Produce sabores y esencias para todo tipo de producto de uso y consumo diario. Esto quiere decir pasta dental, refrescos, cubos de calditos… todo lo que se nos ocurra. Especialmente cuando son productos de cadenas internacionales.
Nadie la conoce porque hay un pacto de silencia entre ella y sus clientes: la usina de olores y sabores no puede decir quiénes son sus clientes. Claro ¿a quién le gusta enterarse de que lo que toma tiene un sabor fabricado? y también lo que come y también los productos que utiliza para su cuidado personal, como la pasta dental. Pues sí: todo es fabricado por una sola gran empresa de origen suizo: Givaudan.
¿A quién le gusta saber que cuando le muestran una publicidad que describe un producto como “natural” dando a entender que tanto su color, como su sabor y su aroma provienen exclusivamente del producto mismo, tiene color y sabor que ha sido fabricado por un tercero desconocido? Si se conociera el nombre de los clientes, tal vez quedaría dañada más de una de esas marcas que claman por la lealtad de sus clientes.
La explicación que da un miembro de ASEAN, Halotel, mientras recorre la planta de Givaudan es que por lo general la gente espera que los productos tengan un sabor y un olor reconocibles.
“La gente,” dijo, “espera que los alimentos tengan sabor, y nosotros respondemos a esa necesidad”.
Compañías como KFC y Starbucks necesitan que el sabor sea el mismo en todo el mundo. La globalización parece ser otra de las fuerzas que aumentan la demanda de los fabricantes de fragancias, porque los paladares de los consumidores se están haciendo más homogéneos. “No voy a juzgar si eso está bien o está mal, pero el paladar de la gente está cambiando a medida que se expanden las grandes compañías”. La gente espera que los productos de las grandes cadenas tengan el mismo sabor en todas partes, y hasta exigen que tengan el mismo sabor y el mismo olor”.