martes, 10 de diciembre de 2024

Agua potable hay, pero cada día cuesta más cara

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“Dios nos da agua, pero no paga cañerías ni potabilizadoras”. Así Loïc Fauchon –presidente del consejo mundial del agua (CMA)- resumía los mismos problemas en materia de provisión que vienen dando vueltas desde hace decenios sin salida a la vista.

<p>En verdad, las primeras culturas dependientes de los dioses para su agua (Sumeria, Egipto, Indo) s&oacute;lo deb&iacute;an cavar zanjas para distribuirla. Con los siglos, vendr&iacute;an las guerras por su control. Hoy Fauchon conduce un organismo que tiene unos 350 miembros en m&aacute;s de setenta pa&iacute;ses.<br />
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Este experto sabe perfectamente qu&eacute; factores deterioran los recursos h&iacute;dricos del planeta: sobrepoblaci&oacute;n, contaminaci&oacute;n, urbanizaci&oacute;n. &ldquo;El recalentamiento global se avecina, cierto, pero los problemas actuales no se deben a &eacute;l. Son culpa de los hombres. Otrora, deb&iacute;amos satisfacer apenas las demandas agr&iacute;colas, industriales y dom&eacute;sticas. Ahora, ser&aacute; preciso modificar estrategias&rdquo;.<br />
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Por ejemplo, las reservas acu&iacute;feras en la cuenca china significan casi 4.000 millones de barriles anuales. &iquest;Qu&eacute; suceder&aacute; en diez, veinte a&ntilde;os? Para entonces, &ldquo;Beijing deber&aacute; bombear agua de sur a norte, algo ecol&oacute;gicamente da&ntilde;ino, pero &iquest;qu&eacute; otra cosa podr&aacute; hacer ante la escasez&rdquo;?, se pregunta Fauchon. Los dilemas no se limitan al mundo en desarrollo. Arnold Schwarzenegger, gobernador de California &ndash;sexto producto bruto interno del globo-, reduce desde 2009 el consumo de agua potable.<br />
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Sin ayuda de dioses, distribuir agua es caro. Los servicios en Europa occidental y Norteam&eacute;rica son privados, problema que no afrontan los pa&iacute;ses emergentes. Por eso, en Estados Unidos las potabilizadoras y distribuidoras cotizan en Wall Street y ya no debieran hacerlo.<br />
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Algunas multinacionales tambi&eacute;n se dedican al negocio. Pero, &ldquo;en t&eacute;rminos de pol&iacute;ticas &ndash;apunta Fauchon-, toca al estado asegurar que el sector privado cree y opere infraestructuras&rdquo;. Las opciones sobre el tapete son pagar por el agua (m&eacute;todo para el mundo desarrollado) o subsidiar la distribuci&oacute;n (m&eacute;todo para el resto).</p>

<p>La cuestión se agrava a mayor ritmo que las posibilidades pagadoras en buena parte del planeta. Fauchon o Schwarzenegger sostienen que cabe al estado fijar tarifas y marcos regulatorios. No será fácil. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud estima que, en 2011/15, los países en desarrollo necesitarán US$ 18.000 millones anuales para redes hídricas. No parece mucho, si se compara con los dos billones gastados por EE.UU. en seis meses para rescatar banqueros. <br /><br /> En este escenario, el agotamiento de reservas quizá tenga efectos peores que el de hidrocarburos. Trastornará mercados, ecosistemas y geopolítica. Naturalmente, no todos creen que el recurso sea un negocio y apuntan a China, India, Rusia, Brasil y otras economías menos condicionadas al lucro privado. <br /> <br /> ¿Cuál es el perfil hídrico del planeta? El agua salada, sólo apta si se la desaliniza –algo por hoy imposible en altamar-, representa 97% de la masa total. En cuanto al 3% restante, su uso humano vive un auge por efectos de  sobrepoblación y creciente necesidad de alimentos. Hacia 1900, el consumo hídrico totalizaba cerca de 700.000 m3, señala  Sustainable Asset Management, una consultoría suiza. Hace tres añoa, la cifra se elevaba a 3,84 billones de m3 (+400%) y probablemente alcance cinco billones (+550) en 2025. <br /> <br /> Ya se observan consecuencias tales como racionamiento hídrico en California, desecamiento en la cuenca del río Amarillo (China) o reducción glaciar en la Patagonia. Los gigantescos desprendimientos de témpanos circumpolares son otro signo. Hacia 2030,  más de media humanidad vivirá en zonas con problemas de abasto hídrico. <br /> <br /> Algunos se entusiasman y no por buenas razones. Por ejemplo, Goldman Sachs sostiene que la falta de agua será un gran negocio financiero. Ya en 2006, Nicholas Stern compartía esas aprensiones en un estudio encargado por el gobierno británico. Según el trabajo, cada veinte años se dobla el consumo hídrico mundial. Por consiguiente, la banca otrora dirigida por Henry Paulson prevé un aumento en el precio eventual del agua y lo ve como “oportunidad, casi como el petróleo del futuro”. Derivativos inclusive.</p>

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