que la empresa para enfrentarlos innovará, “algo que está en nuestro ADN”, dijo.
Señaló que en la Argentina, es muy difícil hablar de globalización, “yo creo en ella. Incertidumbres hay en todos los mercados, sin embargo, sobreviven las empresas sustentables. Los países van a ir perdiendo peso. En cambio, los consumidores van a ser los garantes del desarrollo de una empresa”.
Sostuvo que “generar negocios con vaivenes económicos siempre es difícil, por eso estamos obligados a exportar. Hay una cuestión de escala y también obliga a ser competitivos”. Y advirtió que “el mercado interno es más cómodo; cuándo está cerrado se generan distorsiones fuertes y se puede, entre otras cosas, pagar demasiado cara la materia prima”.
Explicó por qué Arcor es una empresa integrada verticalmente: “Mi papá sacaba hasta los costos de los palitos de los chupetines. Desde allí dimos un salto en la producción que permitió evaluar otros caminos, como las plantas de fructosa, de papel y de azúcar (Ingenio de la Providencia) que nacieron como insumos estratégicos y pasaron a ser empresas muy rentables”.
En cuanto a una eventual integración vertical con el sistema financiero, afirmó que “nuestro capital siempre estuvo invertido en lo sabemos hacer. Cuando uno tiene una empresa con un potencial, entretener ese capital en un banco no es tan atractivo como en la producción”.
Descartó tentaciones a vender la empresa, aunque “vivimos circunstancias muy difíciles en 2001, cuando nos impactó una fuerte caída de ventas y tomamos la decisión de no cerrar fábricas y no despedir gente. Solo paró la producción una de las fábricas por 60 días”.
Una multirregional en potencia
Arcor es la empresa productora de alimentos N° 1 de la Argentina. Es el principal productor mundial de caramelos y el exportador N° 1 de golosinas de Argentina, Brasil, Chile y Perú. Posee 39 plantas industriales (29 en la Argentina, 5 en Brasil, 3 en Chile, 1 en México y 1 en Perú). Se especializa en la elaboración de golosinas, chocolates, helados, galletitas y alimentos.
En 2004, conformó Bagley Latinoamérica en sociedad con el Grupo Danone para los negocios de galletas, alfajores y cereales, convirtiéndose en una de las empresas líderes de la región.
Grupo Arcor cuenta con un volumen de producción de tres millones de kilogramos diarios y llega con su marca a más de 120 países de todo el mundo. En la actualidad, Arcor emplea a 20.000 personas y su facturación en 2012 fue de 3300 millones de dólares.
Previamente, el profesor Bernardo Kosacoff presentó el libro Globalizar desde Latinoamérica, en el que condensa y analiza la historia de éxito de Arcor, extrayendo las principales lecciones aprendidas.
El profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), UBA y Universidad Nacional de Quilmes, y miembro del consejo directivo de la UTDT tituló su exposición La Empresa y el Desarrollo Económico. El caso ARCOR.
Según su visión, el crecimiento de largo plazo se explica en gran medida por la capacidad que tienen las economías para incorporar, generar y difundir conocimientos y tecnologías.
En este sentido, resultan elementos clave la educación y el entrenamiento de la mano de obra, los cambios en la organización de la producción y la calidad institucional.
Se trata, en suma, de desarrollar capacidades locales para cerrar las brechas de productividad que separa a nuestro país de las naciones avanzadas. Los marcos macroeconómicos consistentes, para sostener los equilibrios externos, fiscales y de financiamiento, son la condición necesaria para el desarrollo.
Pero a su vez, una estrategia de desarrollo debe incluir explícitamente el fortalecimiento de las capacidades empresariales, con incentivos y reglas de juego que propendan las decisiones de inversión en el largo plazo, el desarrollo de las ventajas competitivas dinámicas y permitir una mayor cohesión social a través de la igualdad de capacidades y oportunidades, en el marco de una sólida construcción institucional.
El país debe recuperar las fuentes de crecimiento con la generación de más riqueza y de mejor calidad.
La revalorización de las materias primas y el capital productivo previamente construido deben ser la base para avanzar hacia los bienes diferenciados más intensivos en la incorporación de procesos de innovación. Esto involucra la generación de las capacidades tecnológicas domésticas, la calificación permanente de los recursos humanos y el fortalecimiento empresarial, en un ejercicio colectivo de conformación de redes de conocimiento y capacidades de producción que den externalidades positivas al desarrollo económico. Construir el mercado –igualando las oportunidades, mejorando las capacidades, desarrollando las instituciones y replanteando el papel de la “empresa”– equivale a crear un nuevo entorno para fortalecer el progreso económico.
La educación y la innovación son ejes centrales de una estrategia de desarrollo.
Avanzar en procesos de dinámica de cambio estructural, generando más y mejor riqueza, con una pauta distributiva progresiva, con la creación creciente de empleo decente, es el camino para revertir la pobreza y la exclusión.
La distribución del ingreso y la provisión de bienes públicos que garanticen la igualdad de oportunidades y el desarrollo de las capacidades impactan en la sostenibilidad del desarrollo.
El fortalecimiento de las políticas públicas, con transparencia y evaluación social, son un componente imprescindible para el logro de la equidad, el fortalecimiento empresarial y la creación de mercados competitivos.
Todas las acciones públicas y las estrategias de negocios privadas deben ser evaluadas para aportar positivamente a una mayor cohesión social, plena vigencia de los derechos y cuidado del medio ambiente.