Alstom: ¿correrá la misma suerte que Enron?

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William Lerach, el abogado estadounidense que hizo caer a Enron, ha lanzado un ataque contra la francesa Alstom. Lo hizo en Nueva York, vía una demanda colectiva de accionistas.

Los alcances y el ritmo de esas reformas se relacionan, a su vez, con el “acquis
communautaire” -cuerpo legislativo de la UE, esencialmente económico-
y su adopción por los nuevos socios. Teóricamente considerado una
traba al crecimiento, su efecto real es casi opuesto: reduce riesgos financieros
y promueve la IED.

Sin duda, esos flujos son vitales para la ampliación de la UE (una apuesta
que parece cada día menos fácil de ganar) y para compensar el
déficit de ahorro interno típico en Europa central y sus flancos.
Pero también es preciso que se afronten ciertas peculiaridades regionales;
en particular las economías en negro, señala un informe publicado
en el “Financial Times“.

Dado lo que está en juego, la actitud simplista prevalente en Bruselas
respecto de las estadísticas oficiales no deja de extrañar a muchos
analistas. Por un lado, ciertos números de Hungría, Eslovaquia,
República Checa, Polonia, Eslovenia y las tres bálticas se exaltan.

Así ocurre con la expansión del producto bruto interno (promediaba
3,5% anual en el III trimestre). Pero, en cambio, se pasa por alto la subvaluación
de varios factores que forman cada PBI. Dicho de otro modo, no se contabilizan
las voluminosas y dinámicas economías en negro, herencia del ex
bloque soviético.

El fenómeno ha ido acentuándose desde 1990, en parte por el ejemplo
que ofrecen Rusia, Ucrania, Rusia Blanca y los Balcanes. Paradójicamente,
los cambios sociales y las nuevas regulaciones obran en igual sentido.

El econometrista Friedrich Schneider (universidad de Linz, Austria) estima
que la “economía en la sombra” representaba un promedio de
28% del total para los ocho países en el bienio 2000-1. Diez años
antes, no pasaba de 23%.

Las proporciones iban de “sólo” 18% en la República
Checa a 40% en Letonia. Según calcula el experto, en 2002 la región
tenía un PB “en negro” superior a € 100.000 millones,
lo cual equivale al PBI húngaro.

No sólo hay “más economía” que la oficialmente
reconocida. También hay más trabajo. La proporción empleada
en negro oscila entre 13% de la fuerza laboral (checos) a 33% (estonios). Las
cifras esgrimidas por Schneider están convalidadas por fuentes locales.
Así, el año pasado se detectó en Polonia una economía
paralela equivalente a 19% del PBI.

Estos fenómenos “positivos” son raramente admitidos por los
propios gobiernos. Tampoco por la Comisión Europea (Bruselas). En el
primer caso, porque subsiste una “élite” burocrática
poco diáfana, anticuada e ineficaz. Como ocurre en institutos estadísticos
periféricos, las carencias se combinan con el miedo a reconocer errores.

Además, el trauma creado por el paso de economías centralmente
planificadas a economías de mercado -no siempre bien manejado- genera
desaliento y pesimismo. Según una encuesta polaca hecha hace unos meses,
68% de la muestra cree que la vida se ha hecho más difícil desde
el derrumbe del bloque soviético.

No obstante, cifras oficiales indican que el gasto individual de los consumidores
polacos ha subido 55% en la década 1993-2002. En apariencia mucho más
próspera, la UE sólo logró que sus consumidores gastasen
26% más en igual lapso.

En la República Checa, donde el pesimismo afecta a 30% de la población
urbana, menos de 5% de las familias ha estado bajo la línea de pobreza
en los últimos años. A su vez, los coeficientes de desigualdad
social tienden a 20% (R.Checa, Hungría, Polonia, Eslovaquia) y son la
envidia de Gran Bretaña o Italia (35%). “El problema -supone Schneider-
es que grupos económicos, financieros o directamente mafiosos se han
enriquecido con complicidad de funcionarios. Esto deprime al público”.

En síntesis, Europa central es más ricas, productiva y estable
-por ende, más apta para IED- que lo evidenciado en las bases oficiales
de datos. Pero nadie lo dice en voz alta. En lo tocante a Malta y Chipre, los
restantes socios nuevos, son economías demasiado atípicas.

 

Los alcances y el ritmo de esas reformas se relacionan, a su vez, con el “acquis
communautaire” -cuerpo legislativo de la UE, esencialmente económico-
y su adopción por los nuevos socios. Teóricamente considerado una
traba al crecimiento, su efecto real es casi opuesto: reduce riesgos financieros
y promueve la IED.

Sin duda, esos flujos son vitales para la ampliación de la UE (una apuesta
que parece cada día menos fácil de ganar) y para compensar el
déficit de ahorro interno típico en Europa central y sus flancos.
Pero también es preciso que se afronten ciertas peculiaridades regionales;
en particular las economías en negro, señala un informe publicado
en el “Financial Times“.

Dado lo que está en juego, la actitud simplista prevalente en Bruselas
respecto de las estadísticas oficiales no deja de extrañar a muchos
analistas. Por un lado, ciertos números de Hungría, Eslovaquia,
República Checa, Polonia, Eslovenia y las tres bálticas se exaltan.

Así ocurre con la expansión del producto bruto interno (promediaba
3,5% anual en el III trimestre). Pero, en cambio, se pasa por alto la subvaluación
de varios factores que forman cada PBI. Dicho de otro modo, no se contabilizan
las voluminosas y dinámicas economías en negro, herencia del ex
bloque soviético.

El fenómeno ha ido acentuándose desde 1990, en parte por el ejemplo
que ofrecen Rusia, Ucrania, Rusia Blanca y los Balcanes. Paradójicamente,
los cambios sociales y las nuevas regulaciones obran en igual sentido.

El econometrista Friedrich Schneider (universidad de Linz, Austria) estima
que la “economía en la sombra” representaba un promedio de
28% del total para los ocho países en el bienio 2000-1. Diez años
antes, no pasaba de 23%.

Las proporciones iban de “sólo” 18% en la República
Checa a 40% en Letonia. Según calcula el experto, en 2002 la región
tenía un PB “en negro” superior a € 100.000 millones,
lo cual equivale al PBI húngaro.

No sólo hay “más economía” que la oficialmente
reconocida. También hay más trabajo. La proporción empleada
en negro oscila entre 13% de la fuerza laboral (checos) a 33% (estonios). Las
cifras esgrimidas por Schneider están convalidadas por fuentes locales.
Así, el año pasado se detectó en Polonia una economía
paralela equivalente a 19% del PBI.

Estos fenómenos “positivos” son raramente admitidos por los
propios gobiernos. Tampoco por la Comisión Europea (Bruselas). En el
primer caso, porque subsiste una “élite” burocrática
poco diáfana, anticuada e ineficaz. Como ocurre en institutos estadísticos
periféricos, las carencias se combinan con el miedo a reconocer errores.

Además, el trauma creado por el paso de economías centralmente
planificadas a economías de mercado -no siempre bien manejado- genera
desaliento y pesimismo. Según una encuesta polaca hecha hace unos meses,
68% de la muestra cree que la vida se ha hecho más difícil desde
el derrumbe del bloque soviético.

No obstante, cifras oficiales indican que el gasto individual de los consumidores
polacos ha subido 55% en la década 1993-2002. En apariencia mucho más
próspera, la UE sólo logró que sus consumidores gastasen
26% más en igual lapso.

En la República Checa, donde el pesimismo afecta a 30% de la población
urbana, menos de 5% de las familias ha estado bajo la línea de pobreza
en los últimos años. A su vez, los coeficientes de desigualdad
social tienden a 20% (R.Checa, Hungría, Polonia, Eslovaquia) y son la
envidia de Gran Bretaña o Italia (35%). “El problema -supone Schneider-
es que grupos económicos, financieros o directamente mafiosos se han
enriquecido con complicidad de funcionarios. Esto deprime al público”.

En síntesis, Europa central es más ricas, productiva y estable
-por ende, más apta para IED- que lo evidenciado en las bases oficiales
de datos. Pero nadie lo dice en voz alta. En lo tocante a Malta y Chipre, los
restantes socios nuevos, son economías demasiado atípicas.

 

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