Walmartización: sube el déficit de la Eurozona con China

Hace algunos años, Estados Unido descubrió que su rojo con China crecía velozmente. Pero los europeos no se preocupaban, pues el suyo era chico y sus consumidores no se endeudaban para comprar importaciones a rolete.

3 mayo, 2006

Pasó el tiempo y, hace poco, salieron estadísticas de intercambio en la Eurozona. O sea, los doce adherentes a la moneda única y no, como dicen los anglosajones, “Europa” a secas. En febrero, a la sazón, el déficit con China sumaba € 6.900 millones y acumulaba 78.000 millones (US$ 97.000 millones) en doce meses. Por supuesto, son cifras muy inferiores al rojo norteamericano con ese mismo país en 2005: US$ 203.000 millones.

El problema es que, en términos de producto bruto interno, la brecha europea aumenta hoy al ritmo de la estadounidense hace cinco años. Hay, pues, una diferencia cuantitativa, pero no cualitativa (debido al factor tiempo). La “walmartización” del público norteamericano, como define el analista Robert Barbera, “es cosa sabida. Pero no así el flujo de productos chinos hacia la Eurozona, que crece a ritmo irresistible”.

A criterio del experto, “ocurre que ciertas industrias en determinados países, particularmente Italia, estaban amparadas por norma bizantinas. Hasta que aparecieron el euro y, más tarde, la ampliación de la Unión Europea, dos fenómenos que tienden a licuar barreras en el intercambio. Problemas como el superávit chino a costa de la Eurozona empeorarán a medida como lo haga la competencia de Asia oriental y meridional”.

No obstante, existen notables diferencias entre EE.UU, y la UE (Eurozina incluida). Mientras las exportaciones de éstas han decrecido y el comercio registró déficit en cuatro de los cinco meses hasta febrero, el saldo de los últimos doce meses (marzo 2005-febrero pasado) mantiene un leve superávit con el resto del mundo.

A su vez, el superávit de la Eurozona con EE.UU. llega casi a neutralizar el déficit con China. Además, los europeos exportan a ese mercado mejor que los norteamericanos. En 2005, sus ventas pasaban de € 43.000 millones (más de US$ 50.000 millones). Con un PBI algo inferior al de la UE, EE.UU. exportó a China en 2005 por “apenas” US$ 43.000 millones.

Pero muchas ventas europeas se componen de maquinaria y equipos para instalar u operar fábricas de calzado, indumentaria, electrónica de uso final y otras exportaciones chinas a Occidente. Naturalmente, este tipo de compras irá descendiendo, mientras esa plantas produzcan cada día más artículos exportables. No extraña, entonces, que –entre los pocos temas claros en la reciente reunión del Grupo de los 7- surgiesen un acuerdo para presionar a Beijing por la repreciación del yüan en términos de dólar y euro. Como era de esperar, los chinos no se muestran dispuesto a abandonar su pausada política cambiaria.

Pasó el tiempo y, hace poco, salieron estadísticas de intercambio en la Eurozona. O sea, los doce adherentes a la moneda única y no, como dicen los anglosajones, “Europa” a secas. En febrero, a la sazón, el déficit con China sumaba € 6.900 millones y acumulaba 78.000 millones (US$ 97.000 millones) en doce meses. Por supuesto, son cifras muy inferiores al rojo norteamericano con ese mismo país en 2005: US$ 203.000 millones.

El problema es que, en términos de producto bruto interno, la brecha europea aumenta hoy al ritmo de la estadounidense hace cinco años. Hay, pues, una diferencia cuantitativa, pero no cualitativa (debido al factor tiempo). La “walmartización” del público norteamericano, como define el analista Robert Barbera, “es cosa sabida. Pero no así el flujo de productos chinos hacia la Eurozona, que crece a ritmo irresistible”.

A criterio del experto, “ocurre que ciertas industrias en determinados países, particularmente Italia, estaban amparadas por norma bizantinas. Hasta que aparecieron el euro y, más tarde, la ampliación de la Unión Europea, dos fenómenos que tienden a licuar barreras en el intercambio. Problemas como el superávit chino a costa de la Eurozona empeorarán a medida como lo haga la competencia de Asia oriental y meridional”.

No obstante, existen notables diferencias entre EE.UU, y la UE (Eurozina incluida). Mientras las exportaciones de éstas han decrecido y el comercio registró déficit en cuatro de los cinco meses hasta febrero, el saldo de los últimos doce meses (marzo 2005-febrero pasado) mantiene un leve superávit con el resto del mundo.

A su vez, el superávit de la Eurozona con EE.UU. llega casi a neutralizar el déficit con China. Además, los europeos exportan a ese mercado mejor que los norteamericanos. En 2005, sus ventas pasaban de € 43.000 millones (más de US$ 50.000 millones). Con un PBI algo inferior al de la UE, EE.UU. exportó a China en 2005 por “apenas” US$ 43.000 millones.

Pero muchas ventas europeas se componen de maquinaria y equipos para instalar u operar fábricas de calzado, indumentaria, electrónica de uso final y otras exportaciones chinas a Occidente. Naturalmente, este tipo de compras irá descendiendo, mientras esa plantas produzcan cada día más artículos exportables. No extraña, entonces, que –entre los pocos temas claros en la reciente reunión del Grupo de los 7- surgiesen un acuerdo para presionar a Beijing por la repreciación del yüan en términos de dólar y euro. Como era de esperar, los chinos no se muestran dispuesto a abandonar su pausada política cambiaria.

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